Considerables grupos humanos que tienen negado su alimento, cancelado su empleo y reducido su hogar a escombros, aún confían que los autores de tamañas iniquidades puedan remediarlas. ¿Por qué lo hacen? ¿ Acaso no es una burla soez la versión edulcorada de la realidad que recita impávido el jefe de la banda? Lo hacen porque aún confían (mucho o poco, por desesperación, por un extraño sentido de la esperanza o por lo que fuere) en quién miente sin inmutarse, no tiene oídos para las desdichas que él y su gobierno provocan; no tiene ojos para verlas; no tiene piel para conmoverse. Por qué no sobreviene el hartazgo, la desilusión y la bronca, cuando en la puerta de la fábrica los esbirros armados hasta los dientes anuncian el despido, con rostro amenazante y con palabras crueles: "ustedes están sobrando, no se quejen, no levanten la voz, no protesten. Defendemos el derecho de los patrones a deshacer vuestras vidas."