Por un puñado de dólares
El nombre del clásico spaghetti western bien podría titular las marchas de protesta de los últimos días en la ciudad de Buenos Aires.
Desde hace ya varios años el mundo viene desarrollando una de sus clásicas crisis capitalistas, crisis que para algunos pareciera tan lejana que asombra.
En Argentina los adoradores del dios mercado se confabulan para atacar cualquier plan que se intente desde el gobierno nacional por tomar distancia de una caída mundial del proyecto neoliberal que entre nuestros coterráneos aún goza de gran admiración, respeto y buena salud.
Se clama a gritos por mantener privilegios que el esfuerzo del conjunto de la población argentina ya no puede sustentar. A su vez un sector acomodado que acostumbra a sentirse representado políticamente en las instituciones se recluye a sus fueros más fuertes que son la justicia, la iglesia, los medios y el poderío económico pero esto parece insuficiente. Frente a un gobierno democrático que por esta vez parece balancear del lado de los más débiles para que la carga sea compartida y en este sentido afecta intereses históricos con controles, blanqueo de las operaciones económicas e impuestos que son apensa esbozos del reparto ideal si se quiere una sociedad justa.
Entonces salen a la calle grupos que sin importarles nada de lo que pueda pasar se enfocan solamente en lo que a ellos atañe. Quieren dólares, reclaman de rechos invocando libertades extranjeras que dificilmente podrían tener en cualquiera de los países que admiran. Tensan la cuerda alrededor del cuello de la sociedad toda sin atender que su propio cuello es parte de ese total y que ya no alcanza con añorar pasados gloriosos, el porvenir es otro, cercano pero diferente y debieran convertir ese empuje destructor en nuevas ideas porque el parecer las viejas recetas poco pueden aportar.
Y así estamos, junto pero tan distantes, peleando miserablemente por un lugarcito en los botes salvavidas de este transatlántico que se dirige irremediablemente a su destino de hielo.
I.X.X. (otoño 2012)
Desde hace ya varios años el mundo viene desarrollando una de sus clásicas crisis capitalistas, crisis que para algunos pareciera tan lejana que asombra.
En Argentina los adoradores del dios mercado se confabulan para atacar cualquier plan que se intente desde el gobierno nacional por tomar distancia de una caída mundial del proyecto neoliberal que entre nuestros coterráneos aún goza de gran admiración, respeto y buena salud.
Se clama a gritos por mantener privilegios que el esfuerzo del conjunto de la población argentina ya no puede sustentar. A su vez un sector acomodado que acostumbra a sentirse representado políticamente en las instituciones se recluye a sus fueros más fuertes que son la justicia, la iglesia, los medios y el poderío económico pero esto parece insuficiente. Frente a un gobierno democrático que por esta vez parece balancear del lado de los más débiles para que la carga sea compartida y en este sentido afecta intereses históricos con controles, blanqueo de las operaciones económicas e impuestos que son apensa esbozos del reparto ideal si se quiere una sociedad justa.
Entonces salen a la calle grupos que sin importarles nada de lo que pueda pasar se enfocan solamente en lo que a ellos atañe. Quieren dólares, reclaman de rechos invocando libertades extranjeras que dificilmente podrían tener en cualquiera de los países que admiran. Tensan la cuerda alrededor del cuello de la sociedad toda sin atender que su propio cuello es parte de ese total y que ya no alcanza con añorar pasados gloriosos, el porvenir es otro, cercano pero diferente y debieran convertir ese empuje destructor en nuevas ideas porque el parecer las viejas recetas poco pueden aportar.
Y así estamos, junto pero tan distantes, peleando miserablemente por un lugarcito en los botes salvavidas de este transatlántico que se dirige irremediablemente a su destino de hielo.
I.X.X. (otoño 2012)
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