“¿Necesitamos una Renta Básica Universal?”
“Una Pregunta” es una serie mensual electrónica (stateofnatureblog.com) en la que sus editores, Cihan Aksan y Jon Bailes, preguntan a distintos expertos sobre un tema. La editora y el editor de la mencionada web explican que “pedimos a algunos de los principales pensadores de un tema que respondan brevemente a una sola pregunta”. La condición es que la respuesta no supere las 400 palabras. No se conocen previamente las respuestas de los demás entrevistados. A continuación publicamos la traducción de la pregunta que se publicó en el mes de agosto: “¿Necesitamos una Renta Básica Universal?”
Y responden a esta pregunta: Julie Wark, Doug Henwood, Peter Frase, Heikki Patomaki, Danielle Guizzo y Will Stronge, Karl Widerquist, Anton Jäger y Daniel Zamora, Alyssa Battistoni, Danny Dorling, Francine Mestrum, Daniel Raventós y Louise Haagh.
Responden 14 autores y autoras
01/09/2018
Julie Wark
Autora de The Human Rights Manifesto (Zero Books, 2013) y, con Daniel Raventós, Against Charity (Counterpunch, 2018).
NOTA: SE RECOMIENDA LEER EL ARTICULO COMPLETO EN SU FUENTE ORIGINAL.
Fuente: SinPermiso
Entendiendo que el 'nosotros' en la pregunta incluye a todos, entonces, desde la perspectiva de los derechos humanos, digo que sí. Un gran sí porque, si los seres humanos tienen algún reclamo válido de necesidad, es el derecho básico a la existencia material digna sin la cual todos los demás derechos son imposibles. En consecuencia, los derechos humanos no flotan por ahí, ajenos a la política económica, sino que deben fundamentarse con instituciones sociales y estar garantizados por mecanismos efectivos.
En el sistema neoliberal, los derechos humanos se dan en forma de declaraciones pero son luego arrebatados en el mundo real. En la manera que se hacen las grandes fortunas, los derechos humanos son destrozados. Y aquí hay un sesgo racista. La mayoría de las víctimas son de piel oscura (basta con mirar a los veinte países más pobres del mundo), pero está subsumida como un grupo sin color llamado "los pobres”.
Si no estamos ya viviendo una distopía, está justo a la vuelta de la esquina. Solo tienes que leer los informes recientes de Davos hablando de personas ricas protegidas en fortalezas y el caos reinante en el exterior. Los estados han creado tantos chivos expiatorios: niños negros que reciben disparos de policías blancos, inmigrantes "hombres malos", "terroristas" musulmanes, "delincuentes" sin hogar, periodistas "traidores"... La injusticia y crueldad extremas, por ejemplo en el trato a los refugiados, están normalizadas. El planeta mismo está amenazado.
Cualquier lucha contra esta terrible situación requerirá una política económica que garantice el derecho a la existencia para todos, una libertad real y un nivel de vida digno (vivienda, educación, salud, cultura, medio ambiente, etc.). El premio Nobel de Economía Herbert Simon escribe que la riqueza social pertenece conjuntamente a todos los miembros de la sociedad, por lo que el productor debe obtener una pequeña parte de las ganancias y el resto debe gravarse con impuestos y redistribuirse como una renta básica universal incondicional. En Esto lo cambia todo, Naomi Klein señala que el sentido universal de la renta básica es que podría ayudar a transformar la manera en que tratamos todo nuestro entorno (social y físico).
La renta básica es posible. Se puede financiar. Cualquier obstáculo es un problema de voluntad política, no de economía. Hasta el momento, la renta básica es el mejor mecanismo ofrecido para cualquier proyecto que trate de hacer realidad los tres principios esenciales de los derechos humanos universales: la justicia, la libertad y la dignidad humana. Y nos proporciona una forma viable para lograrlo. Por tanto, la siguiente pregunta sería, ¿nos importa lo suficiente como para intentarlo?
Doug Henwood
Periodista y analista económico que reside en Brooklyn. Es editor colaborador en The Nation, y ha escrito para Harper's, Bookforum, The Baffler, el Socialist Register y Jacobin. Henwood presenta un programa de radio semanal, Behind the News, que se creó en KPFA, Berkeley. Entre sus libros está Wall Street (Verso, 1997), After the New Economy (The New Press, 2003) y My Turn: Hillary Clinton Targets the Presidency (Seven Stories, 2015). Ahora está trabajando en un estudio de la corrupción en la clase dominante estadounidense.
A primera vista, e incluso en un segundo vistazo, hay mucho en la RBU que es verdaderamente convincente. En una sociedad tan productiva como la del mundo capitalista rico, nadie debería carecer de lo básico para vivir. Añadido a ese atractivo, está la creencia generalizada de que los robots se están haciendo cargo y que ya no habrá más empleos en cinco o diez años, por lo que la RBU es una forma ideal de distribuir lo que ellos producen.
Déjame abordar el segundo punto primero. Simplemente no hay evidencia de que los robots se vayan a hacer cargo. Hemos estado escuchando predicciones apasionadas de este tipo durante décadas, tal vez más tiempo, y nunca ha llegado a pasar. Si los robots estuvieran ya en ese camino, podríamos esperar ver su avance en las estadísticas de productividad, pero no hay signos de eso. De hecho, la mayoría de las principales economías se encuentran inmersas en un profundo temor por la productividad, llevado por las bajas tasas de inversión. Se necesitaría acelerar los niveles de inversión en la provisión de ejércitos de robots. Por supuesto, todo eso podría cambiar, pero la evidencia aún no ha llegado.
Pero, ¿qué hay de la política económica de la RBU? En una tercera y cuarta miradas, las cosas se vuelven más problemáticas. Lo primero es que hacerlo bien sería muy caro. La OCDE hizo los números y descubrió que si simplemente incorporabas todos los programas de beneficios existentes dentro de una RBU y la distribuías entre toda la población, la renta resultante estaría muy por debajo de la línea de pobreza. Entre otras cosas, eso podría dejar a los discapacitados en una situación mucho peor. Pero financiarlo a un nivel más alto requeriría importantes aumentos de impuestos.
Y, si la RBU se estableciera en un nivel decente, se complicaría el mercado laboral. ¿Quién querría trabajar en una porquería de trabajo si el gobierno enviara cheques saludables regularmente? Cuando los tipos de Silicon Valley van pregonando una RBU, podemos estar seguros de que están imaginando que está en un nivel muy bajo, ¿quién si no se iba a encargar de quitar las malas yerbas a sus jardines? Y si el panorama político se transformara de tal modo que fuera posible que existiera una RBU generosa, ¿por qué detenerse ahí? ¿Por qué no expropiar a los titanes de la tecnología y a los magnates del capital privado por completo? Entonces podríamos conseguir algo serio para construir una sociedad igualitaria y ecológicamente sostenible.
Peter Frase
Escritor e investigador con residencia en Nueva York. Es miembro del consejo editorial de la revista Jacobin y autor de Four Futures (Verso, 2016). Además de en Jacobin, sus artículos sobre la intersección del empleo, la política y la tecnología también han aparecido en lugares como el Washington Post, Vice y New Labor Forum.
La idea de la renta básica universal se remonta a siglos atrás, y tan recientemente como en los años 60 y 70, todo el mundo abogó por ella, desde los Panteras Negras hasta Martin Luther King Jr. y la administración Nixon. Recientemente se ha visto un resurgimiento del interés desde expertos en política liberal como Annie Lowrey y escritores asociados con la industria de la tecnología, como Martin Ford y Andrew Yang. El interés contemporáneo en la RBU se ve a menudo impulsado por las preocupaciones respecto a la automatización, los salarios estancados y la creciente desigualdad de ingresos. Los defensores de la RBU señalan la posibilidad de una automatización generalizada en una gran variedad de trabajos, mediante el uso de la robótica y la inteligencia artificial.
Se sugiere la renta básica como un medio para prevenir el surgimiento de una subclase permanente que carece de acceso a empleos o ingresos, y como una forma de aumentar el poder adquisitivo de las masas para impulsar así el crecimiento económico. La Renta Básica Universal es también una idea atractiva porque propone una forma de redistribución de riqueza y reducción de la pobreza, pero sin gran parte del paternalismo y la burocracia que caracteriza el estado de bienestar tradicional.
Sin embargo, es importante reconocer que tanto el apoyo como la oposición a la RBU pueden provenir de perspectivas políticas muy diferentes. Esto tiene implicaciones importantes precisamente sobre cómo se implementa una renta básica y qué objetivos políticos y sociales se pretende alcanzar. Diferentes interpretaciones de rentas básicas, en líneas generales, se pueden mapear en un eje político de derecha a izquierda, lo que corresponde a la distinción entre lo que el colectivo de Los Angeles The Undercommons llamó 'RBU minus' y 'RBU plus'.
La RBU minus es una propuesta para reemplazar los programas y beneficios sociales existentes por una renta básica fija. Es, como dice el conservador Charles Murray en el subtítulo de su libro In our hands, "Un plan para reemplazar el estado de bienestar". En su forma más radical, esta versión de RBU reemplazaría no solo cosas como cupones de alimentos y subvenciones en efectivo, sino también derechos a servicios como atención médica y educación, que tendrían que comprarse en el mercado privado. También podría usarse como justificación para erosionar las leyes de salario mínimo y las regulaciones del lugar de trabajo. De esta forma, la renta básica puede verse como un mayor acercamiento al "libre mercado" para la redistribución del ingreso. Los críticos de la izquierda, sin embargo – tanto los que simpatizan con la idea de la RBU como los que son hostiles a ella– señalan que la RBU minus podría dejar a mucha gente aún peor. Extender a todos el mismo cheque para pagar cosas como la atención médica y la vivienda es fundamentalmente una solución desigual, ya que las personas tienen diferentes niveles de necesidad en atención médica y viven en lugares con costos de vivienda muy diferentes. Por lo tanto, los defensores de la opción 'RBU plus' insisten en que, a lo sumo, se deberían reemplazar las ayudas en efectivo condicionadas a comprobación de recursos, mientras se mantienen o amplían tanto la regulación laboral y la provisión de servicios directos de ciertas necesidades básicas.
A medida que aumenta el interés en la RBU, en todo el espectro político, es importante seguir enfatizando el papel que podría desempeñar la renta básica como parte de un programa más amplio para garantizar que todos satisfagan sus necesidades básicas, en lugar de como un reemplazo único para el estado de bienestar.
Heikki Patomaki
Profesor de política mundial en la Universidad de Helsinki, autor de Disintegrative Tendencies in Global Political Economy: Exits and Conflicts (Routledge, 2018) y coeditor con Jamie Morgan de Brexit and the Political Economy of Fragmentation (Routledge, 2018).
Si la renta básica universal (RBU) merece ser apoyada depende de cómo se implemente. La idea de RB es antigua, pero uno de sus partidarios contemporáneos más conocidos ha sido Milton Friedman . Para muchos economistas como Friedman, solo se trata de un impuesto a la renta negativo que pretende reemplazar la mayoría o todas las formas de seguridad social y servicios públicos. El resultado sería una sociedad de mercado cada vez más privatizada. Esto está completamente en contra de la socialdemocracia clásica, donde especialmente la salud y la educación son vistas como espacios de la vida social que deberían ser desmercantilizadas.
Una buena justificación para la RBU, o dividendo ciudadano, tiene que ver con la justicia. Todos nos beneficiamos de una herencia común, por la cual ninguno de nosotros hizo nada. Además vivimos en un mundo en el que la automatización y la robotización tienden a reducir la cantidad de empleo disponible. Otras razones para apoyar la RB incluyen aumentar la libertad, la igualdad y la seguridad de los ciudadanos. La RB reduce el control burocrático y nos libera de la obligación de vender nuestra fuerza de trabajo. También puede significar aumentar la igualdad de oportunidades, por ejemplo, abriendo las posibilidades de desarrollar nuestras habilidades y capacidades. Para fortalecer la seguridad social, la RB necesita reemplazar algunas de las formas existentes de transferencia de efectivo suficientemente generosa.
El riesgo es que la RB conduce a la marginación a gran escala, lo que aumenta los costos del sistema. No solo nuestras ganancias, sino también nuestro valor social, derechos y deberes están ligados a nuestra posición en el sistema del empleo y trabajo. La RB funciona mejor en un mundo de pleno empleo donde prevalecen las virtudes republicanas de la participación y donde las personas están motivadas para trabajar y participar. El contexto de implementación es tan importante como su forma y nivel.
Otras preguntas se refieren a la universalidad de la RBU. A menudo, esta pregunta se considera solo en el contexto de un solo Estado-nación. Por un lado, aunque existen muchos obstáculos para la libre circulación en el sistema mundial contemporáneo, la migración es posible y en algunas áreas, como dentro de la UE, es totalmente libre. Por otro lado, la justicia de ninguna manera se limita a un solo estado. Nuestra herencia común es global. Hacer frente al riesgo de una inmigración selectiva a gran escala e implementar principios de justicia parecería requerir formas transnacionales y globales de renta básica.
En ese nivel, sin embargo, existen afirmaciones contrapuestas sobre (re)distribución de nuestra herencia común. La primera prioridad debería ser un nivel básico adecuado de educación para todos, implementado de tal manera que la financiación para hacer realidad el derecho universal a la educación también se viese como parte de la redistribución global de la riqueza, especialmente a través de los sistemas impositivos mundiales. Claramente, sin embargo, se requieren otros mecanismos de transferencia, así como políticas comunes de desarrollo económico para enfrentar la amenaza de la inmigración selectiva y hacer que los sistemas no universales de RBU sean sostenibles. Puesto que nuestra herencia es común, nuestros destinos están inextricablemente unidos.
Danielle Guizzo y Will Stronge
Danielle Guizzo es profesora titular de Economía en UWE Bristol e investigadora afiliada en el think tank Autonomy. Will Stronge es Director de Autonomy además de Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Chichester. Sus últimas publicaciones incluyen: D. Guizzo y W. Stronge, ‘Keynes, Foucault and the ‘disciplinary complex’: A contribution to the analysis of work‘, Autonomy, 2018.
La introducción de una renta básica representa un primer paso importante en la separación entre el trabajo asalariado y el ingreso. Desde un punto de vista económico, esta separación significaría un cambio drástico en la forma en que el capitalismo se reproduce actualmente: al convertir la fuerza de trabajo en un bien comprable que puede venderse en el mercado por un precio (un salario), el capitalismo ha vinculado el trabajo con la provisión de los medios necesarios para vivir. De hecho, la adopción de un sistema de renta básica puede ofrecer dos aspectos importantes que cambiarían fundamentalmente nuestro sistema económico actual.
Primero, la renta básica es "redistributiva": representa una solución potencial para algunos de los problemas que enfrenta el capitalismo avanzado, concretamente el estancamiento de salarios, el aumento de la desigualdad de ingresos y el rompecabezas de la productividad: las transferencias unilaterales funcionarían como una red de seguridad contra los efectos más inmediatos de la pobreza en el empleo (bajos salarios, largas jornadas de trabajo y malas condiciones de trabajo), lo que aumenta el poder de negociación.
En segundo lugar, la renta básica ofrece "autonomía" individual y colectiva: reduce el "complejo disciplinador" que el trabajo ofrece actualmente (Guizzo y Stronge, 2018) y aumenta nuestro tiempo libre. ¿Cuántas personas continuarían trabajando tanto como lo hacen si tuvieran una fuente de ingresos separada del trabajo? Una renta básica podría remediar el problema de los empleos económicamente necesarios versus los socialmente aceptados, ofreciendo la oportunidad para que las personas se dediquen a actividades socialmente valiosas que no están (o están muy mal) remuneradas (por ejemplo, tareas domésticas, cuidado de niños, cuidado de personas mayores, comenzar un nuevo grado, aprender una nueva habilidad). Entonces, la renta básica también podría enmarcarse como una forma de reducir la desigualdad de género e intra-generacional mediante la remuneración de formas de trabajo tradicionalmente infravaloradas y "feminizadas".
Sin embargo, existen importantes salvedades para un sistema de renta básica tan redistributivo y autónomo. Primero, no debe verse como un reemplazo del estado de bienestar, o como una alternativa para los beneficios sociales; al contrario, la renta básica solo ofrecería resultados positivos siempre que esté unida a una fuerte presencia del estado y su sistema de seguridad social. En segundo lugar, un sistema de renta básica debe ir acompañado de un conjunto de políticas económicas que busquen promover la socialización de los resultados económicos y la igualdad social. Sin estos, es poco probable que la renta básica pueda ofrecer resultados satisfactorios a los problemas económicos y sociales que enfrentamos hoy en día.
Karl Widerquist
Profesor asociado de filosofía en SFSQ, Georgetown University de Qatar. Ha publicado decenas de artículos y siete libros, entre ellos A Theory of Freedom as the Power to Say No (Palgrave, 2013). Fue copresidente de la BIEN (Basic Income Earth Network) de 2010 a 2017, y ahora se desempeña como vicepresidente. La mayoría de los escritos de Karl Widerquist están disponibles en su sitio web Selected Works. Escribe en el blog the Indepentarian for Basic Income News.
Apoyo la RBU porque es incorrecto que alguien se interponga entre otra persona y los recursos que esta necesita para sobrevivir. Está mal que alguien ponga condiciones al acceso de las personas a los recursos que ellas necesitan para sobrevivir. No debe ignorarse este hecho: la pobreza es la falta de acceso a los recursos que se necesitan para vivir una vida decente. Una persona sana con las habilidades adecuadas y el acceso a un entorno saludable puede hacer muchas cosas que son imposibles para una persona empobrecida en la sociedad actual. Ellos pueden construir su propia casa, pescar, cultivar o cazar su propia comida, pueden trabajar solos o con quien quieran. No necesitan un jefe. Nunca tienen que seguir órdenes.
Nuestras sociedades crean pobreza al interferir con las personas que desean utilizar los recursos de la Tierra para sí mismos. Lo hacemos porque las personas ricas quieren controlar todos los recursos del mundo. Al permitir que un pequeño grupo controle los recursos del mundo sin pagar una compensación a las personas que de ese modo carecen de propiedades, ponemos a la mayoría de la gente en la posición en la que 'trabajo' se convierte en sinónimo de 'un empleo'. Ganarse la vida significa así recibir órdenes. Esto no es un hecho de la naturaleza. Es el resultado de las reglas de la sociedad. Necesitamos cambiar esas reglas.
La RBU rectifica ese problema. Dice que si vas a tener más recursos que otros, tienes que devolver algo en compensación, para que nunca más nadie se vea obligado a vivir en la pobreza y nadie se vea forzado a tomar una posición donde deben recibir órdenes para poder sobrevivir.
La RBU no supone el final del mercado o el final del trabajo remunerado. Es simplemente un mercado donde el ingreso no comienza en cero, y los trabajadores se liberan de la amenaza de la miseria. Con la RBU, los trabajadores ingresan al mercado laboral como personas libres. Los empleadores tienen que pagar lo suficiente para que valga la pena que los trabajadores acepten esos trabajos. LA RBU nos dará una economía de altos salarios que funcione para todos.
Anton Jäger y Daniel Zamora
Daniel Zamora es doctorando en sociología en la Universidad de Cambridge y la Universidad Libre de Bruselas. Anton Jäger es candidato a doctorado en historia intelectual en la Universidad de Cambridge. Ambos están actualmente terminando un libro sobre una historia intelectual de la Renta Básica.
Permitirnos reformular ligeramente la pregunta. A saber: ¿cómo llegamos a pensar en la RBU como la solución definitiva a nuestra "cuestión social"? Si esta consulta inicial ya ha despertado a varios espíritus académicos, queremos insistir en hacernos la pregunta de cómo llegamos a creer que un "suelo universal" es nuestra mejor oportunidad para tratar el tema de la pobreza.
En primer lugar, tenemos que recordarnos de qué manera una RBU realmente representa una ruptura radical con los hábitos de política de la posguerra. Anteriormente, los programas del New Deal se organizaban en torno a la idea de que los defectos inherentes del mercado estipulaban la necesidad de un Estado intervencionista, promoviendo derechos sociales como la atención sanitaria universal, la educación, el transporte público, etc. Aquí, las preguntas relacionadas con la "pobreza" siempre se referían a la limitación del espacio en el que podía operar el mercado, como señaló Alice O'Connor, "la pobreza en sí misma no era el problema central" en los albores del siglo.
Todo esto cambió a principios de la década de 1960, el momento en que la primera RBU vio su inicio "verdadero". En lugar de ser lo que el Financial Times llamó una "idea de 500 años de antigüedad" con "raíces en Thomas Paine y Thomas More", la RBU creció en estrecha correlación con una subversión más profunda del paradigma keynesiano. Su catalizador, sobre todo, fue la publicación de The Other America de Michael Harrington en 1962. El tratado de Harrington popularizaría la idea de que la "pobreza" era ahora una condición "específica" y "aislada", separada de la desigualdad, junto con la contención, como argumentaba Dwight McDonald en su reseña fundamental del libro, que los programas de Seguridad Social mantenían “a los pobres para siempre pobres”.
Principalmente, fue el diseño 'anti-normativo' de los ingresos garantizados lo que lo hizo atractivo para la Nueva Izquierda, muy parecido al Impuesto a la Renta Negativo de Milton Friedman. Como la RBU no implicaba ninguna paternalista "obligación de trabajar" y otros "incentivos perversos", era la alternativa más elegante a los programas de seguridad existentes. Sin embargo, lo que quedó a su paso -como lo demostró convincentemente el historiador Samuel Moyn- no fue un ideal de "igualdad distributiva", sino más bien un "compromiso más pequeño con la provisión suficiente".
Se podría argumentar, por supuesto, que si una "RBU" generosa condujera a resultados más equitativos, simplemente deberíamos olvidar esta historia. Pero hay una trampa. Incluso si diferentes RBU muestran efectos enormemente divergentes, el peligro sigue siendo encerrarse en la arquitectura conceptual de la propuesta. La RBU actual enfrenta tres problemas recurrentes: (1) la suma dispensada sería trágicamente modesta (de lo contrario sería inasequible), (2) sus efectos para los necesitados seguirían siendo débiles y profundamente ambiguos, y (3) tendría un impacto potencialmente perjudicial sobre las tasas salariales. En consecuencia, no es sorprendente que las simulaciones existentes demuestren los efectos no concluyentes de la RBU sobre la desigualdad y la pobreza.
Tal vez necesitamos algún otro sentido común de la posguerra. Los socialistas del siglo XX buscaron crear un sistema en el que nuestro acceso a los bienes reproductivos ya no dependiera del acceso exclusivo al medio del dinero. Si bien esta perspectiva ha experimentado importantes contratiempos desde principios de los años setenta, y siempre ha tenido sus límites inherentes, aún nos ofrece una visión radicalmente diferente de nuestro consenso neoliberal actual. Necesitamos menos mercado, no más, y la RBU apenas nos ayuda en esa tarea.
Alyssa Battistoni
Candidata a doctorado en teoría política en la Universidad de Yale. Escribe frecuentemente para publicaciones como The Nation, Dissent, n + 1 y Jacobin, donde forma parte del consejo editorial.
¿Necesitamos una renta básica universal? Con el debido respeto al formato, perdóneme si divido esta “única pregunta” en unas pocas.
La primera es un clásico: ¿quién es ese “nosotros”? Lo "universal" parecería sugerir la respuesta. Pero deberíamos saberlo mejor que dar por hecho este universal. En el caso de la RBU, su definición depende de los límites dentro de los cuales se distribuye una renta básica, típicamente los del estado nación, así como de la condición de las personas dentro de ellos. ¿Una RBU estaría disponible solo para los ciudadanos, como en las propuestas de un "dividendo ciudadano"? ¿Titulares de la tarjeta verde? ¿Residentes? Ciertamente, parece poco probable que sea verdaderamente universal en el corto plazo. Y en medio de una agitación política generalizada sobre el estatus de los migrantes y refugiados, una RBU otorgada a un universo de personas estrechamente definido es una perspectiva particularmente difícil.
En segundo lugar, ¿cuál es la renta básica que necesitamos? Ha habido muchas versiones de RBU propuestas a lo largo de los años, pero en mi opinión, no cualquier RBU funcionará. El tipo de RBU cada vez más popular en Silicon Valley es del tipo que los titanes de Silicon Valley podrían necesitar, pero no el resto de nosotros, es decir, una que funciona como un subsidio para los bajos salarios de la gig economy (“economía de los pequeños encargos”) y una solución al problema de la automatización. O, si se trata de una RBU en forma del impuesto negativo a la renta de Milton Friedman, pensado como una pago único global de dinero en efectivo para reemplazar otras formas de provisión del estado de bienestar, entonces creo que es lo último que necesitamos; al menos, aquellos de nosotros que no somos ideólogos neoliberales. La RBU que quiero es una en la línea de visiones presentadas por, entre otras, las feministas socialistas y el movimiento negro de la libertad, una que busca expandir la provisión social en un sistema económico que depende del desempleo estructural, reconocer el trabajo no remunerado hecho principalmente por mujeres, y apoyar un mayor tiempo de ocio.
Tercero, ¿la necesitamos? Ciertamente, todos necesitan los medios básicos para sustentar sus propias vidas, como una base mínima. También creo que necesitamos disminuir la importancia del empleo para el significado individual y el valor social, y rechazar la idea de que el ingreso es una función del mérito. Necesitamos más tiempo libre y menos trabajo por el trabajo mismo. Necesitamos romper el dominio absoluto que la “creación de empleo” tiene sobre las propuestas políticas. Necesitamos no solo 'elevar el suelo' para los ingresos, sino también 'bajar el techo'. Necesitamos, esto es, cambiar radicalmente las formas de vida construidas en torno a una economía en constante crecimiento que de alguna manera nunca tiene suficiente para todos.
Necesitamos muchas cosas, en resumen, y bajo algunas circunstancias, la RBU podría ser una de ellas. Pero es un error pensar que es una respuesta singular. Es una locura para la izquierda poner demasiado peso en una sola política: lo que necesitamos es un movimiento que pueda ganar cambios materiales y construir sobre ellos con el tiempo; uno que forje las demandas a través de la lucha popular en lugar de por adelantado.
Danny Dorling
Profesor de Geografía Halford Mackinder en la Universidad de Oxford. Gran parte de su trabajo está disponible en acceso abierto (vea dannydorling.org). Con un grupo de colegas ayudó a crear el sitio web worldmapper.org que muestra quién tiene más y menos en el mundo y también para Londres: londonmapper.org. Su libro más reciente es Peak Inequality (Policy, 2018).
Sí, necesitamos una renta básica. Sí, obtendremos una. Pero es probable que en el Reino Unido tengamos que esperar hasta que otros países europeos hayan tenido una RB durante algún tiempo. El Reino Unido en 2018 es el país europeo con las desigualdades económicas más amplias y en muchos sentidos es el país menos progresivo de Europa.
Una manifestación de esto es el escepticismo sobre si una renta básica podría funcionar, ser posible o incluso deseable. A diferencia de otros países en Europa, y a excepción de Escocia donde hay un poco de entusiasmo, en el Reino Unido ni siquiera estamos experimentando con diferentes modelos de rentas básicas en diferentes ciudades para ver qué podría funcionar mejor para su introducción. En cambio, se plantean argumentos en contra de la renta básica de una manera similar a la forma en que se ridiculiza la atención médica universal como atención de salud socialista en los Estados Unidos, el país con el peor historial de salud de todo el primer mundo.
Se necesita una renta básica para la libertad. Es la única forma en que las personas pueden tener una elección genuina sobre si deben realizar un trabajo remunerado o no. Donde las personas tienen más opciones sobre si trabajar y en qué, la calidad de su trabajo es mucho mayor. Necesitamos una renta básica si queremos lograr buenos empleos. También la necesitamos para que algunos puedan elegir vivir un estilo de vida de consumo muy bajo. Una renta básica es lo que dice: básica. El consumo por parte del acomodado también se reduce en aquellos lugares y tiempos en que se introduce la renta básica. Hay una historia de trescientos años de rentas básicas de la que podemos aprender, y muchos estudios, de los cuales el mejor en mi opinión fue escrito por Philippe van Parijs y Yannick Vanderborght y publicado en 2017.
Una renta básica no es, por definición, suficiente para que las personas con necesidades especiales vivan. No es suficiente si está en una silla de ruedas o tiene una gran cantidad de niños y no tiene trabajo. Pero no está más allá del alcance de las personas con un mínimo de imaginación el darse cuenta de que una renta básica debe ser aumentada para unos pocos con mayores necesidades. Al igual que el beneficio universal por hijo, o una renta básica mínima para los pensionistas, nadie demandaría que todos los niños o todos los pensionistas pudieran sobrevivir con esos mínimos. Una renta básica tampoco es una alternativa para los servicios universales básicos. Necesitamos ambos.
La renta básica probablemente llegará tarde al Reino Unido. Cuando eres viejo y estás muriendo, la persona que te da la vuelta en la cama e inserta el catéter en tu cuerpo puede estar haciendo eso porque es necesario. No porque ellos quieran. En un país con renta básica, sería porque lo deseaban. Podrás ver la diferencia. La renta básica nos libera a todos.
Francine Mestrum
Fundadora de la red global de Global Social Justice, que actualmente trabaja en un proyecto para comunidades sociales, www.socialcommons.eu. Ha trabajado en varias instituciones europeas y en las universidades de Bruselas (ULB), Amberes y Gante. Es autora de varios libros (en holandés, francés e inglés) sobre desarrollo, pobreza, desigualdad y bienes comunes.
No, no necesitamos una renta básica, si por “renta básica” se entiende una cantidad igual de dinero en efectivo entregada a todos los ciudadanos sin condiciones.
Mi principal argumento, desde la perspectiva de los estados de bienestar de Bismarck, (desmantelados) en Europa occidental, tiene que ver con el creciente individualismo y la desigualdad. Lo que hace un ingreso básico es reemplazar la solidaridad estructural y horizontal de los estados de bienestar (cada individuo muestra su solidaridad con todos los demás miembros de la sociedad) por un vínculo vertical entre el gobierno y el ciudadano individual.
Ciertamente, nuestros estados de bienestar deben actualizarse para responder a las necesidades de todos los ciudadanos del siglo XXI, para tener en cuenta las nuevas formas de trabajo así como también el vínculo entre la justicia social y la justicia ambiental. Pero los estados de bienestar con seguridad social, derechos laborales y servicios públicos son el mejor amortiguador contra la creciente desigualdad y la mejor manera de ayudar a prevenir la pobreza.
La renta básica significa que el ciudadano se queda solo, "libre" para hacer lo que quiera, "libre" para ser discriminado y para explotarse en nuestros mercados laborales flexibles y precarios. Una renta básica para todos a un nivel que permita una vida digna está fuera de alcance, como lo han indicado el FMI, la OCDE, la OIT y el relator especial de la ONU sobre la pobreza.
En cambio, necesitamos más derechos colectivos, lo cual es una condición para desarrollar los derechos individuales al tiempo que confirmamos nuestra interdependencia. Necesitamos servicios sociales para todos (desde salud y educación hasta transporte público, comunicación y vivienda) y transferencias de efectivo (ingresos mínimos garantizados) para los pobres. Porque sí, las sociedades existen y debemos fomentarlas.
Los estados universales de protección / bienestar social pueden ser transformadores y fortalecer las sociedades; en cambio, la renta básica empodera a las personas sin ser emancipadora.
Daniel Raventós
Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Es autor, entre otros, de Basic Income. The Material Conditions of Freedom (Pluto Press, 2007) y, con Julie Wark, Against Charity (Counterpunch, 2018).
Si te preocupa la libertad y entiendes que no puedes ser libre sin una existencia material autónoma, entonces probablemente digas que sí, que necesitamos una Renta Básica Universal. Si crees que deberíamos dejar que los ricos sigan enriqueciéndose sin límites, que hacerles pagar impuestos es incorrecto, que los trabajos mal pagados en condiciones miserables son necesarios para la eficiencia, y que los pobres son pobres porque merecen serlo, entonces dirás que no.
Yo estoy con el primer grupo porque vengo de la antigua tradición republicana de la libertad que sostiene que solo una persona que no tiene que pedir permiso a otro para ganarse la vida o, en otras palabras, para existir socialmente puede ser libre. La idea de que sin una existencia material garantizada, una persona no es y no puede ser libre es uno de los fundamentos de la tradición republicana clásica.
El liberalismo surgió a principios del siglo XIX con otra concepción de la libertad, completamente independiente de las condiciones materiales de la existencia. Esta concepción de la libertad hace posible, entonces, afirmar que una persona pobre o una que trabaja por un salario en condiciones de semi-esclavitud, es libre. Esta es una gran diferencia entre el liberalismo político real (las teorías académicas liberales de la justicia son otra cosa) y la concepción histórica de la libertad republicana. No estoy hablando de la forma en que se usan los términos "liberal" y "republicano" en los Estados Unidos, sino hablando desde Europa donde la libertad republicana apareció en Atenas hace más de 2.300 años y el liberalismo a principios del siglo XIX.
Creo que una renta básica igual o superior a la línea de pobreza y financiada de manera que redistribuya parcialmente la riqueza de los miembros más ricos de la sociedad al resto de la población es muy necesaria, pero no al precio de desmantelar los servicios de estado de bienestar, como proponen algunos defensores de la renta básica de la derecha (como Charles Murray). Debería significar mantenerlos y aun mejorarlos. ¿Sería necesario complementar una renta básica con otras medidas en el ámbito de la política económica? Sí. Por ejemplo, una renta máxima para evitar que unas pocas personas muy ricas ataquen las libertades de la gran mayoría. Pero esa es otra cuestión.
Louise Haagh
Profesora Asociada en Política en la Universidad de York y Presidenta de la Basic Income Earth Network (BIEN). Como investigadora, ha escrito numerosos artículos y libros sobre democratización, desarrollo económico y justicia social. Su último libro, The Case for Basic Income ( (Polity, 2018), saldrá en noviembre de 2018.
La proposición de una Renta Básica Universal o RBU, un derecho para todos a la seguridad monetaria básica, necesita ser rescatada de tres discursos contemporáneos vinculados con el polemicismo, el populismo y el reduccionismo. Estos tres problemas se ven acentuados por una Paradoja de la Oportunidad, ya que la RBU ha llegado al espacio político en un momento de creciente desigualdad, nacionalismo y austeridad en lo público que no son contextos adecuados para la reforma que lleve a la renta básica.
La forma de las polémicas contemporáneas implica dos falacias: las proposiciones de resolverlo-todo y resolver-nada. Las nociones de que la renta básica puede proporcionar una respuesta abarcadora a la automatización y el problema del trabajo colectivo, o que simplifica una diversidad de sistemas de políticas públicas, caen todos en la categoría de resolverlo-todo.
La proposición de resolver-nada también está sobrestimada. Una RBU no tiene que acabar con los "planes contra la redistribución desigual", ni tiene que ser visto como un "sistema" completo, como sugiere Heller, al estudiar el apoyo a la RBU dentro del derecho estadounidense y por los libertarianos de izquierda. Una renta básica también se puede ver como parte de estructuras de bienestar más complejas, y para contar con un alto nivel de igualdad social (como he argumentado en Policy and Politics, 2011). La austeridad en la administración pública refuerza la polémica de los costos a corto plazo, como en el Reino Unido, la elección entre la renta básica universal y los servicios.
En un contexto de creciente desigualdad, también existe el riesgo de que la RBU sea barrida por las mareas políticas populistas, caracterizadas por buscar respuestas en política simples. La Encuesta Social Europea indica que la RBU tiene un mayor apoyo público en países con estados de bienestar más débiles y sistemas políticos más autoritarios. Y el FMI ha mostrado apoyo a la renta básica en los países con la mayor desigualdad y pobreza. El riesgo en ambos casos es que la RBU se convierta en la panacea para problemas más difíciles de resolver.
Finalmente, en el contexto de la austeridad, el peligro es que el nombre equivocado de "renta básica parcial" se confunda con el concepto real. ¿Desaparecerán de la vista las complementariedades importantes de entre las características de la renta básica? ¿Los beneficios incondicionales con comprobación de medios o la "renta básica" limitada en el tiempo se convertirán en la puerta trasera para reintroducir condiciones del mercado laboral en la línea que predeciblemente afectarán adversamente a los más vulnerables? ¿Una RBU por debajo de la subsistencia se convertirá en la base para erosionar la financiación del estado de bienestar y el apoyo social de las necesidades particulares?
En última instancia, el principal problema con los sistemas actuales de seguridad de ingresos es la idea de que las personas pueden verse obligadas a trabajar y la consecuencia de que un sector de la sociedad puede verse compelido a realizar los peores trabajos y asumir los horarios de trabajo más estresantes. Sin embargo, la solución a esto no puede ser una política pura de lucha contra la pobreza porque cada vez más los problemas del estrés inducido por el mercado son universales. La solución es restablecer incentivos laborales positivos y de desarrollo. Por lo tanto, la RBU es importante como una señal del cambio más amplio en las instituciones que necesitamos. La renta básica es importante para la visión de las condiciones humanas realmente compartidas que ella representa, incluido el control del tiempo, el ritmo del trabajo y la interacción humana. Por lo tanto, si no es una bala mágica, es, sin embargo, una idea catalizadora ya en el siglo XXI.
VVAA Julie Wark, Doug Henwood, Peter Frase, Heikki Patomaki, Danielle Guizzo y Will Stronge, Karl Widerquist, Anton Jäger y Daniel Zamora, Alyssa Battistoni, Danny Dorling, Francine Mestrum, Daniel Raventós y Louise Haagh
Fuente:
http://stateofnatureblog.com/one-question-universal-basic-income/#Peter
Traducción: Txema Sánchez
Temática:
Y responden a esta pregunta: Julie Wark, Doug Henwood, Peter Frase, Heikki Patomaki, Danielle Guizzo y Will Stronge, Karl Widerquist, Anton Jäger y Daniel Zamora, Alyssa Battistoni, Danny Dorling, Francine Mestrum, Daniel Raventós y Louise Haagh.
Responden 14 autores y autoras
01/09/2018
Julie Wark
Autora de The Human Rights Manifesto (Zero Books, 2013) y, con Daniel Raventós, Against Charity (Counterpunch, 2018).
NOTA: SE RECOMIENDA LEER EL ARTICULO COMPLETO EN SU FUENTE ORIGINAL.
Fuente: SinPermiso
Entendiendo que el 'nosotros' en la pregunta incluye a todos, entonces, desde la perspectiva de los derechos humanos, digo que sí. Un gran sí porque, si los seres humanos tienen algún reclamo válido de necesidad, es el derecho básico a la existencia material digna sin la cual todos los demás derechos son imposibles. En consecuencia, los derechos humanos no flotan por ahí, ajenos a la política económica, sino que deben fundamentarse con instituciones sociales y estar garantizados por mecanismos efectivos.
En el sistema neoliberal, los derechos humanos se dan en forma de declaraciones pero son luego arrebatados en el mundo real. En la manera que se hacen las grandes fortunas, los derechos humanos son destrozados. Y aquí hay un sesgo racista. La mayoría de las víctimas son de piel oscura (basta con mirar a los veinte países más pobres del mundo), pero está subsumida como un grupo sin color llamado "los pobres”.
Si no estamos ya viviendo una distopía, está justo a la vuelta de la esquina. Solo tienes que leer los informes recientes de Davos hablando de personas ricas protegidas en fortalezas y el caos reinante en el exterior. Los estados han creado tantos chivos expiatorios: niños negros que reciben disparos de policías blancos, inmigrantes "hombres malos", "terroristas" musulmanes, "delincuentes" sin hogar, periodistas "traidores"... La injusticia y crueldad extremas, por ejemplo en el trato a los refugiados, están normalizadas. El planeta mismo está amenazado.
Cualquier lucha contra esta terrible situación requerirá una política económica que garantice el derecho a la existencia para todos, una libertad real y un nivel de vida digno (vivienda, educación, salud, cultura, medio ambiente, etc.). El premio Nobel de Economía Herbert Simon escribe que la riqueza social pertenece conjuntamente a todos los miembros de la sociedad, por lo que el productor debe obtener una pequeña parte de las ganancias y el resto debe gravarse con impuestos y redistribuirse como una renta básica universal incondicional. En Esto lo cambia todo, Naomi Klein señala que el sentido universal de la renta básica es que podría ayudar a transformar la manera en que tratamos todo nuestro entorno (social y físico).
La renta básica es posible. Se puede financiar. Cualquier obstáculo es un problema de voluntad política, no de economía. Hasta el momento, la renta básica es el mejor mecanismo ofrecido para cualquier proyecto que trate de hacer realidad los tres principios esenciales de los derechos humanos universales: la justicia, la libertad y la dignidad humana. Y nos proporciona una forma viable para lograrlo. Por tanto, la siguiente pregunta sería, ¿nos importa lo suficiente como para intentarlo?
Doug Henwood
Periodista y analista económico que reside en Brooklyn. Es editor colaborador en The Nation, y ha escrito para Harper's, Bookforum, The Baffler, el Socialist Register y Jacobin. Henwood presenta un programa de radio semanal, Behind the News, que se creó en KPFA, Berkeley. Entre sus libros está Wall Street (Verso, 1997), After the New Economy (The New Press, 2003) y My Turn: Hillary Clinton Targets the Presidency (Seven Stories, 2015). Ahora está trabajando en un estudio de la corrupción en la clase dominante estadounidense.
A primera vista, e incluso en un segundo vistazo, hay mucho en la RBU que es verdaderamente convincente. En una sociedad tan productiva como la del mundo capitalista rico, nadie debería carecer de lo básico para vivir. Añadido a ese atractivo, está la creencia generalizada de que los robots se están haciendo cargo y que ya no habrá más empleos en cinco o diez años, por lo que la RBU es una forma ideal de distribuir lo que ellos producen.
Déjame abordar el segundo punto primero. Simplemente no hay evidencia de que los robots se vayan a hacer cargo. Hemos estado escuchando predicciones apasionadas de este tipo durante décadas, tal vez más tiempo, y nunca ha llegado a pasar. Si los robots estuvieran ya en ese camino, podríamos esperar ver su avance en las estadísticas de productividad, pero no hay signos de eso. De hecho, la mayoría de las principales economías se encuentran inmersas en un profundo temor por la productividad, llevado por las bajas tasas de inversión. Se necesitaría acelerar los niveles de inversión en la provisión de ejércitos de robots. Por supuesto, todo eso podría cambiar, pero la evidencia aún no ha llegado.
Pero, ¿qué hay de la política económica de la RBU? En una tercera y cuarta miradas, las cosas se vuelven más problemáticas. Lo primero es que hacerlo bien sería muy caro. La OCDE hizo los números y descubrió que si simplemente incorporabas todos los programas de beneficios existentes dentro de una RBU y la distribuías entre toda la población, la renta resultante estaría muy por debajo de la línea de pobreza. Entre otras cosas, eso podría dejar a los discapacitados en una situación mucho peor. Pero financiarlo a un nivel más alto requeriría importantes aumentos de impuestos.
Y, si la RBU se estableciera en un nivel decente, se complicaría el mercado laboral. ¿Quién querría trabajar en una porquería de trabajo si el gobierno enviara cheques saludables regularmente? Cuando los tipos de Silicon Valley van pregonando una RBU, podemos estar seguros de que están imaginando que está en un nivel muy bajo, ¿quién si no se iba a encargar de quitar las malas yerbas a sus jardines? Y si el panorama político se transformara de tal modo que fuera posible que existiera una RBU generosa, ¿por qué detenerse ahí? ¿Por qué no expropiar a los titanes de la tecnología y a los magnates del capital privado por completo? Entonces podríamos conseguir algo serio para construir una sociedad igualitaria y ecológicamente sostenible.
Peter Frase
Escritor e investigador con residencia en Nueva York. Es miembro del consejo editorial de la revista Jacobin y autor de Four Futures (Verso, 2016). Además de en Jacobin, sus artículos sobre la intersección del empleo, la política y la tecnología también han aparecido en lugares como el Washington Post, Vice y New Labor Forum.
La idea de la renta básica universal se remonta a siglos atrás, y tan recientemente como en los años 60 y 70, todo el mundo abogó por ella, desde los Panteras Negras hasta Martin Luther King Jr. y la administración Nixon. Recientemente se ha visto un resurgimiento del interés desde expertos en política liberal como Annie Lowrey y escritores asociados con la industria de la tecnología, como Martin Ford y Andrew Yang. El interés contemporáneo en la RBU se ve a menudo impulsado por las preocupaciones respecto a la automatización, los salarios estancados y la creciente desigualdad de ingresos. Los defensores de la RBU señalan la posibilidad de una automatización generalizada en una gran variedad de trabajos, mediante el uso de la robótica y la inteligencia artificial.
Se sugiere la renta básica como un medio para prevenir el surgimiento de una subclase permanente que carece de acceso a empleos o ingresos, y como una forma de aumentar el poder adquisitivo de las masas para impulsar así el crecimiento económico. La Renta Básica Universal es también una idea atractiva porque propone una forma de redistribución de riqueza y reducción de la pobreza, pero sin gran parte del paternalismo y la burocracia que caracteriza el estado de bienestar tradicional.
Sin embargo, es importante reconocer que tanto el apoyo como la oposición a la RBU pueden provenir de perspectivas políticas muy diferentes. Esto tiene implicaciones importantes precisamente sobre cómo se implementa una renta básica y qué objetivos políticos y sociales se pretende alcanzar. Diferentes interpretaciones de rentas básicas, en líneas generales, se pueden mapear en un eje político de derecha a izquierda, lo que corresponde a la distinción entre lo que el colectivo de Los Angeles The Undercommons llamó 'RBU minus' y 'RBU plus'.
La RBU minus es una propuesta para reemplazar los programas y beneficios sociales existentes por una renta básica fija. Es, como dice el conservador Charles Murray en el subtítulo de su libro In our hands, "Un plan para reemplazar el estado de bienestar". En su forma más radical, esta versión de RBU reemplazaría no solo cosas como cupones de alimentos y subvenciones en efectivo, sino también derechos a servicios como atención médica y educación, que tendrían que comprarse en el mercado privado. También podría usarse como justificación para erosionar las leyes de salario mínimo y las regulaciones del lugar de trabajo. De esta forma, la renta básica puede verse como un mayor acercamiento al "libre mercado" para la redistribución del ingreso. Los críticos de la izquierda, sin embargo – tanto los que simpatizan con la idea de la RBU como los que son hostiles a ella– señalan que la RBU minus podría dejar a mucha gente aún peor. Extender a todos el mismo cheque para pagar cosas como la atención médica y la vivienda es fundamentalmente una solución desigual, ya que las personas tienen diferentes niveles de necesidad en atención médica y viven en lugares con costos de vivienda muy diferentes. Por lo tanto, los defensores de la opción 'RBU plus' insisten en que, a lo sumo, se deberían reemplazar las ayudas en efectivo condicionadas a comprobación de recursos, mientras se mantienen o amplían tanto la regulación laboral y la provisión de servicios directos de ciertas necesidades básicas.
A medida que aumenta el interés en la RBU, en todo el espectro político, es importante seguir enfatizando el papel que podría desempeñar la renta básica como parte de un programa más amplio para garantizar que todos satisfagan sus necesidades básicas, en lugar de como un reemplazo único para el estado de bienestar.
Heikki Patomaki
Profesor de política mundial en la Universidad de Helsinki, autor de Disintegrative Tendencies in Global Political Economy: Exits and Conflicts (Routledge, 2018) y coeditor con Jamie Morgan de Brexit and the Political Economy of Fragmentation (Routledge, 2018).
Si la renta básica universal (RBU) merece ser apoyada depende de cómo se implemente. La idea de RB es antigua, pero uno de sus partidarios contemporáneos más conocidos ha sido Milton Friedman . Para muchos economistas como Friedman, solo se trata de un impuesto a la renta negativo que pretende reemplazar la mayoría o todas las formas de seguridad social y servicios públicos. El resultado sería una sociedad de mercado cada vez más privatizada. Esto está completamente en contra de la socialdemocracia clásica, donde especialmente la salud y la educación son vistas como espacios de la vida social que deberían ser desmercantilizadas.
Una buena justificación para la RBU, o dividendo ciudadano, tiene que ver con la justicia. Todos nos beneficiamos de una herencia común, por la cual ninguno de nosotros hizo nada. Además vivimos en un mundo en el que la automatización y la robotización tienden a reducir la cantidad de empleo disponible. Otras razones para apoyar la RB incluyen aumentar la libertad, la igualdad y la seguridad de los ciudadanos. La RB reduce el control burocrático y nos libera de la obligación de vender nuestra fuerza de trabajo. También puede significar aumentar la igualdad de oportunidades, por ejemplo, abriendo las posibilidades de desarrollar nuestras habilidades y capacidades. Para fortalecer la seguridad social, la RB necesita reemplazar algunas de las formas existentes de transferencia de efectivo suficientemente generosa.
El riesgo es que la RB conduce a la marginación a gran escala, lo que aumenta los costos del sistema. No solo nuestras ganancias, sino también nuestro valor social, derechos y deberes están ligados a nuestra posición en el sistema del empleo y trabajo. La RB funciona mejor en un mundo de pleno empleo donde prevalecen las virtudes republicanas de la participación y donde las personas están motivadas para trabajar y participar. El contexto de implementación es tan importante como su forma y nivel.
Otras preguntas se refieren a la universalidad de la RBU. A menudo, esta pregunta se considera solo en el contexto de un solo Estado-nación. Por un lado, aunque existen muchos obstáculos para la libre circulación en el sistema mundial contemporáneo, la migración es posible y en algunas áreas, como dentro de la UE, es totalmente libre. Por otro lado, la justicia de ninguna manera se limita a un solo estado. Nuestra herencia común es global. Hacer frente al riesgo de una inmigración selectiva a gran escala e implementar principios de justicia parecería requerir formas transnacionales y globales de renta básica.
En ese nivel, sin embargo, existen afirmaciones contrapuestas sobre (re)distribución de nuestra herencia común. La primera prioridad debería ser un nivel básico adecuado de educación para todos, implementado de tal manera que la financiación para hacer realidad el derecho universal a la educación también se viese como parte de la redistribución global de la riqueza, especialmente a través de los sistemas impositivos mundiales. Claramente, sin embargo, se requieren otros mecanismos de transferencia, así como políticas comunes de desarrollo económico para enfrentar la amenaza de la inmigración selectiva y hacer que los sistemas no universales de RBU sean sostenibles. Puesto que nuestra herencia es común, nuestros destinos están inextricablemente unidos.
Danielle Guizzo y Will Stronge
Danielle Guizzo es profesora titular de Economía en UWE Bristol e investigadora afiliada en el think tank Autonomy. Will Stronge es Director de Autonomy además de Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Chichester. Sus últimas publicaciones incluyen: D. Guizzo y W. Stronge, ‘Keynes, Foucault and the ‘disciplinary complex’: A contribution to the analysis of work‘, Autonomy, 2018.
La introducción de una renta básica representa un primer paso importante en la separación entre el trabajo asalariado y el ingreso. Desde un punto de vista económico, esta separación significaría un cambio drástico en la forma en que el capitalismo se reproduce actualmente: al convertir la fuerza de trabajo en un bien comprable que puede venderse en el mercado por un precio (un salario), el capitalismo ha vinculado el trabajo con la provisión de los medios necesarios para vivir. De hecho, la adopción de un sistema de renta básica puede ofrecer dos aspectos importantes que cambiarían fundamentalmente nuestro sistema económico actual.
Primero, la renta básica es "redistributiva": representa una solución potencial para algunos de los problemas que enfrenta el capitalismo avanzado, concretamente el estancamiento de salarios, el aumento de la desigualdad de ingresos y el rompecabezas de la productividad: las transferencias unilaterales funcionarían como una red de seguridad contra los efectos más inmediatos de la pobreza en el empleo (bajos salarios, largas jornadas de trabajo y malas condiciones de trabajo), lo que aumenta el poder de negociación.
En segundo lugar, la renta básica ofrece "autonomía" individual y colectiva: reduce el "complejo disciplinador" que el trabajo ofrece actualmente (Guizzo y Stronge, 2018) y aumenta nuestro tiempo libre. ¿Cuántas personas continuarían trabajando tanto como lo hacen si tuvieran una fuente de ingresos separada del trabajo? Una renta básica podría remediar el problema de los empleos económicamente necesarios versus los socialmente aceptados, ofreciendo la oportunidad para que las personas se dediquen a actividades socialmente valiosas que no están (o están muy mal) remuneradas (por ejemplo, tareas domésticas, cuidado de niños, cuidado de personas mayores, comenzar un nuevo grado, aprender una nueva habilidad). Entonces, la renta básica también podría enmarcarse como una forma de reducir la desigualdad de género e intra-generacional mediante la remuneración de formas de trabajo tradicionalmente infravaloradas y "feminizadas".
Sin embargo, existen importantes salvedades para un sistema de renta básica tan redistributivo y autónomo. Primero, no debe verse como un reemplazo del estado de bienestar, o como una alternativa para los beneficios sociales; al contrario, la renta básica solo ofrecería resultados positivos siempre que esté unida a una fuerte presencia del estado y su sistema de seguridad social. En segundo lugar, un sistema de renta básica debe ir acompañado de un conjunto de políticas económicas que busquen promover la socialización de los resultados económicos y la igualdad social. Sin estos, es poco probable que la renta básica pueda ofrecer resultados satisfactorios a los problemas económicos y sociales que enfrentamos hoy en día.
Karl Widerquist
Profesor asociado de filosofía en SFSQ, Georgetown University de Qatar. Ha publicado decenas de artículos y siete libros, entre ellos A Theory of Freedom as the Power to Say No (Palgrave, 2013). Fue copresidente de la BIEN (Basic Income Earth Network) de 2010 a 2017, y ahora se desempeña como vicepresidente. La mayoría de los escritos de Karl Widerquist están disponibles en su sitio web Selected Works. Escribe en el blog the Indepentarian for Basic Income News.
Apoyo la RBU porque es incorrecto que alguien se interponga entre otra persona y los recursos que esta necesita para sobrevivir. Está mal que alguien ponga condiciones al acceso de las personas a los recursos que ellas necesitan para sobrevivir. No debe ignorarse este hecho: la pobreza es la falta de acceso a los recursos que se necesitan para vivir una vida decente. Una persona sana con las habilidades adecuadas y el acceso a un entorno saludable puede hacer muchas cosas que son imposibles para una persona empobrecida en la sociedad actual. Ellos pueden construir su propia casa, pescar, cultivar o cazar su propia comida, pueden trabajar solos o con quien quieran. No necesitan un jefe. Nunca tienen que seguir órdenes.
Nuestras sociedades crean pobreza al interferir con las personas que desean utilizar los recursos de la Tierra para sí mismos. Lo hacemos porque las personas ricas quieren controlar todos los recursos del mundo. Al permitir que un pequeño grupo controle los recursos del mundo sin pagar una compensación a las personas que de ese modo carecen de propiedades, ponemos a la mayoría de la gente en la posición en la que 'trabajo' se convierte en sinónimo de 'un empleo'. Ganarse la vida significa así recibir órdenes. Esto no es un hecho de la naturaleza. Es el resultado de las reglas de la sociedad. Necesitamos cambiar esas reglas.
La RBU rectifica ese problema. Dice que si vas a tener más recursos que otros, tienes que devolver algo en compensación, para que nunca más nadie se vea obligado a vivir en la pobreza y nadie se vea forzado a tomar una posición donde deben recibir órdenes para poder sobrevivir.
La RBU no supone el final del mercado o el final del trabajo remunerado. Es simplemente un mercado donde el ingreso no comienza en cero, y los trabajadores se liberan de la amenaza de la miseria. Con la RBU, los trabajadores ingresan al mercado laboral como personas libres. Los empleadores tienen que pagar lo suficiente para que valga la pena que los trabajadores acepten esos trabajos. LA RBU nos dará una economía de altos salarios que funcione para todos.
Anton Jäger y Daniel Zamora
Daniel Zamora es doctorando en sociología en la Universidad de Cambridge y la Universidad Libre de Bruselas. Anton Jäger es candidato a doctorado en historia intelectual en la Universidad de Cambridge. Ambos están actualmente terminando un libro sobre una historia intelectual de la Renta Básica.
Permitirnos reformular ligeramente la pregunta. A saber: ¿cómo llegamos a pensar en la RBU como la solución definitiva a nuestra "cuestión social"? Si esta consulta inicial ya ha despertado a varios espíritus académicos, queremos insistir en hacernos la pregunta de cómo llegamos a creer que un "suelo universal" es nuestra mejor oportunidad para tratar el tema de la pobreza.
En primer lugar, tenemos que recordarnos de qué manera una RBU realmente representa una ruptura radical con los hábitos de política de la posguerra. Anteriormente, los programas del New Deal se organizaban en torno a la idea de que los defectos inherentes del mercado estipulaban la necesidad de un Estado intervencionista, promoviendo derechos sociales como la atención sanitaria universal, la educación, el transporte público, etc. Aquí, las preguntas relacionadas con la "pobreza" siempre se referían a la limitación del espacio en el que podía operar el mercado, como señaló Alice O'Connor, "la pobreza en sí misma no era el problema central" en los albores del siglo.
Todo esto cambió a principios de la década de 1960, el momento en que la primera RBU vio su inicio "verdadero". En lugar de ser lo que el Financial Times llamó una "idea de 500 años de antigüedad" con "raíces en Thomas Paine y Thomas More", la RBU creció en estrecha correlación con una subversión más profunda del paradigma keynesiano. Su catalizador, sobre todo, fue la publicación de The Other America de Michael Harrington en 1962. El tratado de Harrington popularizaría la idea de que la "pobreza" era ahora una condición "específica" y "aislada", separada de la desigualdad, junto con la contención, como argumentaba Dwight McDonald en su reseña fundamental del libro, que los programas de Seguridad Social mantenían “a los pobres para siempre pobres”.
Principalmente, fue el diseño 'anti-normativo' de los ingresos garantizados lo que lo hizo atractivo para la Nueva Izquierda, muy parecido al Impuesto a la Renta Negativo de Milton Friedman. Como la RBU no implicaba ninguna paternalista "obligación de trabajar" y otros "incentivos perversos", era la alternativa más elegante a los programas de seguridad existentes. Sin embargo, lo que quedó a su paso -como lo demostró convincentemente el historiador Samuel Moyn- no fue un ideal de "igualdad distributiva", sino más bien un "compromiso más pequeño con la provisión suficiente".
Se podría argumentar, por supuesto, que si una "RBU" generosa condujera a resultados más equitativos, simplemente deberíamos olvidar esta historia. Pero hay una trampa. Incluso si diferentes RBU muestran efectos enormemente divergentes, el peligro sigue siendo encerrarse en la arquitectura conceptual de la propuesta. La RBU actual enfrenta tres problemas recurrentes: (1) la suma dispensada sería trágicamente modesta (de lo contrario sería inasequible), (2) sus efectos para los necesitados seguirían siendo débiles y profundamente ambiguos, y (3) tendría un impacto potencialmente perjudicial sobre las tasas salariales. En consecuencia, no es sorprendente que las simulaciones existentes demuestren los efectos no concluyentes de la RBU sobre la desigualdad y la pobreza.
Tal vez necesitamos algún otro sentido común de la posguerra. Los socialistas del siglo XX buscaron crear un sistema en el que nuestro acceso a los bienes reproductivos ya no dependiera del acceso exclusivo al medio del dinero. Si bien esta perspectiva ha experimentado importantes contratiempos desde principios de los años setenta, y siempre ha tenido sus límites inherentes, aún nos ofrece una visión radicalmente diferente de nuestro consenso neoliberal actual. Necesitamos menos mercado, no más, y la RBU apenas nos ayuda en esa tarea.
Alyssa Battistoni
Candidata a doctorado en teoría política en la Universidad de Yale. Escribe frecuentemente para publicaciones como The Nation, Dissent, n + 1 y Jacobin, donde forma parte del consejo editorial.
¿Necesitamos una renta básica universal? Con el debido respeto al formato, perdóneme si divido esta “única pregunta” en unas pocas.
La primera es un clásico: ¿quién es ese “nosotros”? Lo "universal" parecería sugerir la respuesta. Pero deberíamos saberlo mejor que dar por hecho este universal. En el caso de la RBU, su definición depende de los límites dentro de los cuales se distribuye una renta básica, típicamente los del estado nación, así como de la condición de las personas dentro de ellos. ¿Una RBU estaría disponible solo para los ciudadanos, como en las propuestas de un "dividendo ciudadano"? ¿Titulares de la tarjeta verde? ¿Residentes? Ciertamente, parece poco probable que sea verdaderamente universal en el corto plazo. Y en medio de una agitación política generalizada sobre el estatus de los migrantes y refugiados, una RBU otorgada a un universo de personas estrechamente definido es una perspectiva particularmente difícil.
En segundo lugar, ¿cuál es la renta básica que necesitamos? Ha habido muchas versiones de RBU propuestas a lo largo de los años, pero en mi opinión, no cualquier RBU funcionará. El tipo de RBU cada vez más popular en Silicon Valley es del tipo que los titanes de Silicon Valley podrían necesitar, pero no el resto de nosotros, es decir, una que funciona como un subsidio para los bajos salarios de la gig economy (“economía de los pequeños encargos”) y una solución al problema de la automatización. O, si se trata de una RBU en forma del impuesto negativo a la renta de Milton Friedman, pensado como una pago único global de dinero en efectivo para reemplazar otras formas de provisión del estado de bienestar, entonces creo que es lo último que necesitamos; al menos, aquellos de nosotros que no somos ideólogos neoliberales. La RBU que quiero es una en la línea de visiones presentadas por, entre otras, las feministas socialistas y el movimiento negro de la libertad, una que busca expandir la provisión social en un sistema económico que depende del desempleo estructural, reconocer el trabajo no remunerado hecho principalmente por mujeres, y apoyar un mayor tiempo de ocio.
Tercero, ¿la necesitamos? Ciertamente, todos necesitan los medios básicos para sustentar sus propias vidas, como una base mínima. También creo que necesitamos disminuir la importancia del empleo para el significado individual y el valor social, y rechazar la idea de que el ingreso es una función del mérito. Necesitamos más tiempo libre y menos trabajo por el trabajo mismo. Necesitamos romper el dominio absoluto que la “creación de empleo” tiene sobre las propuestas políticas. Necesitamos no solo 'elevar el suelo' para los ingresos, sino también 'bajar el techo'. Necesitamos, esto es, cambiar radicalmente las formas de vida construidas en torno a una economía en constante crecimiento que de alguna manera nunca tiene suficiente para todos.
Necesitamos muchas cosas, en resumen, y bajo algunas circunstancias, la RBU podría ser una de ellas. Pero es un error pensar que es una respuesta singular. Es una locura para la izquierda poner demasiado peso en una sola política: lo que necesitamos es un movimiento que pueda ganar cambios materiales y construir sobre ellos con el tiempo; uno que forje las demandas a través de la lucha popular en lugar de por adelantado.
Danny Dorling
Profesor de Geografía Halford Mackinder en la Universidad de Oxford. Gran parte de su trabajo está disponible en acceso abierto (vea dannydorling.org). Con un grupo de colegas ayudó a crear el sitio web worldmapper.org que muestra quién tiene más y menos en el mundo y también para Londres: londonmapper.org. Su libro más reciente es Peak Inequality (Policy, 2018).
Sí, necesitamos una renta básica. Sí, obtendremos una. Pero es probable que en el Reino Unido tengamos que esperar hasta que otros países europeos hayan tenido una RB durante algún tiempo. El Reino Unido en 2018 es el país europeo con las desigualdades económicas más amplias y en muchos sentidos es el país menos progresivo de Europa.
Una manifestación de esto es el escepticismo sobre si una renta básica podría funcionar, ser posible o incluso deseable. A diferencia de otros países en Europa, y a excepción de Escocia donde hay un poco de entusiasmo, en el Reino Unido ni siquiera estamos experimentando con diferentes modelos de rentas básicas en diferentes ciudades para ver qué podría funcionar mejor para su introducción. En cambio, se plantean argumentos en contra de la renta básica de una manera similar a la forma en que se ridiculiza la atención médica universal como atención de salud socialista en los Estados Unidos, el país con el peor historial de salud de todo el primer mundo.
Se necesita una renta básica para la libertad. Es la única forma en que las personas pueden tener una elección genuina sobre si deben realizar un trabajo remunerado o no. Donde las personas tienen más opciones sobre si trabajar y en qué, la calidad de su trabajo es mucho mayor. Necesitamos una renta básica si queremos lograr buenos empleos. También la necesitamos para que algunos puedan elegir vivir un estilo de vida de consumo muy bajo. Una renta básica es lo que dice: básica. El consumo por parte del acomodado también se reduce en aquellos lugares y tiempos en que se introduce la renta básica. Hay una historia de trescientos años de rentas básicas de la que podemos aprender, y muchos estudios, de los cuales el mejor en mi opinión fue escrito por Philippe van Parijs y Yannick Vanderborght y publicado en 2017.
Una renta básica no es, por definición, suficiente para que las personas con necesidades especiales vivan. No es suficiente si está en una silla de ruedas o tiene una gran cantidad de niños y no tiene trabajo. Pero no está más allá del alcance de las personas con un mínimo de imaginación el darse cuenta de que una renta básica debe ser aumentada para unos pocos con mayores necesidades. Al igual que el beneficio universal por hijo, o una renta básica mínima para los pensionistas, nadie demandaría que todos los niños o todos los pensionistas pudieran sobrevivir con esos mínimos. Una renta básica tampoco es una alternativa para los servicios universales básicos. Necesitamos ambos.
La renta básica probablemente llegará tarde al Reino Unido. Cuando eres viejo y estás muriendo, la persona que te da la vuelta en la cama e inserta el catéter en tu cuerpo puede estar haciendo eso porque es necesario. No porque ellos quieran. En un país con renta básica, sería porque lo deseaban. Podrás ver la diferencia. La renta básica nos libera a todos.
Francine Mestrum
Fundadora de la red global de Global Social Justice, que actualmente trabaja en un proyecto para comunidades sociales, www.socialcommons.eu. Ha trabajado en varias instituciones europeas y en las universidades de Bruselas (ULB), Amberes y Gante. Es autora de varios libros (en holandés, francés e inglés) sobre desarrollo, pobreza, desigualdad y bienes comunes.
No, no necesitamos una renta básica, si por “renta básica” se entiende una cantidad igual de dinero en efectivo entregada a todos los ciudadanos sin condiciones.
Mi principal argumento, desde la perspectiva de los estados de bienestar de Bismarck, (desmantelados) en Europa occidental, tiene que ver con el creciente individualismo y la desigualdad. Lo que hace un ingreso básico es reemplazar la solidaridad estructural y horizontal de los estados de bienestar (cada individuo muestra su solidaridad con todos los demás miembros de la sociedad) por un vínculo vertical entre el gobierno y el ciudadano individual.
Ciertamente, nuestros estados de bienestar deben actualizarse para responder a las necesidades de todos los ciudadanos del siglo XXI, para tener en cuenta las nuevas formas de trabajo así como también el vínculo entre la justicia social y la justicia ambiental. Pero los estados de bienestar con seguridad social, derechos laborales y servicios públicos son el mejor amortiguador contra la creciente desigualdad y la mejor manera de ayudar a prevenir la pobreza.
La renta básica significa que el ciudadano se queda solo, "libre" para hacer lo que quiera, "libre" para ser discriminado y para explotarse en nuestros mercados laborales flexibles y precarios. Una renta básica para todos a un nivel que permita una vida digna está fuera de alcance, como lo han indicado el FMI, la OCDE, la OIT y el relator especial de la ONU sobre la pobreza.
En cambio, necesitamos más derechos colectivos, lo cual es una condición para desarrollar los derechos individuales al tiempo que confirmamos nuestra interdependencia. Necesitamos servicios sociales para todos (desde salud y educación hasta transporte público, comunicación y vivienda) y transferencias de efectivo (ingresos mínimos garantizados) para los pobres. Porque sí, las sociedades existen y debemos fomentarlas.
Los estados universales de protección / bienestar social pueden ser transformadores y fortalecer las sociedades; en cambio, la renta básica empodera a las personas sin ser emancipadora.
Daniel Raventós
Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Es autor, entre otros, de Basic Income. The Material Conditions of Freedom (Pluto Press, 2007) y, con Julie Wark, Against Charity (Counterpunch, 2018).
Si te preocupa la libertad y entiendes que no puedes ser libre sin una existencia material autónoma, entonces probablemente digas que sí, que necesitamos una Renta Básica Universal. Si crees que deberíamos dejar que los ricos sigan enriqueciéndose sin límites, que hacerles pagar impuestos es incorrecto, que los trabajos mal pagados en condiciones miserables son necesarios para la eficiencia, y que los pobres son pobres porque merecen serlo, entonces dirás que no.
Yo estoy con el primer grupo porque vengo de la antigua tradición republicana de la libertad que sostiene que solo una persona que no tiene que pedir permiso a otro para ganarse la vida o, en otras palabras, para existir socialmente puede ser libre. La idea de que sin una existencia material garantizada, una persona no es y no puede ser libre es uno de los fundamentos de la tradición republicana clásica.
El liberalismo surgió a principios del siglo XIX con otra concepción de la libertad, completamente independiente de las condiciones materiales de la existencia. Esta concepción de la libertad hace posible, entonces, afirmar que una persona pobre o una que trabaja por un salario en condiciones de semi-esclavitud, es libre. Esta es una gran diferencia entre el liberalismo político real (las teorías académicas liberales de la justicia son otra cosa) y la concepción histórica de la libertad republicana. No estoy hablando de la forma en que se usan los términos "liberal" y "republicano" en los Estados Unidos, sino hablando desde Europa donde la libertad republicana apareció en Atenas hace más de 2.300 años y el liberalismo a principios del siglo XIX.
Creo que una renta básica igual o superior a la línea de pobreza y financiada de manera que redistribuya parcialmente la riqueza de los miembros más ricos de la sociedad al resto de la población es muy necesaria, pero no al precio de desmantelar los servicios de estado de bienestar, como proponen algunos defensores de la renta básica de la derecha (como Charles Murray). Debería significar mantenerlos y aun mejorarlos. ¿Sería necesario complementar una renta básica con otras medidas en el ámbito de la política económica? Sí. Por ejemplo, una renta máxima para evitar que unas pocas personas muy ricas ataquen las libertades de la gran mayoría. Pero esa es otra cuestión.
Louise Haagh
Profesora Asociada en Política en la Universidad de York y Presidenta de la Basic Income Earth Network (BIEN). Como investigadora, ha escrito numerosos artículos y libros sobre democratización, desarrollo económico y justicia social. Su último libro, The Case for Basic Income ( (Polity, 2018), saldrá en noviembre de 2018.
La proposición de una Renta Básica Universal o RBU, un derecho para todos a la seguridad monetaria básica, necesita ser rescatada de tres discursos contemporáneos vinculados con el polemicismo, el populismo y el reduccionismo. Estos tres problemas se ven acentuados por una Paradoja de la Oportunidad, ya que la RBU ha llegado al espacio político en un momento de creciente desigualdad, nacionalismo y austeridad en lo público que no son contextos adecuados para la reforma que lleve a la renta básica.
La forma de las polémicas contemporáneas implica dos falacias: las proposiciones de resolverlo-todo y resolver-nada. Las nociones de que la renta básica puede proporcionar una respuesta abarcadora a la automatización y el problema del trabajo colectivo, o que simplifica una diversidad de sistemas de políticas públicas, caen todos en la categoría de resolverlo-todo.
La proposición de resolver-nada también está sobrestimada. Una RBU no tiene que acabar con los "planes contra la redistribución desigual", ni tiene que ser visto como un "sistema" completo, como sugiere Heller, al estudiar el apoyo a la RBU dentro del derecho estadounidense y por los libertarianos de izquierda. Una renta básica también se puede ver como parte de estructuras de bienestar más complejas, y para contar con un alto nivel de igualdad social (como he argumentado en Policy and Politics, 2011). La austeridad en la administración pública refuerza la polémica de los costos a corto plazo, como en el Reino Unido, la elección entre la renta básica universal y los servicios.
En un contexto de creciente desigualdad, también existe el riesgo de que la RBU sea barrida por las mareas políticas populistas, caracterizadas por buscar respuestas en política simples. La Encuesta Social Europea indica que la RBU tiene un mayor apoyo público en países con estados de bienestar más débiles y sistemas políticos más autoritarios. Y el FMI ha mostrado apoyo a la renta básica en los países con la mayor desigualdad y pobreza. El riesgo en ambos casos es que la RBU se convierta en la panacea para problemas más difíciles de resolver.
Finalmente, en el contexto de la austeridad, el peligro es que el nombre equivocado de "renta básica parcial" se confunda con el concepto real. ¿Desaparecerán de la vista las complementariedades importantes de entre las características de la renta básica? ¿Los beneficios incondicionales con comprobación de medios o la "renta básica" limitada en el tiempo se convertirán en la puerta trasera para reintroducir condiciones del mercado laboral en la línea que predeciblemente afectarán adversamente a los más vulnerables? ¿Una RBU por debajo de la subsistencia se convertirá en la base para erosionar la financiación del estado de bienestar y el apoyo social de las necesidades particulares?
En última instancia, el principal problema con los sistemas actuales de seguridad de ingresos es la idea de que las personas pueden verse obligadas a trabajar y la consecuencia de que un sector de la sociedad puede verse compelido a realizar los peores trabajos y asumir los horarios de trabajo más estresantes. Sin embargo, la solución a esto no puede ser una política pura de lucha contra la pobreza porque cada vez más los problemas del estrés inducido por el mercado son universales. La solución es restablecer incentivos laborales positivos y de desarrollo. Por lo tanto, la RBU es importante como una señal del cambio más amplio en las instituciones que necesitamos. La renta básica es importante para la visión de las condiciones humanas realmente compartidas que ella representa, incluido el control del tiempo, el ritmo del trabajo y la interacción humana. Por lo tanto, si no es una bala mágica, es, sin embargo, una idea catalizadora ya en el siglo XXI.
VVAA Julie Wark, Doug Henwood, Peter Frase, Heikki Patomaki, Danielle Guizzo y Will Stronge, Karl Widerquist, Anton Jäger y Daniel Zamora, Alyssa Battistoni, Danny Dorling, Francine Mestrum, Daniel Raventós y Louise Haagh
Fuente:
http://stateofnatureblog.com/one-question-universal-basic-income/#Peter
Traducción: Txema Sánchez
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