Françoise Vergès por Andrea D'Atri para La Izquierda Diario
Reflexiones sobre el rol de la mujer en el trabajo.
Se recomienda leer la nota completa en su fuente original (ver al pie).
Géneros y Sexualidades
EUROPA: ESCUELA DE VERANO INTERNACIONALISTA
Françoise Vergès: “Sin las mujeres que limpian el mundo, nada podría funcionar”
Ante un auditorio repleto de jóvenes y trabajadoras precarizadas, migrantes, racializadas, la reconocida feminista decolonial Françoise Vergès expuso en la Escuela de Verano organizada en el sur de Francia, por las corrientes de la Fracción Trotskista que militan en este país, como también en el Estado español, Alemania e Italia.
Françoise Vergès: “Sin las mujeres que limpian el mundo, nada podría funcionar”
Andrea D'Atri@andreadatri
Sábado 6 de julio
Françoise comenzó leyendo las primeras líneas de su libro “Un féminisme decolonial” [Un feminismo decolonial], en el que narra los 45 días de huelga de las trabajadoras de limpieza del ferrocarril, subcontratadas por la empresa Onet. Dijo esto, frente a las dirigentes de esa huelga, presentes en el auditorio, para señalar que “las mujeres limpian el mundo”, no sólo con el trabajo doméstico no remunerado que se hace en los hogares individuales, sino para destacar que son las que en forma abrumadoramente mayoritaria, realizan los trabajos asalariados pero precarizados que garantizan que las oficinas, las fábricas, los comedores, las escuelas y hospitales, las ciudades enteras estén limpias para que todo funcione. “Un trabajo indispensable, pero invisible”, señaló.
“En el neoliberalismo la sobreproducción capitalista y el desmesurado crecimiento del consumismo producen una enorme cantidad de basura, de deshechos. Esa basura hay que limpiarla y esa limpieza la hacen las mujeres, pero también el depósito de esa enorme cantidad de deshechos son los países del hemisferio sur, como sucede con Ghana, por ejemplo, que es donde van a parar los residuos de la industria digital, que producen contaminación.” Con este ejemplo, Vergès mostró la contradicción entre un discurso del “capitalismo verde”, de una vida sana, del respeto a la naturaleza, del disfrute del aire libre y puro, mientras las trabajadoras y trabajadores –pero mayoritariamente las mujeres- que garantizan esas condiciones en los grandes centros urbanos para las clases medias y altas, viven en las periferias, en lugares contaminados, allí donde es arrojada la basura. Mientras tanto, el discurso estigmatizante es que “los pobres no son limpios, no cuidan el medio ambiente”.
La tarea “civilizatoria” del feminismo colonial va de la mano con el imperialismo
También fue categórica en denunciar de qué manera, durante las últimas décadas, el neoliberalismo hizo un ajuste estructural, que incluyó la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral en condiciones precarias, al tiempo que los derechos de las mujeres, fueron su carta de presentación.
Remontándose a la década de los 70, cuestionó cómo reconocidos filósofos franceses fueron los que impusieron la idea de que toda revolución engendra tendencias a la contrarrevolución, que el comunismo es lo mismo que el nazismo y que por lo tanto había que abandonar toda perspectiva radical contra el capitalismo. Y cómo ese ataque contra las ideas revolucionarias fue combinado con un discurso colonialista estigmatizador contra las luchas de liberación nacional en África, intentando demostrar que los regímenes surgidos de esos procesos se debía a que “esa gente no es capaz de construir democracias”.
Del feminismo que denominó burgués o neoliberal, también señaló que, en Francia, aliado al estado imperialista, se propuso la “tarea civilizatoria de llevar la igualdad” a las mujeres racializadas, incluso sectores de la izquierda que estuvieron a la cabeza del giro islamofóbico, contra el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas, en nombre del feminismo. Cuestionó fuertemente esta ubicación de cierto feminismo blanco que, mientras establece la victimización de las mujeres racializadas, se propone “ayudarlas a alcanzar la igualdad y la libertad”, pensado esto desde su propia posición imperialista. De esta manera, incluso la violencia patriarcal contra las mujeres, deja de considerarse un problema estructural de las sociedades capitalistas, coloniales, etc., y se convierte en un asunto individual, como la violencia que ejercen los hombres negros, los árabes, y de la que este feminismo “civilizatorio” debería “salvar” a las mujeres negras, árabes, etc. Hizo un paralelismo con lo que sucede a nivel geopolítico: si hay países pobres, no es porque así se estructura el capitalismo y el imperialismo a nivel mundial, sino que son pobres “por su culpa”; es decir, ya nada puede se explica estructuralmente, sino individualmente.
Por un feminismo antiimperialista e internacionalista
El debate posterior fue extenso y muy enriquecedor. Las compañeras trabajadoras de ONET, la mayoría de las cuales son migrantes, las compañeras de Las Kellys de Barcelona –que son trabajadoras de la limpieza de las grandes cadenas hoteleras-, compañeras que son trabajadoras domésticas en casas particulares tomaron la palabra. También lo hicieron militantes de las distintas corrientes de la Fracción Trotskista y compañeras de Pan y rosas de diferentes países, contando ejemplos de mujeres migrantes marroquíes que trabajan en la cosecha de la fresa en el sur del Estado español, como de trabajadoras domésticas de un barrio privado de familias ricas y poderosas de Argentina, que se organizaron para pelear contra la discriminación, etc. Otra compañera insistió en la necesidad de construir un feminismo que levante las banderas antiimperialistas y un compañero dejó planteado el debate sobre cómo construir la unidad de las explotadas y explotados, contra la división entre nativos e inmigrantes, la división del machismo y el racismo que imponen las clases dominantes y también reproduce la burocracia sindical entre las asalariadas y asalariados, más brutalmente en las metrópolis imperialistas.
Pero llegó la hora de almorzar. La conversación continuó, en la mesa, superando las barreras idiomáticas con la colaboración de quienes traducían a diferentes idiomas.
Coincidencias y disidencias se siguieron compartiendo y confrontando, en un diálogo animado. Antes de irse, Françoise dijo: “contra la globalización capitalista, necesitamos un feminismo internacionalista”. Le contesté con mi precario francés mal pronunciado: “nous sommes d’accord!” [¡estamos de acuerdo!]. Y allí se despidió con una sonrisa desafiante: “¡Entonces, tenemos mucho trabajo por delante!”
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