Sobre quinientos años igual y el doce de octubre...
Es difícil pensar estos temas cuando en el imaginario se idealizan otras culturas y se tienen otros modelos como objetivo. "Lo nativo" pasa a ser casi una mancha que se debe ocultar y su precariedad ofende. En una sociedad y en un tiempo en que todo se monetiza casi que la defensa de nuestros orígenes americanos pasan a ser de culto privado. ¿Quién puede vociferar orgulloso ¡soy indio! en cualquier ámbito sin quedar desubicado? Además ¿Qué mérito te da? Si ser judío, ciudadano europeo o tener visa de EEUU son casi un blasón en cualquier reunión pero ser descendiente de originarios es casi sinónimo de ladrón. Me refiero al sentido común instalado.
Recuerdo que hace años me contaron que en San Luis había gente "infiltrada" apoyando reivindicaciones de los originarios por interés vale decir que se lo ve mal al que anda con indios como le pasó a Santiago Maldonado mientras que Viveiros de Castro (antropólogo) decía que en Brasil "solamente no es indio quien no lo es" en otras palabras es un sentimiento que no tiene que ver con la sangre. (Punto y aparte) En cambio en nuestro país la sangre solo tiene valor si nos garantiza genes de afuera, una heráldica centenaria o un pasaporte de la CEE. A mí mismo me cuesta encontrar mis antepasados locales sin pasar el tamiz de la vergüenza que implican los padecimientos y las humillaciones. Nuestra historia se lleva en las tonadas (que de a poco se van perdiendo), en los relatos, en las memorias que a propósito callamos y reescribirlas es en parte tarea de diván porque cada vez es más difícil hallar anclajes en qué afirmarse. (Punto y aparte) ¿Porqué esa memoria debe ser necesariamente triste como la canción de Gieco? ¿Jamás podremos celebrarla, cantarla, bailarla con alegría como una fiesta? En mi caso el trabajo es lento, contradictorio y solitario, cuesta mucho compartir superficialidades cuando se calla tanto en lo profundo. No se. Siento que estoy hablando mucho y diciendo poco pero es así.
Ixx, oct20
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