No bombardeen Buenos Aires por R.Bardini
martes, 17 de junio de 2014
CAINITAS: No bombardeen Buenos Aires
Van dos textos:
16 DE JUNIO 1955
En la mañana del 16 de junio de 1955, efectivos de la marina de guerra y "comandos civiles" intentan sin éxito copar la Casa Rosada y tomar prisionero al presidente Juan Perón. El mandatario busca refugio en el edificio del ministerio de Guerra y se dispone a sofocar la rebelión. A mediodía, aviones Gloster Meteor de la Armada bombardean y ametrallan la sede del gobierno y la Plaza de Mayo. Una de las primeras bombas estalla en el techo de la Casa Rosada. Otra, le pega a un trolebús lleno de pasajeros y mueren todos. Los aviadores subversivos lanzan nueve toneladas y media de explosivos.
Hay 350 muertos y 2 mil heridos. Setenta y nueve personas quedan lisiadas en forma permanente. Los agresores huyen hacia Uruguay, donde solicitan asilo político.
Al día siguiente, el diario Clarín –que no se caracteriza por sus simpatías peronistas– escribe: "Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos que ayer bombardearon y ametrallaron la ciudad".
Fue la segunda vez en toda la historia argentina que la ciudad de Buenos Aires era bombardeada. La primera ocurrió a principios del siglo diecinueve, durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807. En esta ocasión, a mediados del siglo veinte, no existía un estado de guerra, quienes atacaron por sorpresa vestían uniformes militares argentinos y las víctimas fueron civiles desarmados, también argentinos.
El ataque a traición de los aviadores navales subversivos produce un terrible impacto emotivo en la población. Durante meses no se habla de otra cosa en los hogares de todo el país. En "Dossier Secreto - El Mito de la Guerra Sucia", el periodista norteamericano Martin Andersen cita el informe de un analista de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, quien describe este estupor generalizado en un mensaje enviado a Washington a las tres semanas del sangriento acontecimiento:
"Este tipo de hecho es enteramente ajeno a la historia de la Argentina moderna (...). El bombardeo del 16 de junio de 1955 explotó con una fuerza cataclísmica, por tanto, sobre una población civil condicionada por un siglo de paz y que tenía la confirmada creencia de que semejantes cosas no ocurrían en la Argentina. Se detecta en la gente no sólo el sentimiento de escándalo, sino de vergüenza de que semejante matanza de civiles inocentes pudiera haber ocurrido en el corazón de Buenos Aires".
Perón no quería enfrentamiento entre las fuerzas armadas y, mucho menos, entre militares y trabajadores. Aquel 16 de junio de 1955, después del primer bombardeo a la Casa de Gobierno, el general le ordenó a un mayor del ejército que fuera a hablar con el secretario general de la CGT:
– Ni un solo obrero debe ir a la Plaza de Mayo –le dijo al oficial. Y refiriéndose a los aviadores navales, agregó: –Estos asesinos no vacilarán en tirar contra ellos. Ésta es una cosa de soldados. Yo no quiero sobrevivir sobre una montaña de cadáveres de trabajadores.
El relato de este hecho tiene una dimensión mayor porque su autor es Pedro Santos Martínez, un historiador insospechado de simpatías peronistas (citado en "1"6-1955 - La Nueva Argentina", La Bastilla, Buenos Aires, 1988).
Los obreros salieron a la calle igual, al grito de "¡Perón, Perón!" Muchos fueron masacrados desde el aire o al quedar atrapados entre dos fuegos. Sus cadáveres permanecieron dispersos en la Plaza de Mayo, mientras tropas leales y rebeldes se tiroteaban en el triángulo formado por la Secretaría de Marina, la de Ejército y la Casa Rosada.
Martínez describe otro episodio que da una idea de las convicciones morales de los golpistas. Por la tarde, los subversivos atrincherados en la Secretaría de Marina desplegaron una bandera blanca que, de acuerdo a las reglas militares, sólo podía significar dos cosas: diálogo o rendición. El general peronista Juan José Valle y otros oficiales leales se dirigieron al lugar para parlamentar, con instrucciones de ser tolerantes con los rebeldes. Cuando la comisión se acercó al edificio, la bandera blanca fue arriada y una ametralladora los recibió con ráfagas de plomo.
Perón narra en su libro "Del Poder al Exilio", citado por Martínez, que cuando una multitud enardecida se concentró con garrotes frente a la Secretaría de Marina, el almirante golpista que estaba al mando envió un "dramático" mensaje al jefe del ejército: "Intervenga. Mande hombres. Nos rendimos, pero evite que la muchedumbre armada y enfurecida penetre en el edificio".
Ese mismo día, después de recuperar el edificio, el general Valle le dijo a Perón:
– Mi general, este ejército no le va a servir para la revolución popular. Arme a la CGT.
El militar ignoraba que con esas palabras firmaba su propia sentencia de muerte. El ejército nunca le perdonaría su lealtad a Perón.
En la noche, como reacción popular a los bombardeos, fueron saqueadas e incendiadas la Catedral Metropolitana y las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, San Miguel, La Merced, del Socorro, San Nicolás de Bari, San Juan Bautista, la capilla San Roque y templos de Olivos y Vicente López. Poco después, trascendió que el Papa Pío XII ha excomulgado al general Perón.
Cristo vence
"Porque esta no ha sido una revolución, sino una liberación, porque esta ha sido una cruzada, no un cuartelazo, porque ha sido un movimiento de hombres libres y no de mercenarios de una ambición; la insignia nos recordaba a la Cruz que dio a Constantino la victoria, y con la victoria, la paz a los cristianos. Esta misma Cruz fue la que inició la Europa Occidental; la misma Cruz que civilizó a los bárbaros, la misma Cruz que trajo España a América, la misma Cruz que dio a nuestros tiempos y a los tiempos viejos cuanto tienen de hidalguía, de virilidad, de reciedumbre, de fortaleza y de rectitud.
Esta Cruz no estaba mal en los cañones, porque sus brazos estaban abiertos para todos, porque si su vertical se erguía como la decisión que da la victoria, su horizontal contenía a todos en una fraternidad cierta y en un futuro hondo.
Esa Cruz de la Victoria es el símbolo definido de la liberación sin odios, de la unión sin pasiones, del futuro sin rencores, de la inspiración cristiana de esta Patria que acoja a hombres de todos los credos, pero no renuncia ni renunciará al suyo."
[Revista "Nosotros los muchachos" -Número extraordinario- Septiembre 1955, página 21]
(Nota al pasar: curiosamente, Pío XII siempre se negó a tomar idéntica medida con Benito Mussolini y Adolfo Hitler. Según algunos historiadores, el Papa le debía a Mussolini el reconocimiento del Vaticano como un Estado soberano de dos kilómetros cuadrados de superficie, con inmunidad diplomática y exención de impuestos. Investigaciones periodísticas de postguerra evidenciaron, asimismo, que el Vaticano organizó –a cambio de ciertas compensaciones económicas– una muy eficaz red de escape de los nazis hacia Estados Unidos y América del Sur).
Durante años, los antiperonistas repetirán que los incendiarios de los templos contaban con la complicidad de policías y bomberos. Y los historiadores oficiales pondrán más énfasis en la quema de las iglesias que en la masacre de civiles perpetrada horas antes por la aviación naval. Años después, muchos jóvenes repetirán lo que escucharon de chicos en sus casas. Desconocerán que antes los antiperonistas habían matado, herido o mutilado a más de 2 mil personas.
El 6 de julio de 1955, Buenos Aires amanece con nieve por primera vez en muchos años. Algunos agoreros se empeñan en interpretar la novedad como una señal de que vendrán tiempos difíciles. Los acontecimientos posteriores confirmarán las sombrías predicciones.
Luego del bombardeo de la aviación naval a la Plaza de Mayo, Perón no sólo no toma revancha –contrariando el sentimiento de sus propios seguidores– sino que busca la pacificación interna. En julio, levanta el estado de sitio, deja en libertad a varios detenidos políticos y elimina algunas restricciones políticas. El 31 permite utilizar la radio, el principal medio de comunicación de la época, a dirigentes opositores.
Perón ofrece renunciar a la jefatura del movimiento peronista y mantener sólo el cargo de presidente de la nación. En búsqueda de la reconciliación, el general cambia a integrantes de su gabinete, sustituye al jefe de policía y se desprende de Raúl Apold, su jefe de propaganda. Al mismo tiempo, designa a Cooke como interventor del partido en la Capital Federal.
Sin embargo, la situación ha llegado a un punto sin retorno. Conservadores, radicales, comunistas y socialistas exigen la renuncia del presidente. El Ejército, la Marina y la Aeronáutica conspiran abiertamente y los "comandos civiles" se organizan.
El 31 de agosto, Perón ofrece su dimisión. Una concentración en Plaza de Mayo, organizada por la CGT, lo obliga a retirarla. En ese mismo acto, el general cambia su tono de voz y rectifica el rumbo: "Por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de ellos", promete a la muchedumbre. (Dos décadas más tarde, miles de muchachos peronistas corearán: "¡Cinco por uno / no va a quedar ninguno!").
En su libro "1"5", el historiador Félix Luna sostiene: "La oratoria de Perón era fresca, original, feliz en sus ocurrencias y hasta en sus ocasionales chabacanerías. Expresaban una personalidad arrolladora, sanamente agresiva, nutrida de una sabiduría suburbana que su auditorio comprendía inmediatamente. Los discursos de 1955, en cambio, fueron ululantes convocatorias al odio".
...................
17:22 (hace 7 horas)
ese infausto dia, la marina y la fuerza aerea tuvieron su "bautismo de fuego" pero no en defensa de la patria, sino contra el pueblo argentino.
hace unos años escribí estos recuerdos:
-- El 16 de junio de 1955.
……tenia entonces quince años, cursaba el secundario en el Otto Krause, en paseo colon y Mexico, vivía cerca de plaza Once.
Ese día, con la rutina del colegio, me levantaría a las siete, para viajar en subte A, hasta plaza de mayo, caminar por paseo colon y llegar al colegio a las ocho. Era un día como el de hoy lluvioso, con niebla que se aumentó con el paso de las horas.
Mi viejo trabajaba en Aerolíneas argentinas, como mecánico, en los talleres de mantenimiento en Ezeiza. Cumplía horarios rotativos, ese día, entró a trabajar a las seis de la mañana, hasta las 14 horas.
El había salido de casa muuy temprano (calculo que a las cuatro y media, para llegar a ezeiza a las seis).
Antes que sonara el despertador de las siete, sonó el teléfono, atendió mi madre, era Papá que le pidió hablar conmigo ¿¿? Con urgencia, con voz imperativa.
Medio dormido llegué al teléfono: "hoy no vas al colegio!!!" fué el mensaje, no papá, tengo matemáticas y tengo que levantar la nota..!! No puedo faltar…. Porqué no voy'???. NO VAS, DESPUÉS HABLAMOS, CHAU!!!.
Cortó la comunicación, no entendía nada, fue muy contundente, me quedé hablando con mi madre, no sabíamos que pasaba, me quedé en casa.
La otra parte de ese momento la supe después: al llegar a ezeiza, se encontraron que la base estaba tomada por la marina. Los reunieron a todos los trabajadores en un galpón, un oficial se mandó un discurso, con un brazalete de cristo vence, y los invitó a "sumarse a la revolución", no se si alguno lo hizo, mi padre NO, los encerraron en un taller, con un marino armado en la puerta.
No se como se las ingenió papá, para conseguir hablar por teléfono y darme esa orden que quizas me salvó la vida o por lo menos evitó que pasara por la plaza de mayo en el momento del bombardeo.
Dos alumnos del colegio murieron sobre paseo colon y hubo algunos heridos.
Los que fueron ese día a clase, me contaron que cerca de las 11 horas, con el golpe ya publico, los dejaron salir del colegio, con la recomendación de "ir a casa rapidito", que en mi caso y en el de muchos mas, era recorrer paseo colon hasta plaza de mayo, tomar el subte A o el D, con lo cual se metían en el centro del bombardeo.
Desde mi casa, en la terraza del edificio de siete pisos, en cuanto empezó el bombardeo, veíamos los aviones picar sobre la plaza y tirar las bombas, luego el ruido y la nube de humo que se levantaba. Era total la inconciencia, lo veíamos como si fuera el cine.
Hasta que un gloster meteor, ametrallo la central de policía en moreno y Cevallos, los tiros de ametralladora, llegaron hasta la plaza del congreso, pegando en una farmacia sobre Rivadavia. (Esto era a cinco cuadras de mi casa). Allí nos dimos cuenta que corríamos peligro, que estábamos en una verdadera tragedia.
De mi padre no supe nada hasta las seis de la tarde, cuando terminó el bombardeo y los aviones se rajaron al Uruguay, el último los dejó salir y entonces vino a casa, luego salimos a recorrer, llegamos a congreso, caminando hasta cerca de plaza mayo, había oscurecido y empezaron los incendios. Allí mi viejo se dio cuenta que no era un clima para andar en la calle y volvimos a casa, a escuchar por la radio, el discurso de Perón y los comentarios y noticias.
Era tan inocente a los quince años…., no entendía nada, no podía creer lo que veíamos, tardé muchos años en tomar conciencia del crimen de ese DIA, como marcó el futuro de nuestro país.
Tres meses después, se produjo la revolución libertadora, luego el golpe de Aramburu, desplazando a Lonardi, y muy pronto, en noviembre, lo echan a papá de Aerolíneas, donde había trabajado desde 1946, o sea desde la creación de FAMA, empresa aérea antecesora de Aerolíneas argentinas, por el delito de ser Delegado Gremial.
Allí en mi casa, por el impacto directo de un acto del gobierno gorila, sentimos que una etapa negra se iniciaba sobre nuestro pueblo.
CAINITAS: No bombardeen Buenos Aires
Van dos textos:
16 DE JUNIO 1955
Bombas sobre Plaza de Mayo
Por Roberto Bardini / La Señal MediosEn la mañana del 16 de junio de 1955, efectivos de la marina de guerra y "comandos civiles" intentan sin éxito copar la Casa Rosada y tomar prisionero al presidente Juan Perón. El mandatario busca refugio en el edificio del ministerio de Guerra y se dispone a sofocar la rebelión. A mediodía, aviones Gloster Meteor de la Armada bombardean y ametrallan la sede del gobierno y la Plaza de Mayo. Una de las primeras bombas estalla en el techo de la Casa Rosada. Otra, le pega a un trolebús lleno de pasajeros y mueren todos. Los aviadores subversivos lanzan nueve toneladas y media de explosivos.
Hay 350 muertos y 2 mil heridos. Setenta y nueve personas quedan lisiadas en forma permanente. Los agresores huyen hacia Uruguay, donde solicitan asilo político.
Al día siguiente, el diario Clarín –que no se caracteriza por sus simpatías peronistas– escribe: "Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos que ayer bombardearon y ametrallaron la ciudad".
Fue la segunda vez en toda la historia argentina que la ciudad de Buenos Aires era bombardeada. La primera ocurrió a principios del siglo diecinueve, durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807. En esta ocasión, a mediados del siglo veinte, no existía un estado de guerra, quienes atacaron por sorpresa vestían uniformes militares argentinos y las víctimas fueron civiles desarmados, también argentinos.
El ataque a traición de los aviadores navales subversivos produce un terrible impacto emotivo en la población. Durante meses no se habla de otra cosa en los hogares de todo el país. En "Dossier Secreto - El Mito de la Guerra Sucia", el periodista norteamericano Martin Andersen cita el informe de un analista de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, quien describe este estupor generalizado en un mensaje enviado a Washington a las tres semanas del sangriento acontecimiento:
"Este tipo de hecho es enteramente ajeno a la historia de la Argentina moderna (...). El bombardeo del 16 de junio de 1955 explotó con una fuerza cataclísmica, por tanto, sobre una población civil condicionada por un siglo de paz y que tenía la confirmada creencia de que semejantes cosas no ocurrían en la Argentina. Se detecta en la gente no sólo el sentimiento de escándalo, sino de vergüenza de que semejante matanza de civiles inocentes pudiera haber ocurrido en el corazón de Buenos Aires".
Perón no quería enfrentamiento entre las fuerzas armadas y, mucho menos, entre militares y trabajadores. Aquel 16 de junio de 1955, después del primer bombardeo a la Casa de Gobierno, el general le ordenó a un mayor del ejército que fuera a hablar con el secretario general de la CGT:
– Ni un solo obrero debe ir a la Plaza de Mayo –le dijo al oficial. Y refiriéndose a los aviadores navales, agregó: –Estos asesinos no vacilarán en tirar contra ellos. Ésta es una cosa de soldados. Yo no quiero sobrevivir sobre una montaña de cadáveres de trabajadores.
El relato de este hecho tiene una dimensión mayor porque su autor es Pedro Santos Martínez, un historiador insospechado de simpatías peronistas (citado en "1"6-1955 - La Nueva Argentina", La Bastilla, Buenos Aires, 1988).
Los obreros salieron a la calle igual, al grito de "¡Perón, Perón!" Muchos fueron masacrados desde el aire o al quedar atrapados entre dos fuegos. Sus cadáveres permanecieron dispersos en la Plaza de Mayo, mientras tropas leales y rebeldes se tiroteaban en el triángulo formado por la Secretaría de Marina, la de Ejército y la Casa Rosada.
Martínez describe otro episodio que da una idea de las convicciones morales de los golpistas. Por la tarde, los subversivos atrincherados en la Secretaría de Marina desplegaron una bandera blanca que, de acuerdo a las reglas militares, sólo podía significar dos cosas: diálogo o rendición. El general peronista Juan José Valle y otros oficiales leales se dirigieron al lugar para parlamentar, con instrucciones de ser tolerantes con los rebeldes. Cuando la comisión se acercó al edificio, la bandera blanca fue arriada y una ametralladora los recibió con ráfagas de plomo.
Perón narra en su libro "Del Poder al Exilio", citado por Martínez, que cuando una multitud enardecida se concentró con garrotes frente a la Secretaría de Marina, el almirante golpista que estaba al mando envió un "dramático" mensaje al jefe del ejército: "Intervenga. Mande hombres. Nos rendimos, pero evite que la muchedumbre armada y enfurecida penetre en el edificio".
Ese mismo día, después de recuperar el edificio, el general Valle le dijo a Perón:
– Mi general, este ejército no le va a servir para la revolución popular. Arme a la CGT.
El militar ignoraba que con esas palabras firmaba su propia sentencia de muerte. El ejército nunca le perdonaría su lealtad a Perón.
En la noche, como reacción popular a los bombardeos, fueron saqueadas e incendiadas la Catedral Metropolitana y las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, San Miguel, La Merced, del Socorro, San Nicolás de Bari, San Juan Bautista, la capilla San Roque y templos de Olivos y Vicente López. Poco después, trascendió que el Papa Pío XII ha excomulgado al general Perón.
Cristo vence
"Porque esta no ha sido una revolución, sino una liberación, porque esta ha sido una cruzada, no un cuartelazo, porque ha sido un movimiento de hombres libres y no de mercenarios de una ambición; la insignia nos recordaba a la Cruz que dio a Constantino la victoria, y con la victoria, la paz a los cristianos. Esta misma Cruz fue la que inició la Europa Occidental; la misma Cruz que civilizó a los bárbaros, la misma Cruz que trajo España a América, la misma Cruz que dio a nuestros tiempos y a los tiempos viejos cuanto tienen de hidalguía, de virilidad, de reciedumbre, de fortaleza y de rectitud.
Esta Cruz no estaba mal en los cañones, porque sus brazos estaban abiertos para todos, porque si su vertical se erguía como la decisión que da la victoria, su horizontal contenía a todos en una fraternidad cierta y en un futuro hondo.
Esa Cruz de la Victoria es el símbolo definido de la liberación sin odios, de la unión sin pasiones, del futuro sin rencores, de la inspiración cristiana de esta Patria que acoja a hombres de todos los credos, pero no renuncia ni renunciará al suyo."
[Revista "Nosotros los muchachos" -Número extraordinario- Septiembre 1955, página 21]
(Nota al pasar: curiosamente, Pío XII siempre se negó a tomar idéntica medida con Benito Mussolini y Adolfo Hitler. Según algunos historiadores, el Papa le debía a Mussolini el reconocimiento del Vaticano como un Estado soberano de dos kilómetros cuadrados de superficie, con inmunidad diplomática y exención de impuestos. Investigaciones periodísticas de postguerra evidenciaron, asimismo, que el Vaticano organizó –a cambio de ciertas compensaciones económicas– una muy eficaz red de escape de los nazis hacia Estados Unidos y América del Sur).
Durante años, los antiperonistas repetirán que los incendiarios de los templos contaban con la complicidad de policías y bomberos. Y los historiadores oficiales pondrán más énfasis en la quema de las iglesias que en la masacre de civiles perpetrada horas antes por la aviación naval. Años después, muchos jóvenes repetirán lo que escucharon de chicos en sus casas. Desconocerán que antes los antiperonistas habían matado, herido o mutilado a más de 2 mil personas.
El 6 de julio de 1955, Buenos Aires amanece con nieve por primera vez en muchos años. Algunos agoreros se empeñan en interpretar la novedad como una señal de que vendrán tiempos difíciles. Los acontecimientos posteriores confirmarán las sombrías predicciones.
Luego del bombardeo de la aviación naval a la Plaza de Mayo, Perón no sólo no toma revancha –contrariando el sentimiento de sus propios seguidores– sino que busca la pacificación interna. En julio, levanta el estado de sitio, deja en libertad a varios detenidos políticos y elimina algunas restricciones políticas. El 31 permite utilizar la radio, el principal medio de comunicación de la época, a dirigentes opositores.
Perón ofrece renunciar a la jefatura del movimiento peronista y mantener sólo el cargo de presidente de la nación. En búsqueda de la reconciliación, el general cambia a integrantes de su gabinete, sustituye al jefe de policía y se desprende de Raúl Apold, su jefe de propaganda. Al mismo tiempo, designa a Cooke como interventor del partido en la Capital Federal.
Sin embargo, la situación ha llegado a un punto sin retorno. Conservadores, radicales, comunistas y socialistas exigen la renuncia del presidente. El Ejército, la Marina y la Aeronáutica conspiran abiertamente y los "comandos civiles" se organizan.
El 31 de agosto, Perón ofrece su dimisión. Una concentración en Plaza de Mayo, organizada por la CGT, lo obliga a retirarla. En ese mismo acto, el general cambia su tono de voz y rectifica el rumbo: "Por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de ellos", promete a la muchedumbre. (Dos décadas más tarde, miles de muchachos peronistas corearán: "¡Cinco por uno / no va a quedar ninguno!").
En su libro "1"5", el historiador Félix Luna sostiene: "La oratoria de Perón era fresca, original, feliz en sus ocurrencias y hasta en sus ocasionales chabacanerías. Expresaban una personalidad arrolladora, sanamente agresiva, nutrida de una sabiduría suburbana que su auditorio comprendía inmediatamente. Los discursos de 1955, en cambio, fueron ululantes convocatorias al odio".
...................
17:22 (hace 7 horas)
ese infausto dia, la marina y la fuerza aerea tuvieron su "bautismo de fuego" pero no en defensa de la patria, sino contra el pueblo argentino.
hace unos años escribí estos recuerdos:
-- El 16 de junio de 1955.
……tenia entonces quince años, cursaba el secundario en el Otto Krause, en paseo colon y Mexico, vivía cerca de plaza Once.
Ese día, con la rutina del colegio, me levantaría a las siete, para viajar en subte A, hasta plaza de mayo, caminar por paseo colon y llegar al colegio a las ocho. Era un día como el de hoy lluvioso, con niebla que se aumentó con el paso de las horas.
Mi viejo trabajaba en Aerolíneas argentinas, como mecánico, en los talleres de mantenimiento en Ezeiza. Cumplía horarios rotativos, ese día, entró a trabajar a las seis de la mañana, hasta las 14 horas.
El había salido de casa muuy temprano (calculo que a las cuatro y media, para llegar a ezeiza a las seis).
Antes que sonara el despertador de las siete, sonó el teléfono, atendió mi madre, era Papá que le pidió hablar conmigo ¿¿? Con urgencia, con voz imperativa.
Medio dormido llegué al teléfono: "hoy no vas al colegio!!!" fué el mensaje, no papá, tengo matemáticas y tengo que levantar la nota..!! No puedo faltar…. Porqué no voy'???. NO VAS, DESPUÉS HABLAMOS, CHAU!!!.
Cortó la comunicación, no entendía nada, fue muy contundente, me quedé hablando con mi madre, no sabíamos que pasaba, me quedé en casa.
La otra parte de ese momento la supe después: al llegar a ezeiza, se encontraron que la base estaba tomada por la marina. Los reunieron a todos los trabajadores en un galpón, un oficial se mandó un discurso, con un brazalete de cristo vence, y los invitó a "sumarse a la revolución", no se si alguno lo hizo, mi padre NO, los encerraron en un taller, con un marino armado en la puerta.
No se como se las ingenió papá, para conseguir hablar por teléfono y darme esa orden que quizas me salvó la vida o por lo menos evitó que pasara por la plaza de mayo en el momento del bombardeo.
Dos alumnos del colegio murieron sobre paseo colon y hubo algunos heridos.
Los que fueron ese día a clase, me contaron que cerca de las 11 horas, con el golpe ya publico, los dejaron salir del colegio, con la recomendación de "ir a casa rapidito", que en mi caso y en el de muchos mas, era recorrer paseo colon hasta plaza de mayo, tomar el subte A o el D, con lo cual se metían en el centro del bombardeo.
Desde mi casa, en la terraza del edificio de siete pisos, en cuanto empezó el bombardeo, veíamos los aviones picar sobre la plaza y tirar las bombas, luego el ruido y la nube de humo que se levantaba. Era total la inconciencia, lo veíamos como si fuera el cine.
Hasta que un gloster meteor, ametrallo la central de policía en moreno y Cevallos, los tiros de ametralladora, llegaron hasta la plaza del congreso, pegando en una farmacia sobre Rivadavia. (Esto era a cinco cuadras de mi casa). Allí nos dimos cuenta que corríamos peligro, que estábamos en una verdadera tragedia.
De mi padre no supe nada hasta las seis de la tarde, cuando terminó el bombardeo y los aviones se rajaron al Uruguay, el último los dejó salir y entonces vino a casa, luego salimos a recorrer, llegamos a congreso, caminando hasta cerca de plaza mayo, había oscurecido y empezaron los incendios. Allí mi viejo se dio cuenta que no era un clima para andar en la calle y volvimos a casa, a escuchar por la radio, el discurso de Perón y los comentarios y noticias.
Era tan inocente a los quince años…., no entendía nada, no podía creer lo que veíamos, tardé muchos años en tomar conciencia del crimen de ese DIA, como marcó el futuro de nuestro país.
Tres meses después, se produjo la revolución libertadora, luego el golpe de Aramburu, desplazando a Lonardi, y muy pronto, en noviembre, lo echan a papá de Aerolíneas, donde había trabajado desde 1946, o sea desde la creación de FAMA, empresa aérea antecesora de Aerolíneas argentinas, por el delito de ser Delegado Gremial.
Allí en mi casa, por el impacto directo de un acto del gobierno gorila, sentimos que una etapa negra se iniciaba sobre nuestro pueblo.
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