Policial negro

CUENTO NEGRÍSIMO: El fiscal debe morir


Bersa
Juan José Salinas31/01/2015AMIA, Atentados, Embajada de Israel, Literatura, Política nacional, Sin categoríaAlberto Hernández, Alberto Nisman, AMIA, CIA, Mossad

​No conozco a Alberto Hernández, autor de este cuento policial negro azabache, estoy en un cyber, y no tengo tiempo ni de googlearlo. Sin embargo, se me ocurre que habrá varios lectores de Pájaro Rojo que les interese leerlo por razones obvias… Y ya que estoy, meto un comentario “de rabiosa actualidad”. Al parecer, Nisman tenía previsto desde un principio regresar de Europa el 12 de enero, presentar la denuncia ante Lijo, y regresar a Europa el 19. Sin  embargo, hizo el paripé del regreso precipitado no sólo ante todos sus amigos (me parece ahora que por Facebook y otras redes sociales), sino también ante su ex , la jueza Sandra Arroyo Salgado, tan o más ligada que él al depuesto “Jaime” Stiuso o Stiusso. El abogado y los amigos de éste aseguran que estaba en total desacuerdo con adelantar una operación que estaba prevista para más adelante. Marcelo Saín, un referente en estos asuntos, comentó que tras ser removido por la Presidenta, Stiusso perdió casi todo su poder, y que él se dio cabal cuenta de ello al leer la entrevista telefónica que le dio a la revista Noticias. Entonces, si no fue con  Stiusso, ¿con quién acordó Nisman adelantar su insustancial denuncia contra la Presidenta y su Canciller?




​El fiscal debe morir por Alberto Hernández

(policial negro o negrísimo)
http://eledil-utopicon.blogspot.com.ar/2015/01/el-fiscal-debe-morir.html

-Fiscal tiene que volver urgente al país, no importa donde se encuentre ni que cosa esté usted haciendo.

El fiscal, esperaba ese llamado, lo intuía, sabía que no iba a poder concluir sus vacaciones con su hija a pesar de todas la promesas que le había hecho.

-Vuelva ya- le había dicho el hombre de poder.

En instantes se comunicó con su ex- esposa y le explicó que lo que temía estaba sucediendo; que debía a pasar a buscar su hija por el aeropuerto, que iba a estar bien, que ya había hablado con ella, que se lo había explicado, que iba a estar tranquila, que no demore porque volvía a Buenos Aires en el siguiente avión.

Al salir de la sala de arribos de Ezeiza vio a los hombres que lo esperaban, uno de ellos era el conocido hombre del medio hegemónico que lo había llamado; a los otros dos no los conocía.

Subieron al auto que los esperaba y partieron hacia un destino en la zona norte de la Capital. Cruzaron todos juntos el amplio palier del suntuoso edificio, sin que hubiera nadie que registrara su paso. El departamento estaba en uno de los pisos altos y el amplio ventanal y su balcón daban a la ruidosa avenida. Los hombres se acomodaron en los vistosos y mullidos sillones. Uno de ellos que parecía ser el que hacía las veces de anfitrión, trajo unos vasos y ofreció unos tragos.

-Agua fresca- dijo el fiscal

El conocido hombre del poder presentó a sus acompañantes como agentes del MOSAD el uno y de la CIA el otro y sugirió, dirigiéndose al fiscal, ponerse cómodos porque la conversación iba a llevar varias horas.

-Llegó el momento fiscal. – sentenció el hombre del MOSAD en perfecto porteño – Todos estos años hemos venido preparando las condiciones para este golpe. Para este mazazo que daremos a este gobierno que cada vez es más enemigo nuestro. Antisemita, anti norteamericano, aliados de los terroristas que amenazan el mundo libre….Llegó el momento. Los acontecimientos de París, nos dicen que es el momento de actuar. El gobierno ya movió sus piezas, dejando fuera de juego a nuestro hombre de la SIDE, no hay más tiempo. Tiraremos la bomba. Revise esa carpeta que hemos preparado, son trescientas y pico de fojas, léalas con detenimiento. Allí está lo más sustancioso de las conversaciones secretas del gobierno con los terroristas y las pruebas del plan criminal montado para encubrirlos. Un gran trabajo de nuestro hombre. Sírvase algo, tenemos toda la noche.

Pasaron las horas, tímidos rayos de luz empezaron a filtrarse por las rendijas de las persianas, montañas de colillas de cigarrillos desbordaban el enorme cenicero de cristal. Sin haberse movido de su sitio el fiscal leía y meneaba la cabeza. Dos de los hombres se paseaban en silencio, fumando nerviosos. El que había sido presentado como de la CIA dormitaba en un gran sillón y cada tanto se sobresaltaba, Quedaba poco para finalizar el escrito.
-Esto no va- Dijo con voz cansada el fiscal. Es inconsistente. No hay pruebas contundentes para sostener semejante acusación. Lo de las alertas rojas puede ser rápidamente desbaratado, al igual que los acuerdos comerciales. No puedo hacer esta presentación sin tirar por la borda mi reputación y mi carrera.

-Escúcheme bien fiscal- levantó la voz el hombre local del MOSAD – Acá hay cosas en juego donde su carrera y su prestigio importan menos que el pronóstico del tiempo. Llevamos muchos años, sosteniendo el atentado a la mutual como uno de los íconos, como una causa que apuntale la política de cacería de los terroristas y el control sobre medio oriente, por eso hemos ido desviando todas las pistas que apuntaban a encontrar los culpables locales. Usted lo sabe bien, porque hasta ahora ha cumplido con lo suyo, y hoy ni siquiera se ha procesado a quienes encubrieron, destruyeron pruebas y nos fueron funcionales desde el comienzo de esta historia. Este gobierno fue el que más hizo por hacer fracasar nuestro plan. Se ha puesto a la cabeza de la cruzada contra el orden occidental, contra nuestros intereses económicos y geopolíticos. Apoyan a los palestinos, se alían con Rusia y China y ni hablar de la entente que han armado con todo el zurdaje latinoamericano. Entiende!!! Qué carajo importan su prestigio frente a la posibilidad de meterle un torpedo letal bajo la linea de flotación del gobierno. Ni su vida vale nada.

Que está diciendo, no comprendo- balbuceó el fiscal

-Está diciendo que no tiene opción – Esta vez habló con voz pausada y marcando cada palabra, el hombre de poder del multimedio- usted va a presentar esta denuncia, sin decirle nada al juez de la causa, y lo demás lo hacemos nosotros. Ya lo decía el genial Natalio Botana : la realidad es la que contamos en las páginas de nuestro diario lo demás no existe. ¿Qué puede pasar? Que el proceso lleve meses, tanto hasta llegar a las elecciones, nosotros seguimos calentando el ambiente y confundiendo a la gente y con suerte esta bomba produce una reacción popular que se lleva a la mierda a este gobierno. Siempre va a quedar la duda y usted tiene garantizada nuestra defensa y su prestigio de hombre valiente y serio profesional.

Dos días después el fiscal presentó la denuncia de trescientos y pico de fojas, contra la presidente, su canciller y otros funcionarios, por encubrimiento y protección de los imputados iraníes en la causa de la acción terrorista contra la mutual judía. Previamente ya habían trascendido los principales detalles y la bomba estallaba: nada menos que la presidente del país y su canciller pasaban a ser los principales criminales. Las redes sociales bramaron y el odio volvió a corporizarse en buena parte del cuerpo social.

Como era de esperar, el mundillo político se alborotó, la oposición empezó a reclamar respuestas al gobierno que, pasado el primer momento de sorpresa, reaccionó informando todo lo hecho en favor de la causa. Poco faltó para que se acordara día y hora para que el fiscal comparezca ante el parlamento.

El fiscal saludó a todos y entrada ya la noche de un día muy agitado, de mucha exposición ante los medios, salió de su oficina pensando que tenía un intenso fin de semana donde debía afinar los argumentos para responder las filosas preguntas que le harían en el parlamento y que podían desnudar la endeblez de la demanda.
Al salir se encontró con su asesor que le entregó un pequeño envoltorio.

-Tome fiscal, lo va a necesitar-
-¿De que se trata?-
-Es una pistola calibre 22, para su seguridad-
-Le agradezco el gesto pero no la necesito, tengo suficiente seguridad en mi domicilio, estaré bien.
-Llévela, me encomendó nuestro hombre que no deje de dársela, no me comprometa

El fiscal, entendió y guardó el arma en un bolsillo de su saco.

Ya en su departamento, se desplomó en un sillón y sumergió la cabeza entre sus manos. Tenía la mente en blanco. Un minuto después se dirigió al balcón y aspiró con fuerza el aire que venía impregnado con la humedad y el olor del río. Estuvo un rato escudriñando cada rincón de la rica zona residencial, tratando de adivinar que historia habría detrás de cada ventana iluminada. En un momento interrumpió su letargo y se dirigió al baño donde se dio una reconfortante ducha, dejando deslizar el agua mansamente por su cuerpo durante varios minutos. Allí le asaltó la imagen de su hija y sus ojos tristes en ese aeropuerto. ¿Estará bien? La tengo que hablar. La mente giró luego hacia el trabajo que tenía que hacer. Primero voy a ordenar todo, me desharé de las cosas domésticas así me dedico a trabajar sin interrupciones. Tengo comida en el freezer. Y sonrió pensando que un tipo de su prestigio y trascendencia pública, también tenía que ocuparse de esas cosas y más desde que se había separado.

Se vistió con una robe vistosa y cómoda y se tendió en la cama encendiendo automáticamente el televisor. No tenía hambre. Se sentía atosigado de tantos sánguches de miga que había ingerido durante el día. Puso el despertador a las seis. Se tomó un ansiolítico y en pocos minutos lo ganó el sueño.

El despertador sonó implacable. Rápidamente el fiscal se vistió, se aseó y preparó un café fuerte, un jugo de naranja y unas tostadas. Miró el voluminoso escrito, despejó la mesa, buscó marcadores suficientes para señalar los aspectos fundamentales y se dispuso el empezar el trabajo. Como impulsado por un resorte, se levantó y se dirigió al freezer y luego a la heladera “antes de empezar resuelvo las cuestiones domésticas”, pensó. Verificó que estuviera resuelto el problema de la comida del fin de semana, hizo un repaso de las cosas que faltaban para la semana siguiente y anotó con letra prolija la lista del pedido que tenía que hacer la empleada. Siempre se lo dejaba sobre la mesa, junto al dinero. Cuando verificó que todo estaba listo volvió a sentarse. Allí comenzó a trabajar, casi sin levantar la cabeza, solo interrumpido por el repaso de las noticias en los portales de internet y las llamadas que realizó y que recibió.

Pasaron muchas horas, muchos párrafos subrayados, muchas tazas de café. Pasó el mediodía casi sin probar bocado. El ceño fruncido denotaba preocupación y el nerviosismo lo llevaba a tamborilear permanentemente con sus dedos sobre la mesa. Se levantó y llamó a su hija a la que volvió a pedirle disculpas y , sin mucha convicción, que se quedara tranquila. Que la quería mucho. Que pronto se iban a ver para retomar las vacaciones suspendidas. Llamó a su madre cumpliendo con una rutina de todos los fines de semana para ver como estaba, si necesitaba algo. Nada querido todo bien. Cariños vieja. Cuando esto termine paso a verte. Amagó sentarse cuando recibió la llamada de la diputada. ¿Cómo está todo fiscal?. Aquí, trabajando en la presentación, no está nada fácil. Nosotros estamos preparando todo para que usted pueda exponer tranquilo, no se preocupe. En realidad sí me preocupo, hay preguntas del oficialismo que van a ser difíciles de responder, pero estoy estudiando todo a conciencia. Ahí voy a estar. Eso esperamos todos, va a ser un día clave, que va a marcar un antes y un después. Espero que sea así y pueda aportar a cambiar las cosas en esta Argentina. Lo dejo trabajar fiscal, nos vemos el lunes. Nos vemos diputada.

Volvió nuevamente a sumergirse en su trabajo, aunque no podía sacarse de la cabeza que muchos de los argumentos que sustentaban la denuncia, ya estaban siendo desbaratados por el propio juez de la causa, por funcionarios del gobierno y por la propia INTERPOL y ni hablar de las organizaciones de familiares de la mutual, con los que se había reunido cientos de veces y que lo descalificaban por su labor en las investigaciones.

Estuvo un par de horas más leyendo y cavilando, envió un whatsapp a un amigo con una foto y se levantó buscando el celular. Ya empezaba a ocultarse el sol.

-Hola, habla el fiscal-
-Como está amigo – contestó el hombre que había sido de los servicios
-Cómo quiere que esté, tengo que exponer el lunes y le doy vueltas y vueltas a la documentación que me prepararon y no encuentro ninguna prueba sólida que sustente la denuncia. Ya sé que los supuestos agentes que aparecen, no lo son. Son truchos, ya los conozco, uno ha sido denunciado por tráfico de influencias. Ninguno de los supuestos términos del acuerdo con los iraníes se cumplió. Es todo pescado podrido.

-Bueno, es parte de nuestro trabajo, fiscal-
-No me joda, que no estoy de humor-
– Es lo que teníamos para armar este estofado. Por otra parte usted sabe que recibo órdenes. Me ordenaron preparar eso con lo que teníamos. Decidieron que era el momento.
-Yo le digo que lo estoy pensando y no se si me voy a presentar en la cámara. Voy a pasar un papelón, no tengo como defenderme y va a quedar la maniobra en evidencia, sobre todo si el debate es público.
– No haga eso, no puede hacerlo. usted es capaz. Va a salir airoso.
-No sé, tengo un día más de trabajo, mañana lo pensaré bien. Hasta luego.
-Hasta luego y cuídese fiscal.

No volvió sobre sus papeles. Se clavó en el sillón y depositó la mirada fijamente sobre un punto de la pared. Es raro, no había visto esa pequeña mancha de humedad. No hay cañerías por ahí ¿qué podría ser? Repasó los adornos del aparador de cedro y los retratos familiares colgados en escalera. Y se levantó para aspirar el aire húmedo del río. Allí se quedó mirando sin mirar, la actividad de los innumerables paseantes que a esa hora le daban movimiento a Puerto Madero, entrando y saliendo de los bares y restoranes de la zona.

Pensaba que estaba en un atolladero. Alguna vez había imaginado que el momento iba a llegar, aunque siempre se creyó capaz de salir de cualquier situación. Tenía una autoestima alta, aunque en ese momento hubiera preferido estar de vacaciones con su hija. Esperaba, como los boxeadores, que desde el rincón alguien le tirara una toalla.
Pasaron un par de horas, cuando lo sobresaltó el timbre de la puerta del departamento. No esperaba a nadie. Generalmente la seguridad lo alertaba sobre las visitas. Miró por la mirilla y vio al agente del MOSAD que aparentemente estaba solo. Le franqueó la entrada sorprendido pero resignado.

-Hola fiscal
-Hola, ¿como hizo para entrar?
-Es nuestra especialidad. Algún disfraz, alguna información sobre sus vecinos y aquí estamos.
-Qué quiere?
-Nos comentó nuestro hombre que quiere abandonarnos
-Solo le dije que estaba trabajando y que no encuentro argumentos sólidos para no pasar vergüenza en la cámara-
-Mire vayamos a los bifes. Acá se trata de liquidar al gobierno con una bomba. No podemos fallar. Ya hicimos una parte. Ahora hay que convencer a la oposición de que es pertinente el juicio político. Tenemos que levantar a la gente que tiene que pedir la cabeza de la presidenta. Este es el momento. Y de una forma o de otra no vamos a dejarlo pasar.
-No veo que se pueda salir bien parado del congreso.

Se hizo un prolongado silencio. Los hombres se desplomaron en los sillones y fijaron la mirada en algún lugar del piso.
-Fiscal debo comunicarle que como están las cosas deberemos ir al plan B. Nuestro hombre confirmó los temores previos-
El fiscal levantó la cabeza y lo miró fijamente.
-¿Plan B? ¿a qué se refiere?
-Bueno, usted sabía que se podría llegar a esto. Siempre supo lo que arriesgaba y lo que estaba en juego. Y no podemos tolerar un fracaso.
El fiscal bajó nuevamente la cabeza como comprendiendo lo que se venía. Cuando levantó la vista, tenía los ojos rojos y húmedos.

-¿Qué debo hacer?
-Para eso le proporcionamos la pistola. Es buena, silenciosa y efectiva.
-¿No tengo chances?
-No. O lo hace usted o lo hacemos nosotros. Si lo tenemos que hacer nosotros vamos a tener que cubrirnos y tal vez con alguno más de su familia también por una cuestión de coartada ¿me entiende?. Por otra parte es un procedimiento sucio. Siempre quedan rastros. Se nos complica hacerlo antes del lunes, pero si hay que hacerlo….
-Con mi familia no!!! ni se les ocurra!!! Gritó desencajado el fiscal – No pueden ser tan hijos de puta. Yo siempre estuve coordinando y colaborando con ustedes. No puede ser. Esto no puede ser…-balbuceaba.
-Hasta aquí su trabajo fue importante. Ahora y visto como se están dando los hechos lo único que nos sirve es….¿como decirlo?…. Su desaparición física. Su suerte está echada. Y ya no tengo más tiempo, tengo que comunicar que usted va a cumplir con su deber. Adiós fiscal, haga bien las cosas, mañana por la mañana lo llamará su madre y espero que no conteste.

La puerta se cerró detrás del mensajero de la muerte. El fiscal se tiró sobre el sillón y se cubrió la cara con las manos. Su cabeza era un amasijo de imágenes y sensaciones. Le dolía. Sus sienes latían ferozmente al igual que su corazón que amenazaba con aturdirlo. Quiso levantarse pero no tuvo fuerzas. Ahí quedó por horas. El tiempo era un río viscoso que corría pesadamente y se le metía por los ojos, las orejas y salía por su boca deslizándose hasta sus pies. Pronto sintió que estaba fuera de su cuerpo, que se elevaba y miraba con lástima ese organismo vencido. Un paño blanco planeó lentamente hasta depositarse en el piso. “Alguien tiró la toalla”, pensó el fiscal.

Buscó la pistola que aun tenía en el bolsillo del saco y se dirigió al baño. Se miró al espejo y vio que había envejecido años. Se lavó la cara transpirada, se pasó rápidamente un peine por sus cabellos y por última vez sonrió.

El disparo fue certero y silencioso. Era una buena pistola, tal como le habían dicho.
La noticia causó conmoción. El hombre de poder y los agentes salieron al balcón del departamento de la zona norte a ver como la multitud ganaba las calles mostrando su odio contra el gobierno, su indignación por tan espantoso asesinato, contra la corrupción y la dictadura. Una amplia sonrisa llenó sus rostros mientras brindaban.

– Señores, la bomba finamente explotó- celebró el hombre de poder o lo que es lo mismo del multimedio – Las esquirlas caerán para todos lados pero principalmente para el oficialismo. Las dudas y la impunidad finalmente serán nuestra mejor arma. Nos encargaremos de que la realidad se ajuste a la frondosa imaginación de nuestros periodistas, fotógrafos, dibujantes, publicistas y camarógrafos y que llene las cabecitas de este pueblo que quiere un país serio. Levanten sus burbujeantes copas, ¡Au revoir le populisme!


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