03 marzo, 2022

Vicent Bevins - El mètodo Yakarta

‘El método Yakarta’ o por qué en Indonesia el demonio todavía es comunista
Por Frontera D  ·  03.02.2022

Cuando conocí a Vicent Bevins, al poco de llegar a Yakarta en 2017, no hizo falta preguntar si era su primer destino como corresponsal. Su ordenador le esperaba en un sofá del bar mientras el californiano conversaba con otros periodistas. Disperso y apasionado, parecía a gusto entre el bullicio en aquel garito pretencioso pero acogedor donde al caer la noche se reunían a beber y charlar los corresponsales extranjeros. No recuerdo si hablábamos sobre la última crisis política en Indonesia, o quizás si los reporteros veteranos lamentaban que la vida en el país asiático fuese menos auténtica, emocionante y rentable que antes.

Nos presentaron junto a la concurrida barra y al poco rato Bevins se disculpó para regresar al lado de su ordenador. Creo que dijo algo sobre enviar un artículo a su editor en el Washington Post y se esfumó. Ojalá esta entrevista hubiese sido en el bar en el que nos vimos por primera vez en Yakarta, entre las luces tenues y la cuidada decoración javanesa, y no a través de la fría línea telefónica.

En aquel entonces, Bevins escribía para el centenario medio estadounidense después de trabajar seis años en Brasil. Sin embargo, pronto dejaría de lado su labor como corresponsal para centrarse en escribir un libro. Se trataba de un ensayo periodístico sobre el exterminio masivo de comunistas en Indonesia durante la Guerra Fría. Uno de esos brutales episodios del siglo XX que se desconocen fuera de Asia, como dice Bevins, porque los humanos son seres muy simples, que cuanto más lejos están de un lugar y menos se parecen a su gente, más pueden tolerar las atrocidades.

La versión española del libro, El método Yakarta, fue publicada recientemente por la editorial Capitán Swing, pero en 2017 los dos estábamos todavía intentando comprender por qué lo ocurrido hace casi sesenta años seguía siendo tabú en Indonesia.

En el suburbio del sur de California donde creció Bevins, al igual que en la mayoría de las escuelas (en la mayoría de los países) occidentales, poco se sabe sobre el asesinato sistemático de entre medio millón y un millón de personas por su supuesta vinculación con el partido comunista en Indonesia entre 1965 y 1966. Otro millón de personas fue enviado a campos de concentración y los que se libraron de la muerte y la tortura fueron obligados a vivir con el trauma y el estigma el resto de sus vidas. Poco se sabe de que en los años sesenta el Partido Comunista Indonesio era el tercero más grande del mundo, sólo por detrás del de la Unión Soviética y el de China, y por lo tanto la importancia geopolítica para Estados Unidos era mucho mayor.

“La Guerra Fría fue solo colonialismo por otros medios, nosotros (Estado Unidos) teníamos que pretender que nunca podríamos ser un imperio, que no íbamos a hacer nada como lo que requiere el imperialismo”, dice Bevins. “Estados Unidos averiguó cómo hacer lo mismo que había hecho Europa occidental”, añade.

El estadounidense logra hilar con solvencia el análisis histórico, social y económico con la vida de los entrevistados que sufrieron las consecuencias de las victorias estadounidenses contra el comunismo. “Quería que fuese algo que cualquiera puede leer, un adolescente en Sumatra, en Sudáfrica o en Texas”, señala.

El libro sigue un camino opuesto al magistral documental El acto de matar, de Joshua Oppenheimer, que fue candidato al Oscar en 2013 y que se centra en la visión de uno de los verdugos para contar la historia de forma descarnada, pero sin abrir el foco. El método Yakarta argumenta que el caso indonesio, junto al brasileño, fueron clave para el desarrollo de la estrategia estadounidense durante su cruzada anticomunista. El intervencionismo norteamericano apoyó e instigó planes de exterminio en varios países en Latinoamérica y en otros lugares del mundo. Después llegaron operaciones más conocidas, pero no por ello menos infames, como la Operación Cóndor. Una historia que no es nueva, aunque sí lo es la importancia que le da el autor al caso indonesio.

“Brasil en 1964 e Indonesia en 1965. Son dos cosas enormes que ocurren casi al mismo tiempo durante la Guerra Fría y las dos están son incomprendidas y poco valoradas. Quizás podría volver a estos años y mirarlos con una perspectiva global”, cuenta Bivens sobre el momento en el que decidió afrontar la escritura de su ensayo.

El autor realiza decenas de entrevistas, revisa documentos oficiales desclasificados y el consenso de los historiadores para demostrar cómo Estados Unidos empujó a ambos países hacia dictaduras anticomunistas para alejarles del área de influencia soviética. Comienza en los cuarenta con Estados Unidos emergiendo como la potencia del siglo XX junto a la Unión Soviética y narra cómo la neutralidad, soñada por muchos países que se desprendían de las cadenas colonialistas, poco a poco dejó de ser una opción.

La teoría de la modernización, tal y como la interpretaron las administraciones estadounidenses, apostaba por dar poder y adoctrinamiento político a los militares de los países en vías de desarrollo para garantizar la estabilidad lejos de la “amenaza” comunista y garantizar la transición hacia una sociedad moderna. Por poner un ejemplo del libro, Washington consideraba la reforma agraria de los países como algo bueno siempre y cuando no la llevase a cabo la izquierda.

En algunas naciones, como Indonesia o Brasil, la influencia de los militares y la red scare, o miedo institucionalizado a los rojos, todavía sigue vigente, como se aprecia en la victoria electoral de Jair Bolsonaro en Brasil o en las campañas de desprestigio contra el presidente indonesio Joko Widodo. La demonización orquestada por las campañas de desinformación a lo largo del siglo XX, que llegó a asociar el comunismo con rituales satánicos depravados, resuena hasta nuestros días.

“Esto es algo que ves a lo largo y ancho del hemisferio occidental: Chile, Estados Unidos, Argentina. En el siglo veinte existía este discurso que se volvió hegemónico sobre que el comunismo era malo espiritualmente, que era literalmente diabólico. En América del Sur lo superaron, aún está presente y todavía puedes ver a políticos que se benefician de ello, pero ya no es la verdad que todo el mundo debe aceptar”, opina Bevins.

La diferencia con Indonesia, lo que de verdad sorprende al vivir allí y que habla alto y claro de la magnitud de la tragedia que sufrió el país asiático, es que allí el relato del odio y el miedo se convirtió en verdad absoluta, aceptada por la mayoría.

“En cualquier lugar al que mires en Indonesia la historia está oculta bajo la superficie. Esto es lo que me empujó a tratar de entenderla mejor, porque no se ha resuelto en absoluto”, apunta el californiano.

Por poner un ejemplo que Bevins cuenta en su libro. A los pocos meses de conocernos una turba rodeó un edificio donde se celebraba un coloquio sobre los hechos ocurridos en 1965. Los académicos y activistas estaban rodeados por cientos de personas cuando llegué a sacar fotos para cubrir la noticia. Recuerdo que uno de los manifestantes, que portaban palos y banderas, decidió explicar en términos sencillos lo que estaba pasando allí: “Son ateos, son comunistas”, grito mientras señalaba con el dedo hacia el lugar donde estaban atrapados.

Al final solo el gas lacrimógeno y los cañones de agua lograron dispersar a los agitadores. Muchos de los grupos civiles o musulmanes que perpetraron en los sesenta la violencia contra comunistas, simpatizantes o cualquier persona acusada de serlo, todavía existen en estructuras similares, con su parcela de poder y en muchas ocasiones, como instrumentos de la élite empresarial, militar y política.

Los militares que coordinaron e instigaron los asesinatos o sus hijos también siguen en puestos de poder y la población ha crecido con la propaganda anticomunista en las escuelas. Muchos de mis amigos indonesios rara vez tiene la oportunidad de conocer los detalles de lo que ocurrió durante esos años.

Mientras el comunismo se acepta en países como España y es un síntoma de la pluralidad democrática (a pesar de la triste polarización de los últimos años) en Indonesia es ilegal. El símbolo de la hoz y el martillo te puede llevar a la cárcel.

“Lo que explica el uso intencional de los asesinatos masivos por ser acusados de izquierdistas es lo que llamo el método Yakarta. Las otras opciones no funcionaron, los otros intentos de influenciar el resultado, ya fuese presión económica, militar o diplomática se les acabaron. El resultado era considerado de tal importancia que les compensó hacer lo que hicieron”, dice Bevins mientras apura su cerveza y da por finalizada la entrevista.

Cuando terminé la entrevista con Bevins el calor tropical me sacudió con un abrazo asfixiante pero familiar. El bar estaba cerca de la plaza de la Bienvenida, adonde me dirigí para coger un mototaxi. Al ver la estatua que domina la rotonda, una de las múltiples estatuas de inspiración soviética construidas antes de la violencia anticomunista, me acordé del gobernador de Yakarta, Henk Ngantung, que esbozó su diseño.

En su caso, la etiqueta comunista le expulsó de la esfera pública y le condenó a una vida de pobreza. Al menos su estatua cuenta otra verdad, como el libro de Bevins.

Vicent Bevins acaba de publicar, traducido por Enrique Maldonado Roldán, en la editorial Capitán Swing el libro El método Yakarta. La cruzada anticomunista y los asesinatos masivos que moldearon nuestro mundo.

https://capitanswing.com/prensa/el-metodo-yakarta-o-por-que-en-indonesia-el-demonio-todavia-es-comunista/





ENTREVISTA

Vincent Bevins: “El asesinato masivo de izquierdistas en el tercer mundo fue una parte fundamental de la Guerra Fría”

Bevins es periodista, fue corresponsal de 'Los Angeles Times' en Brasil y enviado al Sudeste asiático del 'Washington Post'. Acaba de publicar en español 'El método Yakarta', una investigación de los asesinatos de centenares de miles de personas en Indonesia con la ayuda de EEUU
¿Guerra fría interesada en un mundo tripolar?

Javier Biosca Azcoiti
7 de diciembre de 2021 22:20h

En otoño de 1965, el general Haji Mohammad Suharto comenzó en Indonesia una matanza de centenares de miles de personas acusadas de comunistas. El Gobierno de EEUU no solo sabía lo que estaba pasando, sino que apoyó a Suharto y ayudó al ejército hasta el punto de entregar listas con nombres, según cuenta el periodista Vincent Bevins en sus libro 'El método Yakarta: la cruzada anticomunista y los asesinatos masivos que moldearon nuestro mundo' (Capitán Swing).

El periodista asegura que las matanzas en Indonesia, en las que afirma que murieron aproximadamente un millón de personas, se exportaron después a multitudes de países y tuvieron un rol fundamental en la victoria de EEUU en la Guerra Fría. Bevins se apoya en material desclasificado por EEUU, ha visitado 12 países y ha entrevistado a más de un centenar de personas. El autor señala que el asesinato en masa de izquierdistas durante el conflicto entre los dos grandes bloques se utilizó en 23 países.


Mapa incluido en el libro sobre la matanza de izquierdistas durante la Guerra Fría. No se incluyen las muertes en situación normal de guerra, daños colaterales de enfrentamientos militares ni muertes involuntarias.

¿Por qué es tan importante lo que pasó en Indonesia?

Indonesia puede haber sido el punto de inflexión más importante de la Guerra Fría por varias razones. En primer lugar, era uno de los países más poblados que entró en el espacio del conflicto y prácticamente de la noche a la mañana pasó de ser un país anticolonialista de izquierdas a uno totalmente anticomunista y aliado de Occidente. No solo era grande, sino que era increíblemente importante por liderar el movimiento del tercer mundo. Indonesia inspiró a muchas otras naciones y la destrucción del proyecto de Sukarno tuvo enormes consecuencias para el sur global.

Y luego, por supuesto, está el método con el que se llevó a cabo. Fue un programa trágico, horrible y aterrador de asesinatos masivos que, en última instancia, hizo posible la victoria occidental en Indonesia. Esta horrible táctica inspiró otros programas de asesinato en masa en todo el mundo en los años posteriores.

¿Por qué cree que, al menos en países occidentales, es tan desconocido lo ocurrido en Indonesia?

El asesinato en masa de aproximadamente un millón de personas inocentes en Indonesia es desconocido –especialmente en lo que entendemos como Occidente–, en gran parte, porque fue muy eficaz. Nadie en Estados Unidos sufrió las consecuencias; no hubo ninguna guerra a la que tuvieran que ir los soldados estadounidenses como sí ocurrió en Vietnam; y no hubo un período prolongado de conflicto durante años que llegase a las noticias. En términos geopolíticos, el país pasó de la noche a la mañana del bando anticolonial al bando occidental. He trabajado como corresponsal en el extranjero durante más de una década y está claro que los países que no causan problemas a Estados Unidos tienden a no ser noticia.

También hay una posibilidad más inquietante y es que lo que ocurrió en Indonesia con la ayuda de Estados Unidos y otras potencias occidentales fue tan horrible y tan difícil de afrontar que simplemente fue más fácil para nosotros olvidarlo. Contradice de forma demasiado violenta nuestra idea de lo que estábamos haciendo durante la Guerra Fría.

¿Fue el asesinato de izquierdistas la base de la victoria de EEUU en la Guerra Fría?

Si entendemos la Guerra Fría como un enfrentamiento entre el primer y segundo mundo, entonces la victoria de Occidente ocurrió simplemente porque la Unión Soviética, el segundo mundo, se desmoronó. Sin embargo, si miramos el número de seres humanos que estuvieron involucrados en conflictos en lo que llamamos la Guerra Fría, hubo mucha más gente en el tercer mundo.

En el tercer mundo, el asesinato masivo de izquierdistas fue una parte fundamental de la forma en que se ganó la guerra. Fue una de las muchas tácticas empleadas por el primer mundo para asegurarse de que el tercer mundo entrara en el naciente orden capitalista global liderado por EEUU y a día de hoy sigue afectando al sur global. El asesinato de izquierdistas moldeó profundamente el tipo de globalización que obtuvimos tras el fin de la Guerra Fría.

¿Cuál era la estrategia de EEUU respecto al tercer mundo? ¿Y la de la URSS?

En ambos casos, las principales potencias terminaron cambiando sus formas de interactuar con el tercer mundo durante el transcurso de la Guerra Fría. Al principio, EEUU tenía la visión de que en el sur global era aceptable ser neutral. Y eso fue lo que definió la relación con Indonesia en los primeros años. Esto cambió al comienzo del Gobierno de Eisenhower. En la década de los 50, cualquier país del sur global que no fuese explícitamente aliado de EEUU, que tuviese cualquier tipo de inclinación izquierdista o anticolonial o incluso una postura independiente, podría ser visto como enemigo y declarado digno de intervención o destrucción.

Respecto a la Unión Soviética, al principio estaba comprometida al menos ideológica y retóricamente con la solidaridad anticolonial. Stalin, sin embargo, al final de la Segunda Guerra Mundial termina quedándose en todas las partes de Europa Central y Oriental que el Ejército Rojo había conquistado o liberado, lo que complica esta narrativa. En el resto del sur global, Stalin tiende a desalentar cualquier levantamiento de izquierda o comunista que no controle él mismo, como pasó en Grecia e Irán. 

Después de su muerte sí hay un acercamiento a algunas partes del sur global bajo Nikita Khrushchev, como Egipto, Siria y Cuba. Pero en general, la Unión Soviética es muy cautelosa a la hora de provocar a Occidente, especialmente después de la crisis de los misiles.

¿Qué narrativa se ha encontrado en Indonesia o en otros países latinoamericanos sobre lo ocurrido?

En Latinoamérica ha habido al menos una especie de proceso de reconciliación nacional o de afrontar la verdad de lo que sucedió durante la Guerra Fría. Esto es algo que todo el mundo da por sentado, aunque muchas de esas victorias están siendo ahora cuestionadas por el regreso de la extrema derecha a la escena política. 

En Indonesia, que es el peor caso de asesinato intencional de izquierdistas durante la Guerra Fría, las cosas son totalmente diferentes y todavía es técnicamente ilegal contar la historia de lo que pasó realmente. Todavía hay una ley aprobada en 1966 que criminaliza cualquier cosa que pueda ser interpretada como simpatía al comunismo. De hecho, el hijo de Bolsonaro ha dicho que se debería copiar esta ley en Brasil.

¿Vivimos hoy algunas consecuencias de esa campaña de muerte contra la izquierda en países del tercer mundo?

Sí, por supuesto. Mucha gente a la que conocí en el sudeste asiático y también en América Latina participaron en el movimiento del tercer mundo; gente que en los años 50 y 60 realmente creía que con el fin de la colonización, los países de África, Asia y América Latina serían capaces de ocupar un lugar legítimo junto al primer y segundo mundo y que verían el surgimiento de un orden democrático más global, más justo y más equitativo. Es sorprendente ver lo diferente que es el mundo ahora respecto a lo que pensaban que iba a ser.

El sueño del tercer mundo de remodelar las normas de la economía global no iba a ser fácil de alcanzar, pero tampoco ayudó que el país más poderoso de la historia de la humanidad estuviera intentando activamente aplastar este movimiento.

Cita en el libro el caso de Jair Bolsonaro, pero recientemente hemos visto multitud de políticos, especialmente de extrema derecha, agitar de nuevo el miedo al comunismo, ¿por qué?

Hay dos elementos que permiten su regreso. Por un lado, estas narrativas se han repetido tantas veces en el último siglo que es algo que ideológicamente está presente en el aire, es decir, es algo que la gente reconoce y un punto de referencia al que se puede agarrar. En segundo lugar, es algo que realmente funcionó para muchos actores en el siglo XX para aplastar a sus enemigos y ganar legitimidad. La demonización de cualquier intento de desafiar los privilegios del grupo dominante en la sociedad es algo muy útil para ciertos actores políticos.

¿Cuál es la situación actual del Partido Comunista Indonesio?

Es ilegal incluso decir que debería existir. No existe y nadie quiere que exista. A menudo se utiliza como amenaza o como forma para silenciar a la gente. Esto responde a los métodos que se emplearon entonces. Un cuarto del país estaba en el partido o afiliado de alguna forma y el método en que se llevó a cabo la masacre fue efectiva a la hora de mantener a todo el mundo en silencio para el resto de su vida.

Se envió el mensaje de que podrías ser asesinado no solo por haber estado en la izquierda, sino por no participar en la construcción del nuevo régimen. Por eso se da esa extraña situación en la que las ideas de izquierdas eran casi hegemónicas en el discurso público en Indonesia hasta 1965 y en 1966 nadie está dispuesto a admitir que tuvo algo que ver con la izquierda.

https://www.eldiario.es/internacional/vincent-bevins-asesinato-masivo-izquierdistas-tercer-mundo-fundamental-ganar-guerra-fria_128_8549923.html


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