Argentinos empastillados (7días)
Pero no podemos salirnos del sistema que es lo único que conocemos, aceptamos convivir de esta manera y recurrimos a sostenes a menudo peligrosos. Entregamos nuestras almas a futuro quizás en el convencimiento que no hay otra cosa que el presente. Este presente doloroso que ya veremos con qué color calmamos hoy.
IXX-2014
EMPASTILLADOS
en http://7dias.infonews.com/2014/11/29/7dias-174691-empastillados.php
29.11.2014 | 18:47 |
Casi 4 de cada 10 argentinos toma tranquilizantes; el Rivotril y el Alplax están entre los medicamentos más vendidos. Las drogas que la psiquiatría y la industria farmacéutica convirtieron en habituales.
Por: Denise Tempone
Un mes. Un mes es todo lo que se puede estar triste si se muere un ser querido. Apenas un par de días podemos lamentarnos si nos separamos de un gran amor. Superado ese plazo, tal vez sea hora de empezar a pensar en tomar pastillas. No lo dice un amigo rockero, ni un gurú de lo light. Lo dice la última edición del “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales”, publicada en 2013 y considerada la Biblia de la psiquiatría, el libro que condensa lo que puede ser (o no) considerado normal.
El mismo manual que da lugar a pensar a una persona muy activa como “hipomaníaca” o a alguien fluctuante como “bipolar”, se mete de lleno en esas zonas borrosas que permiten que casi cualquiera pueda ser clasificado como un caso psiquiátrico por lo menos en algún momento de su vida.
Sin que lo sepamos, la lógica que define este manual se expande entre nosotros silenciosamente, en forma de “sentido común”. Claro que poco hubiese tenido de “común” este sentido, para nuestros abuelos, por ejemplo, acostumbrados a adolecer el tiempo que fuera necesario los ciclos de vida y muerte que signan una existencia. Sin embargo, hoy contamos en parte, gracias a este convincente manual, con un ejército de médicos dispuestos a asegurar con total convicción, que el sufrimiento puede ser estandarizado. Y con sugerencias cotidianas de tomar Rivotril para “bajar un cambio”, casi con la misma frecuencia en que antes se recomendaba tomar té de tilo.
En este contexto, hicieron su entrada triunfal a nuestras vidas pastillas de todos colores y formas que nos permiten creer en la pronta recuperación de un corazón y a veces, de una vida rota: los psicofármacos. Dos de ellos hoy, en nuestro país, tienen el dudoso privilegio de ser parte del ranking de los diez medicamentos más vendidos del país.
El Rivotril y el Alplax son los barbitúricos que comparten lista con las Aspirinetas y el Tafirol, y se abren lugar entre el Ibuprofeno y el Amoxidal, para demostrar que en nuestro país, al parecer, tener un dolor de cabeza es tan común como un trastorno de ansiedad. ¿Es realmente así?
“Alcanza con cruzar números para ver que algo no cierra”, observa Enrique de Rosa Alabaster, médico neurólogo, psiquiatra, y docente de la Universidad de Buenos Aires. “Las estadísticas psiquiátricas indican que sólo entre un cinco y un siete por ciento de la población tienen un trastorno de ansiedad real. ¿Cómo puede haber casi un 40% de la población tomando tranquilizantes?”, se pregunta. La respuesta tiene varios ejes: la liviandad de los diagnósticos, la facilidad con que médicos no especializados los recetan, lo sencillo que es conseguirlos, incluso sin receta y, finalmente, las ganas genuinas de tomarlos.
Hubo un tiempo en que estar triste era parte de la vida. En el que un duelo podía durar meses, la angustia era “existencial” y la sensibilidad una característica personal no cuestionable. El dolor y la pena podían convertirse en motores para el arte, que daba salida sana a emociones intensas y a obras catárquicas luego compartidas por la comunidad. Las religiones, la familia, los vínculos, creaban redes en las que podíamos apoyarnos y esperar a que el dolor simplemente pasara, “porque el tiempo cura todo”. ¿Pero qué pasa cuando el tiempo que cura todo parece ser un lerdo? ¿Cuándo si no la estamos pasando bien “se nos va la vida”? “Hay un poderoso engranaje cultural que nos hace creer la vida está hecha para divertirse y disfrutar y que cualquier otra cosa es perder el tiempo. La vida está llena de momentos complicados que hay que aprender a transitar. Cuando nos negamos a aprender esto, la industria de los psicofármacos comienza a preparar su fiesta”, explica De Rosa. La industria a la que hace referencia el especialista es, llamada por muchos, “carteles narco-legales”. Entres esos especialistas está Allen Frances, el psiquiatra estadounidense que supo ser director de la tercera edición a la que se hace referencia el comienzo de esta nota. En su libro, “¿Somos todos enfermos mentales?”, recientemente editado en la Argentina por la editorial Ariel, Frances hace un “mea culpa” y se sincera con la comunidad médica mundial admitiendo que tal vez, muy probablemente, a la psiquiatría las cosas “se le estén yendo de las manos”. “Estamos permitiendo que el negocio sea más importante que la salud mental”, reflexiona. Son muchos los que creen en el genuino arrepentimiento de Frances por ser cómplice de esta industria en el pasado. Pero son muchos más lo que señalan que en realidad, está resentido por haber quedado fuera del negocio.
Como sea, Frances hace un recorrido por la historia de la creación de dicho manual en 1952 y se permite dudar en voz alta de las razones por las cuales un pequeño tomo con algunas decenas de enfermedades, se convirtió en la monstruosidad que es el editado en 2013. “Si nosotros, que somos los profesionales, confundimos cualquier cosa con una enfermedad psiquiátrica y a todo le atribuimos una solución en forma de pastilla. ¿Qué le queda a la gente común?”, denuncia.
Venta en farmacias. Como cada año, durante 2013, el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos, se encargó de revisar, a modo de muestreo, historias clínicas de cincuenta centros de salud ubicados en Capital y Gran Buenos Aires. En esta revisión, se llegó a la conclusión de muchas muertes por úlceras, deficiencias renales, problemas hepáticos, intoxicaciones y ataques cardíacos, escondían detrás historias de automedicaciones o malas medicaciones, no detectadas a tiempo. “La mayoría por antibióticos, luego, por psicofármacos”, explica Marcelo Peretta, titular del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos. “Gran porcentaje de estos psicofármacos se consiguieron con recetas truchas o sin recetas, en circuitos en los que esto parece ser normal”, explica. En defensa de su gremio, Peretta no duda en aclarar la relación de poder a la que también se ven sometidos quienes trabajan tras el mostrador. “No siempre y casi nunca, los farmacéuticos somos los dueños de las farmacias, no siempre podemos tomar decisiones sobre la venta y la minuciosidad de las recetas”, señala.
Para Claudio Ucchino, presidente del Colegio de Farmacéuticos y Bioquímicos de Capital Federal, es el aumento descontrolado del circuito de venta ilegal lo que hace más fácil que las muertes por intoxicación con medicación ocurran. A pesar de eso, señala a través de los números que maneja su institución que, en el ámbito legal, las cosas no mejoran. “La venta de psicotrópicos que actúan sobre el sistema nervioso central aumentaron desde el 2004 al 2012 un 25%. En ese período, el clonazepam aumentó casi un 106%”, observa alarmado y pronto ofrece una explicación posible. “La moda de apagar los ataques de pánico con esta pastilla ayudó mucho”, observa.
Sin tristeza. “La pérdida de la tristeza y su transformación en un desorden depresivo es algo realmente grave”, observa De Rosa. “Nos estamos perdiendo una información valiosísima cuando negamos o tapamos lo que nos deprime o angustia”, explica. “Es como si tuviéramos un clavo atravesándonos la mano y en vez de observarlo y buscar la forma de sacarlo, queremos encontrar la forma de no sentirlo”, metaforiza. “Cuando nos queremos acordar, no sólo tenemos un clavo en la mano sino también una adicción y una vida en ruinas por no agarrar las cosas a tiempo”, señala.
“Uno escucha a gente que piensa que se siente mal porque está pagando un karma de alguna vida pasada y, en realidad, se sienten mal porque se están drogando, o porque no están tomando las decisiones que tienen que tomar”, explica. “Conozco gente que no quiere estar triste a pesar de haber encontrado al amor de su vida en la cama con otro. Ellos piden de rodillas que los empastillemos, porque es más fácil empastillarse que sentir. Si además estamos avalados por manuales como éstos, están todas las condiciones dadas para crear millones de personas estupidizadas por drogas legales”, concluye.
En lo que respecta a padecer un trastorno mental, según Frances, estamos en la mejor época y en la peor época posible. “Lo mejor es que contamos con medicinas avanzadísimas para tratar enfermedades muy graves. Lo peor es que tratamos en exceso a gente que no lo necesita y dejamos a la deriva a los primeros, solo porque el que verdaderamente los necesita, ‘el loco’, no es el mejor cliente”. Y como si esto no bastara, agrega: “Mientras sigamos permitiendo que la psiquiatría estandarice y sistematice las emociones a este nivel, siempre encontraremos una forma de que más personas que se enfrentan a dilemas comunes de la vida, se convenzan de que necesitan drogas para lidiar con ellos”.
El lado B de los psicofármacos más vendidos
• Detrás de las pastillas más consumidas en la Argentina suele haber otros efectos adversos como desrealización, despersonalización, hiperacusia, amnesia, alucinaciones, irritabilidad y ataques epilépticos.
• La sedación, la incoordinación de movimientos, hipotensión e inestabilidad pueden generar caídas y golpes que terminan con fracturas o lesiones graves.
• El uso a largo plazo puede afectar el sistema cognitivo (la capacidad de pensar), la memoria y se sospecha que algunos, como el Alplax, podrían aumentar gravemente la probabilidad de sufrir mal de Alzheimer.
• Como todos los medicamentos, pueden generar enfermedades hepáticas, renales y gástricas.
Fotos: Thom Sánchez
29.11.2014 | 18:47 |
Casi 4 de cada 10 argentinos toma tranquilizantes; el Rivotril y el Alplax están entre los medicamentos más vendidos. Las drogas que la psiquiatría y la industria farmacéutica convirtieron en habituales.
Por: Denise Tempone
Un mes. Un mes es todo lo que se puede estar triste si se muere un ser querido. Apenas un par de días podemos lamentarnos si nos separamos de un gran amor. Superado ese plazo, tal vez sea hora de empezar a pensar en tomar pastillas. No lo dice un amigo rockero, ni un gurú de lo light. Lo dice la última edición del “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales”, publicada en 2013 y considerada la Biblia de la psiquiatría, el libro que condensa lo que puede ser (o no) considerado normal.
El mismo manual que da lugar a pensar a una persona muy activa como “hipomaníaca” o a alguien fluctuante como “bipolar”, se mete de lleno en esas zonas borrosas que permiten que casi cualquiera pueda ser clasificado como un caso psiquiátrico por lo menos en algún momento de su vida.
Sin que lo sepamos, la lógica que define este manual se expande entre nosotros silenciosamente, en forma de “sentido común”. Claro que poco hubiese tenido de “común” este sentido, para nuestros abuelos, por ejemplo, acostumbrados a adolecer el tiempo que fuera necesario los ciclos de vida y muerte que signan una existencia. Sin embargo, hoy contamos en parte, gracias a este convincente manual, con un ejército de médicos dispuestos a asegurar con total convicción, que el sufrimiento puede ser estandarizado. Y con sugerencias cotidianas de tomar Rivotril para “bajar un cambio”, casi con la misma frecuencia en que antes se recomendaba tomar té de tilo.
En este contexto, hicieron su entrada triunfal a nuestras vidas pastillas de todos colores y formas que nos permiten creer en la pronta recuperación de un corazón y a veces, de una vida rota: los psicofármacos. Dos de ellos hoy, en nuestro país, tienen el dudoso privilegio de ser parte del ranking de los diez medicamentos más vendidos del país.
El Rivotril y el Alplax son los barbitúricos que comparten lista con las Aspirinetas y el Tafirol, y se abren lugar entre el Ibuprofeno y el Amoxidal, para demostrar que en nuestro país, al parecer, tener un dolor de cabeza es tan común como un trastorno de ansiedad. ¿Es realmente así?
“Alcanza con cruzar números para ver que algo no cierra”, observa Enrique de Rosa Alabaster, médico neurólogo, psiquiatra, y docente de la Universidad de Buenos Aires. “Las estadísticas psiquiátricas indican que sólo entre un cinco y un siete por ciento de la población tienen un trastorno de ansiedad real. ¿Cómo puede haber casi un 40% de la población tomando tranquilizantes?”, se pregunta. La respuesta tiene varios ejes: la liviandad de los diagnósticos, la facilidad con que médicos no especializados los recetan, lo sencillo que es conseguirlos, incluso sin receta y, finalmente, las ganas genuinas de tomarlos.
Hubo un tiempo en que estar triste era parte de la vida. En el que un duelo podía durar meses, la angustia era “existencial” y la sensibilidad una característica personal no cuestionable. El dolor y la pena podían convertirse en motores para el arte, que daba salida sana a emociones intensas y a obras catárquicas luego compartidas por la comunidad. Las religiones, la familia, los vínculos, creaban redes en las que podíamos apoyarnos y esperar a que el dolor simplemente pasara, “porque el tiempo cura todo”. ¿Pero qué pasa cuando el tiempo que cura todo parece ser un lerdo? ¿Cuándo si no la estamos pasando bien “se nos va la vida”? “Hay un poderoso engranaje cultural que nos hace creer la vida está hecha para divertirse y disfrutar y que cualquier otra cosa es perder el tiempo. La vida está llena de momentos complicados que hay que aprender a transitar. Cuando nos negamos a aprender esto, la industria de los psicofármacos comienza a preparar su fiesta”, explica De Rosa. La industria a la que hace referencia el especialista es, llamada por muchos, “carteles narco-legales”. Entres esos especialistas está Allen Frances, el psiquiatra estadounidense que supo ser director de la tercera edición a la que se hace referencia el comienzo de esta nota. En su libro, “¿Somos todos enfermos mentales?”, recientemente editado en la Argentina por la editorial Ariel, Frances hace un “mea culpa” y se sincera con la comunidad médica mundial admitiendo que tal vez, muy probablemente, a la psiquiatría las cosas “se le estén yendo de las manos”. “Estamos permitiendo que el negocio sea más importante que la salud mental”, reflexiona. Son muchos los que creen en el genuino arrepentimiento de Frances por ser cómplice de esta industria en el pasado. Pero son muchos más lo que señalan que en realidad, está resentido por haber quedado fuera del negocio.
Como sea, Frances hace un recorrido por la historia de la creación de dicho manual en 1952 y se permite dudar en voz alta de las razones por las cuales un pequeño tomo con algunas decenas de enfermedades, se convirtió en la monstruosidad que es el editado en 2013. “Si nosotros, que somos los profesionales, confundimos cualquier cosa con una enfermedad psiquiátrica y a todo le atribuimos una solución en forma de pastilla. ¿Qué le queda a la gente común?”, denuncia.
Venta en farmacias. Como cada año, durante 2013, el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos, se encargó de revisar, a modo de muestreo, historias clínicas de cincuenta centros de salud ubicados en Capital y Gran Buenos Aires. En esta revisión, se llegó a la conclusión de muchas muertes por úlceras, deficiencias renales, problemas hepáticos, intoxicaciones y ataques cardíacos, escondían detrás historias de automedicaciones o malas medicaciones, no detectadas a tiempo. “La mayoría por antibióticos, luego, por psicofármacos”, explica Marcelo Peretta, titular del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos. “Gran porcentaje de estos psicofármacos se consiguieron con recetas truchas o sin recetas, en circuitos en los que esto parece ser normal”, explica. En defensa de su gremio, Peretta no duda en aclarar la relación de poder a la que también se ven sometidos quienes trabajan tras el mostrador. “No siempre y casi nunca, los farmacéuticos somos los dueños de las farmacias, no siempre podemos tomar decisiones sobre la venta y la minuciosidad de las recetas”, señala.
Para Claudio Ucchino, presidente del Colegio de Farmacéuticos y Bioquímicos de Capital Federal, es el aumento descontrolado del circuito de venta ilegal lo que hace más fácil que las muertes por intoxicación con medicación ocurran. A pesar de eso, señala a través de los números que maneja su institución que, en el ámbito legal, las cosas no mejoran. “La venta de psicotrópicos que actúan sobre el sistema nervioso central aumentaron desde el 2004 al 2012 un 25%. En ese período, el clonazepam aumentó casi un 106%”, observa alarmado y pronto ofrece una explicación posible. “La moda de apagar los ataques de pánico con esta pastilla ayudó mucho”, observa.
Sin tristeza. “La pérdida de la tristeza y su transformación en un desorden depresivo es algo realmente grave”, observa De Rosa. “Nos estamos perdiendo una información valiosísima cuando negamos o tapamos lo que nos deprime o angustia”, explica. “Es como si tuviéramos un clavo atravesándonos la mano y en vez de observarlo y buscar la forma de sacarlo, queremos encontrar la forma de no sentirlo”, metaforiza. “Cuando nos queremos acordar, no sólo tenemos un clavo en la mano sino también una adicción y una vida en ruinas por no agarrar las cosas a tiempo”, señala.
“Uno escucha a gente que piensa que se siente mal porque está pagando un karma de alguna vida pasada y, en realidad, se sienten mal porque se están drogando, o porque no están tomando las decisiones que tienen que tomar”, explica. “Conozco gente que no quiere estar triste a pesar de haber encontrado al amor de su vida en la cama con otro. Ellos piden de rodillas que los empastillemos, porque es más fácil empastillarse que sentir. Si además estamos avalados por manuales como éstos, están todas las condiciones dadas para crear millones de personas estupidizadas por drogas legales”, concluye.
En lo que respecta a padecer un trastorno mental, según Frances, estamos en la mejor época y en la peor época posible. “Lo mejor es que contamos con medicinas avanzadísimas para tratar enfermedades muy graves. Lo peor es que tratamos en exceso a gente que no lo necesita y dejamos a la deriva a los primeros, solo porque el que verdaderamente los necesita, ‘el loco’, no es el mejor cliente”. Y como si esto no bastara, agrega: “Mientras sigamos permitiendo que la psiquiatría estandarice y sistematice las emociones a este nivel, siempre encontraremos una forma de que más personas que se enfrentan a dilemas comunes de la vida, se convenzan de que necesitan drogas para lidiar con ellos”.
El lado B de los psicofármacos más vendidos
• Detrás de las pastillas más consumidas en la Argentina suele haber otros efectos adversos como desrealización, despersonalización, hiperacusia, amnesia, alucinaciones, irritabilidad y ataques epilépticos.
• La sedación, la incoordinación de movimientos, hipotensión e inestabilidad pueden generar caídas y golpes que terminan con fracturas o lesiones graves.
• El uso a largo plazo puede afectar el sistema cognitivo (la capacidad de pensar), la memoria y se sospecha que algunos, como el Alplax, podrían aumentar gravemente la probabilidad de sufrir mal de Alzheimer.
• Como todos los medicamentos, pueden generar enfermedades hepáticas, renales y gástricas.
Fotos: Thom Sánchez
Comentarios
Publicar un comentario