¿Qué quiere decir hoy clase media?



En Clases medias, el historiador Ezequiel Adamovsky y un grupo de colegas en ciencias sociales precisan el alcance del concepto clase media desde diversas disciplinas para cuestionar su lugar en cierta literatura sociológica y ubicarlo más como un operador identitario que afecta a visiones del mundo, estilos de vida, de ocio, de creencias y consumos.

El libro, publicado por la editorial Ariel, cuenta como compiladores también a Sergio Visacovsky y a Patricia Vargas.




martes, 2 de diciembre de 2014

Adamovsky es historiador, graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y autor de una Historia de la clase media argentina. Este es el diálogo que los investigadores sostuvieron con Télam.


Fuente: http://www.marcapolitica.com/2014/12/que-quiere-decir-hoy-clase-media.html

- T : ¿Cómo es posible y de qué manera plantear "nuevos enfoques" sobre la clase media, si cierto sentido común ha dictaminado que la clase social es un concepto poco adecuado a la época?

- Sergio Visacovsky : Ciertamente, existe una gran controversia en las ciencias sociales respecto a la vigencia del concepto de clase social. El mismo persiste en muchos estudios de estratificación social, en aproximaciones que enfatizan ciertas propiedades consideradas objetivas y mensurables (los estudios de mercado son un buen ejemplo de esto). La apelación a un sistema de clasificación de una población determinada es, sin duda, un instrumento poderoso para conocer la distribución de los niveles de ingreso, sus cambios a lo largo del tiempo, etc. Sin embargo, hay al menos X dificultades que se presentan cuando de este uso se pretende pasar a entender comportamientos y creencias de individuos y grupos: a) si se conocen los niveles de ingreso de un determinado sector de una población, es posible inferir potenciales consumos, pero imposible conocer a priori los consumos reales (tanto de bienes como de servicios), ya que estos dependen de aspectos usualmente caracterizados como culturales, adhesiones, definiciones identitarias, pretensiones de distinción social, etc., que sólo pueden estudiarse empíricamente y en sociedades y grupos particulares; b) del mismo modo, aunque los famosos análisis del comportamiento electoral tienden a asociar el voto por determinados candidatos con la “clase social” de los electores, tal explicación (bastante usual en los medios de comunicación) tiende a despreocuparse de aquellos electores que siendo parte de una clase social determinada, optan por candidatos distintos de los que establece la tendencia mayoritaria (de nuevo, hay aspectos complejos y diversos que configuran el voto, el cual no siempre se puede entender concibiendo al elector como “racional”); c) los actores suelen apelar a identificaciones “de clase” que no necesariamente coinciden con las categorizaciones y clasificaciones de los expertos; o incluso pueden apelar a otras formas de identificación y diferenciación social, basadas en cualidades de carácter étnico (ya hasta racistas): en estos casos, los expertos, antes que cuestionar las identificaciones legas, deberían preguntarse el porqué de las mismas. El embrollo es que la noción de clase social se ha fundado históricamente no sólo en que las poblaciones son “clasificables” (o también, “ordenables”, en el sentido que existen ciertas posiciones objetivas, que no dependen de la voluntad de los individuos), que dichas clasificaciones son a la vez “jerarquías”, sino también que se trata de un principio de determinación de conductas y creencias. Como señalamos, a la luz de las investigaciones empíricas (principalmente históricas y etnográficas) esto es insostenible. De lo que se trata es estudiar cómo determinadas condiciones sociales dan lugar o configuran comportamientos, creencias, identidades, etc. En esta dirección, estudiar “clases medias” (en general, y en términos comparativos), y a la “clase media argentina” tiene sentido, en la medida que constituye una apelación identitaria central de una gran parte de nuestra población.

- Ezequiel Adamovsky : Cmparto las prevenciones de Sergio respecto de los usos a veces ingenuos de la categoría de clase. Sin embargo, bien utilizado, para mí sigue siendo un concepto fundamental para el análisis de la realidad. Puntualmente en lo que respecta a la clase media, y sin hacer esto extensivo a las otras clases, creo que no existe como clase social. “Clase media” no remite a un conjunto de personas concretas con características socio-culturales compartidas. Ese tipo de análisis con pretensiones “objetivas”, como decía Sergio, conduce a callejones sin salida. A pesar de su nombre, la llamada “clase media” no es más que una identidad que abraza un conjunto de personas que es tan heterogéneo que no tiene sentido considerarlo una clase. Los nuevos enfoques en el estudio de los sectores medios consisten entonces en comprender los procesos por los que determinados grupos de la sociedad pasan a identificarse como una “clase media”, lo que significa esa identidad en la práctica y las maneras en las que esta identificación afecta la vida social. Nuestro libro apunta a poner en circulación un rico debate internacional que viene habiendo en este sentido, que en el mundo de habla hispana todavía no es lo suficientemente conocido.


- T : Pueden medirse la cantidad de sujetos de clase media por el nivel de ingresos o el tipo de consumo?

- SV : De nuevo, sólo definiendo a priori qué es clase media, qué indicadores conformarían la categoría, es posible proceder a efectuar mediciones. En principio, no se trata de algo objetable: podemos saber cuántas personas tienen un determinado nivel de ingreso, los niveles de escolarización (incluso diferenciando padres de hijos), si determinados niveles han aumentado en número de individuos o ha decrecido, y mucho más. Es un instrumento poderoso, que proporciona información organizada sumamente valiosa, por ejemplo, para el diseño de políticas públicas. Lo que se debe tener en cuenta en estos casos es que estas clasificaciones no se traducen inmediata y automáticamente en comportamientos, identidades y creencias colectivas. La tentación suele ser grande, pero entre la “clase media” como categoría diseñada por los expertos para medir ciertos indicadores, y personas concretas que apelan a la categoría de “clase media” como un medio para identificarse y/o diferenciarse, hay una distancia muy grande. No quiere decir que quienes se asumen como “clase media” no participen de algunas de las características definidas por quienes estudian a la “clase media” como una categoría para medir niveles de ingresos, por ejemplo. Sólo que las personas que se asumen como “clase media” en una sociedad concreta actúan, piensan o ven el mundo de maneras que no pueden ser reductibles a las categorías diseñadas a priori con otros fines.

- T : Como sea, ¿qué se quiere decir hoy cuando se dice "clase media"? ¿Se trata de un concepto "regional" o "universal", o ninguno de los dos, o los dos?

- SV : La pregunta es difícil de responder, porque la respuesta entraña una gran complejidad. Por cierto, la noción de clase media tiene carácter global. Economistas, sociólogos, historiadores, entre otros, la usan para describir y analizar sociedades muy diversas en todo el mundo. Su conformación depende, constituye una expresión del desarrollo del capitalismo, y en especial, ha sido desde el comienzo un verdadero obstáculo para las teorías de las clases sociales, ya sea porque cuestionaba el modelo dicotómico marxista; ya sea porque planteaba el desafío de cómo explicar niveles de ingresos altísimos en ciertos sectores no propietarios, asalariados, que en propietarios de los medios de producción; ya sea porque el vaticinio de la proletarización de gerentes, empleados o profesionales nunca se terminó de cumplir. Desde esta perspectiva, “clase media” aparece como una noción que busca aprehender la realidad de determinados sectores de todas las sociedades capitalistas. Sin embargo, los estudios demuestran que su uso debe ser cuidadoso y controlado, no sólo porque los sectores que integrarían la misma pueden variar de un país o región a otro; sino también porque el sentido o las cualidades que identitarias que la definen, sus adhesiones políticas o sus pautas de consumo son variables. A modo de ilustración, es imposible estudiar a la “clase media” en la Argentina sin referirse al papel jugado por la inmigración europea desde la segunda mitad del siglo XIX, a las concepciones nacionales que enfatizan el lugar de lo “blanco y europeo”, a la movilidad social y a los valores del esfuerzo y el sacrificio, e incluso a las imputaciones críticas a la clase media mediante el discurso público.

- EA : Efectivamente, el concepto “clase media” tiene pretensiones globales. Desde el sentido común se supone que la clase media existe en mayor o menor medida en todas partes y que es algo más o menos parecido. Sin embargo, cuando uno empieza a hilar fino, la comparación se vuelve más complicada. “Clase media” puede agrupar a sectores diferentes en cada país y en cada época. Por ejemplo, en Argentina no incluiríamos a la burguesía dentro de la clase media, mientras que en otros sitios sí lo hacen. En la Francia de 1848 un tendero no era considerado “clase media”, pero cincuenta años más tarde sí lo era. El criterio del nivel de ingreso también es problemático: en un informe que hace un tiempo circuló mucho, el Banco Mundial afirmó que la clase media se había duplicado en América Latina en los últimos diez años. La base de ingresos que tomó para considerar a una persona de clase media era un ingreso de 6 dólares diarios, un límite que puede tener sentido para algunos países de la región, pero ciertamente no para Argentina, donde los trabajadores manuales de menor remuneración –un peón de albañil, una empleada dométistica– ganan más que eso. ¿Quién quedaría entonces en la clase trabajadora? ¿Sólo los indigentes? Es uno de los ejemplos que muestran los callejones sin salida de los enfoques a priori e ingenuamente objetivistas que todavía predominan en muchas disciplinas. Nuestro libro intenta colaborar en la ampliación del debate sobre qué son las clases medias y qué metodologías permiten comprenderlos mejor.

- T : ¿Dejó de ser, como también se dice muchas veces, con diferente rigor, la "clase media" un puente para la movilidad social?

- SV : Un grupo significativo de estudios en los 90 centró su atención tanto en el empobrecimiento de la sociedad argentina (en razón de las políticas económicas que provocaron un crecimiento del desempleo), como del surgimiento de lo que se llamó un sector de “nueva pobreza”, es decir, individuos y familias que se sumaron a la “vieja pobreza” más estructural, proviniendo precisamente de los sectores que usualmente se definieron como “clase media”, esto es, por sus antiguos niveles de ingreso, sus ocupaciones, su capital cultural, sus aspiraciones, etc. Especialmente durante la crisis del 2001-2002, una inquietud que prevaleció fue si la Argentina “recuperaría los niveles históricos de su clase media”, que la habrían distinguido durante gran parte del siglo XX de la mayor parte de los países latinoamericanos. Los años siguientes mostraron, a su vez, una rápida recuperación y un crecimiento (por ejemplo, los informes del Banco Mundial han puesto especial atención en este punto, como modo de demostrar el éxito o fracaso de determinadas políticas económicas). De nuevo, las categorías diseñadas para medir la realidad miden lo que la categoría busca medir. En este sentido, gran parte de las políticas públicas buscaron incluir a numerosos sectores que estaban excluidos del acceso al mercado de trabajo, o de la educación superior universitaria, y por ende a ciertos bienes y servicios. Pero desde una perspectiva más compleja, el estudio de la movilidad social no está separado del abordaje de las dimensiones culturales y simbólicas. Participar del espacio de la clase media en la Argentina no constituye un asunto sólo de movilidad social (ocupación, mejores ingresos, por ejemplo, en particular de los hijos respecto a los padres). La admisión en la “clase media” es un asunto que se juega cotidianamente, contextualmente, y que demanda alguna forma de disputa al tiempo que principios de admisión, permanencia o rechazo. Asuntos tales como los usos del espacio urbano, la localización residencial o los desplazamientos en busca de trabajo, educación u ocio son cruciales para entender la complejidad de esta cuestión.

- T : Los canales de ascenso a la clase media ¿han sido históricamente los mismos? En este momento, ese "destino" ¿implica siempre al trabajo como el operador clave o existen otros elementos?

- PATRICIA VARGAS: Las narrativas de ascenso a través de la educación y el trabajo continúan teniendo una centralidad clave cuando las personas explican un derrotero de movilidad ascendente considerado legítimo. Esto implica cuestiones diversas: por un lado, que hay modos y vías de acceso considerados no legítimos o inmorales, tales como el enriquecimiento inapropiado por medios corruptos o no meritocráticos; y que diferencian un ascenso meritorio de uno que no lo es. Por otra parte hemos podido registrar un cambio cultural en torno a la idea de trabajo: si bien se continúa invocando el trabajo duro y el esfuerzo como vías para el ascenso, se viene asociando fuertemente a la idea de realización personal, placer y pasión. En este sentido, por ejemplo, el emprendedurismo (en su doble dimensión de valor moral y de identidad social) devienen en dispositivos para pensar tanto la transformación individual como el cambio social, en un proceso cultural de articulación que parece conciliar el progreso económico y la dimensión espiritual en sus niveles individuales, relacionales y colectivos.

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