Lo que Martinez de Hoz nos dejó

"En el verano de 1976, "Josecito" -tal como sus allegados llamaban a Martínez de Hoz- participaba de un safari en Africa. El tipo era un cultor de la cacería a cuchillo; es decir, solía degollar a sus presas. En tales circunstancias, supo de su nombramiento como ministro de Economía del régimen dictatorial a punto de instaurarse. Y voló con urgencia a Buenos Aires. Pero su debut en el cargo se vio empañado por una inesperada desdicha: la muerte de su padre."

El legado de Martínez de Hoz


Por Guillermo Levy *

Este título podría remitirnos a la eliminación del impuesto a la herencia que hizo el ministro de Economía de la dictadura genocida Martínez de Hoz el día en que murió su padre. Sin embargo, me refiero a otra herencia que nos dejó el ministro. Unas de las herencias más eficientes de nuestro genocidio reciente. Este legado no se contabiliza en cantidad de muertos, ni cifras de endeudamiento externo. Este legado permeó el sentido común de una parte no menor de la población argentina.

Una cantidad de supuestos sobre nuestra vida económica y social tomaron impulso en 1976 y tuvieron como correa de transmisión una cantidad de intelectuales, que en el sentido gramsciano del término, no necesitaban títulos universitarios para serlo. Periodistas, empresarios, funcionarios y un ejército enorme de reproductores de relatos fueron educándonos en una forma de entender la Argentina.

La Argentina que nacía en ese golpe, y que delimitaba el ministro de Economía en su discurso inaugural del 2 de abril de 1976, terminaría para siempre con la Argentina “cerrada, ineficiente, inflacionaria y artificial” que había nacido al calor del primer peronismo.

La Argentina del desarrollo industrial, la Argentina de un movimiento obrero con capacidad de veto y la Argentina de un Estado interventor que no fuera solo ejecutor de los intereses del establishment, era la Argentina a aniquilar en 1976. El genocidio tuvo eso como finalidad central. Ese exterminio necesario para convertirnos en un país dócil a nuestras clases dominantes –que también se reconfiguraron en esos ocho años en un sector mucho más concentrado, diversificado y con fuertes vínculos con el capital financiero– tuvo, en su tarea de construcción de nuevas hegemonías, una gran tarea pedagógica cuyos voceros de hoy se convierten, más allá de su voluntad y de su opinión del pasado dictatorial, en los herederos más nocivos del genocidio y de uno de sus legados más importantes y perdurables.

La dictadura produjo enormes transformaciones económicas y sociales, y en ese plano también cambios culturales a partir de la difusión masiva de ciertos supuestos que, si bien existían antes de 1976, su reproducción se convirtió en política oficial que cimentó las transformaciones económicas, que posibilitaron la hegemonía por muchos años de la ideología neoliberal. Desde fines de los ochenta hasta la explosión social de diciembre del 2001.

Este legado de Martínez de Hoz en formas de relatos podrían ser:

1. El desarrollo industrial de la Argentina es artificial. La industria sólo existe porque hay un Estado que la protege de la competencia externa y que posibilita que ésta use las divisas que produce el único sector realmente competitivo de la economía: el agro.

2. Esta industria nacional es ineficiente y cara. La sociedad la financia pagando más caro productos que puede comprar importados más baratos. También la financia con subsidios, exenciones impositivas que siempre castigan al común de la gente y al sector agropecuario, que es el único que genera divisas que se usan para ese desarrollo.

3. Este modelo industrial, artificial, caro e ineficiente se sostiene con un Estado “populista”. Un Estado con un excesivo gasto público para mantener alto el empleo público, que también se transforma en clientela política. Un alto gasto público para mantener un consumo alto de los sectores populares. Consumo que no es fruto de la productividad de los mismos, sino del uso irresponsable de recursos producidos por los sectores sí realmente productivos.

4. Este Estado también sostiene, decían entonces, empresas públicas como trenes, aviones, gas, luz, teléfonos y petróleo que son ineficientes y que insumen una enorme cantidad de fondos en su mantenimiento. Además son un botín de los gobiernos de turno. El Estado no tiene que ocuparse de cosas que la actividad privada hace mejor a partir de un nacionalismo impostado que no permite un auténtico desarrollo, que sólo puede venir de las inversiones –sobre todo extranjeras– que van a aterrizar solo en países en que les garanticen reglas claras. Acá nace la idea, en forma de sentido común, acerca de la “seguridad jurídica” para las inversiones que no hay que ahuyentar de ninguna manera.

5. Por último, todo este modelo cerrado, improductivo, costoso, que genera situaciones de bienestar artificial y sobre todo inflación, se sostiene con un sindicalismo poderoso, que mantiene un nivel salarial incompatible con las necesidades de las empresas de ganar, invertir y mejorar la productividad para ser competitivas nacional e internacionalmente, cosa que a la larga va a redituar a todos, como plantea didácticamente la teoría del derrame, tan popular en los ochenta y noventa.

Estos supuestos, bases del pensamiento neoliberal en la Argentina que se empieza a difundir masivamente en medio del genocidio y se vuelve hegemónico en los noventa, hoy funcionan como la base de la lectura de la realidad y de la historia reciente que sigue convenciendo mucho y a muchos. El triunfo parcial de esa mirada sobre la Argentina tiene una relación de sangre directa con los miles de desaparecidos, relación que nunca asumirán los que hoy esmeradamente buscan asustarnos de la mano de empresarios y funcionarios europeos, acerca de los peligros del populismo, de la soberanía estatal, o de las inversiones que se escaparán.

El proyecto de expropiación de YPF es un movimiento fuerte que más allá de los dólares en juego y de los límites que tenga, marca un ataque a esa mirada y representa un intento por revertir un modelo de Estado que solo se limite a gerenciar los intereses del capital.

Las clases dominantes, productoras de golpes de Estado, matanzas, fugas de capitales y crisis recurrentes, pero nunca del todo identificadas por la población, seguramente están alertas. Tienen sus periodistas de grandes medios como voceros a su servicio, sus dirigentes políticos, sus representantes extranjeros y también tendrán sus agentes en la estructura estatal. Saben que esta medida, más allá de que algunos de ellos también se beneficien, revierte –tanto en lo económico como en lo político y en lo cultural– el legado dictatorial que supieron construir tanto como muchos fallos judiciales condenatorios de represores.

Los herederos de Martínez de Hoz tienen una voz poderosa, nos ponen acríticamente en contra del límite a las importaciones, nos tratan de convencer de lo tremendo de controlar la circulación y fuga de divisas, siempre apelando a ejemplos puntuales posiblemente lógicos, y ahora están desesperados por mostrarnos la tragedia que sobrevendrá cuando el Estado coadministre la principal empresa energética. Por suerte, por más que están ahí, en nuestra pantalla y diarios, hoy por hoy y desde hace algunos años vienen perdiendo posiciones en el sentido común. Su prédica ya no es todopoderosa, por lo tanto ellos tampoco lo son.

* Docente de la carrera de Sociología; investigador de la Untref.
https://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-192880-2012-04-28.html





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Macri, Trump, Martínez de Hoz y el blanqueo de capitales

REDACCIÓN 16/12/2016 - 01.07.HS
Ricardo Ragendorfer*

Durante la última dictadura Martínez de Hoz derogó el impuesto a la herencia. El Presidente Macri ¿se habrá inspirado en el ex ministro, y amigo de su padre Franco, para incluir en el blanqueo de capitales a los familiares de los funcionarios públicos?
El decreto que permitió al padre del presidente Macri -y otros familiares de funcionarios- blanquear capitales tiene un antecedente: Martínez de Hoz, ministro de la dictadura, impulsó la derogación de la ley que gravaba las herencias 48 horas después de la muerte de su padre, el 29 de marzo de 1976, argumentando que así se "fortalecerá la unidad de la familia, espina dorsal del cuerpo social". Ya en democracia, Martínez de Hoz intercedió por Franco y Mauricio Macri ante Rockefeller para reflotar un negocio inmobiliario en Nueva York junto a Donald Trump, hoy presidente de los EE.UU.

Denuncias penales.
"Estoy retirado. Yo no soy nadie". Una frase digna de Shakespeare, pero destinada a una puesta en escena de bajo presupuesto. De hecho, resultó muy pintoresco que fuera pronunciada en una entrevista con el cura Juan Carlos Molina -secretario de la Sedronar durante el kirchnerismo- para el programa Derribando Muros, de Radio Rebelde, una emisora vinculada al piquetero Luis D'Elía.
El anciano patriarca del Grupo Socma replicó así las insidiosas afirmaciones que lo describían como principal beneficiario del decreto suscrito por su hijo, el Presidente de la Nación, para habilitar el blanqueo de capitales a familiares de funcionarios, algo expresamente vedado por la Ley de Sinceramiento Fiscal, votada cuatro meses antes. Ya se sabe que don Franco tiene algunos asuntos offshore en Bahamas y Panamá.
De modo que el Frente Para la Victoria y Libres del Sur hicieron sendas denuncias penales contra Mauricio Macri, Marcos Peña Braun y Alfonso Prat Gay por "abuso de autoridad" y presentaron una cautelar para declarar la "inconstitucionalidad" de esa modificación. A su vez, el massismo propuso una comisión bicameral en el Congreso y el resto del arco opositor salió a repudiar el decreto. Mientras tanto, se desataba una grave crisis en la alianza gobernante por diferencias con la UCR y la Coalición Cívica, puesto que la exclusión de los parientes había sido condicionada precisamente por sus líderes.
Esa es la primera cuota que Macri tuvo que pagar por su notable innovación institucional: haber convertido la fortuna del papá en una política de Estado. Una osadía casi monárquica que, por cierto, reconoce un único antecedente en la historia argentina. Su hacedor: José Alfredo Martínez de Hoz.

La herencia recibida.
En el verano de 1976, "Josecito" -tal como sus allegados llamaban a Martínez de Hoz- participaba de un safari en Africa. El tipo era un cultor de la cacería a cuchillo; es decir, solía degollar a sus presas. En tales circunstancias, supo de su nombramiento como ministro de Economía del régimen dictatorial a punto de instaurarse. Y voló con urgencia a Buenos Aires. Pero su debut en el cargo se vio empañado por una inesperada desdicha: la muerte de su padre.
El viejo José Alfredo -todos los primogénitos de la estirpe se llaman así- exhaló su último suspiro el 26 de marzo de ese año, a solo semanas de cumplir 80 primaveras. Y al día siguiente, fue inhumado en la Recoleta ante una sobria concurrencia en cuya indumentaria prevalecían trajes negros, tapados de piel, uniformes y sotanas. El hondo pesar por semejante pérdida quedó plasmado en la kilométrica lista de condolencias que publicó aquel miércoles el diario La Nación. No era para menos.
Ese hombre de linaje patricio era bisnieto de don José (a secas) Martínez de Hoz -el ganadero esclavista que inició la dinastía-, nieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina (SRA) e hijo del José Alfredo que alternó el manejo de aquella central agropecuaria con la presidencia del Banco Provincia. Y él, formado en el prestigioso Eton College, de Londres, era propietario del haras Chapadmalal y administrador de los campos familiares, además de integrar el directorio de La Forestal, entre otras grandes empresas. Al mismo tiempo fue vicepresidente de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap), luego, titular de la Asociación de Criadores Argentinos y, finalmente -al igual que sus antepasados-, presidió la Sociedad Rural Argentina. De su unión con la señora Carola Cárcano, nació en 1925 su único hijo, el futuro ministro.
Este, graduado en derecho con las mejores calificaciones -y con posgrados en Cambridge y Florencia-, se volcó a los negocios familiares, diversificando el rubro terrateniente con empresas eléctricas, de acero, petróleo y seguros. A la vez, incursionó en la función pública como ministro de Economía de Salta durante la Revolución Libertadora y, en 1962, ocupó ese mismo cargo a nivel nacional en la presidencia de José María Guido. Ya a mediados de los '70, fue la cara visible del Consejo Empresario Argentino, desde donde diseñó el plan económico de la dictadura.
Ahora, ante el ataúd de don José Alfredo, un devastado Josecito ideó a modo de homenaje una medida de gobierno que "fortalecerá la unidad de la familia, espina dorsal del cuerpo social". Tales fueron las palabras que utilizó el 29 de marzo de 1976 para fundamentar la derogación de la ley 11.287 -sancionada durante el gobierno de Alvear-, que estipulaba un canon al "enriquecimiento patrimonial gratuito" y destinado al "tesoro escolar". En otras palabras, a solo 48 horas de la muerte de su padre -cuyo testamento fue muy generoso con él-, Martínez de Hoz no dudó en borrar de un plumazo el impuesto a la herencia. El momento, claro, no pudo ser más oportuno.
Desde entonces transcurrieron cuatro décadas. Al respecto, un interrogante: ¿Macri habrá tenido en mente tal historia al estampar su rúbrica en ese decreto tan a la medida su propio padre? Sólo él lo sabe.

Al maestro con cariño.
"Nuestro programa económico consiste en manejar la inflación, el endeudamiento externo y la recesión. Esa base apunta a reinsertar al país en la economía internacional, según las ventajas que ofrece el campo y la minería. En ese marco no favorable a la industrialización como núcleo dinámico de la economía, las inversiones extranjeras son un elemento esencial para reducir el costo social del proceso de capitalización y acelerar su tasa de crecimiento". No sería extraño que Macri lo hubiera dicho, aquellas palabras fueron en realidad pronunciadas por Martínez de Hoz el 2 de abril de 1976, al dar a conocer su plan de gestión por cadena nacional.
Es posible que tales definiciones agradaran de sobremanera a un ascendente empresario de 46 años. Su nombre: Franco Macri. Su historia es conocida, y también, el motor de su éxito: los negocios con el Estado -en especial, los referidos a la obra pública- durante la dictadura. Fue cuando, además, entabló una provechosa relación personal con Martínez de Hoz. Y a pesar de que ambos eran -desde el punto de vista cultural y social- como el agua y el aceite, tenían intereses en común. Tanto es así que aquella amistad perduró a través del tiempo
Prueba de ello es una vieja trama que circuló profusamente en estos días, a propósito del triunfo electoral de Donald Trump: las extravagantes peripecias neoyorkinas del joven Mauricio en 1983, al ser enviado a Nueva York por su padre para enderezar un complicado emprendimiento inmobiliario con el ahora presidente electo de Estados Unidos. Un negocio que también incluía -en calidad de inversionista- al poderosísimo zar del Chase Manhattan Bank, David Rockefeller, quien, de pronto, se echó atrás. Fue entonces cuando entró a tallar la figura de Martínez de Hoz, por pedido de Franco, a sabiendas de su vínculo amistoso con el banquero.

Gestión de amigo.
Ya había vuelto la democracia cuando el ex ministro de Economía viajo de incógnito a Nueva York para destrabar el acuerdo. A tal efecto, se alojó en la residencia campestre de Rockefeller, y por días enteros lo instó a reconsiderar la cuestión. Pero su único logro fue que Mr. David se comunicara por teléfono con Franco para decir que no podía reflotar el proyecto.
El asunto saltó a la luz en 1991 a través del libro Trump: The Greatest Show on Earth, de Wayne Barrett. En 2005, el propio Mauricio reveló su rol en las negociaciones durante una entrevista con TyC Sports. Y tres años más tarde amplió ese relato ante Gabriela Cerruti, durante su investigación biográfica titulada El Pibe.
El ex ministro de la dictadura murió el 16 de marzo de 2013. Tal vez para homenajearlo, el presidente Macri tuvo la gentileza de nombrar a su hijo -también llamado José Alfredo- como asesor jerárquico del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial. Al parecer, aún continúa en su puesto.
En tanto, todo indica que -desde diciembre de 2015- el espectro de su padre atraviesa los pasillos de la Casa Rosada como una ráfaga apenas disimulada. Los efectos están a la vista. (Nuestras Voces).
*Periodista, escritor. Autor de "La bonaerense", "La secta del gatillo" y "A pura sangre" entre otros libros.

https://www.laarena.com.ar/opinion/2016-12-16-4-7-34-macri-trump-martinez-de-hoz-y-el-blanqueo-de-capitales

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