Adios a la verdad - Gianni Vattimo
JACOBO MUÑOZ | 28/01/2011 | Edición impresa
Gianni Vattimo. Foto: Carolyn /Paidós
Hay quienes han muerto por la verdad y quienes han dedicado su vida a combatirla. Otros, como Schopenhauer, llegaron a considerar el amor a la verdad como “algo aterrador y violento”. Y no han faltado quienes la han asumido como revolucionaria o liberadora. A todos ellos habría que añadir a quienes, asumiendo el legado de Nietzsche, han preferido situarse “más allá” de la verdad. Entre estos últimos hay que situar a Gianni Vattimo (Turín, 1936), el pensador más representativo -y prolífico- del envite posmoderno.
Consciente de que “el desafío de la verdad” sigue más vivo de lo que a simple vista podría parecer, Vattimo da hoy un paso adelante y opta por dedicar un apasionado volumen a la nada fácil tarea de minar cualquier posible pretensión de validez objetiva a lo que durante siglos se llamó “verdad”. Por de pronto, en el terreno social y político, en el que en nombre de nuestras “democracias pluralistas” tendríamos que renunciar “a todas las pretensiones de basar la política en un saber científico, aunque sea el de la economía y la técnica”, en aras de una deseable limitación a la búsqueda de acuerdos y consensos frágiles. O a la práctica, si se prefiere, de un diálogo social e intercultural abierto y sin condiciones. Pero también en el del conocimiento científico, donde, en contra de lo que podría parecer, la renuncia a la verdad sería más fácil, dado que la ciencia “no piensa”, como bien enseña Heidegger. Y, desde luego, también en el religioso.
http://www.elcultural.es/revista/letras/Adios-a-la-verdad/28594
A pesar de su sonado reencuentro reciente con el catolicismo, este Vattimo crepuscular no duda, situándose más cerca de la secta heideggeriana que de Benedicto XVI, en afirmar que “solo un Dios relativista podría aún salvarnos”. Es decir, no ese Dios que mantiene “unido” el mundo, no esa “luz divina de la razón” que “debe recobrar su fuerza efectiva en el seno de la Humanidad” una y otra vez invocada por un Ratzinger consciente siempre de “la necesidad de una relación correlativa entre Razón y Fé”, sino un Dios hermeneútico. Y ahí es donde habría que situar la cuestión.
La renuncia a toda aspiración a verdad y objetividad por parte del conocimiento humano sitúa a Vattimo en el corazón de la en algunos medios todavía influyente “epistemología hermeneútica”, defensora de tesis como la de que toda realidad no es sino creación subjetiva, socialmente compartida. O la de la irrelevancia de la evidencia empírica y la justificación lógica, que aconsejaría sustituir el estudio de la razones epistémicos por la atención a las causas fácticas del conocimiento e incluso abandonar el supuesto central de un mundo causal objetivo, independiente de los deseos y los acuerdos de los agentes cognitivos. O, por supuesto, la de la erradicación de la idea misma de verdad concebida como el establecimiento de relaciones objetivas expresables en leyes con vistas a la “liberación” de la humanidad de esa presunta tiranía. La verdad sería materia de una “política” similar, por ejemplo, a la “política del gusto”. En la medida en que esta epistemología constructivista cuestiona la prioridad o incluso la preexistencia del objeto material del conocimiento, problematiza la noción misma de realidad.
Convendría subrayar que esta reivindicación del relativismo es hecha por Vattimo en nombre del respeto debido a la realidad del actual pluralismo social y al imperativo de la tolerancia. Su intención no sería, pues, otra que la de sustraer “cualquier posible legitimidad a todas las políticas que piensan que pueden aceptar límites a la libertad o a los intereses de todos”. Por otra parte, el Dios hermeneútico al que apela Vattimo no sería “una entidad metafísica dotada de forma objetiva”, sino que remitiría más bien a un problema que “debemos plantearnos” a la luz de las condiciones y exigencias del momento histórico que nos ha tocado vivir. Se trataría, en definitiva, de superar todo monoteísmo metafísico Va de suyo que Vattimo toca, a veces con trampa, cuestiones que afectan al núcleo duro de nuestra época. Y que su propuesta relativista coincide con un momento de endurecimiento evidente de los mecanismos fácticos de nuestro mundo. Pero su habilidad sofística no debería llevarnos a olvidar que ni todo pensamiento “fuerte” es dogmático y represivo, ni todo pensamiento “débil” es liberador. Es mas, en no pocas ocasiones ocurre lo contrario.
Infatigable, Vattimo acaba de publicar Verdad o fe débil (Paidós, 2011) un Diálogo sobre cristianismo y relativismo mantenido con René Giraud a vueltas con muchos temas tratados en este volumen. El italiano lo deja claro: “No decimos que estamos de acuerdo cuando hemos encontrado la verdad, sino que decimos que hemos encontrado la verdad cuando nos hemos puesto de acuerdo”. El 10 de febrero Vattimo presenta en España Adiós a la verdad.
Gianni Vattimo. Foto: Carolyn /Paidós
Hay quienes han muerto por la verdad y quienes han dedicado su vida a combatirla. Otros, como Schopenhauer, llegaron a considerar el amor a la verdad como “algo aterrador y violento”. Y no han faltado quienes la han asumido como revolucionaria o liberadora. A todos ellos habría que añadir a quienes, asumiendo el legado de Nietzsche, han preferido situarse “más allá” de la verdad. Entre estos últimos hay que situar a Gianni Vattimo (Turín, 1936), el pensador más representativo -y prolífico- del envite posmoderno.
Consciente de que “el desafío de la verdad” sigue más vivo de lo que a simple vista podría parecer, Vattimo da hoy un paso adelante y opta por dedicar un apasionado volumen a la nada fácil tarea de minar cualquier posible pretensión de validez objetiva a lo que durante siglos se llamó “verdad”. Por de pronto, en el terreno social y político, en el que en nombre de nuestras “democracias pluralistas” tendríamos que renunciar “a todas las pretensiones de basar la política en un saber científico, aunque sea el de la economía y la técnica”, en aras de una deseable limitación a la búsqueda de acuerdos y consensos frágiles. O a la práctica, si se prefiere, de un diálogo social e intercultural abierto y sin condiciones. Pero también en el del conocimiento científico, donde, en contra de lo que podría parecer, la renuncia a la verdad sería más fácil, dado que la ciencia “no piensa”, como bien enseña Heidegger. Y, desde luego, también en el religioso.
http://www.elcultural.es/revista/letras/Adios-a-la-verdad/28594
A pesar de su sonado reencuentro reciente con el catolicismo, este Vattimo crepuscular no duda, situándose más cerca de la secta heideggeriana que de Benedicto XVI, en afirmar que “solo un Dios relativista podría aún salvarnos”. Es decir, no ese Dios que mantiene “unido” el mundo, no esa “luz divina de la razón” que “debe recobrar su fuerza efectiva en el seno de la Humanidad” una y otra vez invocada por un Ratzinger consciente siempre de “la necesidad de una relación correlativa entre Razón y Fé”, sino un Dios hermeneútico. Y ahí es donde habría que situar la cuestión.
La renuncia a toda aspiración a verdad y objetividad por parte del conocimiento humano sitúa a Vattimo en el corazón de la en algunos medios todavía influyente “epistemología hermeneútica”, defensora de tesis como la de que toda realidad no es sino creación subjetiva, socialmente compartida. O la de la irrelevancia de la evidencia empírica y la justificación lógica, que aconsejaría sustituir el estudio de la razones epistémicos por la atención a las causas fácticas del conocimiento e incluso abandonar el supuesto central de un mundo causal objetivo, independiente de los deseos y los acuerdos de los agentes cognitivos. O, por supuesto, la de la erradicación de la idea misma de verdad concebida como el establecimiento de relaciones objetivas expresables en leyes con vistas a la “liberación” de la humanidad de esa presunta tiranía. La verdad sería materia de una “política” similar, por ejemplo, a la “política del gusto”. En la medida en que esta epistemología constructivista cuestiona la prioridad o incluso la preexistencia del objeto material del conocimiento, problematiza la noción misma de realidad.
Convendría subrayar que esta reivindicación del relativismo es hecha por Vattimo en nombre del respeto debido a la realidad del actual pluralismo social y al imperativo de la tolerancia. Su intención no sería, pues, otra que la de sustraer “cualquier posible legitimidad a todas las políticas que piensan que pueden aceptar límites a la libertad o a los intereses de todos”. Por otra parte, el Dios hermeneútico al que apela Vattimo no sería “una entidad metafísica dotada de forma objetiva”, sino que remitiría más bien a un problema que “debemos plantearnos” a la luz de las condiciones y exigencias del momento histórico que nos ha tocado vivir. Se trataría, en definitiva, de superar todo monoteísmo metafísico Va de suyo que Vattimo toca, a veces con trampa, cuestiones que afectan al núcleo duro de nuestra época. Y que su propuesta relativista coincide con un momento de endurecimiento evidente de los mecanismos fácticos de nuestro mundo. Pero su habilidad sofística no debería llevarnos a olvidar que ni todo pensamiento “fuerte” es dogmático y represivo, ni todo pensamiento “débil” es liberador. Es mas, en no pocas ocasiones ocurre lo contrario.
Infatigable, Vattimo acaba de publicar Verdad o fe débil (Paidós, 2011) un Diálogo sobre cristianismo y relativismo mantenido con René Giraud a vueltas con muchos temas tratados en este volumen. El italiano lo deja claro: “No decimos que estamos de acuerdo cuando hemos encontrado la verdad, sino que decimos que hemos encontrado la verdad cuando nos hemos puesto de acuerdo”. El 10 de febrero Vattimo presenta en España Adiós a la verdad.
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