La representación (en PanamáRevista)

“No pueden representarse a sí mismos, deben ser representados”.
Karl Marx





02/03/2015

FIN DE CICLO Y ENIGMA DE LA REPRESENTACIÓN

Por Agustín Cosovschi :: @cosovschi
http://panamarevista.com/2015/03/02/fin-de-ciclo-y-enigma-de-la-representacion/

El sentido de nuestra época descansa sobre un misterio: el de los mecanismos a veces indescifrables de la representación política en una Argentina destruida y vuelta a levantar. ¿A quién representar, y cómo? Nacido hace una década bajo el signo de esta pregunta, el tardokirchnerismo cierra un ciclo de vida con la puesta en escena de una tentativa de respuesta. La vemos cifrada en la movilización que se realizó hacia el Congreso para acompañar la apertura de las sesiones legislativas del año 2015, donde una masa de personas envueltas en el folklore de la lealtad fue a respaldar a Cristina Fernández de Kirchner durante su último año de gobierno.
El clima festivo y la masividad de la convocatoria en el Congreso no sólo indican que el kirchnerismo sigue dominando las técnicas de la movilización popular, sino también que no tiene ninguna intención de abandonar la calle, ese campo de batalla que vio disputado en la marcha opositora del último 18 de febrero. La guerra de los números es tan implacable como irresoluble, y probablemente las estimaciones luchen durante las próximas horas, sobrecargadas hacia los cientos y disminuidas hacia las decenas de miles. Pero, más que un problema, la virtual imposibilidad de acordar una cifra será el síntoma de una virtud de nuestra coyuntura: el hecho incuestionable de que, aunque la calle y las urnas puedan a veces estar en desacuerdo, la política en nuestro país sigue conceptualizando la fuerza de la movilización como una clave importante de legitimación. Las últimas semanas prueban que la democracia argentina transita una época de vigor, mal que le pese a los teóricos de ese oxímoron que es el golpe blando, pero también a aquellos que desde otras tribunas pronostican un 18 de Brumario vernáculo.
Un discurso de más de doscientos minutos en la apertura de sesiones demostró que, además de gozar de buena salud, la democracia argentina tiene la virtud de la paciencia. En una exposición poco ordenada, con tramos llenos de tecnicismos confusos y accesos de furia teledirigidos, la Presidente dio el discurso que esperaban unos y otros: un listado exhaustivo de los logros de la década, reivindicación que fue casi tan sistemática como la omisión de las deudas pendientes. Entre las ambiguedades del discurso de apertura de sesiones más largo de la última década, sin embargo, quizás deba leerse ante todo la codificación de un mensaje de retirada: el espaldarazo al ministro de la buena gestión con el anuncio de una nacionalización ferroviaria de proporciones históricas dejó opacado al gobernador naranja, apasionado por los problemas de la gente; mientras tanto, la interpelación desafiante al porteño que decidió abrazar las banderas del peronismo a última hora parece indicar que la jefa del kirchnerismo está dispuesta a reconocer un solo interlocutor entre sus enemigos. De desarrollarse esta lógica hasta el final, la ecuación arrojaría un resultado leninista de cara a las elecciones de octubre: la consigna sería entonces dar un paso atrás para luego dar dos hacia adelante, es decir ceder el país para conservar el liderazgo.
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Pero la lógica del marxismo es incluso más explicativa que la época. La gimnasia militante y la convicción organizada en la calle de este domingo confirman que, aunque parezca dispuesto a abjurar de las mayorías electorales, el kirchnnerismo no renuncia en cambio a ensayar una respuesta identitaria al enigma que lo vio nacer en 2003: a la pregunta dilemática por el quién de la representación, ahora el kirchnerismo responde que existe el kirchnerista. El ciclo actual deja como saldo la construcción de un sujeto político activo, surgido ante todo de las clases medias progresistas y las clases populares territorializadas. En los restos sin asimilar de un sistema formal resquebrajado hace una década, el gobierno encontró sujetos desterrados a quienes ofrecer la carta de la representación política, un blend de actores desposeídos de representación ideológica en los partidos tradicionales y actores despojados de representación formal de las estructuras gremiales. La alianza defensiva del peronismo clásico, reversionada con los acordes de la teórica piquetera de principios del nuevo siglo. Pierre Bourdieu habló alguna vez de las homologías de posición para explicar la afinidad que podía conectar políticamente a las clases medias, subalternas en el campo simbólico, con las clases populares, subalternas en el campo económico. Quizás algo de esta dinámica explique la alquimia social que consiguió maquinar el kirchnerismo bajo la imagen del reparador de injusticias. Sin embargo, esta imagen, como casi todos los productos de la época, se destina mayormente al consumo interno y el hecho más destacado es que el propio kirchnerismo cierre su ciclo convencido de ser el gobierno de los condenados de la Tierra, ciego ante la imagen que le devuelve el espejo de su propia narrativa combatiente.
El problema es que la lealtad de sus soldados se medirá en los tiempos más difíciles. Algunos están convencidos de que la Presidente ha aceptado la hipótesis arriesgada de que apostar a una derrota y perder es en realidad una forma alternativa de ganar. Se ha extendido la idea de que un sector del kirchnerismo propone esa salida, aunque es difícil a esta hora saber cuántos de sus generales estarían de acuerdo. Lo que sí puede preverse es que un calendario electoral intenso como el argentino tendrá efectos corrosivos sobre las lealtades existentes. Más de un militante popular está pensando en vestirse de burócrata pejotista. Por fortuna, como recordó esta tarde la Presidente, podrá aprovechar el programa Ahora 12 para comprarse la pilcha.
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Fotos de Paula Imperatore.

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