En busca de un nuevo héroe por ApuntesDiscontinuos
LUNES, 11 DE MAYO DE 2015
La semana pasada estuvo teñida por la hipocresía en defensa de la ancianidad por parte de aquellos que se apropiaron de los fondos de los jubilados para realizar suculentos negocios con las AFJP. Ellos, que celebraron la reducción de jubilaciones y pensiones en un 13 por ciento, ahora pretenden convertir en joven dinámico a un nonagenario que insiste en permanecer en un cargo de vital importancia. Ellos, que fueron cómplices y beneficiarios de la dictadura, ahora denuncian torturas. Ellos, que trataron de desacreditar a Cristina en cada una de sus células, salen en defensa de Carlos Fayt ante los cuestionamientos oficiales sobre su salud. Sólo falta que traten de reeditar el éxito de la marcha de los paraguas con una manifestación ciudadana a favor del casi centenario Supremo. Como antesala de esto, se difundió un mensaje de tres minutos grabado por el ministro como si fuera un patético certificado de supervivencia; como si su capacidad de hablar fuese suficiente para demostrar su aptitud para el lugar que ocupa, cuando, en realidad, parece convertirlo en un fenómeno de feria.
Una nueva operación que trata de ocultar el fracaso de Lodenisman, que ya está cercano. En menos de una semana, los peritos médicos y criminalistas dictaminarán la muerte del fiscal como suicidio, aunque cabe esperar algunos pataleos del equipo de Sandra Arroyo Salgado. Un final predecible que se estirará unos meses más gracias a los vericuetos judiciales, que siempre están dispuestos a generar títulos periodísticos. Y se agrega un detalle: de acuerdo a sus colaboradores de la fiscalía, la presentación de la denuncia de Nisman contra La Presidenta estaba planeada para octubre, en pleno proceso electoral. Los cambios en la Secretaría de Inteligencia a mediados de diciembre aceleraron el sainete, lo que dio tiempo al oficialismo para desarticularlo. La muerte del fiscal, que en principio resultó funcional a la oposición, ahora sólo muestra con crudeza el final de un personaje corrupto y oscuro.
Como ya no les queda héroe ni mártir, ahora necesitan a Fayt, una nueva víctima de Cristina. Tan perverso es el accionar de las corporaciones, que puede sospecharse que la acordada de la Corte para reelegir a Lorenzetti como presidente fue tan desprolija a adrede. El establishment requiere groserías para confundir a la ciudadanía porque no tiene argumentos para la restauración neoliberal. Una provocación para incorporar este tema en la campaña, para exponer el inexistente autoritarismo del Gobierno Nacional, para poder escribir iluminados editoriales en defensa de la Justicia Republicana, ese nocivo sistema que resguarda los privilegios de una minoría que se cree dueña del país.
Desterrar la mentira
Desde hace un tiempo, el afán manipulador de los medios hegemónicos se ha convertido en desesperación. En el libro “Mentime que me gusta”, Víctor Hugo Morales hace un recorrido por las más recientes fábulas salidas de las propaladoras de estiércol, algo similar a lo realizado por el periodista Pascual Serrano en “Desinformación”. El comunicador español debe realizar una ardua tarea para desarticular las falacias de los medios internacionales, que son un poco más sutiles para confundir a su público. En cambio, el esfuerzo deconstructivo de Víctor Hugo no necesita ser tan descomunal, no porque no le dé el talento, sino por la obscenidad de los medios locales. Claro, el oriental aclara que para creer en esas mentiras hace falta una férrea voluntad por parte de los lectores. Más que voluntad, un cúmulo de prejuicios y, por sobre todas las cosas, un profundo desprecio por la representación de la mayoría.
Desprecio por la información, también. Y por la coherencia, además. Después de miles de diatribas hacia el impuesto a las ganancias, simulando defender el bolsillo de los trabajadores, ahora que hubo una quita considerable de la contribución, buscan la vuelta para convertir la novedad en mala noticia. De locos: el pobre lector cautivo debe tener un huracán en su cerebro, con tantas idas y venidas. Encima, los afectados por esta tasa apenas supera el diez por ciento de los asalariados por lo que, como siempre, operan a favor de la minoría.
Sin dudas, tenemos por delante varias tareas pendientes. Además de adecentar nuestro sistema judicial, también es imprescindible establecer mecanismos para que los medios de comunicación se conviertan en un servicio a la sociedad y no que sean mensajeros del Poder Fáctico. De ninguna manera debe entenderse esto como un control sobre los periodistas, sino como una forma de erradicar las mentiras, manipulaciones y fabulaciones de todos los días. Tampoco como un atropello a la libertad de expresión. La información también es un derecho, además de un deber y el público merece veracidad y precisión en los análisis que se difunden.
O al menos, estar advertidos de que lo que uno lee y escucha es la fantasía desesperada de los que necesitan imponer una mirada única del mundo; una expresión de deseos de los que nos quieren perjudicar; una serie de órdenes de algunos personajes anónimos que ahora empiezan a recuperar su oscuro nombre. Y además, considerar que la independencia y objetividad de la que muchos se ufanan no es más que una máscara para ocultar un recetario que nos ha enfermado en décadas pasadas. Un tratamiento para curar una enfermedad que no existe y que puede provocar dolencias ya experimentadas. Una terapia que se disfraza de periodismo crítico para embaucar a un público que no encuentra un representante de sus intereses y que, de tan confundido, ya ni sabe cuáles son.
Publicado por Gustavo Rosa
CONTEXTO:
MIÉRCOLES, 6 DE MAYO DE 2015
La Corte de lujo que supimos conseguir se ha convertido, por no saber preservarla, en un escenario de escandalosos desaciertos; en una fuente de inspiración para titulares agoreros. La mayoría automática que antes respondía a los requerimientos menemistas, ahora rinde cuentas al establishment, lo que es más o menos lo mismo. Mientras Lorenzetti asegura que los fines de la institución que preside es poner límites al gobierno de turno, las acordadas del Máximo Tribunal parecen un intento por resguardar los privilegios de sus miembros. Ni lo uno ni lo otro, vale destacar, garantizan un buen funcionamiento de la Justicia, sino su deterioro. En medio de todo este enredo, la permanencia de Carlos Fayt aparece como el moño de una casi vergüenza nacional: una Corte Suprema que, en lugar de actuar como un ejemplo hacia la sociedad, despliega una absurda danza que, como todo lo absurdo, resulta funcional a los intereses del Círculo Rojo.
Una de las más conocidas novelas de Agatha Christie, “Eran diez indiecitos”, fue homenajeada y parodiada en teatro, cine y TV. En ella, sus protagonistas son asesinados uno a uno y los sobrevivientes deben hallar al culpable para no ser la próxima víctima. Hasta ahora, nunca se había realizado una adaptación en la Corte Suprema de ningún país. Parece que Argentina está empeñada en hacer punta en los más diversos temas.
En poco más de un año, dos Supremos fallecieron y uno presentó su renuncia al alcanzar el límite de edad. Cuatro donde debería haber cinco. Para completar este cuadro, la oposición se niega a aceptar a Roberto Carlés y la Corte rechazó la lista de jueces subrogantes. Por mandato constitucional, el ejecutivo debe proponer ambas cosas y el Senado aprobar, después de evaluar el listado. La Corte no tiene la atribución de impugnar esa decisión. Tampoco de declarar la inconstitucionalidad de leyes sin analizar un caso particular, como hizo con las reformas conocidas como democratización de la Justicia. Así, con apenas una pizca de suspicacia, uno puede suponer que, en lugar de garantizar aplicación de justicia o poner límites, operan para desgastar al Gobierno, algo que está lejos de ser su función.
En vez de cinco, hay cuatro, aunque en realidad la Corte parece funcionar con tres y medio. O menos, tal vez, porque Carlos Fayt hace casi un mes que no asiste a la tertulia de los martes y envía votos y firmas por intermedio de sus colaboradores, a quienes parece no reconocer. Un Supremo a distancia, tan virtual como una sombra de lo que fue. Exigir su renuncia no debería interpretarse como denostación de la ancianidad. Los 97 años que acumula exceden en más de veinte los dispuestos como límite por la Constitución. ¿Qué lo impulsará a convertir su prestigio en un trasto molesto? ¿Qué record querrá batir? ¿Tan importante es lo que protege que se arriesga a exponer en público su precaria salud? ¿Tanto, que renuncia a los homenajes en vida para despertar algunos repudios?
Epidemia de cansancio
Pero la Corte ha decidido ir más allá de su propia coherencia. Los vericuetos en la súper re elección de Ricardo Lorenzetti como presidente muchos meses previos a la finalización de su mandato exudan un tufillo desagradable. Tanto, que da náuseas. ¿Por qué semejante apuro? Y una vez consumado el hecho, cuando se revela la falsedad del documento que simula la presencia de Fayt, que votó a control remoto, Lorenzetti renuncia al cargo, no al presente, sino al que deberá asumir en enero de 2016. Y, mientras estaba renunciando a futuro, los otros miembros de la Corte lo confirman. Gente grande y de cierto prestigio jugando a un extraño juego cuyas reglas desconocemos. Y con un objetivo tan oscuro que dan ganas de clausurar por reformas el Máximo Tribunal hasta nuevo aviso.
“Cansancio moral” argumentó Lorenzetti. ¿Qué le provoca cansancio moral, que muchos hayan cuestionado su premura por una votación que podría haberse realizado en noviembre? ¿Y qué quiere decir ‘cansancio moral’, que se cansó de actuar moralmente? ¿Que su moral no da para más y a partir de ahora será inmoral? ¿O que su moral se cansó de las inmoralidades en las que debe incurrir para satisfacer al establishment? Si padece cansancio moral, ¿no sería prudente tomar algún tipo de licencia hasta que se le pase? Además, siente cansancio moral por el cargo futuro pero sería más lógico que lo sienta por el cargo presente, que en realidad es el mismo que tiene desde hace ocho años. ¿Será un cansancio moral premonitorio?
Eso sí, de nuestro cansancio nadie se preocupa. Ni del moral ni de ninguna otra especie. Si todo esto fue pergeñado para convocar cacerolas dormidas a defender la República encarnada en el Supremo y su independencia al frente de la Corte, que esperen sentados porque no hay un clima adecuado para eso. Bastantes voluntades han engatusado con el famoso “Yo soy Nisman” para que ahora salgan a poner cara, cacerola y paraguas en clamor por un miembro de la familia judicial. Que no sigan jugando, pues va a llevar mucho tiempo reconstruir nuestro sistema judicial hasta volverlo más comprometido con la democracia. Y esto quiere decir, ni más ni menos, que con los derechos de la mayoría, con los más vulnerables, con las víctimas de la angurria empresarial. Algo opuesto a lo que algunos están demostrando: cómplices de los intereses de una minoría insaciable y defensores, sin pudor, de sus privilegios. Desde hace un tiempo, la Justicia está en agenda para su transformación y cada día alguno de sus integrantes suma méritos para ser de los primeros transformados. Entonces, no ha lugar. El cansancio no es suyo, Señor Juez, sino nuestro.
Publicado por Gustavo Rosa
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CONTEXTO2
SÁBADO, 9 DE MAYO DE 2015
Una tarea pendiente
Como es predecible, las corporaciones se defienden entre sí. Por eso, ahora todos se amontonan para escudar a la Corte, con la esperanza de que en el futuro, sea Ella la que los proteja. El caso ya es conocido: la premura de Lorenzetti para confirmarse como su propio sucesor en la presidencia del Máximo Tribunal necesitó que la constante ausencia de Fayt se trueque en atenta presencia. Tal vez sea meritorio y hasta un orgullo familiar que el casi centenario juez se mantenga lúcido. De ahí a considerarlo como miembro esencial de la Corte Suprema de Justicia hay un paso enorme. Aunque su trayectoria es notable y pueda reconocer el nombre de sus mascotas, tal vez sea el momento de convertirse en un buen recuerdo y dejar de ser un escollo para el futuro.
Y pensar así no es una crueldad ni el maltrato de un anciano: hay que saber retirarse a tiempo, sobre todo cuando han pasado más de veinte años de la fecha de vencimiento. La vitalidad del Supremo Fayt podrá ser extraordinaria en un nonagenario, pero insuficiente para su responsabilidad. Y la crueldad no está en estas líneas sino en los que lo atornillan en el cargo y lo exponen a la humillación. Encima, se ampara en la no retroactividad de la reforma constitucional, que no prevé una situación tan insólita como ésta. Un episodio que sugiere la necesidad de transformar esa institución que sigue siendo más funcional a las angurrias minoritarias que a las necesidades de la mayoría.
Y no sólo este caso. Lodenisman pasará a la historia, pero no como un episodio policial sino como la mayor estafa política de que se tenga memoria. Aunque algunos intentan sostener al fiscal como mártir, ante cada dato nuevo su recuerdo se hunde más en el fango. Las pericias sobre su computadora personal revelan inversiones en Uruguay, Argentina y, según parece, hasta en Estados Unidos. Quizá estamos en presencia de alguien austero y ahorrativo pues su ingreso declarado superaba los cien mil pesos. Pero no lo era: sus gastos mensuales pasaban los 300 mil, cifra que no concuerda con su declaración jurada. Una herencia de corrupción para sus deudos, que, ajenos a todo esto, reclaman vacaciones adeudadas que, según entienden, nunca se tomó. Para no saturar de cinismo este apunte, basta mencionar que no sólo viajó a México con la modelo Florencia Coccuci en noviembre pasado: también lo hizo en marzo, de acuerdo a los resúmenes de su tarjeta, con hotel, Spa y otros consumos de lujo.
Ni héroe ni mártir, sino un personaje oscuro y corrupto que fue nombrado para resolver un caso crucial y doloroso de nuestra historia, pero traicionó la confianza que depositamos en él. Quienes sigan defendiendo su memoria con todos estos datos a la vista, no podrán considerarse más que cómplices. Y que no vengan con las tonterías de la independencia del Poder Judicial: si queremos un país justo y equitativo, debemos pensar en un sistema con mayores controles sobre jueces y fiscales. Que los tribunales sean garantía de derechos y no resguardo de privilegios.
Así no nos sirven: lentos, corruptos y eternos; impunes y cómplices de los poderosos; dadores de impunidad y conservadores de la peor especie. El país que se viene no necesita jueces que creen pertenecer a una rancia nobleza. El tiempo de los patricios parece estar acabando porque ya descubrimos dónde se alojan y empezamos a comprender lo dañinos que son. Nos llevó treinta años consolidar la vida democrática pero nos quedan unos pasos más para alcanzar su plenitud. A esta altura del camino, no sería oportuno que nos dejemos engatusar por aquellos que quieren retomar el sendero tenebroso que nos llevó a la ruina y produjo la mayor desigualdad que hemos padecido.
Publicado por Gustavo Rosa
En busca de un nuevo héroe
http://apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/2015/05/en-busca-de-un-nuevo-heroe.html?showComment=1431343814349#c7656932386472890710La semana pasada estuvo teñida por la hipocresía en defensa de la ancianidad por parte de aquellos que se apropiaron de los fondos de los jubilados para realizar suculentos negocios con las AFJP. Ellos, que celebraron la reducción de jubilaciones y pensiones en un 13 por ciento, ahora pretenden convertir en joven dinámico a un nonagenario que insiste en permanecer en un cargo de vital importancia. Ellos, que fueron cómplices y beneficiarios de la dictadura, ahora denuncian torturas. Ellos, que trataron de desacreditar a Cristina en cada una de sus células, salen en defensa de Carlos Fayt ante los cuestionamientos oficiales sobre su salud. Sólo falta que traten de reeditar el éxito de la marcha de los paraguas con una manifestación ciudadana a favor del casi centenario Supremo. Como antesala de esto, se difundió un mensaje de tres minutos grabado por el ministro como si fuera un patético certificado de supervivencia; como si su capacidad de hablar fuese suficiente para demostrar su aptitud para el lugar que ocupa, cuando, en realidad, parece convertirlo en un fenómeno de feria.
Una nueva operación que trata de ocultar el fracaso de Lodenisman, que ya está cercano. En menos de una semana, los peritos médicos y criminalistas dictaminarán la muerte del fiscal como suicidio, aunque cabe esperar algunos pataleos del equipo de Sandra Arroyo Salgado. Un final predecible que se estirará unos meses más gracias a los vericuetos judiciales, que siempre están dispuestos a generar títulos periodísticos. Y se agrega un detalle: de acuerdo a sus colaboradores de la fiscalía, la presentación de la denuncia de Nisman contra La Presidenta estaba planeada para octubre, en pleno proceso electoral. Los cambios en la Secretaría de Inteligencia a mediados de diciembre aceleraron el sainete, lo que dio tiempo al oficialismo para desarticularlo. La muerte del fiscal, que en principio resultó funcional a la oposición, ahora sólo muestra con crudeza el final de un personaje corrupto y oscuro.
Como ya no les queda héroe ni mártir, ahora necesitan a Fayt, una nueva víctima de Cristina. Tan perverso es el accionar de las corporaciones, que puede sospecharse que la acordada de la Corte para reelegir a Lorenzetti como presidente fue tan desprolija a adrede. El establishment requiere groserías para confundir a la ciudadanía porque no tiene argumentos para la restauración neoliberal. Una provocación para incorporar este tema en la campaña, para exponer el inexistente autoritarismo del Gobierno Nacional, para poder escribir iluminados editoriales en defensa de la Justicia Republicana, ese nocivo sistema que resguarda los privilegios de una minoría que se cree dueña del país.
Desterrar la mentira
Desde hace un tiempo, el afán manipulador de los medios hegemónicos se ha convertido en desesperación. En el libro “Mentime que me gusta”, Víctor Hugo Morales hace un recorrido por las más recientes fábulas salidas de las propaladoras de estiércol, algo similar a lo realizado por el periodista Pascual Serrano en “Desinformación”. El comunicador español debe realizar una ardua tarea para desarticular las falacias de los medios internacionales, que son un poco más sutiles para confundir a su público. En cambio, el esfuerzo deconstructivo de Víctor Hugo no necesita ser tan descomunal, no porque no le dé el talento, sino por la obscenidad de los medios locales. Claro, el oriental aclara que para creer en esas mentiras hace falta una férrea voluntad por parte de los lectores. Más que voluntad, un cúmulo de prejuicios y, por sobre todas las cosas, un profundo desprecio por la representación de la mayoría.
Desprecio por la información, también. Y por la coherencia, además. Después de miles de diatribas hacia el impuesto a las ganancias, simulando defender el bolsillo de los trabajadores, ahora que hubo una quita considerable de la contribución, buscan la vuelta para convertir la novedad en mala noticia. De locos: el pobre lector cautivo debe tener un huracán en su cerebro, con tantas idas y venidas. Encima, los afectados por esta tasa apenas supera el diez por ciento de los asalariados por lo que, como siempre, operan a favor de la minoría.
Sin dudas, tenemos por delante varias tareas pendientes. Además de adecentar nuestro sistema judicial, también es imprescindible establecer mecanismos para que los medios de comunicación se conviertan en un servicio a la sociedad y no que sean mensajeros del Poder Fáctico. De ninguna manera debe entenderse esto como un control sobre los periodistas, sino como una forma de erradicar las mentiras, manipulaciones y fabulaciones de todos los días. Tampoco como un atropello a la libertad de expresión. La información también es un derecho, además de un deber y el público merece veracidad y precisión en los análisis que se difunden.
O al menos, estar advertidos de que lo que uno lee y escucha es la fantasía desesperada de los que necesitan imponer una mirada única del mundo; una expresión de deseos de los que nos quieren perjudicar; una serie de órdenes de algunos personajes anónimos que ahora empiezan a recuperar su oscuro nombre. Y además, considerar que la independencia y objetividad de la que muchos se ufanan no es más que una máscara para ocultar un recetario que nos ha enfermado en décadas pasadas. Un tratamiento para curar una enfermedad que no existe y que puede provocar dolencias ya experimentadas. Una terapia que se disfraza de periodismo crítico para embaucar a un público que no encuentra un representante de sus intereses y que, de tan confundido, ya ni sabe cuáles son.
Publicado por Gustavo Rosa
CONTEXTO:
MIÉRCOLES, 6 DE MAYO DE 2015
Una fábula con jueces que creen ser reyes
http://apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/2015/05/una-fabula-con-jueces-que-creen-ser.htmlLa Corte de lujo que supimos conseguir se ha convertido, por no saber preservarla, en un escenario de escandalosos desaciertos; en una fuente de inspiración para titulares agoreros. La mayoría automática que antes respondía a los requerimientos menemistas, ahora rinde cuentas al establishment, lo que es más o menos lo mismo. Mientras Lorenzetti asegura que los fines de la institución que preside es poner límites al gobierno de turno, las acordadas del Máximo Tribunal parecen un intento por resguardar los privilegios de sus miembros. Ni lo uno ni lo otro, vale destacar, garantizan un buen funcionamiento de la Justicia, sino su deterioro. En medio de todo este enredo, la permanencia de Carlos Fayt aparece como el moño de una casi vergüenza nacional: una Corte Suprema que, en lugar de actuar como un ejemplo hacia la sociedad, despliega una absurda danza que, como todo lo absurdo, resulta funcional a los intereses del Círculo Rojo.
Una de las más conocidas novelas de Agatha Christie, “Eran diez indiecitos”, fue homenajeada y parodiada en teatro, cine y TV. En ella, sus protagonistas son asesinados uno a uno y los sobrevivientes deben hallar al culpable para no ser la próxima víctima. Hasta ahora, nunca se había realizado una adaptación en la Corte Suprema de ningún país. Parece que Argentina está empeñada en hacer punta en los más diversos temas.
En poco más de un año, dos Supremos fallecieron y uno presentó su renuncia al alcanzar el límite de edad. Cuatro donde debería haber cinco. Para completar este cuadro, la oposición se niega a aceptar a Roberto Carlés y la Corte rechazó la lista de jueces subrogantes. Por mandato constitucional, el ejecutivo debe proponer ambas cosas y el Senado aprobar, después de evaluar el listado. La Corte no tiene la atribución de impugnar esa decisión. Tampoco de declarar la inconstitucionalidad de leyes sin analizar un caso particular, como hizo con las reformas conocidas como democratización de la Justicia. Así, con apenas una pizca de suspicacia, uno puede suponer que, en lugar de garantizar aplicación de justicia o poner límites, operan para desgastar al Gobierno, algo que está lejos de ser su función.
En vez de cinco, hay cuatro, aunque en realidad la Corte parece funcionar con tres y medio. O menos, tal vez, porque Carlos Fayt hace casi un mes que no asiste a la tertulia de los martes y envía votos y firmas por intermedio de sus colaboradores, a quienes parece no reconocer. Un Supremo a distancia, tan virtual como una sombra de lo que fue. Exigir su renuncia no debería interpretarse como denostación de la ancianidad. Los 97 años que acumula exceden en más de veinte los dispuestos como límite por la Constitución. ¿Qué lo impulsará a convertir su prestigio en un trasto molesto? ¿Qué record querrá batir? ¿Tan importante es lo que protege que se arriesga a exponer en público su precaria salud? ¿Tanto, que renuncia a los homenajes en vida para despertar algunos repudios?
Epidemia de cansancio
Pero la Corte ha decidido ir más allá de su propia coherencia. Los vericuetos en la súper re elección de Ricardo Lorenzetti como presidente muchos meses previos a la finalización de su mandato exudan un tufillo desagradable. Tanto, que da náuseas. ¿Por qué semejante apuro? Y una vez consumado el hecho, cuando se revela la falsedad del documento que simula la presencia de Fayt, que votó a control remoto, Lorenzetti renuncia al cargo, no al presente, sino al que deberá asumir en enero de 2016. Y, mientras estaba renunciando a futuro, los otros miembros de la Corte lo confirman. Gente grande y de cierto prestigio jugando a un extraño juego cuyas reglas desconocemos. Y con un objetivo tan oscuro que dan ganas de clausurar por reformas el Máximo Tribunal hasta nuevo aviso.
“Cansancio moral” argumentó Lorenzetti. ¿Qué le provoca cansancio moral, que muchos hayan cuestionado su premura por una votación que podría haberse realizado en noviembre? ¿Y qué quiere decir ‘cansancio moral’, que se cansó de actuar moralmente? ¿Que su moral no da para más y a partir de ahora será inmoral? ¿O que su moral se cansó de las inmoralidades en las que debe incurrir para satisfacer al establishment? Si padece cansancio moral, ¿no sería prudente tomar algún tipo de licencia hasta que se le pase? Además, siente cansancio moral por el cargo futuro pero sería más lógico que lo sienta por el cargo presente, que en realidad es el mismo que tiene desde hace ocho años. ¿Será un cansancio moral premonitorio?
Eso sí, de nuestro cansancio nadie se preocupa. Ni del moral ni de ninguna otra especie. Si todo esto fue pergeñado para convocar cacerolas dormidas a defender la República encarnada en el Supremo y su independencia al frente de la Corte, que esperen sentados porque no hay un clima adecuado para eso. Bastantes voluntades han engatusado con el famoso “Yo soy Nisman” para que ahora salgan a poner cara, cacerola y paraguas en clamor por un miembro de la familia judicial. Que no sigan jugando, pues va a llevar mucho tiempo reconstruir nuestro sistema judicial hasta volverlo más comprometido con la democracia. Y esto quiere decir, ni más ni menos, que con los derechos de la mayoría, con los más vulnerables, con las víctimas de la angurria empresarial. Algo opuesto a lo que algunos están demostrando: cómplices de los intereses de una minoría insaciable y defensores, sin pudor, de sus privilegios. Desde hace un tiempo, la Justicia está en agenda para su transformación y cada día alguno de sus integrantes suma méritos para ser de los primeros transformados. Entonces, no ha lugar. El cansancio no es suyo, Señor Juez, sino nuestro.
Publicado por Gustavo Rosa
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CONTEXTO2
SÁBADO, 9 DE MAYO DE 2015
Patricios con fecha de vencimiento
http://apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/2015/05/patricios-con-fecha-de-vencimiento.htmlhttp://apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/2015/05/una-fabula-con-jueces-que-creen-ser.htmlUna tarea pendiente
Como es predecible, las corporaciones se defienden entre sí. Por eso, ahora todos se amontonan para escudar a la Corte, con la esperanza de que en el futuro, sea Ella la que los proteja. El caso ya es conocido: la premura de Lorenzetti para confirmarse como su propio sucesor en la presidencia del Máximo Tribunal necesitó que la constante ausencia de Fayt se trueque en atenta presencia. Tal vez sea meritorio y hasta un orgullo familiar que el casi centenario juez se mantenga lúcido. De ahí a considerarlo como miembro esencial de la Corte Suprema de Justicia hay un paso enorme. Aunque su trayectoria es notable y pueda reconocer el nombre de sus mascotas, tal vez sea el momento de convertirse en un buen recuerdo y dejar de ser un escollo para el futuro.
Y pensar así no es una crueldad ni el maltrato de un anciano: hay que saber retirarse a tiempo, sobre todo cuando han pasado más de veinte años de la fecha de vencimiento. La vitalidad del Supremo Fayt podrá ser extraordinaria en un nonagenario, pero insuficiente para su responsabilidad. Y la crueldad no está en estas líneas sino en los que lo atornillan en el cargo y lo exponen a la humillación. Encima, se ampara en la no retroactividad de la reforma constitucional, que no prevé una situación tan insólita como ésta. Un episodio que sugiere la necesidad de transformar esa institución que sigue siendo más funcional a las angurrias minoritarias que a las necesidades de la mayoría.
Y no sólo este caso. Lodenisman pasará a la historia, pero no como un episodio policial sino como la mayor estafa política de que se tenga memoria. Aunque algunos intentan sostener al fiscal como mártir, ante cada dato nuevo su recuerdo se hunde más en el fango. Las pericias sobre su computadora personal revelan inversiones en Uruguay, Argentina y, según parece, hasta en Estados Unidos. Quizá estamos en presencia de alguien austero y ahorrativo pues su ingreso declarado superaba los cien mil pesos. Pero no lo era: sus gastos mensuales pasaban los 300 mil, cifra que no concuerda con su declaración jurada. Una herencia de corrupción para sus deudos, que, ajenos a todo esto, reclaman vacaciones adeudadas que, según entienden, nunca se tomó. Para no saturar de cinismo este apunte, basta mencionar que no sólo viajó a México con la modelo Florencia Coccuci en noviembre pasado: también lo hizo en marzo, de acuerdo a los resúmenes de su tarjeta, con hotel, Spa y otros consumos de lujo.
Ni héroe ni mártir, sino un personaje oscuro y corrupto que fue nombrado para resolver un caso crucial y doloroso de nuestra historia, pero traicionó la confianza que depositamos en él. Quienes sigan defendiendo su memoria con todos estos datos a la vista, no podrán considerarse más que cómplices. Y que no vengan con las tonterías de la independencia del Poder Judicial: si queremos un país justo y equitativo, debemos pensar en un sistema con mayores controles sobre jueces y fiscales. Que los tribunales sean garantía de derechos y no resguardo de privilegios.
Así no nos sirven: lentos, corruptos y eternos; impunes y cómplices de los poderosos; dadores de impunidad y conservadores de la peor especie. El país que se viene no necesita jueces que creen pertenecer a una rancia nobleza. El tiempo de los patricios parece estar acabando porque ya descubrimos dónde se alojan y empezamos a comprender lo dañinos que son. Nos llevó treinta años consolidar la vida democrática pero nos quedan unos pasos más para alcanzar su plenitud. A esta altura del camino, no sería oportuno que nos dejemos engatusar por aquellos que quieren retomar el sendero tenebroso que nos llevó a la ruina y produjo la mayor desigualdad que hemos padecido.
Publicado por Gustavo Rosa
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