Qué tienen en la cabeza
POR VEINTITRES
05.12.2014
Candidatos al psicólogo
Por Leandro Filozof
A todo ciudadano que aprecie la democracia como forma de vida le gustaría escuchar ideas, propuestas, planes, plataformas de gobierno de parte de quienes se perfilan como candidatos para las próximas elecciones presidenciales. Sin embargo, las figuras que ocupan el escenario político actual parecen más empeñadas en mostrar enojos y oposiciones que en proponer acciones con sello propio. Y algunas, casi todas y aún con asesores de imágen de por medio, dejan vislumbrar ciertos rasgos de su personalidad en sus apariciones públicas. Pero dejando las especulaciones de lado, la realidad es que poco se sabe de la personalidad, de la psiquis, que se esconde debajo o detrás de discursos elaborados e imágenes armadas especialmente para las cámaras. Para conocer más y desentrañar ese misterio, Veintitrés consultó a psicólogos y especialistas que, con la pericia que les conceden años de estudio y de experiencia, se animan no sólo a determinar qué constituye la psiquis de la mayoría de los políticos de la Argentina, sino también las particularidades que caracterizan la personalidad de cada uno.
“Freud planteó en su libro Psicología de las masas y análisis del yo, algo que cuando se piensa parece una ingenuidad: que el político, a partir de encuestas, dice lo que la gente quiere escuchar –afirma el escritor y psicoanalista Germán García–. Es una especie de juego que entabla una comunidad con un personaje que debe tener algo propio. La cuestión es que acierte los rasgos que hagan verosímil lo que está diciendo. Dos políticos pueden apelar a la misma consigna y en uno suena creíble mientras que en otro no”.
Para el especialista se trata de “dibujar un personaje que pueda decir algo interesante, algo así como elegir actores para una película o una publicidad. Se puede hacer un análisis de una imagen pública, pero no dejará de ser un dibujo. Gardel en su juventud era un gordito, hay una foto a caballo que da risa, pero lo agarraron unos tipos vivos, lo asesoraron y se convirtió en el personaje que fue, el arquetipo del porteño”. Una primera y verdadera advertencia de los riesgos de creer a pie juntillas en lo que se ve.
Enrique de Rosa, médico, especialista en neurología, psiquiatría y medicina legal y forense, adscribe a la idea perfilada por García: “No sé si lo que dicen los candidatos o sus posiciones públicas son parte de su realidad o están guiados por un Durán Barba que les dice ‘hay que decir esto’”. Sin embargo, De Rosa se anima a afirmar que sí tienen estructuras que se corresponden “con el poder, aunque no necesariamente son patológicas. En general, los políticos hacen uso y abuso de un manejo psicopático del discurso, en la medida en que no tienen ningún inconveniente, acá y en todo el mundo, de decirse y desdecirse y no por eso entrar en una confusión neurótica frente a la contradicción, como nos sucede a casi todos los neuróticos”.
Un rasgo que podría considerarse general, pero no el único. Para De Rosa, el narcisismo es otra característica común entre quienes caminan por la arena política. “Los políticos logran una estructura que en otras áreas tiene que ver con eliminar la culpa o el contacto con el otro –consideró–, son rasgos narcisistas de personalidad que les permiten estar convencidos de que son los mejores. En este caso el narcisismo no como algo patológico sino como una característica que les permite sobrevivir”.
Para Harry Campos Cervera, psiquiatra y miembro titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), el narcisismo es un rasgo “del político, tiene que tener cierto grado de convencimiento en uno mismo. Es un interjuego, porque podríamos decir que todos los actores son narcisistas pero algunos se la creen y otros no. Un ejecutivo o un político deben tener una condición narcisista pero también la capacidad de salir o entrar de esa investidura. El que no tiene esa capacidad va a mostrar síntomas que con el tiempo se verán en el discurso. Una cuestión muy elemental es que admitan errores”.
En esta línea enfatizó el psicólogo Andrés Rascovsky, ex presidente de APA: “Son muy pocos los políticos que van más allá del anhelo de poder individual, razón por la cual le ha costado tanto a la oposición unirse en un proyecto lógico común: todos luchan por su poder personal y beneficios lógico personales. Habitualmente, el reino de la política es el de la psicopatía. El psicópata considera poco al otro y tiene un discurso que no transmite verdades sino que intenta influenciar; siempre hay una segunda intención en el discurso político, que se aleja de la verdad y es a menudo imaginario, prometiendo cosas que la persona sabe no va a cumplir. Es un reino de engaños, de estrategias histéricas para plantearse como el mejor, con promesas incumplibles y con manejos discursivos para ejercer influencias y no transmitir verdades”.
En los ’90, el psicólogo Miguel Rodríguez Arias presentó Las patas de la mentira, una recopilación de 36 mil horas de grabaciones de archivo, que mostraba el fallido en los discursos políticos. Comenzó a gestarse en 1983, cuando el entonces candidato a vicepresidente de la Nación por el Partido Justicialista, Deolindo Felipe Bittel, sostuvo: “La alternativa de la hora es liberación o dependencia y el justicialismo va a optar por la dependencia...”. Este trabajo apuntaba al desliz inconsciente.
Mucho más cerca en el tiempo, en 2011, el periodista y psicólogo Diego Sehinkmanpublicó una divertida radiografía de la clase dirigente local bajo el título ¿Qué tienen los políticos en la cabeza? (Ediciones B Vergara). Y en su libro más reciente, Políticos al diván, publicado en abril de este año por Sudamericana, transcribió las extensas entrevistas que realizó para La Nación con figuras casi abonadas al escenario político: Eduardo y Chiche Duhalde, Hugo y Pablo Moyano, Patricia Bullrich, Aníbal Fernández, Daniel Scioli,Hermes Binner, Diana Conti, Jorge Brito, Carlos Kunkel y Rodolfo Terragno.
Sehinkman afirmó en diversas entrevistas que el carácter de los políticos argentinos conlleva una “autoimagen que les indica que son capaces de producir transformaciones y de que tienen el don, el talento o la sabiduría de cómo hacerlo. A veces, como en un espejo fiel, es así. Otras, como en un espejo distorsionado, hay una suerte de dismorfia. Así como la anoréxica se ve gorda y es flaca, hay políticos que se ven ‘gordos’ o grandes intelectualmente y, en realidad, son un ‘palo’ y no tienen peso político. Hay muchos que tienen el toque justo de histrionismo, empatía y calidez, y un volumen intelectual que los distingue. Pero todos tienen una ambición mayor al promedio. Tienen menos pudor en decir que quiere llegar a la ‘pole position’”.
Son un dibujo, manejan el discurso psicopáticamente, mienten a conciencia, buscan el poder personal, son ambiciosos y se aman a sí mismos como a nadie. Vaya perfil, y eso que recién empezamos.
Mauricio Macri, del tener al ser. “Hay dos dimensiones. La del ser y la del tener. Macri ya tenía, de familia –dijo Sehinkman a Veintitrés–. Se propuso ser. Construir una identidad propia más allá de la enorme figura del padre. Esa identidad la construye primero con Boca y luego con la política. El vínculo complicado con el padre lo obliga a irse de los negocios familiares, a buscar su propio destino. ¿Alguien se acuerda de aquel eslogan del Pro que decía ‘Juntos venimos bien’? Un poco en serio, un poco en broma, uno podría pensar: ‘Juntos venimos bien’, si Macri hubiera podido decir eso cuando estaba en Socma con su papá, nunca se hubiera dedicado a la política. De todos modos, no es poco mérito haber buscado un camino propio y haberlo encontrado. Otros quedan atrapados y minimizados. En cuanto a su perfil, creo que hizo una buena curva de aprendizaje. Al principio aparentaba como alguien dudoso, que tomaba una medida y si era muy rechazada, retrocedía. Ahora logró pararse con más firmeza. No es poco mérito haber fundado un partido político nuevo en un país como la Argentina”.
La psicóloga y escritora Beatriz Goldberg coincidió en que “Mauri” debía mostrarse distinto a su padre cuando comenzó a incursionar en la política: “Siempre era ‘el hijo de’. Después se fue corriendo y eso le hizo bien a su imagen. Mostraba en público que no era tanto del clan. Él era, no sé si el incapaz, pero sí hijo de una familia adinerada. Es aguerrido, marca mucho la falla del otro, es pasional y muestra que él puede con todo, que no necesita de un otro”.
Scioli, el deportista. Para De Rosa, Daniel Scioli tiene algo que se denomina “psicorrigidez. No sé si es una construcción del discurso que elaboran sus asesores, pero es muy particular verlo repitiendo lo mismo, pase lo que pase. Pueden ocurrir las peores tragedias y él siempre va a ser positivo, optimista, logra no salirse de esa línea”.
Para Campos Cervera, el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires es el más“llamativo de todos los candidatos. De alguna manera siempre tiene en su discurso más o menos lo que uno quiere escuchar, nunca comete una disrupción o pronuncia algo que sea propio”.
Sehinkman consideró que “tiene la mentalidad de un deportista de alto rendimiento. Poca locuacidad, no es un gran orador, y mucho control emocional. Uno le puede subir el fuego y la pava de Scioli no silba nunca. Frente a enormes presiones, e incluso descalificaciones, siempre se mantuvo en silencio. Nunca escala el conflicto verbal. ¿Pero cómo decodifica eso la gente? Seguramente, muchos lo verán como una muestra de equilibrio, y otros, como docilidad. Entonces la pregunta válida con Scioli es: ¿dónde termina el estoico y empieza el sumiso? Exhibe, creo que genuinamente, su accidente como muestra de resiliencia, esa capacidad para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas”.
Sergio Massa y su sonrisa. “Massa se muestra con una sonrisa pegada, que tiene incorporada, muy clara y siempre la misma –describió Goldberg–. Es muy clásica esa sonrisa que parece decir ‘todo lo arreglo, todo lo puedo solucionar, yo puedo todo, hasta superar los contratiempos’. Es como una meseta”.
Sehinkman cree que al actual diputado y ex intendente de Tigre se lo podría definir como“personalidad alfa, es decir, líder de la manada: ‘Acá mando yo’, me dijo en la entrevista para La Nación, cuando se le sugirió que algunos intendentes quizá no estuvieran de acuerdo con su proyecto de limitarles la reelección. Es muy estratégico en el manejo de la comunicación, en qué entrevistas quiere dar y cuáles no. Tiene bien claro qué quiere comunicar y qué prefiere obviar. Eso muestra un fuerte rasgo controlador. Debe ser uno de los candidatos con mayores habilidades sociales. Parece tener alguna dificultad para mantener el control emocional cuando se enfrenta a preguntas que no le son cómodas”.
Goldberg se animó a agregar, reforzando las definiciones de Sehinkman, que “siempre hace la historia de sus aciertos, siempre trata de tener una buena argumentación. Responde sobre cuestiones en las que estuvo acertado, se nota mucho, y si se le pregunta algo más ríspido, lleva la conversación hacia otro lado”.
Y todos los demás. En un paneo más rápido por otras figuras políticas que se perfilan, al menos por ahora, con menos peso como candidatos, los especialistas se adentraron en las mentes de Julio Cobos, Elisa Carrió, Florencio Randazzo y Hermes Binner. En sus libros, Sehinkman plantea, por ejemplo, que Cobos padece el “síndrome del Bluff” y que “es psicopateable. Con sólo repetirle una y otra vez que es un traidor y un golpista, el Gobierno consiguió inculcarle tanta culpa y volverlo tan sumiso, que aquella feroz máquina de impedir se transformó en la Epilady de Cristina”.
Para Goldberg, en Cobos se evidencia una ambivalencia que se mostró claramente en aquella frase que le dio más fama: “Mi voto no es positivo”. “No se muestra con una gran fortaleza, ni con una fuerte personalidad. Debería mostrar un poco más de autoestima, porque puede jugarse y decir lo que siente, pero no se juega por su propia inseguridad y por querer quedar bien con todos”.
Según De Rosa, la figura política más ligada “a lo pintoresco puede ser la de Carrió porque todo el mundo habla constantemente de la visión mesiánica de sus planteos. Alguien determinado, designado a entregar un mensaje y ese mensaje no lo expresa en términos racionales sino ligados a la fe: ‘Créanme, va a pasar esto’. Es un fenómeno de tipo religioso, dogmático más que racional”.
Tal vez por eso Sehinkman plantea en sus textos que las frases ideales para desestabilizar a Carrió son: “Cerraron TN” o, a modo de alternativa, “Otra vez llamaron de la producción de Majul: (Al final) entrás en el último bloque pero dicen que la cámara tres no anda, que guiñes el ojo siempre para la uno”.
Goldberg también caracterizó a Randazzo como un “tipo que aparece siempre sonriente. Se lo ve como un ganador, mostrando sus logros. Es el que trae las cosas nuevas, el que muestra poco conflicto”.
Por último, Sehinkman le apuntó a Binner: “Tiene el repertorio gestual de un descendiente de suizos, que está a años luz del de un latino, fácilmente decodificable. Si uno entrevista a Binner, más allá de las palabras, hay que estar atento a la microgestualidad, porque dice mucho: levanta una ceja, le da un pequeño golpe a la mesa con sus nudillos, tuerce apenas la cabeza. Poco amigo del párrafo largo, valora la naturalidad. Carga, sin tener la culpa, con una idea instalada en el inconsciente colectivo: a partir de 2001 se creó un reflejo casi pavloviano en la gente: cuando escucha a un líder que no sube la voz ni golpea la mesa, lo asocia con De la Rúa, con un débil”.
Características generales de quienes batallan en la política local, pero también rasgos particulares de aquellos que hoy se perfilan como candidatos para la próxima elección presidencial. Apenas una pincelada para intentar conocer un poco más a los que pueden llegar a dirigir el país.
05.12.2014
05.12.2014
Candidatos al psicólogo
Por Leandro Filozof
A todo ciudadano que aprecie la democracia como forma de vida le gustaría escuchar ideas, propuestas, planes, plataformas de gobierno de parte de quienes se perfilan como candidatos para las próximas elecciones presidenciales. Sin embargo, las figuras que ocupan el escenario político actual parecen más empeñadas en mostrar enojos y oposiciones que en proponer acciones con sello propio. Y algunas, casi todas y aún con asesores de imágen de por medio, dejan vislumbrar ciertos rasgos de su personalidad en sus apariciones públicas. Pero dejando las especulaciones de lado, la realidad es que poco se sabe de la personalidad, de la psiquis, que se esconde debajo o detrás de discursos elaborados e imágenes armadas especialmente para las cámaras. Para conocer más y desentrañar ese misterio, Veintitrés consultó a psicólogos y especialistas que, con la pericia que les conceden años de estudio y de experiencia, se animan no sólo a determinar qué constituye la psiquis de la mayoría de los políticos de la Argentina, sino también las particularidades que caracterizan la personalidad de cada uno.
“Freud planteó en su libro Psicología de las masas y análisis del yo, algo que cuando se piensa parece una ingenuidad: que el político, a partir de encuestas, dice lo que la gente quiere escuchar –afirma el escritor y psicoanalista Germán García–. Es una especie de juego que entabla una comunidad con un personaje que debe tener algo propio. La cuestión es que acierte los rasgos que hagan verosímil lo que está diciendo. Dos políticos pueden apelar a la misma consigna y en uno suena creíble mientras que en otro no”.
Para el especialista se trata de “dibujar un personaje que pueda decir algo interesante, algo así como elegir actores para una película o una publicidad. Se puede hacer un análisis de una imagen pública, pero no dejará de ser un dibujo. Gardel en su juventud era un gordito, hay una foto a caballo que da risa, pero lo agarraron unos tipos vivos, lo asesoraron y se convirtió en el personaje que fue, el arquetipo del porteño”. Una primera y verdadera advertencia de los riesgos de creer a pie juntillas en lo que se ve.
Enrique de Rosa, médico, especialista en neurología, psiquiatría y medicina legal y forense, adscribe a la idea perfilada por García: “No sé si lo que dicen los candidatos o sus posiciones públicas son parte de su realidad o están guiados por un Durán Barba que les dice ‘hay que decir esto’”. Sin embargo, De Rosa se anima a afirmar que sí tienen estructuras que se corresponden “con el poder, aunque no necesariamente son patológicas. En general, los políticos hacen uso y abuso de un manejo psicopático del discurso, en la medida en que no tienen ningún inconveniente, acá y en todo el mundo, de decirse y desdecirse y no por eso entrar en una confusión neurótica frente a la contradicción, como nos sucede a casi todos los neuróticos”.
Un rasgo que podría considerarse general, pero no el único. Para De Rosa, el narcisismo es otra característica común entre quienes caminan por la arena política. “Los políticos logran una estructura que en otras áreas tiene que ver con eliminar la culpa o el contacto con el otro –consideró–, son rasgos narcisistas de personalidad que les permiten estar convencidos de que son los mejores. En este caso el narcisismo no como algo patológico sino como una característica que les permite sobrevivir”.
Para Harry Campos Cervera, psiquiatra y miembro titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), el narcisismo es un rasgo “del político, tiene que tener cierto grado de convencimiento en uno mismo. Es un interjuego, porque podríamos decir que todos los actores son narcisistas pero algunos se la creen y otros no. Un ejecutivo o un político deben tener una condición narcisista pero también la capacidad de salir o entrar de esa investidura. El que no tiene esa capacidad va a mostrar síntomas que con el tiempo se verán en el discurso. Una cuestión muy elemental es que admitan errores”.
En esta línea enfatizó el psicólogo Andrés Rascovsky, ex presidente de APA: “Son muy pocos los políticos que van más allá del anhelo de poder individual, razón por la cual le ha costado tanto a la oposición unirse en un proyecto lógico común: todos luchan por su poder personal y beneficios lógico personales. Habitualmente, el reino de la política es el de la psicopatía. El psicópata considera poco al otro y tiene un discurso que no transmite verdades sino que intenta influenciar; siempre hay una segunda intención en el discurso político, que se aleja de la verdad y es a menudo imaginario, prometiendo cosas que la persona sabe no va a cumplir. Es un reino de engaños, de estrategias histéricas para plantearse como el mejor, con promesas incumplibles y con manejos discursivos para ejercer influencias y no transmitir verdades”.
En los ’90, el psicólogo Miguel Rodríguez Arias presentó Las patas de la mentira, una recopilación de 36 mil horas de grabaciones de archivo, que mostraba el fallido en los discursos políticos. Comenzó a gestarse en 1983, cuando el entonces candidato a vicepresidente de la Nación por el Partido Justicialista, Deolindo Felipe Bittel, sostuvo: “La alternativa de la hora es liberación o dependencia y el justicialismo va a optar por la dependencia...”. Este trabajo apuntaba al desliz inconsciente.
Mucho más cerca en el tiempo, en 2011, el periodista y psicólogo Diego Sehinkmanpublicó una divertida radiografía de la clase dirigente local bajo el título ¿Qué tienen los políticos en la cabeza? (Ediciones B Vergara). Y en su libro más reciente, Políticos al diván, publicado en abril de este año por Sudamericana, transcribió las extensas entrevistas que realizó para La Nación con figuras casi abonadas al escenario político: Eduardo y Chiche Duhalde, Hugo y Pablo Moyano, Patricia Bullrich, Aníbal Fernández, Daniel Scioli,Hermes Binner, Diana Conti, Jorge Brito, Carlos Kunkel y Rodolfo Terragno.
Sehinkman afirmó en diversas entrevistas que el carácter de los políticos argentinos conlleva una “autoimagen que les indica que son capaces de producir transformaciones y de que tienen el don, el talento o la sabiduría de cómo hacerlo. A veces, como en un espejo fiel, es así. Otras, como en un espejo distorsionado, hay una suerte de dismorfia. Así como la anoréxica se ve gorda y es flaca, hay políticos que se ven ‘gordos’ o grandes intelectualmente y, en realidad, son un ‘palo’ y no tienen peso político. Hay muchos que tienen el toque justo de histrionismo, empatía y calidez, y un volumen intelectual que los distingue. Pero todos tienen una ambición mayor al promedio. Tienen menos pudor en decir que quiere llegar a la ‘pole position’”.
Son un dibujo, manejan el discurso psicopáticamente, mienten a conciencia, buscan el poder personal, son ambiciosos y se aman a sí mismos como a nadie. Vaya perfil, y eso que recién empezamos.
Mauricio Macri, del tener al ser. “Hay dos dimensiones. La del ser y la del tener. Macri ya tenía, de familia –dijo Sehinkman a Veintitrés–. Se propuso ser. Construir una identidad propia más allá de la enorme figura del padre. Esa identidad la construye primero con Boca y luego con la política. El vínculo complicado con el padre lo obliga a irse de los negocios familiares, a buscar su propio destino. ¿Alguien se acuerda de aquel eslogan del Pro que decía ‘Juntos venimos bien’? Un poco en serio, un poco en broma, uno podría pensar: ‘Juntos venimos bien’, si Macri hubiera podido decir eso cuando estaba en Socma con su papá, nunca se hubiera dedicado a la política. De todos modos, no es poco mérito haber buscado un camino propio y haberlo encontrado. Otros quedan atrapados y minimizados. En cuanto a su perfil, creo que hizo una buena curva de aprendizaje. Al principio aparentaba como alguien dudoso, que tomaba una medida y si era muy rechazada, retrocedía. Ahora logró pararse con más firmeza. No es poco mérito haber fundado un partido político nuevo en un país como la Argentina”.
La psicóloga y escritora Beatriz Goldberg coincidió en que “Mauri” debía mostrarse distinto a su padre cuando comenzó a incursionar en la política: “Siempre era ‘el hijo de’. Después se fue corriendo y eso le hizo bien a su imagen. Mostraba en público que no era tanto del clan. Él era, no sé si el incapaz, pero sí hijo de una familia adinerada. Es aguerrido, marca mucho la falla del otro, es pasional y muestra que él puede con todo, que no necesita de un otro”.
Scioli, el deportista. Para De Rosa, Daniel Scioli tiene algo que se denomina “psicorrigidez. No sé si es una construcción del discurso que elaboran sus asesores, pero es muy particular verlo repitiendo lo mismo, pase lo que pase. Pueden ocurrir las peores tragedias y él siempre va a ser positivo, optimista, logra no salirse de esa línea”.
Para Campos Cervera, el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires es el más“llamativo de todos los candidatos. De alguna manera siempre tiene en su discurso más o menos lo que uno quiere escuchar, nunca comete una disrupción o pronuncia algo que sea propio”.
Sehinkman consideró que “tiene la mentalidad de un deportista de alto rendimiento. Poca locuacidad, no es un gran orador, y mucho control emocional. Uno le puede subir el fuego y la pava de Scioli no silba nunca. Frente a enormes presiones, e incluso descalificaciones, siempre se mantuvo en silencio. Nunca escala el conflicto verbal. ¿Pero cómo decodifica eso la gente? Seguramente, muchos lo verán como una muestra de equilibrio, y otros, como docilidad. Entonces la pregunta válida con Scioli es: ¿dónde termina el estoico y empieza el sumiso? Exhibe, creo que genuinamente, su accidente como muestra de resiliencia, esa capacidad para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas”.
Sergio Massa y su sonrisa. “Massa se muestra con una sonrisa pegada, que tiene incorporada, muy clara y siempre la misma –describió Goldberg–. Es muy clásica esa sonrisa que parece decir ‘todo lo arreglo, todo lo puedo solucionar, yo puedo todo, hasta superar los contratiempos’. Es como una meseta”.
Sehinkman cree que al actual diputado y ex intendente de Tigre se lo podría definir como“personalidad alfa, es decir, líder de la manada: ‘Acá mando yo’, me dijo en la entrevista para La Nación, cuando se le sugirió que algunos intendentes quizá no estuvieran de acuerdo con su proyecto de limitarles la reelección. Es muy estratégico en el manejo de la comunicación, en qué entrevistas quiere dar y cuáles no. Tiene bien claro qué quiere comunicar y qué prefiere obviar. Eso muestra un fuerte rasgo controlador. Debe ser uno de los candidatos con mayores habilidades sociales. Parece tener alguna dificultad para mantener el control emocional cuando se enfrenta a preguntas que no le son cómodas”.
Goldberg se animó a agregar, reforzando las definiciones de Sehinkman, que “siempre hace la historia de sus aciertos, siempre trata de tener una buena argumentación. Responde sobre cuestiones en las que estuvo acertado, se nota mucho, y si se le pregunta algo más ríspido, lleva la conversación hacia otro lado”.
Y todos los demás. En un paneo más rápido por otras figuras políticas que se perfilan, al menos por ahora, con menos peso como candidatos, los especialistas se adentraron en las mentes de Julio Cobos, Elisa Carrió, Florencio Randazzo y Hermes Binner. En sus libros, Sehinkman plantea, por ejemplo, que Cobos padece el “síndrome del Bluff” y que “es psicopateable. Con sólo repetirle una y otra vez que es un traidor y un golpista, el Gobierno consiguió inculcarle tanta culpa y volverlo tan sumiso, que aquella feroz máquina de impedir se transformó en la Epilady de Cristina”.
Para Goldberg, en Cobos se evidencia una ambivalencia que se mostró claramente en aquella frase que le dio más fama: “Mi voto no es positivo”. “No se muestra con una gran fortaleza, ni con una fuerte personalidad. Debería mostrar un poco más de autoestima, porque puede jugarse y decir lo que siente, pero no se juega por su propia inseguridad y por querer quedar bien con todos”.
Según De Rosa, la figura política más ligada “a lo pintoresco puede ser la de Carrió porque todo el mundo habla constantemente de la visión mesiánica de sus planteos. Alguien determinado, designado a entregar un mensaje y ese mensaje no lo expresa en términos racionales sino ligados a la fe: ‘Créanme, va a pasar esto’. Es un fenómeno de tipo religioso, dogmático más que racional”.
Tal vez por eso Sehinkman plantea en sus textos que las frases ideales para desestabilizar a Carrió son: “Cerraron TN” o, a modo de alternativa, “Otra vez llamaron de la producción de Majul: (Al final) entrás en el último bloque pero dicen que la cámara tres no anda, que guiñes el ojo siempre para la uno”.
Goldberg también caracterizó a Randazzo como un “tipo que aparece siempre sonriente. Se lo ve como un ganador, mostrando sus logros. Es el que trae las cosas nuevas, el que muestra poco conflicto”.
Por último, Sehinkman le apuntó a Binner: “Tiene el repertorio gestual de un descendiente de suizos, que está a años luz del de un latino, fácilmente decodificable. Si uno entrevista a Binner, más allá de las palabras, hay que estar atento a la microgestualidad, porque dice mucho: levanta una ceja, le da un pequeño golpe a la mesa con sus nudillos, tuerce apenas la cabeza. Poco amigo del párrafo largo, valora la naturalidad. Carga, sin tener la culpa, con una idea instalada en el inconsciente colectivo: a partir de 2001 se creó un reflejo casi pavloviano en la gente: cuando escucha a un líder que no sube la voz ni golpea la mesa, lo asocia con De la Rúa, con un débil”.
Características generales de quienes batallan en la política local, pero también rasgos particulares de aquellos que hoy se perfilan como candidatos para la próxima elección presidencial. Apenas una pincelada para intentar conocer un poco más a los que pueden llegar a dirigir el país.
05.12.2014
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