Deskirchenerización
viernes, 3 de junio de 2016
Deskirchnerización, 1955
"El problema político más grave que afrontó el antiperonismo desde su triunfo por la vía armada en setiembre de 1955 fue ¿qué hacer con el peronismo? La solución consensuada,desperonización. Esta se convirtió en el signo distintivo y la nueva fuente de conflictos, violencias y frustraciones del gobierno surgido de la autodenominada “Revolución Libertadora”.
(...) El antiperonismo no fue homogéneo en la sociedad, en los partidos, ni en el gobierno. Lo unió un acuerdo inicial de intolerancia hacia el gobierno peronista que había perseguido a la oposición, atacado los intereses y valores culturales de las clases más establecidas, cultivado un estilo transgresor que fue visto como reñido con la moral, la austeridad republicana y la respetabilidad digna de la clase política. A ello se sumó el rechazo a la vocación hegemónica del peronismo que premiaba y exigía la lealtad, condenando el derecho a discrepar (Lo que sobresale en la caracterización del peronismo en la etapa inmediatamente posterior a su caída, fue su carácter “totalitario y corrupto”, en esa condena se fundamentó el "derecho a la revolución" y el carácter restaurador, constitucionalista, democrático y antiimperialista de la revolución libertadora").
El rechazo al modelo político-social igualitarista del peronismo y particularmente a Juan Domingo Perón fue unánime entre los sectores que adhirieron a la “Revolución Libertadora”. Este acuerdo constituyó el carácter distintivo del antiperonismo, su definición por el opuesto y su negativa a reconocerle legitimidad política alguna.
(...) El antiperonismo radicalizado vio en el peronismo un fenómeno anómalo, una especie de psicosis colectiva que había corrompido el orden político y social heredado. Propuso depurar a la sociedad de ese mal como único camino posible a la democracia. Ese objetivo condujo a implementar variadas políticas que contemplaron la represión y el aniquilamiento del enemigo, la reeducación de la sociedad y el replanteo del orden político.
(...) Las primeras medidas oficiales desperonizadoras fueron quitar las denominaciones de Perón y Eva Perón, como así también las que hacían alusión a otras referencias partidarias, de calles, ciudades, plazas e instituciones diversas. A ello siguió la salida de circulación e incineración pública de los libros de lectura peronistas, la prohibición de cantar la marcha “Los muchachos peronistas” y la conformación de las comisiones investigadoras que recibieron denuncias y pretendieron recabar pruebas sobre las más diversas acusaciones que habían alimentado el rumor y la sospecha en los últimos años. También se ordenó la liberación de los presos políticos y militares que habían combatido al peronismo, quienes fueron recibidos por nutridas manifestaciones como héroes.
(...) Estas comisiones recepcionaron las denuncias de los actos de corrupción y “excesos de todo tipo” del gobierno derrocado, deteniendo e investigando a los acusados. Las mismas, a poco andar, fueron cobrando un espacio cada vez más importante en los hechos políticos generados desde el nuevo gobierno.
El resultado de la actividad de investigación, al que la prensa dio amplia cobertura constituyó una parte esencial del proyecto pedagógico de la desperonización. Este tenía por finalidad, además del castigo a los culpables, convencer a los peronistas que habían sido víctimas de un “engaño”, por eso se manifestó en los primeros momentos a través de la exhibición de los excesos de lujo del gobierno anterior: los veintisiete automóviles del ex-presidente, varios televisores y motocicletas, las joyas y el vestuario de Eva Perón, de la apertura al público de un supuesto “refugio subterráneo”, similar al bunker de Hitler, construdo en el edificio de la empresa editorial ALEA. Poco más adelante se completó con la publicación de las cartas de Perón a una adolescente, aportados como prueba para el juicio del Tribunal Militar de Honor que lo degradó. Esta exhibición pública de los “vicios y pecados”, realizada desde el Estado y difundida por la prensa, tuvo un carácter ritual en el antiperonismo. La misma estuvo orientada a construir una imagen que desmitificara al peronismo desde todo punto de vista, ya que no trepidaba en hacer público lo que era estrictamente privado y se completaba, sugestivamente, con la denuncia de los “desvíos sexuales” del ex-presidente, lo cual cerraba el círculo de satanización, el peronismo y su líder, como paradigma de la inmoralidad y la corrupción.
Hubo una oficialización de los prejuicios del antiperonismo, y lo que antes había sido el rumor y la maledicencia de los opositores, se convirtió en información oficial de contenido educativo para la ciudadanía.
Esta construcción simbólica del peronismo como encarnación del mal que provino originalmente de la identificación del peronismo con el nazi-fascismo, realizada por los sectores antifascistas desde los tiempos del ascenso político de Perón fue acompañada, como no podía ser de otra manera, de una faz represiva concebida como el necesario castigo a los culpables. Pues, paralelamente al contenido simbólico de las exhibiciones que tendió a reforzar en la opinión pública la identificación del peronismo con el mal, y el afán “purificador” puesto de manifiesto, por ejemplo, en la incineración de los libros peronistas y en la demolición del palacio Unzué, donde hoy se levanta el edificio de la Biblioteca Nacional, por haber sido residencia del matrimonio Perón, se realizaron allanamientos en los domicilios de ex-legisladores, ex-funcionarios y colaboradores o allegados al gobierno peronista que la prensa denominó “jerarcas del régimen caído”. Se buscaron documentos y bienes que corroboraran las denuncias de corrupción y enriquecimiento ilícito, mientras aparecían “sensacionales” noticias, sobre la detención de encumbrados peronistas en plan de fuga, portando valijas con joyas y varios millones de dólares, o siendo propietarios de fastuosas residencias y estancias de miles de hectáreas.
En principio las acciones represivas podían encuadrarse en la búsqueda del castigo de los colaboradores de la “tiranía” anunciado por el presidente, pero no se detuvo ahí. Las investigaciones se extendieron en la búsqueda de otros cómplices de la “tiranía”, los acusados de haberla encumbrado, así fueron allanados y detenidos ex-parlamentarios del peronismo, dirigentes sindicales e incluso colaboradores o simpatizantes acusados en la mayoría de los casos de asociación ilicíta e incremento patrimonial no justificado. El “celo” de estas comisiones amenazó con extenderse cada vez más".
Fuente: María Estela Spinelli - La desperonización. Una estrategia política de amplio alcance (1955-1958).
(...) El antiperonismo no fue homogéneo en la sociedad, en los partidos, ni en el gobierno. Lo unió un acuerdo inicial de intolerancia hacia el gobierno peronista que había perseguido a la oposición, atacado los intereses y valores culturales de las clases más establecidas, cultivado un estilo transgresor que fue visto como reñido con la moral, la austeridad republicana y la respetabilidad digna de la clase política. A ello se sumó el rechazo a la vocación hegemónica del peronismo que premiaba y exigía la lealtad, condenando el derecho a discrepar (Lo que sobresale en la caracterización del peronismo en la etapa inmediatamente posterior a su caída, fue su carácter “totalitario y corrupto”, en esa condena se fundamentó el "derecho a la revolución" y el carácter restaurador, constitucionalista, democrático y antiimperialista de la revolución libertadora").
El rechazo al modelo político-social igualitarista del peronismo y particularmente a Juan Domingo Perón fue unánime entre los sectores que adhirieron a la “Revolución Libertadora”. Este acuerdo constituyó el carácter distintivo del antiperonismo, su definición por el opuesto y su negativa a reconocerle legitimidad política alguna.
(...) El antiperonismo radicalizado vio en el peronismo un fenómeno anómalo, una especie de psicosis colectiva que había corrompido el orden político y social heredado. Propuso depurar a la sociedad de ese mal como único camino posible a la democracia. Ese objetivo condujo a implementar variadas políticas que contemplaron la represión y el aniquilamiento del enemigo, la reeducación de la sociedad y el replanteo del orden político.
(...) Las primeras medidas oficiales desperonizadoras fueron quitar las denominaciones de Perón y Eva Perón, como así también las que hacían alusión a otras referencias partidarias, de calles, ciudades, plazas e instituciones diversas. A ello siguió la salida de circulación e incineración pública de los libros de lectura peronistas, la prohibición de cantar la marcha “Los muchachos peronistas” y la conformación de las comisiones investigadoras que recibieron denuncias y pretendieron recabar pruebas sobre las más diversas acusaciones que habían alimentado el rumor y la sospecha en los últimos años. También se ordenó la liberación de los presos políticos y militares que habían combatido al peronismo, quienes fueron recibidos por nutridas manifestaciones como héroes.
(...) Estas comisiones recepcionaron las denuncias de los actos de corrupción y “excesos de todo tipo” del gobierno derrocado, deteniendo e investigando a los acusados. Las mismas, a poco andar, fueron cobrando un espacio cada vez más importante en los hechos políticos generados desde el nuevo gobierno.
El resultado de la actividad de investigación, al que la prensa dio amplia cobertura constituyó una parte esencial del proyecto pedagógico de la desperonización. Este tenía por finalidad, además del castigo a los culpables, convencer a los peronistas que habían sido víctimas de un “engaño”, por eso se manifestó en los primeros momentos a través de la exhibición de los excesos de lujo del gobierno anterior: los veintisiete automóviles del ex-presidente, varios televisores y motocicletas, las joyas y el vestuario de Eva Perón, de la apertura al público de un supuesto “refugio subterráneo”, similar al bunker de Hitler, construdo en el edificio de la empresa editorial ALEA. Poco más adelante se completó con la publicación de las cartas de Perón a una adolescente, aportados como prueba para el juicio del Tribunal Militar de Honor que lo degradó. Esta exhibición pública de los “vicios y pecados”, realizada desde el Estado y difundida por la prensa, tuvo un carácter ritual en el antiperonismo. La misma estuvo orientada a construir una imagen que desmitificara al peronismo desde todo punto de vista, ya que no trepidaba en hacer público lo que era estrictamente privado y se completaba, sugestivamente, con la denuncia de los “desvíos sexuales” del ex-presidente, lo cual cerraba el círculo de satanización, el peronismo y su líder, como paradigma de la inmoralidad y la corrupción.
Hubo una oficialización de los prejuicios del antiperonismo, y lo que antes había sido el rumor y la maledicencia de los opositores, se convirtió en información oficial de contenido educativo para la ciudadanía.
Esta construcción simbólica del peronismo como encarnación del mal que provino originalmente de la identificación del peronismo con el nazi-fascismo, realizada por los sectores antifascistas desde los tiempos del ascenso político de Perón fue acompañada, como no podía ser de otra manera, de una faz represiva concebida como el necesario castigo a los culpables. Pues, paralelamente al contenido simbólico de las exhibiciones que tendió a reforzar en la opinión pública la identificación del peronismo con el mal, y el afán “purificador” puesto de manifiesto, por ejemplo, en la incineración de los libros peronistas y en la demolición del palacio Unzué, donde hoy se levanta el edificio de la Biblioteca Nacional, por haber sido residencia del matrimonio Perón, se realizaron allanamientos en los domicilios de ex-legisladores, ex-funcionarios y colaboradores o allegados al gobierno peronista que la prensa denominó “jerarcas del régimen caído”. Se buscaron documentos y bienes que corroboraran las denuncias de corrupción y enriquecimiento ilícito, mientras aparecían “sensacionales” noticias, sobre la detención de encumbrados peronistas en plan de fuga, portando valijas con joyas y varios millones de dólares, o siendo propietarios de fastuosas residencias y estancias de miles de hectáreas.
En principio las acciones represivas podían encuadrarse en la búsqueda del castigo de los colaboradores de la “tiranía” anunciado por el presidente, pero no se detuvo ahí. Las investigaciones se extendieron en la búsqueda de otros cómplices de la “tiranía”, los acusados de haberla encumbrado, así fueron allanados y detenidos ex-parlamentarios del peronismo, dirigentes sindicales e incluso colaboradores o simpatizantes acusados en la mayoría de los casos de asociación ilicíta e incremento patrimonial no justificado. El “celo” de estas comisiones amenazó con extenderse cada vez más".
Fuente: María Estela Spinelli - La desperonización. Una estrategia política de amplio alcance (1955-1958).
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