Jorge Alemán en Revista Ñ

IDEAS
26/04/12 - 18:31
Jorge Alemán:“Una de las maneras de sustraerse a la técnica, es la política”

Psicoanalista, poeta y agregado cultural de la embajada argentina en Madrid, exiliado en la península en 1976, está en Buenos Aires participando del VIII Congreso Internacional de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). El próximo 3 de mayo presentará su nuevo libro “Soledad: Común. Políticas en Lacan” en la Biblioteca Nacional.

POR PABLO E. CHACÓN

Más Lacan, para descifrar el psicoanálisis

En su último libro, “Soledad: Común. Políticas en Lacan” (editorial Capital Intelectual), el psicoanalista argentino Jorge Alemán aborda los efectos de la técnica sobre la sociabilidad contemporánea, los sujetos y las naciones, diferenciando los escenarios europeos, norteamericanos, asiáticos y latinoamericanos, en una perspectiva que jamás pierde de vista tanto la obra de Lacan como la de Heidegger. Esta es la conversación con Ñ digital.

-En su opinión, el colapso financiero europeo y sus desinencias hacia otras zonas del globo, ¿es una crisis socioeconómica o una mutación epocal?
-El orden simbólico en el siglo XXI (título del Congreso al que asiste) cambió notoriamente en los últimos 20 años. Por eso, creo que es importante introducir un matiz sobre la palabra crisis. En general, se tienden a pensar las crisis -de cualquier clase- como dislocaciones que se producen en algún momento y que luego, por diversas razones, remitiendo. Es decir: de una crisis se espera que termine y que se restablezca un momento anterior. En el caso de la situación actual, yo pienso que no va a haber un restablecimiento sino que lo que se está configurando es un nuevo modelo de acumulación del capital que ahora se estabiliza tal como (Karl) Marx lo había formulado bajo la epifanía de que todo lo sólido se iba a desvanecer en el aire. Eso por un lado.

-¿Y por el otro?
-Acompañando, es un momento de constitución de un orden inédito, donde la dimensión de la técnica, según el análisis que hizo (Martin) Heidegger, ha logrado constituir una estructura de emplazamiento que organiza a los pueblos, a las naciones y a los sujetos bajo una serie de dispositivos que ya no se pueden comprender según las lógicas simbólicas tradicionales. Son dispositivos de control donde funcionan protocolos de evaluación, objetivación, planificación, producción biopolítica (de los sujetos), etcétera. En Europa no parece existir ninguna posibilidad de interrumpir ese circuito. No surgen experiencias, que tendrían que ser experiencias políticas, que puedan interrumpir el circuito entre esos dispositivos de control y los sujetos bajo control.
-Eso tiene consecuencias clínicas.
-Por supuesto. Al no generarse nuevos lazos sociales lo que se constan son pasajes al acto, suicidios, toxicomanías, new age, sistemas de autoayuda, depresiones masivas, ataques de pánico, medicalización e infantilismo generalizado.
-¿Qué quiere decir con infantilismo generalizado?
-Es una manera de nombrar cierta forma de habitar el mundo, un mundo donde nadie está atravesado por una idea. Las personas están encorsetadas entre las opiniones. Están reducidas a su cuerpo y las opiniones. Es como si a los sujetos que circulan en esos dispositivos se los condenara a vivir entre opiniones y cuerpos. Pero el orden simbólico es algo más que opiniones y cuerpos. El orden simbólico está en relación con una verdad. No con una verdad que se construya reflexivamente sino con una verdad que se tiene que descifrar, que interpela. Esa experiencia de ser interpelado, que interpela, que empuja a que el sujeto tenga que descifrar su posición, esos dispositivos de control, la reprimen. El capitalismo actual no permite pensar cuál es el lugar de su corte o su interrupción. Y la técnica funciona de una manera tal que agota a la realidad en esos dispositivos.
-¿Y entonces?
-Y entonces hay que preguntarse si en este escenario hay lugar para un relato emancipatorio. Es decir, frente a esta situación, es imprescindible pensar cuáles serían las modalidades actuales, y bajo qué vías atravesar esta situación. Y para eso, creo, habría que redefinir la experiencia política.
-¿Cómo es eso?
-En mi último libro desarrollo la cuestión a fondo. A mi juicio, la redefinición de la experiencia política exige implicar al sujeto, establecer una nueva lógica de la relación política-sujeto. No creo que hoy haya un sujeto histórico que por su propio movimiento teleológico y de manera endógena, a través de la lucha de clases, sea susceptible de transformar la situación, tal como se definía en el marxismo clásico. Tampoco creo, como lo formula la filosofía italiana, con Toni Negri a la cabeza, que esta estructura tardocapitalista esté generando lo que ellos llaman un “general intellect”, que consistiría en una experiencia de lo común, de producción de subjetividad que lograría, en un momento dado, sustraerse a los dispositivos tecnocráticos y a los del capital. En esa lectura inmanentista, creo que subsiste la creencia de que el propio movimiento interno del capitalismo producirá su atravesamiento, lo que volvería a la política (que incluye la gestión) innecesaria. No creo en eso.
-Heidegger dice que la ciencia no piensa.
-La fórmula de Heidegger es que lo grave de esta época es que aún no se piensa. Está en su seminario “¿Qué significa pensar?”. Ahí hay una serie de teoremas (Heidegger era mucho más lógico y formal que lo que muchos de sus comentadores creen) donde dice que hay una suerte de pliegue donde la ciencia deviene en técnica. Pero la ciencia no es la técnica. La ciencia -en el sentido moderno de su acepción- tenía alguna relación con la verdad. En la experiencia de la ciencia estaba el descubrimiento, la subjetivación, la fundación de un nuevo ámbito. Y a la vez, siempre definía un nuevo objeto. A través de la ciencia siempre aparecía un nuevo objeto en el mundo. La técnica no tiene ningún objeto. Al contrario: es la integración de todos esos saberes al servicio de destruir la imposibilidad, al servicio de producir un nuevo tipo de realidad donde lo imposible no tenga lugar. En la ciencia había imposible, había límite. La técnica es la introducción de lo ilimitado. En la técnica, lo imposible quedó erradicado, y prolifera, se expande de una manera rizomática, transversal, conectando todo con todo. Entonces se vuelve más difícil establecer un corte. Esta no es la época de la ciencia sino de la técnica. Heidegger creyó que había una forma de responder a la técnica, por medio de la serenidad. Decir que sí y que no a la vez. Habitar la técnica, porque no se puede caer en una posición nostálgica anterior. Y encontrar un espacio de sustracción. La única forma, creo, es a través de la política.
-La política está cuestionada desde todos los lugares posibles.
-Es cierto. Pero existen diferencias. Los europeos que no piensan igual que cierto nihilismo muy de moda, piensan que para que suceda algo nuevo en el campo de la política hay que ser fiel a los acontecimientos. Los acontecimientos -y me refiero a Alain Badiou- se traducen como aquello que surge -en un estado de cosas- de manera incalculable, indeterminada e imprevisible. Un acontecimiento es algo que no estaba previsto. Y un acontecimiento político es algo que no está controlado ni por el capital ni por el estado. Y podría haber política en la medida que apareciera un sujeto que sea capaz de subjetivar, y de ser fiel a ese acontecimiento. En general, para los filósofos europeos posmarxistas, la forma-estado y la forma-partido ya no son vías idóneas para constituir una experiencia política que comprometa al sujeto. Estos pensadores cuestionan al estado, al partido pero también a los derechos humanos, entre otras cosas porque los propios partidos socialdemócratas se ocuparon de borrar la diferencia entre derecha e izquierda. Pero cuando piensan a América latina en los mismos términos, se les escapa cierta especificidad.
-¿Cuál sería esa especificidad?
-Creo que en América latina el estado puede seguir siendo una superficie de inscripción de procesos emancipatorios. Los derechos humanos, particularmente en la Argentina, han sido una operación decisiva para la construcción de un nuevo proyecto político. Y la construcción regional latinoamericana, no pienso que sea una experiencia a desestimar. No me parece que sea algo que pueda ser fácilmente subsumido por el estado dominante de las cosas. Pienso que la construcción de hegemonías en el sentido de (Antonio) Gramsci, de (Ernesto) Laclau, pensadas con las lógicas de Lacan, son pertinentes para entender los procesos políticos latinoamericanos. Es lo que estamos viviendo, con sus ventajas y sus desventajas. En el mundo de hoy, el escenario norteamericano es el de la dominación empresarial y el capitalismo de estado de los chinos es muy inquietante (y novedoso). China está demostrando de una forma muy efectiva la circulación de la forma-mercancía, sin la necesidad de una burguesía, la que se suponía era la clase social encargada de pilotear ese movimiento. Autoritarismo sin burguesía y mano de obra barata, en términos de PBI, no es fácil de asimilar. Y no es una solución a largo plazo para las problemáticas del sujeto. Aunque esa cultura desconozca lo que es el individualismo.


IDEAS
Política y Economía
25/10/12 - 16:45

Jorge Alemán: “En Europa, la política ha sido reemplazada por el juego de las opiniones”

El psicoanalista argentino, radicado en España desde 1976, habló con Ñ digital sobre el panorama mundial de hoy y dijo: "la fractura se ha manifestado en toda su verdad, y queda por ver quiénes se harán cargo de esa verdad."

POR PABLO E. CHACÓN

 Alemán dice que en Europa la experiencia de la política ha sido reemplazada por el juego de las opiniones.
Alemán dice que en Europa la experiencia de la política ha sido reemplazada por el juego de las opiniones.
Psicoanalista radicado en España desde 1976, Alemán también es agregado cultural de la embajada argentina en la península. Sus preocupaciones teóricas van de la mano de su práctica y de una manera singular de pensar las tecnociencias, la biopolítica, las nuevas subjetividades y el estallido del paradigma liberal en Europa y los Estados Unidos, la práctica política en América Latina y el avance de China en el tablero global. Sus referencias son tres clásicos: Martin Heidegger, Jacques Lacan y Alain Badiou. Este es el diálogo que sostuvo con Ñ digital desde Cádiz.

¿Por qué piensa que América Latina sería el espacio donde pueda pensarse “lo político” en el siglo XXI?

Es una conjetura que sostengo desde hace años, y que se sustenta en distintas razones que paso a enumerar sin un orden preciso. En primer lugar, en América Latina hubo una sedimentación teórica de los distintos proyectos ilustrados y emancipatorios pero sin su carga eurocéntrica, universitaria y metafísica. No veo otro continente donde haya sucedido algo semejante. América Latina está en condiciones de experimentar la democracia más allá de su molde liberal, donde las cuestiones referidas a la justicia, la igualdad y la soberanía han sido reprimidas por el consenso que se soporta en la red de consumidores-ciudadanos-usuarios y que ahora empieza a crujir con fuerza en todos sus cimientos. Esta zona, paradójicamente, puede dar lugar a nuevos modos de pensar lo “universal”, otras maneras de pensar el trayecto moderno en la época de la técnica.

Si eso es así, ¿qué modelo o paradigma de “lo político” se habría agotado y dónde? ¿Y qué pasa con el universo político chino?

Es evidente que en Europa se ha consumado la brecha entre lo que Lacan llamaba el discurso capitalista; Heidegger, “las estructuras de emplazamiento  de la técnica”, y los pensadores franceses  e italianos, dispositivos biopolíticos. La experiencia de la política ha sido reemplazada por el juego de las opiniones. Se trata de un paradigma “consensualista” que nunca afecta en su ejercicio a las reglas del capital. Este paradigma funcionaba bien mientras se podía sostener el Estado de Bienestar, que mantenía la cohesión social. Pero ahora la fractura se ha manifestado en toda su verdad, y queda por ver quiénes se harán cargo de esa verdad. Espero que las nuevas experiencias militantes y los nuevos partidos de izquierda puedan hacer algo: si no, sería entregar la gestión de esa fractura al nuevo fascismo de los expertos, la administración y las agencias de calificación. Y en cuanto a China, como se sabe, es un capitalismo sin burguesía, al menos en el sentido histórico que se la definía. En China, el Estado se sustancia a partir de las corporaciones y la burocracia que han  comenzado a generar una seudo pequeña burguesía, pero cómo se manifiesta el malestar en la cultura, bueno, es un asunto de difícil respuesta. Habrá que ponerse a estudiar.

¿Puede pensarse la práctica política instituyéndose desde el mismo estado? ¿Cómo sería eso? Y ¿por qué no pudo pensarse antes?

No creo que se pueda pensar instituyéndose desde el Estado. Por el contrario, nuestra experiencia nos indica que a partir del anudamiento entre movimientos sociales, estructuras políticas comprometidas y la relectura de las experiencias emancipatorias previas, el Estado puede funcionar como un suplemento que anude los tres sentidos. Pero nunca el estado, desde sí mismo y por sí mismo, puede instituir una política.

Las lógicas emancipatorias en América Latina, de las que usted habla, ¿hubieran sido posibles sin la catástrofe el 2001 y otras similares en el continente?

Lacan me enseñó a pensar la historia, no solo bajo las formas del par “posible-necesario”, que siempre encierra un sentido ya escrito (de la historia), sino también a tener en cuenta el eje “imposible-contingente”. Es interesante pensar que algo que no era posible que sucediera ha suspendido, de modo contingente, su imposibilidad y ha sucedido, sin que se pueda fundamentar de un modo totalizante el acontecimiento.

Tomo uno de sus enunciados: “el Estado se define como irrelevante para el proyecto emancipatorio dada su esencial aturaleza policial, biopolítica o capitalista”. ¿Cómo entenderlo si la mayor parte de las reformas en esa clave -emancipatoria- en estos lares se han hecho desde el Estado?

Yo me refería a los pensadores radicales de Europa que ponen como condición pensar las lógicas emancipatorias por fuera del Estado. Badiou emplea a menudo la expresión capital-parlamentarismo y dice que la democracia es el enemigo; (Jacques) Ranciere llama al Estado, la Policía; y Antonio Negri habla del mismo como un instrumento privilegiado de la biopolitica. Entiendo perfectamente esas lógicas filosóficas anti- estado a las que (Slavoj) Zizek les hace eco, pero insisto en que la novedad latinoamericana consiste en demostrar que se puede intervenir en lo real del espacio socio-simbólico manteniéndonos en los limites del horizonte democrático. Llevar un proceso de transformación histórico de la estructura de una Nación y un continente, poniéndolo a prueba en procesos electorales que siempre se pueden perder, es lo que algunos amigos europeos no pueden pensar porque no quieren, prefieren mantener incontaminado su espacio teórico aunque éste se mantenga estrictamente en el plano universitario. Pero si se sale de ese espacio, si las estructuras bajan a la calle, entonces hay que ver qué es lo que pasa.

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