Tata Dios Masacre de Tandil 1872
TANDIL.- Eran las épocas en las que la patria todavía se terminaba de "cocinar a baño María". Y en las pampas más aún. En un principio de año de 1872, un grupo de criollos, al grito de "viva la religión, mueran los gringos y masones", asesinó sanguinariamente en Tandil a una treintena de personas, en un caso que conmocionó al país.
Otros ingredientes: la sospecha de que todo estuvo orquestado por adinerados y el asesinato del principal acusado de instigar la masacre, el médico "sanador" o curandero Gerónimo de Solané, bautizado "Tata Dios", ocurrido mientras estaba preso, aparentemente con la vista gorda de las autoridades. Todos condimentos de un caso en el que, todavía, no existe una única verdad. Una vez conocida la historia, es imposible no trasladarse imaginariamente a aquellos días ante los recuerdos que hoy permanecen dentro de las paredes del Museo Tradicionalista del Fuerte Independencia.
Aquel 1° de enero de 1872, y en aquel pueblo de poco más de 5000 personas, un grupo de gente de campo, hasta el momento con fama de apacible, tomó por asalto la sede del Juzgado de Paz local y tomó las armas de fuego que ahí había. En sus brazos llevaban una divisa rojo punzó (símbolo de los seguidores de Juan Manuel de Rosas). Y de inmediato, cumplieron con su salvaje proclama: a las pocas cuadras, atacaron a Santiago Imberti, un italiano que tocaba el órgano. En poco tiempo, todo fue terror. Primero fueron dos vascos que esperaban en una carreta para ingresar a la ciudad. Luego unos cuantos ingleses. Sin embargo, el golpe mayor lo dieron en el almacén de la familia Chapar, ubicado en De la Canal, donde asesinaron a 17 personas.
En medio del saqueo generalizado del lugar, sorprendió la destrucción del libro contable del almacenero, por entonces un documento público. Esto hizo sospechar que algunos de sus deudores, entre los que se contaba a buena parte de la sociedad tradicional, eran los instigadores del crimen.
https://historiaysociedades.blogspot.com/2014/10/
miércoles, 22 de octubre de 2014
El triste y solitario final de "Tata Dios"
Por Martín Glade Para LA NACION
La revancha
Gracias a una fuerza policial apoyada por vecinos armados, el grupo fue apresado. Allí, comenzó "la revancha". En medio de un enfrentamiento que para muchos fue sólo un fusilamiento, varios de los asesinos, entre ellos su líder, Jacinto Pérez, murieron. Algunos lograron escapar. Sólo una veintena fueron detenidos. Muchos no se conocían entre sí, aseguraron actuar por órdenes del "médico Dios".
Todos fueron llevados a un calabozo, donde poco antes había sido trasladado Tata Dios, que siempre negó su participación en los hechos y había sido apresado en la estancia "La Argentina", donde ejercía la "medicina". Pero, ¿quién fue Gerónimo de Solané, alias "Tata Dios"? Había llegado a Tantil de la mano del estanciero Ramón Gómez, que lo convocó para curar las severas jaquecas de su esposa, Rufina Pérez.
Definido como canoso, y de larga barba blanca, pese a contar con entre 45 y 50 años, Solané, tras ganar la confianza de Gómez, instaló un centro de curaciones en el puesto La Rufina de la estancia. Para sus detractores, sus "poderes milagrosos y adivinatorios" sólo surgían de una avivada: escondido tras una tela escuchaba lo que los pacientes le relataban a su secretario. Para sus seguidores, que lo adoraban como a un profeta, podía todo lo que no alcanzaba la medicina tradicional. Pero nunca nadie escuchó de su boca una proclama que instara a semejante masacre. Siempre, en cambio, Jacinto Pérez hizo referencia a que encabezó el grupo armado porque el curandero lo había mandado con proclamas apocalípticas. Pero Solané no llegó al juicio. En la madrugada del 6 de enero, murió baleado desde una pequeña ventana en el calabozo en el que estaba custodiado por guardias y civiles armados. Su manta pampa, agujereada por algunos de los nueve impactos de bala que recibió, hoy se conserva en el Museo del Fuerte junto con el sumario de todas las actuaciones judiciales. Su entierro es otro de los grandes secretos de la aldea, pese a que, en base a distintos testimonios, se cree que fue sepultado en las puertas del viejo cementerio municipal, bajo la actual Plaza Moreno, para que fuese pisoteado por quienes llegaran al lugar, y de pie, para que no descansase en paz.
Gerónimo de Solané, autoproclamado salvador de la humanidad,
desató una tragedia aún recordada en la zona. Con su prédica mesiánica
exacerbó el odio contra los inmigrantes. Al amanecer del primer día de 1872,
treinta y seis personas fueron víctimas de su fanatismo.
Ajusticiado Solané, la situación se descomprimió un tanto, y tras un juicio con muchas falencias procesales que dejó líneas de investigación sin tratar, tres de los reos fueron condenados a muerte. Sólo dos, Cruz Gutiérrez y Esteban Lasarte fueron fusilados en la plaza principal, porque el restante, Juan Villalba, murió en su celda. Los restantes, fueron liberados o condenados a penas de hasta 15 años de cárcel. Pese a que el caso estuvo formalmente cerrado, en la ciudad de hoy persisten todavía muchos interrogantes sobre lo ocurrido en aquel pueblo.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/687991-el-triste-y-solitario-final-de-tata-dios
Publicado por Alfredo J. Insua
Etiquetas: Historia Argentina 1852-1880
sábado, 18 de octubre de 2014
La Guerra de la Triple Alianza
Autor: Felipe Pigna
La guerra que enfrentó a la Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay, entre 1865 y 1870, respondió más a los intereses británicos y de acabar con un modelo autónomo de desarrollo como el paraguayo, que podía devenir en un "mal ejemplo" para el resto de América latina, que a los objetivos de unificación nacional y defensa del territorio proclamados por sus promotores.
El conflicto que terminó por enfrentar al Paraguay con la Triple Alianza, formada por Argentina, Brasil y Uruguay, tuvo su origen en 1863, cuando el Uruguay fue invadido por un grupo de liberales uruguayos comandados por el general Venancio Flores, quienes derrocaron al gobierno blanco, de tendencia federal y único aliado del Paraguay en la región.
La invasión había sido preparada en Buenos Aires con el visto bueno del presidente Bartolomé Mitre y el apoyo de la armada brasileña. El Paraguay intervino en defensa del gobierno depuesto y le declaró la guerra al Brasil.
El gobierno de Mitre se había declarado neutral pero no permitió el paso por Corrientes de las tropas comandadas por el gobernante paraguayo, Francisco Solano López. Esto llevó a López a declarar la guerra también a la Argentina.
Escena de la Guerra del Paraguay. Autor: Cándido López (pintor y ex-combatiente de la Guerra de la Triple Alianza). Museo de Bellas Artes. Argentina
Brasil, la Argentina y el nuevo gobierno uruguayo firmaron en mayo de 1865 el Tratado de la Triple Alianza, en el que se fijaban los objetivos de la guerra y las condiciones de rendición que se le impondrían al Paraguay. Hasta 1865 el gobierno paraguayo, bajo los gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López, construyó astilleros, fábricas metalúrgicas, ferrocarriles y líneas telegráficas. La mayor parte de las tierras pertenecía al Estado, que ejercía además una especie de monopolio de la comercialización en el exterior de sus dos principales productos: la yerba y el tabaco. El Paraguay era la única nación de América Latina que no tenía deuda externa porque le bastaban sus recursos.
Francisco Solano López Carrillo ( 1827 – 1870) segundo presidente
constitucional de la República del Paraguay entre 1862 y 1870.
Se desempeñó como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas,
presidente y jefe supremo de la nación paraguaya durante la Guerra de la Triple Alianza.
Sucedió como presidente a su padre Carlos Antonio López,
que le había dejado a su hijo una nación próspera.
Decía Alberdi: "Si es verdad que la civilización de este siglo tiene por emblemas las líneas de navegación por vapor, los telégrafos eléctricos, las fundiciones de metales, los astilleros y arsenales, los ferrocarriles, etc., los nuevos misioneros de civilización salidos de Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan, etc., etc., no sólo no tienen en su hogar esas piezas de civilización para llevar al Paraguay, sino que irían a conocerlas de vista por la primera vez en su vida en el ‘país salvaje’ de su cruzada civilizadora" 1.
La impopularidad de la Guerra de la Triple Alianza, sumada a los tradicionales conflictos generados por la hegemonía porteña, provocó levantamientos en Mendoza, San Juan, La Rioja y San Luis.
El caudillo catamarqueño Felipe Varela lanzó una proclama llamando a la rebelión y a no participar en una guerra fratricida diciendo: "Ser porteño es ser ciudadano exclusivista y ser provinciano es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre. Soldados Federales, nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la amistad con el Paraguay y la unión con las demás repúblicas americanas" 2.
A pesar de contar con un importante apoyo popular, Varela fue derrotado por las fuerzas nacionales en 1867. Como decía la zamba de Vargas, nada podían hacer las lanzas contra los modernos fusiles de Buenos Aires.
La participación argentina en la guerra respondía también al interés del gobierno en imposibilitar una posible alianza entre las provincias litorales y el Paraguay.
La guerra era para los paraguayos una causa nacional. Todo el pueblo participaba activamente de una guerra defensiva. Los soldados de la Triple Alianza peleaban por plata o por obligación. Esto llevó a los paraguayos a concretar verdaderas hazañas militares, como el triunfo de Curupaytí, donde contando con un armamento claramente inferior, tuvieron sólo 50 muertos frente a los 9.000 de los aliados, entre ellos Dominguito, el hijo de Domingo Faustino Sarmiento.
Decía La Nación, el diario de Mitre, decía: "Algunos miopes creen que el fanatismo de los paraguayos es el temor que tienen al déspota (Solano López) y explican su servilismo por el sistema rígido con que son tratados. Soy de diferente opinión: ¿cómo me explica usted que esos prisioneros de Yatay, bien tratados por los nuestros y abundando en todo, se nos huyan tan pronto se les presenta la ocasión para ir masivamente a engrosar las filas de su antiguo verdugo?" 3
Mitre trataba de explicar las dificultades de la guerra echándole la culpa a la creciente oposición interna: "¿Quién no sabe que los traidores alentaron al Paraguay a declararnos la guerra? Si la mitad de la prensa no hubiera traicionado la causa nacional armándose a favor del enemigo, si Entre Ríos no se hubiese sublevado dos veces, si casi todos los contingentes de las provincias no se hubieran sublevado al venir a cumplir con su deber, si una opinión simpática al enemigo extraño no hubiese alentado a la traición ¿quién duda que la guerra estaría terminada ya?"4
En nuestro país, la oposición a la guerra se manifestaba de las maneras más diversas, entre ellas, la actitud de los trabajadores correntinos, que se negaron a construir embarcaciones para las tropas aliadas y en la prédica de pensadores que, como Juan Bautista Alberdi y José Hernández, el autor del Martín Fierro, apoyaban al Paraguay.
En 1870, durante la presidencia de Sarmiento las tropas aliadas lograron tomar Asunción poniendo fin a la guerra. El Paraguay había quedado destrozado, diezmada su población y arrasado su territorio.
Mitre había hecho un pronóstico demasiado optimista sobre la guerra: "En veinticuatro horas en los cuarteles, en quince días en campaña, en tres meses en la Asunción" 5.
Pero lo cierto es que la guerra duró casi cinco años, le costó al país más de 500 millones de pesos y 50.000 muertos. Sin embargo, benefició a comerciantes y ganaderos porteños y entrerrianos cercanos al poder, que hicieron grandes negocios abasteciendo a las tropas aliadas.
El general Mitre declaró: "En la guerra del Paraguay ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes principios del libre cambio (...) Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado" 6.
Por el tratado de la Triple Alianza, se establecía que los aliados respetarían la integridad territorial del Paraguay. Terminada la guerra, los ministros diplomáticos de los tres países se reunieron en Buenos Aires. El ministro de Relaciones Exteriores de Sarmiento, Mariano Varela expresó: "La victoria no da a las naciones aliadas derecho para que declaren, entre sí, como límites suyos los que el tratado determina. Esos límites deben ser discutidos con el gobierno que exista en el Paraguay y su fijación será hecha en los tratados que se celebren, después de exhibidos, por las partes contratantes, los títulos en que cada una apoya sus derechos". 7
El embajador del Brasil en Argentina, Barón de Cotepige, negoció separadamente con el Paraguay tratados de límites, de paz, de comercio y navegación. Esto provocó el enojo de la Argentina, que decidió enviar a Río una misión diplomática encabezada por Mitre. Al ser recibido por el ministro brasileño, dijo el delegado: "Me es grato hacer los más sinceros votos por la prosperidad y el engrandecimiento de la Gran Nación Brasileña, unida a la Argentina, sin olvidar la República Oriental del Uruguay, y por la gloria y sacrificios comunes de dos décadas memorables de lucha contra dos bárbaras tiranías que eran el oprobio de la humanidad y un peligro para la paz y la libertad de estas naciones".8
Lo cierto es que Brasil sí pensaba que la victoria daba derechos: saqueó Asunción, instaló un gobierno adicto y se quedó con importantes porciones del territorio paraguayo.
El regreso de las tropas trajo a Buenos Aires, en 1871, una terrible epidemia de fiebre amarilla contraída por los soldados en la guerra. La peste dejó un saldo de trece mil muertos e hizo emigrar a las familias oligárquicas hacia el Norte de la ciudad, abandonando sus amplias casonas de la zona Sur. Sus casas desocupadas fueron transformadas en conventillos.
Referencias:
1 Milcíades Peña, La era de Mitre. De Caseros a la Triple Infamia, Buenos Aires, Fichas, 1972, págs. 56-57.
2 Norberto Galasso, Felipe Varela: un caudillo latinoamericano, Editorial del Noroeste 1975, pág 50.
3 Milcíades Peña, Op. cit., págs. 80-81.
4 Milcíades Peña,Op. cit., pág. 92.
5 Miguel Ángel de Marco, La guerra del Paraguay, Buenos Aires, Planeta, 2003, pág. 39.
6 Bartolomé Mitre, Arengas, Buenos Aires, Librería de Mayo, 1889.
7 Andrés Cisneros y Carlos Escudé, Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina, Tomo VI, Buenos Aires, Comité Argentino de Relaciones Internacionales-Grupo Editor Latinoamericano, 1999.
8 Archivo del general Mitre, Buenos Aires, Biblioteca de la Nación, 1911.
Fuente:http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/organizacion_nacional/guerra_de_la_triple_alianza.php
https://loscaballerosdelanoche1881.blogspot.com/2014/10/la-masacre-de-tandil-la-gazeta.html
la masacre de tandil, la gazeta
LA MASACRE DE TATA DIOS - 1 de enero de 1872
Autores de la masacre de Tandil
(01) Contra gringos y masones.
(02) Un clima enrarecido.
(03) Se desata la tragedia.
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Contra gringos y masones
Gerónimo de Solané autoproclamado salvador de la humanidad, desató una tragedia aún recordada en la zona de Tandil. Con su prédica mesiánica exacerbó el odio contra los inmigrantes. Al amanecer del primer día de 1872, treinta y seis personas fueron víctimas de su fanatismo.
Era noche cerrada aún en la población serrana de Tandil, en aquel primero de enero de 1872; atrás habían quedado los festejos de año nuevo, cuando los cascos de una partida de caballos tronaron por las calles haciendo estremecer a los pocos habitantes que permanecían despiertos. Los sonidos del tropel presagiaban la tragedia. Un joven inmigrante italiano, quien arrastraba trabajosamente su carro de organillero, sería la primera víctima de una masacre que conmovería a la sociedad de su época y marcaría un hito en los anales criminales de la segunda mitad del siglo XIX en la Argentina. Una partida de gauchos envilecidos, que respondían al fanatismo mesiánico de un curandero de nombre Gerónimo Solané, apodado Tata Dios o Médico Dios, provocaría la muerte de 36 inmigrantes, la mayoría de ellos por degollamiento.
Fue Ramón Rufo Gómez, conocido, respetado estanciero de la zona, quien convocó al curandero a Tandil a raíz de que su esposa padecía un persistente dolor de cabeza que la medicina no lograba curar. Solané en ese entonces andaba por la zona de Azul, donde había sufrido la cárcel por ejercer el curanderismo. Gómez le ofreció un alojamiento en su estancia. Ya instalado, estableció una especie de posta sanitaria en la cual solía atender a personas que acudían a consultarlo. Así se fue granjeando el respeto de los paisanos, quienes veían en él a un santón con cierta aura mágica.
Tandil era una típica aldea de la época, que se fue poblando gracias al coraje y estoicismo de los criollos e inmigrantes. Una importante porción de sus habitantes eran extranjeros, principalmente de origen europeo. Desde que el brigadier Martín Rodríguez inaugurara el 4 de abril de 1823 el Fuerte de la Independencia, la vida transcurría sin grandes novedades, sólo alguna que otra escaramuza con los malones podía ensombrecer el ánimo de la población.
Un clima enrarecido
Con la llegada de Tata Dios algo cambió en un grupo de paisanos, que comenzaron a tener reuniones periódicas con el santón. El discurso mesiánico del hombre y su prédica contra los extranjeros creó un clima enrarecido. No sólo Solané y sus seguidores guardaban resentimiento en contra de los gringos, sino también ciertos estancieros y peones criollos. Los inmigrantes de la vieja Europa, a los que en un momento se había visto rudimentarios para el arado y la monta, pronto comenzaron a manifestar nuevas técnicas desconocidas en estas regiones: cruzaban las razas para mejorar el ganado vacuno y lanar y sus comercios se convertían en prósperos rápidamente, generando ganancias que fueron sembrando la envidia de muchos. Existía en la sociedad un germen subyacente que Tata Dios y su gente llevaron al paroxismo.
En noviembre de 1871, los vecinos del lugar presentaron una queja ante el Juez de Paz, Juan Adolfo Figueroa, que a su vez era yerno del estanciero Gómez, protector de Tata Dios, a raíz de las multitudinarias reuniones en la estancia La Argentina, en las cuales corría el vino alrededor de los fogones. Cerca de 300 personas se juntaban en torno al santón, y los vecinos comenzaban a intuir que algo se tramaba. La noche del 31 de diciembre de ese mismo año, Jacinto Pérez, alias El Adivino, seguidor del curandero, llamó a una verdadera guerra santa en contra de los inmigrantes y los masones.
Poco se sabía de Gerónimo de Solané, hombre de mirada intensa y larga barba blanca, quien solía vestir un poncho que le cubría el cuerpo. Oriundo de Entre Ríos, se había afincado en Santa Fe, presentándose ante los campesinos como un profeta, pero la gente de campo, recelosa, terminó expulsándolo del lugar. De allí recaló en Rosario en donde adquirió fama de hombre de milagros, pero también en esa ciudad habría tenido problemas con la policía y debió partir. Iba anunciando a quien quisiera oírlo: “Soy el salvador de la humanidad, el enviado de Dios”.
Se desata la tragedia
El 1 de enero de 1872, entre las 3.30 y las 4 de la madrugada, un grupo de doce hombres toma por asalto el juzgado robando solamente los sables de la guardia que dormía, ya que no había otras armas en el lugar. En el juzgado se hallaba solamente un preso, el indio Nicolás, que había pasado la festividad de aquel año nuevo en soledad. Era el único preso de todo el pueblo. Los gauchos lo liberaron. En la plaza esperaba otra nutrida cantidad de individuos armados, los que en medio de un griterío dan muerte a un italiano que arrastraba un organillo. Lanzas y cuchillos terminaron bien pronto con la vida del pobre Giovanni que quedó desangrándose. Y resultó la prueba más cercana y primera del vandálico episodio que, en diversos lugares y en distintos momentos, conformarían la mas espantosa tragedia vivida por la floreciente población.
Luego cruzaron al galope los campos aledaños para matar a los extranjeros arguyendo que los gringos estaban provocando la infelicidad de los argentinos: había que terminar con ellos porque atacaban a la Patria y a la Iglesia. A veinte cuadras donde hoy esta la plaza Martín Rodríguez y que antes se denominó precisamente "Plaza de las Carretas" masacran a nueve vascos, que viajaban en dos tropas de carretas. A cinco leguas, la banda toma por asalto el almacén y la casa de Juan Chapar, de origen vasco, quien es asesinado junto a toda su familia y a los dependientes y pasajeros de origen extranjero que se encuentran en el lugar. Dieciocho muertos es el resultado final, entre los que se encuentran una niña de cinco años y un bebé de meses; todos son degollados. El raid delictivo continúa y, ante cada nuevo asesinato, surgen gritos tales como: “Viva la Patria”, “Viva la religión”, "Mueran los masones” y “Maten, siendo gringos y vascos”.
Una partida de guardias al mando del comandante José Ciriaco Gómez, sale a buscarlos y les da alcance en las cercanías de un arroyo dando muerte a once de los conjurados, una docena de ellos son apresados y el resto se termina desbandando a campo traviesa. Tata Dios es detenido en su rancho y, engrillado, es conducido a la cárcel. Al llegar a la ciudad, la ira popular logra ser contenida pero nadie puede evitar la patada en las asentaderas que le propina un indignado vecino de apellido Santamarina, quien abriéndose paso entre la multitud, le hace perder la compostura. Hasta último momento aseguró ser inocente. Durante la noche del 5 de enero de 1872, estando Tata Dios en su calabozo individual del Juzgado de Paz, y encontrándose allí el Cura Vicario Rodríguez, el Coronel Benito Machado, el Comandante de Guardias Nacionales Ciriaco Gómez y Ramón Santamarina, el curandero y “santón” es asesinado de dos tiros de bala simultáneos efectuados desde la ventana del calabozo. El episodio nunca quedó claro y el sumario se cerró sin determinarse responsable.
En el juicio, la mayor condena recayó sobre Cruz Gutiérrez, Juan Villalba y Esteban Lasarte, que fueron sentenciados a muerte. La ejecución se llevó a cabo el 13 de setiembre, pero Villalba faltó a la cita porque había muerto en prisión. Lasarte pidió como último deseo que su cadáver no fuese tocado por ningún italiano: “Quiero ser enterrado por hijos del país”, dijo. Gutiérrez moriría gritando un “Viva la Patria”, como gesto de estoicismo inútil ante el cumplimiento de la condena por su horrendo crimen. Lasarte, ante la mala puntería de los tiradores que han fusilado a Gutiérrez, pide: “Para mí acérquense más, porque ustedes son chambones y esto ya debía haber terminado”.
Fuentes:
* Aranda Gamboa, Horacio – La senda maldita de Tata Dios.
* Oscar A. Turone – Patricios de Vuelta de Obligado.
Mesianismo sangriento en Tandil, 1872
Mesianismo sangriento en Tandil, 1872
diciembre 17, 2009 de lahipatia Deja un comentario
“Tandil se despertó en la madrugada del 1° de enero de 1872 ahogada en un baño de sangre: momentos antes, medio centenar de gauchos, armados con lanzas y sables y con divisas punzó en las hojas y en los sombreros, habían asaltado el Juzgado de Paz, liberado a un preso, robado las armas y dando gritos de ‘¡Viva la Religión!’, ‘¡Mueran los masones!’ y ‘¡Maten, siendo gringos y vascos!’ habían iniciado un trágico itinerario rajándole la cabeza de un garrotazo a un gringo organillero en una esquina del pueblo; en su marcha hacia el norte degollaron a nueve vascos carreteros que dormían, a un matrimonio inglés y su dependiente, también inglés, y a toda una familia de vascos carreteros, sus amigos y dependientes, dieciocho más, treinta y siete en total.
“Tras el estupor, la población se organizó en armas, los persiguió, les dio alcance en campos vecinos, eliminó, hirió y tomó prisioneros a los que no alcanzaron a huir y los trajo a los calabozos del pueblo. Los conjurados decían que habían cometido esos crímenes inspirados por la prédica de Tata Dios, un curandero llamado Gerónimo de Solané que se había radicado en una estancia de la vecindad y al que habían acudido en número alarmante (desde el Tandil y desde muchas otras poblaciones vecinas) para hacerse curar por él.
“Solané fue apresado y puesto en calabozo aparte. Pero en la noche que fue del 5 al 6 de enero lo asesinaron misteriosamente sin que las autoridades determinaran la autoría.
“Para esclarecer la matanza colectiva se inició una frondosa investigación que al cabo de un mes de indagatorias y testimonios sólo determinó algunas culpabilidades -como para satisfacer la vindicta pública- pero dejó que toda la responsabilidad cayera aparentemente en el curandero asesinado en el calabozo. El sumario buscó culpables -y no causas y antecedentes- porque se limitó a juzgar y a sentenciar antes que, obviamente, buscar explicaciones psicológicas, sociológicas e históricas.
“(…) En el conflicto de Tandil intervinieron otros factores en que los historiadores no habían reparado hasta ahora y sobre los que la antropología y la sociología pueden arrojar nuevas luces. (…)
(N. de N.V.I.:) (Los cambios producidos en el último cuarto del siglo XIX en Argentina tuvieron un alto costo social y dieron como resultado reacciones incontrolables de sectores campesinos que recelaban de la mano de obra extranjera -pastores vascos, irlandeses, alemanes- que, mientras los criollos servían en duras condiciones en las fuerzas fronterizas, se ocupaban en labores nuevas y desplazaban a los trabajadores nativos, cuya experiencia vaquera ya no era necesaria. Esto generará una enemistad hacia los extranjeros que es compartida por los estancieros tradicionales, herederos de las glorias de la vida pionera de la pampa y guardianes de la frontera con el indio, ahora rivales también de los extranjeros que les disputaban el monopolio del poder político y del prestigio social.)
“(…) Si el mesianismo es un fenómeno político social que se traduce en movimientos populares que atribuyen a algún personaje, presente o futuro, el poder de satisfacer por la fuerza de su genio los sueños de felicidad o de gloria de un sector social, y si se recuerda asimismo que los mesías religiosos o políticos nacen en el seno de pueblos desdichados, en momentos en que debido a derrotas o a presiones extranjeras (…) se encuentran a punto de perder sus tradiciones y sus costumbres, puede asociarse el panorama planteado más arriba a las argumentaciones apostólicas que les impartieron a los gauchos.”
(Así explica el juez de Paz, Juan Adolfo Figueroa, el origen de los sangrientos hechos:)
“De la creencia pública por una parte, y de las declaraciones de los más de los criminales por otra, resulta que el titulado ‘médico Dios’ llamado Gerónimo G. de Solané, aprovechándose de la ignorancia de algunos y de la popularidad que iba ganando en las masas irreflexivas, ponía en juego ciertos principios con ánimo de extraviar las creencias religiosas profanando así la base de nuestra organización social, como en efecto lo había conseguido en un número considerable de personas a quienes había fanatizado de tal modo que lo consideran aún como un hombre superior a la humanidad, puesto que hay entre los hombres hoy criminales individuos de buena razón, cargados de familia y trabajadores. ¡Y sin embargo, señor ministro, estos individuos han asesinado y han visto asesinar impasibles hasta criaturas de cuatro meses sin que su ímpetu salvaje hubiera podido detenerse ante el recuerdo de sus hijos y el de sus esposas!”
(Pero Cruz Gutiérrez, cuyo verdadero nombre era Crescencio Montiel, acusado de los hechos, declaró algo que todos repitieron: nadie jamás había hablado con Solané:)
“Habiendo sido conquistado por un tal Jacinto a quien le decían el Adivino y que según cree era subalterno del que llamaban Tata Dios (…) y cumpliendo las órdenes del citado Jacinto, asistió a una reunión (…) y que el nombrado Jacinto proclamó a la reunión diciendo que venían a cumplir los deberes que el Tata Dios les había impuesto, que aunque viesen matar a su padre, no se empeñasen para que lo dejaran (…) y habiendo dado la orden el mencionado Jacinto de matar a unos extranjeros que eran unos conductores, todos los acometieron simultáneamente y los mataron en efecto, no recordando cuál fue el número de víctimas, de las cuales ninguna conocía; que de allí siguieron a una pulpería inmediata y dando la misma orden en el referido mataron dos extranjeros; que en seguida se dirigieron a la pulpería de Tomson (sic), donde fueron muertos dos individuos y una mujer extranjeros. Que después fueron a la casa de un tal Chapar, a donde cuando el declarante llegó supo que habían sido muertos todas las personas que había allí (…).”
(Gutiérrez fue condenado a muerte y fusilado el 13 de setiembre de 1872.)
¿Quién era Gerónimo Solané, el llamado Tata Dios?
“Muy poco es lo que pudo saberse sobre los antecedentes de Gerónimo de Solané, que se hacía llamar Tata Dios y ejercía el arte de curar. La prensa porteña, después de los sucesos, fantaseó mucho y ahora resulta imposible desentrañar la verdad. Algunos diarios dijeron que era santiagueño; otros boliviano. Las coincidencias parecen confluir hacia Entre Ríos, y hasta hay quienes hoy en día aventuran que podría haber sido jordanista…”
(Solané fue detenido y vigilado por los extranjeros, organizados en cuerpo armado. La noche del 5 al 6 de enero fue asesinado y nunca se supo por quién. Otros cabecillas también fueron muertos o desaparecidos.
En cuanto al móvil de la masacre generalizada, extrañamente nunca se aclaró apropiadamente. Sin embargo, todo apunta a considerar que Ramón Santamarina, estanciero español de reciente ascenso, pudo ser el objetivo de la agresión.)
Si te interesa conocer en detalle este episodio, leé el librito de Hugo Nario, Los crímenes del Tandil, 1872. En: Historia Testimonial Argentina, N° 5, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983.
También “El triste y solitario final de ‘Tata Dios'”, en La Nación.
http://carteleradehistoria2.wordpress.com/2009/12/17/mesianismo-sangriento-en-tandil-1872/
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