Madre María - ¿Santa o curandera?
A pesar de haber transcurrido ya muchos años del fallecimiento de la Madre María, aún está presente la controversia acerca de la singularidad religiosa de una de las figuras más emblemáticas y convocantes de la historia de las ciudades de Turdera y Temperley. Existen opiniones encontradas acerca de la naturaleza confesional tanto de la Madre María como del culto al que le dio origen.
La Madre María
María Salomé Loredo, la Madre María, Índice
Introducción, Lo paranormal, lo esotérico y el espiritismo
Capítulo Uno. Los primeros años
Capítulo Dos, Viuda dos veces
Capítulo Tres, De la ayuda social a la construcción de un culto
Capítulo Cuatro, Turdera, nuevo destino
Capítulo Cinco, El final
Capítulo Seis, La palabra de la Religión Cristiana Argentina
Bibliografía, Fuentes consultadas
Lo paranormal, lo esotérico y el espiritismo
Introducción
Leemos en "Almas milagrosas, santos populares y otras devociones" de María Hoyos y Laura Migale, que el culto a la Madre María se originó en la ciudad de Buenos Aires y posteriormente en la Provincia de Buenos Aires (Turdera) y que su zona de influencia abarca el centro del país hasta Río Negro.
Decía Sigmund Freud: "Como a nadie se le puede forzar para que crea, a nadie se le puede forzar para que no crea". No es novedad que una parte de la población cree en la presencia de seres "paranormales" que viven entre nosotros. En este sentido, los antropólogos argentinos María Julia Carozzi y Alejandro Frigerio aluden a que “la práctica de consultar una persona presumiblemente dotada de poderes paranormales para resolver diferentes tipos de problemas personales tampoco resulta novedosa. Si bien este es un tópico que aún aguarda ser tratado en profundidad, los estudios disponibles muestran que los curanderos estuvieron siempre presentes en la sociedad argentina en distintas épocas”.
A pesar de haber transcurrido ya muchos años del fallecimiento de la Madre María, aún está presente la controversia acerca de la singularidad religiosa de una de las figuras más emblemáticas y convocantes de la historia de las ciudades de Turdera y Temperley. Existen opiniones encontradas acerca de la naturaleza confesional tanto de la Madre María como del culto al que le dio origen. Estas razones impulsaron a TemperleyWeb a no desechar ninguna información relacionada con el tema (nuestro principio de mantener la imparcialidad ante todo), y dar paso a la divulgación de dos posturas, encarnadas en las investigaciones del historiador local Luis Ángel Legnani y otros, y en la visión de Guillermo Alcobre, director de la Religión Cristiana Argentina, institución que continúa la obra de su iniciadora.
Los primeros años
Capítulo Uno
Hoy no alcanza a percibirse lo que se vivió en Turdera a principios del siglo XX de la mano de esta mujer, que, aunque controvertida, generó un movimiento de masas que jamás se había dado en Turdera y en la vecina Temperley.
María Salomé Loredo y Otaola era de familia vasca, siendo sus padres Marcelina Loredo Zaballa y María Otaola Martínez. Había nacido el 22 de octubre de 1854 en Musques (en eusquera Muskiz), por ese entonces conocido como San Juan de Musques, que era un pequeño pueblo vasco costero bañado por el mar Cantábrico muy cerca de Bilbao.
Como consecuencia de la falta de oportunidades, la familia Loredo se traslada a la Argentina cuando María Salomé tenía 8 años. Ya en la provincia de Buenos Aires la familia busca su lugar en el mundo, realizando un breve paso por el peligroso fortín San Carlos (en la línea limítrofe con el dominio indígena), En 1963, con la mira puesta en un lugar más seguro, Marcelino Loredo tuvo la oportunidad de adquirir un solar donde se estaba levantando la ciudad de Saladillo, donde continúan con sus labores campesinas. Tres años le tomó a la familia construir su propia casa, la que perdieron diez años después por deudas bancarias.
Viuda dos veces
Capítulo Dos
Mientras tanto, María Salomé se fue transformando en una bella jovencita que rápidamente atrajo la atención de José Antonio Demaría, que también hacía poco había llegado al incipiente poblado de Saladillo. José había llegado junto a 3 hermanos de la Liguria italiana, y al poco tiempo estaba al frente de un pujante almacén de ramos generales y tenía una activa vida social y política. A los 19 años se casa con él, en la primavera de 1876. Se cuenta que en esta época María Salomé frecuenta reuniones donde alterna con Roca, Juárez Celman, Alsina, Mitre, Pellegrini e Yrigoyen, entre otros.
El matrimonio muy pronto fue dominado por las adversidades. A los cuatro años de casados y tras una larga enfermedad, su esposo falleció. Con anterioridad a este luctuoso suceso, María había perdido a su hijo cuando solo le faltaban 3 meses para nacer. Ese hijo sería el primero y el último de su carne.
Queda entonces viuda a los 26 años. Sin saber nada de su hermano Nicolás Antonio y dueña de una fortuna por la habilidad de su fallecido esposo para los negocios, tomó la decisión de recuperar la casa de la esquina de Belgrano y Buenos Aires en Saladillo, la misma que sus padres, ahora fallecidos, habían perdido a manos del banco. Así, en 1880 la adquirió a Rufino de Olaso.
Vuelve a casarse a los 28 con Aniceto Subiza, quien vivía a dos cuadras de su casa. Aniceto venía de una pequeña aldea vasca. Su trabajo le permitió en poco tiempo ser dueño de algunos inmuebles y luego, en sociedad con algunos comerciantes, ser un importante estanciero. Pero la historia de su primer matrimonio se repite, y esta vez ambos enferman. Él, de ciertas dolencias del corazón que lo fueron debilitando lentamente, y ella de un tumor en el pecho.
A causa de sus enfermedades, decidieron abandonar Saladillo y fijar su residencia en la ciudad de Buenos Aires, donde podrían estar mejor atendidos. Se instalaron en una regia casona en la calle Rioja 771, en el barrio de Balvanera. Por ese entonces Argentina atraía a miles de inmigrantes que buscaban las oportunidades que les eran negadas en sus tierras de origen. Tal movimiento de personas, y el acomodamiento social y económico que demandaba la situación, era naturalmente motivo de necesidades y carencias.
De la ayuda social a la construcción de un culto
Capítulo Tres
A pesar de su enfermedad, María Salomé no permaneció indiferente. Comenzó a socorrer a los más necesitados con ropas, alimentos y hasta a algunos les consiguió trabajo por medio de contactos de su marido. Se dice que también pagó alquileres de gente a punto de ser desalojada y enseñaba normas sanitarias básicas para evitar enfermedades. Es así como la residencia de la calle Rioja se fue convirtiendo, para sorpresa de su esposo, en un centro de ayuda comunitaria y de contención social.
Pero su enfermedad avanzaba y finalmente es desahuciada por los más importantes médicos de su época. Una amiga le aconseja visitar a Pancho Sierra, por entonces una figura muy conocida por sus curaciones. Un día, entre los años 1883 y 1885 (no hay certeza respecto de la fecha), y a pesar de lo largo y molesto del viaje, va a "El Porvenir", estancia situada entre Pergamino y Rojas, en la provincia de Buenos Aires, a verlo.
El denominado Triángulo Espiritual de la Religión Cristiana Argentina
La tradición cuenta que su vida cambia radicalmente a partir de su encuentro con Pancho Sierra. María Salomé lo consulta por su enfermedad y Pancho la cura y le dice "No tendrás más hijos de tu carne, pero tendrás miles de hijos espirituales. No busques más, tu camino está en seguir esta misión". También le habría predicho su pronta viudez al cabo de un año.
Después de la muerte de su segundo marido comienza una nueva vida dedicada a los necesitados. En 1891 recorre los conventillos y barriadas pobres ayudando a quienes lo precisaban: reparte bienes, consigue trabajos, resuelve problemas y predica sencillos sermones cristianos en la sala de su casa de La Rioja 771. Comienza a ser conocida como "La dama del manto negro" y había adquirido tanta fama que su casa empieza a llenarse de gente. Transforma la sala en una especie de templo -con unos bancos, algunas imágenes- y predica el Evangelio vestida con una túnica blanca. Sus palabras atraían a gente desesperada, a enfermos en busca de curación o un milagro y a quienes necesitaban consejos, y a una multitud de curiosos.
Comenzó a ser conocida en todo Buenos Aires como también a generar una ola de fervor popular. Acrecentó su prestigio de una manera descomunal. En un momento todo Buenos Aires hablaba de ella, mitad santa, mitad curandera y en torno a ella se fue creando una especie de religión.
Durante la conmemoración por el centenario de la Revolución de Mayo el gobierno la incluyó en la comitiva de recepción a la Infanta Isabel de Borbón a su llegada a Buenos Aires e Hipólito Yrigoyen, un importante y gravitante líder político y luego presidente de la Nación en dos mandatos, se interesó por María Salomé. Don Hipólito hasta llegó a visitarla con frecuencia siempre interesado por sus obras benéficas y por sus misteriosas curaciones mediante el agua y la palabra. Por lo visto, el líder del partido Radical tenía cierta predilección por estas clases de fenómenos y personajes, y si eran vascos, mucho mejor, como lo demostró al recibir en la Casa Rosada al singular Fernando Asuero, creador de la asueroterapia, un curioso método de curación mediante la manipulación del nervio trigémino y que terminó expulsado del país luego de ser detenido por orden de la justicia ante los airados reclamos del Colegio de Médicos de la ciudad.
Capítulo Cuatro
Turdera, nuevo destino
Pero el ascenso de María Salomé, nueva referente espiritual y líder de un culto en franco crecimiento, terminó ocasionando recelos en las autoridades y en una parte de la sociedad. Su nombre, que ya se conocía como Madre María, comenzó a ser asociado con el ejercicio ilegal de la medicina y con las actividades de curanderismo.
El primer proceso judicial ocurrió en 1910, luego vinieron otros y en todos, para sorpresa de leguleyos y entendidos, fue absuelta. El 21 de diciembre de 1912, el Juez Pedro Obligado —ante la denuncia de ejercicio ilegal de la medicina— sentenció: "No se puede condenar a la acusada. Ella no receta, ni entrega amuletos, ni adivina, ni cura. Habla para quienes quieren escucharla, simplemente. La acción legal es imposible".
"Soy la hija obediente de Dios y la continuadora de Jesús. No soy curandera, ni adivina, ni manosanta. Hay otras mujeres que se hacen llamar Madre María y que recetan yuyos, tiran las cartas y adivinan el porvenir. Preguntadles si adivinan el momento en que la Policía llegará para detenerlas", era la simplista deducción que proponía invariablemente en las conferencias que empezó a dictar con regularidad en su casa, metamorfoseada en templo de la nueva secta.
Pero el acoso de la ley porteña se hizo sistemático, hasta que María Salomé tomó la decisión de irse de la ciudad.
En noviembre de 1915 deja la casa en Buenos Aires y se radica en la entonces llamada Villa Turdera (hoy Turdera, localidad vecina de Temperley, Adrogué y Llavallol) en el hogar de la familia Bisighini para difundir su doctrina pero luego se mudó a una casilla de maderas y chapas. Predicaba austeridad, ascetismo y consideró que su vida debía ser ejemplo de sus palabras. No cobraba un centavo a quien atendía pero en los alrededores de su casa comenzaron a proliferar puestos de flores, medallitas y estampitas con su imagen. La gente se agolpaba en la puerta y dormía donde podía. Por la puerta de su casa pasaba el tranvía que iba a Villa Turdera, que debía reforzar bastante sus servicios.
La Madre María, como de este modo era conocida por todos a esta altura de las circunstancias, había construido una especie de religión a la que se adherían cada día más, numerosos devotos de todos los estamentos sociales y venidos de los más apartados rincones de las provincias, incluso del vecino Uruguay. En un momento y ante la evidencia de que lo construido se prolongaría más allá de su muerte, decidió nombrar a sus “apóstoles”, con el mandato de continuar la obra.
La Sra. Deodina de Bisighini hizo construir una sala de conferencias en la calle 9 de julio 720 en Villa Turdera para el desarrollo de la Misión. Allí también se formalizaban campañas de ayuda solidaria, y era un lugar de prédica y de recogimiento espiritual.
Luego de 13 años en Turdera, generando un movimiento de masas nunca visto en la zona, en julio de 1928 reunió a sus discípulos en el templo de Parque Patricios y anunció su próxima muerte no sin antes desgranar un manojo de profecías y pronunciar sus últimas palabras: “humildad, perdón y caridad”.
Un día de primavera del mismo año, estaba vestida tal como la habían visto sus fieles durante casi cuatro décadas: el sayal blanco que le rozaba los tobillos, un crucifijo de oro en la mitad del pecho y un ramo de pensamientos en la mano derecha. Esa tarde —el 28 de setiembre— un millar de enfervorizados la vieron en el patio de su casa, en Villa Turdera, por última vez. Al caer la tarde desgranó un manojo de profecías: "En el año 2000 no se acabará el mundo, pero donde haya agua habrá tierra"; la orgía tectónica incluía, desde luego, la desaparición de Europa. Los que la oyeron afirman que hubo claras alusiones "a la Segunda Guerra, a los problemas del hambre y la vivienda". Lo cierto es que por la noche se acostó en la cama y conferenció vastamente con la apóstol Francisca, a quien nombró su albacea espiritual.
El final
Capítulo Cinco
Su muerte se produjo el 2 de octubre de 1928 y en esa ocasión La Nación escribe "La gente hallaba en la elemental taumaturgia de la Madre María lo que la ciencia no puede ofrecer y la religión se niega a dar".
En el momento de partir estaba vestida con su habitual sayo blanco, un crucifijo de oro en la mitad del pecho y un ramo de claveles rojos y blancos, sus flores preferidas. Algunos de los presentes aseguraron, mientras era velada, que el propio Hipólito Yrigoyen, en ese momento en su segundo mandato como presidente de la Nación, se acercó de incógnito a despedir a su amiga.
Su muerte registra una de las grandes manifestaciones de dolor popular. Los diarios dedican largas notas a la Madre María. Tanto La Nación como La Razón de ese día destacan la singularidad de este personaje que ubican en una jerarquía mayor que la de una simple curandera, una especie de refinamiento dentro del oficio, una aristócrata de las videncias. Una multitud la veló en su casa de Turdera y acompañó el féretro a través de la ciudad hasta el Cementerio del Oeste (Chacarita). Fue un verdadero duelo cívico.
Todos los días los fieles le llevaron ofrendas florales (especialmente claveles blancos y rojos). Los días de concurrencia masiva son el 2 y el 22 de cada mes, el día de la Madre y el día de los Fieles Difuntos. Actualmente no está "desbordante de flores" como solía estar en otras épocas.
Un diario de la época registró el último adiós a María Salomé Loredo Otaola de Subiza y en cierto modo adelantó lo que estaba por venir: "Más de una discípula aparecerá como aspirando a la herencia vacante. Cruzarán los aviones el cielo, se abrirán subterráneos nuevos, la ciencia nos dará maravillas, pero siempre habrá una multitud en busca de lo maravilloso."
Las profecías
Muchos de los informantes afirman que durante las conferencias que daba la Madre solía predecir hechos que acontecerían en el futuro como la Segunda Guerra Mundial. Cuentan que le anticipó a Hipólito Yrigoyen que sería presidente pero le aconsejó no aceptar el segundo período. A su amigo Lázaro Costa, que le daba crédito para pagar entierros a los pobres, le auguró que su casa mortuoria sería en el futuro la más importante de Buenos Aires. Su última predicción afirma que "En el año dos mil no habrá cambios en el mundo, sino fin de mundo; donde hay agua habrá tierra y donde hay tierra habrá agua... Llegará un día en que las aguas arrasarán todo, y no quedará piedra sobre piedra."
Homenajes a la Madre María
Una personalidad fuerte como fue la Madre María inspiró a numerosos biógrafos, fue tema de una película dirigida por Lucas Demare e interpretada por Tita Merello. Tiene canciones y versos propios: en 1971, el compositor Mario Canaro (hermano de Francisco), soñó que la Madre María le pedía una canción y él la realizó; en 1972, S. Maturano escribió versos para ella y para Pancho Sierra.
La palabra de la Religión Cristiana Argentina
Capítulo Seis
La palabra de Guillermo Alcobre
A continuación, la palabra para TW del Director de la Religión Cristiana Argentina.
Con respecto a vuestra página publicada por internet referida a este tema, tengo el agrado de dirigirme a quienes se encuentran a cargo de la difusión de las informaciones que hacen a la historia de Temperley y también de Turdera, ya que la sede religiosa de nuestra institución, así como el Templo, la Casa de la Madre y aquella en que vivió la Srta. Consuelo Quintero, se encuentran ubicadas en la última ciudad mencionada, con la intención de esclarecer debidamente todo lo que se refiere a la actuación de esa grandiosa maestra espiritual que fue la Madre María.
Es cierto que desde el año 1915, en que se trasladó a Villa Turdera, para continuar difundiendo las enseñanzas puras que hacen a la obra de Dios y que son las mismas en su época transmitió el Gran Maestro Jesús, la formadora de nuestra religión, la Sra. María Salomé Loredo y Otaola de Subiza, más conocida como la Madre María, miles de personas se acercaban a escuchar sus palabras dando lugar a un movimiento de masas, tal como Uds. expresan, que no se había dado jamás en estas ciudades, pero, para referirse a su obra, es necesario estar debidamente informado, para no caer en los graves errores que llevaron a muchos, sin conocerla personalmente, sin acercarse a escuchar sus palabras, sin visualizar lo que ella hacía, única manera de formarse una opinión debidamente fundamentada, a considerarla como una vulgar curandera.
Se mancilla el nombre de los seres cuando no se alcanza a conocer, ni comprender su grandeza espiritual, sus sentimientos puros, su fuerza de voluntad, su fe, esa fe en Dios que la llevó a sacrificar su vida trabajando durante treinta y cinco años al servicio de sus semejantes, tratando de que esos hijos que a ella acudían en busca de ayuda, despertaran la fe en su Padre y alcanzaran a comprender cuál es el camino a seguir para obtener la redención espiritual, que les permitiría ser para siempre, eternamente del Supremo Hacedor.
Si recordamos la actuación de Jesús, observaremos que las leyendas hablan de las grandes obras de bien que realizó, las obras de misericordia, como se las denomina. También dicen las leyendas de los equivocadamente llamados milagros que fueron consecuencia de ese trabajo del Maestro, quien, en su perfección espiritual, se constituyó en un instrumento de su Padre, en un obrero de la obra de su Padre.
Nadie diría que fue un curandero, por más que muchos de los seres que lo siguieron, al despertar la fe en Dios, recibieron el bien, sanaron de sus enfermedades, resolvieron sus luchas, resolvieron sus problemas.
No les dio nada material el Maestro, les decía: “¿Tienes fe?”, ante la respuesta afirmativa de esos seres, les contestaba con estas palabras: “Tu fe te salva”. La obra de Jesús descansó en su inmensa fe y confianza en su Padre, que es el único transmisor de las esencias purísimas de bien.
No hizo milagros, como se ha dicho. En su inmensa fe, unido espiritualmente a Dios, el bien recibía, en su inmenso amor hacia todos sus semejantes, ese mismo bien que recibía, transmitía. Se prestaba para la obra de Dios y la obra de Dios es natural, no es milagrosa.
Ese fue el trabajo que realizó la Madre. Devolvió a las enseñanzas de Jesús su pureza original, unida a Dios, se prestó con el mismo amor que tuvo el Maestro, para transmitir el bien de su Padre. No dio nada a nadie, no curó, ni engañó jamás a sus semejantes. Realizó grandes obras de bien, materialmente, desprendiéndose de sus bienes hasta quedarse sin nada en beneficio de los necesitados, espiritualmente, a través de sus enseñanzas, por las que se constituyó en una verdadera reformadora religiosa.
Fue una obrera de Dios que descendió a la Tierra para enseñar y cumplir. Nos dejó como legado sus enseñanzas, esas enseñanzas que llevó a la práctica en todos los actos de su vida. Por su actuación, por su cumplimiento, debe ser considerada una verdadera cristiana, ya que es verdaderamente cristiano el que cumple en todos los actos de la vida con aquello que predica.
En lo que se refiere al aspecto institucional, hay que tener en cuenta que nuestra religión, que nació con su trabajo espiritual hace ya más de ciento diez años, está desde hace mucho tiempo debidamente organizada y ha sido reconocida por las autoridades de nuestro país. Cuenta además con numerosos templos diseminados por distintas ciudades de la República Argentina e inclusive del extranjero.
Esos templos se encuentran abiertos para todos aquellos que deseen acercarse sin limitación, ni restricción alguna, salvo, claro está, el debido respeto que debe observarse en una reunión religiosa. En ellos se difunden las enseñanzas cristianas que hacen a la obra de Dios. Aquél que desee comprobarlo, no tiene más que concurrir, ya que es importante antes de opinar acerca de una religión fundamentadamente, comenzar por conocerla, compenetrarse de su contenido y después, se podrá estar o no de acuerdo, tengamos en cuenta que las religiones nacen del sentimiento de cada persona y que no pueden ni deben imponerse a la fuerza, pero tienen que ser respetadas.
Criticar sin conocer no tiene lógica, no tiene sentido, es absurdo. Así se habló y se la atacó a la Maestra, sin que las autoridades se tomaran el trabajo de verificar si era cierto lo que de ella se decía. Así también resultó absuelta de culpa y cargo, con expresa constancia, en un proceso que se le había iniciado ante una denuncia por ejercicio ilegal de la medicina, que no afectaba su buen nombre y honor, por cuanto de las probanzas acreditadas en autos, quedaba absolutamente esclarecido que esos cargos eran absolutamente falsos.
Volviendo al aspecto institucional, la religión que la Madre María formó, bajo la denominación de Religión Cristiana Argentina, cuenta con estatutos aprobados por Decreto del Poder Ejecutivo de la Nación, se encuentra inscripta en la Secretaría de Culto – Dirección General del Registro Nacional de Cultos que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Cultos y, además, ha sido reconocida en el orden nacional y también por numerosos municipios del interior de nuestro país como una Institución de Bien Público, por el contenido de sus enseñanzas y por las obras de bien que se realizan a través de ella, para aliviar el sufrimiento de aquellos seres que carecen de lo más necesario para vivir.
Ni la Madre María, ni tampoco Pancho Sierra fueron curanderos, en nuestra religión no se practica el curanderismo, se enseña a cumplir la ley más grandiosa, la que debería cumplir todo aquél que se considere cristiano: la ley de Dios, esa divina ley de amor y de perdón.
En mi carácter de Director de esta grandiosa Religión, considero que es absolutamente necesario que se deje debidamente aclarado en las páginas de Temperley Web, la pureza que caracterizó el accionar de esa maestra espiritual que fue la Madre María, resaltando su actuación, que debería ser un motivo de orgullo para todos los que vivimos en nuestros Temperley y Turdera.
Espero que así lo hagan, quedo desde ya a vuestra disposición para todo aquello que consideren necesario aclarar, pueden dirigirse a nuestra sede administrativa si desean concertar una entrevista conmigo y deseo aprovechar esta oportunidad para hacerles llegar mis más sentidos deseos de bien.
Atentamente.
RELIGIÓN CRISTIANA ARGENTINA
DR. GUILLERMO ALCOBRE-DIRECTOR
Año 2004
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