11 octubre, 2017

El relato de esa rareza llamada PRO

LA CRUDA REALIDAD


Por Nahuel Sosa
El relato de esa rareza llamada PRO

(Por Nahuel Sosa) Con la construcción de Cambiemos, Macri certificó la creación de una derecha novedosa, que recoge banderas populares y construye un discurso de eficiencia y modernización que se filtra con éxito en el imaginario colectivo.

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Cuando el PRO de Mauricio Macri armó Cambiemos y ganó las elecciones presidenciales del 2015, esa fuerza se constituyó como la principal vanguardia de las nuevas derechas de América Latina. Una construcción que, a nivel nacional, amenaza con gestar hegemonía: Ese mismo año ganó, sorpresivamente, en la provincia de Buenos Aires llevando a María Eugenia Vidal como candidata; mientras que en la Ciudad, con Horacio Rodríguez Larreta, consolidó sus ochos años de gestión con un tercer mandato.
Aquel partido distrital, que apareció con fuerza luego de la rebelión popular del 2001, no ha parado de crecer tanto en términos cualitativos como cuantitativos. Surgen una y otra vez las preguntas ¿Qué es realmente el PRO? ¿Es apenas un puñado de ricos de cuna de oro con suerte? ¿Es la sustitución histórica de la UCR, que hace tiempo es incapaz de expresar a los sectores medios? ¿O estamos en presencia de un proyecto inédito de poder que vino para quedarse?
Suelen aparecer dos perspectivas para responder estos interrogantes. La primera es concebir al PRO simplemente como un partido con excelentes estrategias de marketing y publicidad pero vacío de contenido, cuya función principal es la de ser el instrumento con el que opera la misma derecha retrograda de siempre en la opinión pública. La segunda, en cambio, supone pensar que si bien el PRO expresa los intereses tradicionales de los sectores concentrados, hay algo más que una buena performance comunicacional. Y ese algo más es nada más y nada menos que ser la punta de lanza en la construcción de una nueva hegemonía de la cual dependen las élites del siglo XXI, tanto para enfrentar con éxito a los populismos y socialismos como para consolidar un proyecto de poder capaz de transformar política y culturalmente a las sociedades e instaurar un nuevo modo de vida.
Partir de esta última concepción permite comprender mejor de qué manera las nuevas derechas van a intentar restaurar los poderes de las minorías, ya que no regresan intactas de los procesos de emancipación que se han expandido por toda América, sino que, por el contrario, han aprendido a la perfección cómo conformar nuevos lenguajes, relatos y valores que interpelan a la ciudadanía.
A diferencia de la derecha tradicional que planteaba una confrontación directa con las experiencias progresista y renegaba de todas sus conquistas, Cambiemos incorpora ciertas banderas que históricamente ha levantado el campo popular, mantiene ciertos derechos y avances sociales que han sido conseguidos con los gobiernos populares y se presenta como la abanderada del fin de la polarización y la unión de los argentinos. Este relato es más peligroso, confuso y complejo y suele tener mayores niveles de adhesión en momentos de reflujos, en los que la sociedad, luego de picos de politización y movilización, aspira al retorno de cierta “calma”.
Esta nueva élite, conformada principalmente por millonarios de grandes firmas privadas, profesionales liberales y CEOs, parte de una esencia política que propone opciones innovadoras y que hace de los conceptos de modernización, meritocracia y emprendimiento los pilares fundamentales para el desarrollo de su proyecto histórico.
El relato del mundo PRO se constituye bajo la ilusión de que todo individuo es un emprendedor que sólo necesita que se les generen las oportunidades para alcanzar sus metas. La cultura del entrepreneur es una de las estafas más importantes de nuestro tiempo. La promesa de una sociedad de emprendedores que con audacia, esfuerzo e ideas propias consiguen sus propósitos, es imposible sin democracia económica. El economista Thomas Piketty señala que la desigualdad contemporánea se sostiene en que quienes tienen patrimonio, siempre van a tener una ventaja irreversible frente a los ciudadanos que solo cuentan con su entusiasmo emprendedor.
A la oligarquía del siglo XXI ya no le alcanza con tener a un porcentaje de la clase trabajadora desempleada para que sea el “banco de reserva” que le permita disciplinar y nivelar para abajo los salarios de la mano de obra ocupada. Ahora también invitan a disfrutar de las bondades de pertenecer al estamento de los meritócratas. Y a los millones de inmerecidos que no son útiles en el nuevo proceso de producción, se los convierte en perdedores, en un residuo social amenazante y peligroso. Inclusión o exclusión, esa es la cuestión. El ser moderno es en tanto consume: no consumir es no ser, es perder la condición de sujeto productivo. Los cuentapropistas, los vendedores ambulantes, los changueros y los tercerizados, transitan un peligroso equilibrio entre el ser o no ser al que los someten las gestiones eficaces de los CEOs.
La anomalía del PRO es su virtud por alejarse de las recetas clásicas del conservadurismo, es haber tenido la audacia de romper con ciertos paradigmas ortodoxos de la derecha argentina, como el rechazo a lo público y estatal. Macri, a diferencia un derechista tradicional como el brasileño Michel Temer, se sale del libreto y hace del contacto con la gente común, del cuidado del espacio verde, del ideal de una vida saludable y tranquila, del grito esperanzador del “Sí, se puede” una impronta que conecta rápidamente con la subjetividad de la ciudadanía.
En este sentido es fundamental “disputarle al adversario la idea del orden y la institucionalidad”, como sugiere el referente de Podemos Iñigo Errejón, porque lo que ocurre en realidad con este relato es que la lógica individualista y competitiva lleva a una desorganización de los lazos sociales.
Por eso el desafìo para las fuerzas populares es no encontrar el límite en el terreno del romatisismo y la denuncia testimonial, sino poner en jaque esa construcción retórica de la derecha demostrando a la sociedad que pueden gobernar, que no hay mayor desorden que “el sálvese quien pueda” y que la única forma de crecimiento individual es en comunidad.
(*) Fuente: Revista Rumbo/Seamos Libres

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