Los orígenes ocultos de la Triple A y la traición de López Rega
Los orígenes ocultos de la Triple A y la traición de López Rega a la logia Anael
La teoría de los vértices de la Triple A, una fórmula esotérico-política de la logia Anael, que promovía el regreso de Perón, fue usurpada por el ministro de Bienestar Social para la creación de la sigla de la organización terrorista paraestatal. Sus lazos con Isabel, la hipótesis de Perón como Conductor Cósmico y las raíces del ocultismo peronista. Esta nota es la primer aparte de una historia sorprendente
Por Marcelo Larraquy, 30 Ene, 2019
Isabel Perón y José López
Isabel Perón y José López Rega
Una tarde de finales del año de 1965, Isabel Perón le pidió a José López Rega que la protegiera de los males de la política que la acechaban. Quería que fuese su secretario privado.
López Rega se sintió reconfortado, aunque después, cuando relató el encuentro a sus amigos José Miguel Vanni y Carlos Villone, prolongó el suspenso sobre cuál sería su decisión.
-Si acepto, cambia todo. Acá se bifurcan los caminos que emprendimos hasta ahora. Pero ahora estoy viendo el final de este camino.
-¿Cuál es?-preguntó Vanni.
-Perón vuelve –dijo López Rega, solemne.
Y luego agregó: "Este show lo vamos a ganar nosotros".
Vanni soltó una carcajada.
José Miguel Vanni, el Gordo, había sido el impresor de su libro Astrología Esotérica.
A comienzos de los años sesenta, López Rega había comenzado a trabajar en un manual destinado a transmitir sus conocimientos espirituales y demostrar su aplicación en la vida cotidiana.
Entendía que él poseía los misterios ocultos y podría popularizarlos, con la elaboración de un manual de autoayuda de consulta cotidiana.
Con Astrología Esotérica, si se seguían ciertas tablas de valores vibratorios y se asociaba con su respectivo signo zodiacal, se estaría en condiciones de lograr la armonía que permitiría influir en forma positiva sobre las personas.
Con ese método, López Rega ofrecía a los no iniciados la oportunidad de tomar conceptos del sistema astrológico y volverlos extensibles a la música, el arte, la danza o el alfabeto. López Rega escribió el libro bajo el influjo de la llegada de la Era de Acuario, en 1962. Según la tradición oculta, Acuario es tiempo proclive para la organización de grupos fraternales y cooperativas.
También había sido un año de cambios para él.
Luego de 17 años de servicio, decidió retirarse de la Policía Federal –había llegado a sargento primero- y publicaría Astrología Esotérica en Suministros Gráficos.
Fue Héctor Prieto Roca, un hermano de la casa de su Maestra Espiritual, Victoria Montero, el que le había recomendado acercarse a la imprenta.
Este dato cambió su vida.
Suministros Gráficos SAIC había sido una imprenta del Estado, dependiente de la Secretaría de Hacienda. En 1961, cuando el ministro de Economía Álvaro Alsogaray decidió privatizarla, los 52 trabajadores formaron una cooperativa y obtuvieron la concesión. La empresa continuó recibiendo trabajos del Estado y también imprimía libros de la editorial Kier.
La mayoría de los obreros de Suministros eran peronistas, de modo que hasta allí llegaban militantes para imprimir afiches, folletos o boletas electorales. Incluso algunos miembros de la cooperativa falsificaron los Bonos 9 de Julio, que había lanzado Alsogaray para pagar los sueldos de empleados del Estado.
Esa falsificación –considerada "revolucionaria"- reportó importantes beneficios directos a miembros de la cooperativa.
López Rega empezó a frecuentar la imprenta. López Rega leía textos místicos, y realizaba horóscopos y cartas astrales que le pedían las costureras y el personal gráfico
El primer presidente del directorio de la empresa fue José Miguel Vanni, El Gordo. Técnico industrial recibido, soltero, de 30 años, que se entretenía con la lectura de libros esotéricos.
Por eso, cuando López Rega apareció por Suministros Gráficos en noviembre de 1962, Vanni le imprimió 4 mil ejemplares de su libro Astrología Esotérica. La obra fue distribuida por Kier.
López Rega fue renuente a pagar el costo de la impresión, pero al poco tiempo, cuando un empleado de Suministros le reclamó la deuda en la puerta de su casa y amenazó con el decomiso y destrucción del libro, López se ofreció a resolver el problema. Prometió conseguir clientes y buenos negocios como fórmula para saldar la deuda. Sugirió una línea de libros esotéricos; una Agenda astral –que llamaba "Madre del Éxito"– con predicciones que llegaban al año 2000 y un manual de Astrofinanzas.
López Rega empezó a frecuentar la imprenta.
Leía textos místicos, y realizaba horóscopos y cartas astrales que le pedían las costureras y el personal gráfico. Parecía simpático y llano y todo el tiempo tenía la palabra "Dios" en la punta de la lengua.
Y aunque para el resto de los empleados de Suministros López Rega no pasaba de ser un apéndice místico del Gordo Vanni, su crecimiento en a empresa fue meteórico.
En la constitución del tercer directorio figuraba como presidente.
Tenía una oficina propia en el primer piso donde elaboraba los proyectos editoriales. Y así empezaron a imprimir libros esotéricos en cantidades desproporcionadas respecto de las posibilidades de colocación.
La actividad de López Rega en Suministros Gráficos lo llevó a profundizar el contacto con dirigentes políticos y gremiales del peronismo que le encargaban impresiones. Se mostraba dúctil y eficiente ante los requerimientos, pero el oficio de impresor no le impidió continuar con la escritura. Incursionó en la dramaturgia, acomodado bajo los cánones del esoterismo, y produjo un nuevo título de su autoría: Preguntas en la noche, con una bajada aclaratoria: Comedia psicológica musical.
Preguntas en la noche acababa de ser impreso por Suministros Gráficos cuando Vanni, en octubre de 1965, llegó a la imprenta con el juez Julio César Urien y se lo presentó a López Rega como una eminencia.
Muchos años después entrevisté al doctor Urien en un bar de Callao y Juncal para obtener detalles de ese primer encuentro y conocer cuáles habían sido los orígenes de la logia Anael y cuál había sido el vínculo de la logia con López Rega.
Urien relató:
"Yo tenía un escrito que se llamaba El Tercer Mundo en acción, que fue posterior a La Razón del Tercer Mundo, y estaba buscando un editor porque Caviglia, que era el que hacía todo, había muerto. El siempre me decía, el día que me muera te voy a dejar todo. Pero murió de un infarto, de repente, y quedé en pampa y la vía. Un diputado justicialista, Roberto Prosac, gran amigo, me recomendó ir a Suministros Gráficos. Me encontré con Galardi y Vanni en la estación Retiro, yo vivía en San Isidro, y me llevaron. Cuando llegamos, López Rega me dice: '¿En qué puedo ser útil, doctor?'. Yo le dije: 'Mire, acabo de terminar este libro y quiero editarlo'", recordó Urien.
López Rega mantuvo cierta distancia. Le dijo que regresara en dos o tres días. Para entonces tendría preparado un presupuesto. Sin embargo, cuando el juez regresó, lo recibió con un abrazo:
—Doctor Urien, no sabía que usted era tan amigo de Perón. Le vamos a imprimir 5 mil ejemplares del libro a precio de costo.
López se mostró interesado en saber qué era Anael.
El juez Urien le explicó que era una logia secreta que trabajaba en favor del proceso de unidad y liberación latinoamericana, y que estaba a la búsqueda de hombres y estructuras nuevos para enfrentar al corrompido capitalismo imperialista que atentaba contra la dignidad humana.
El análisis de Urien era el siguiente: el mundo estaba atravesando la última etapa de la actual civilización, la del poder económico. Cuando esta civilización cayera, y ése era el objetivo de la lucha, sobrevendría una sociedad fraternal en la que desaparecerían las miserias sociales. El obstáculo era que el poder se resistía a abandonar sus privilegios.
Según le explicó Urien a López Rega, la logia Anael tenía alrededor de 4 mil adherentes dispersos entre la Argentina, Brasil, Perú, Venezuela y Bolivia, aunque podría tratarse de un cálculo optimista. A algunos Urien los había seleccionado personalmente en su despacho judicial. Intentaba rescatar de ellos sus valores morales y su deseo de una sociedad nueva. Eran los requisitos básicos para ingresar a la logia. El hombre como esencia espiritual y no como instrumento del materialismo.
A lo largo de los años, la influencia del juez Urien como jefe oculto de Anael se extendió entre funcionarios judiciales y gubernamentales y en el ámbito profesional, pero la columna vertebral de la logia era el Comando Nacional de Suboficiales de las Fuerzas Armadas (Conasub), que acompañó el golpe de 1943 ejecutado por el Grupo de Oficiales Unidos (GOU). Luego los suboficiales fueron expulsados del Ejército por resistir a la Revolución Libertadora. El último libro de Urien, firmado bajo el seudónimo de Dr. Anael, La razón del Tercer Mundo, editado en 1964, iba de mano en mano por los cuarteles.
Urien poseía un atractivo especial para el Conasub. Lo percibían como el germen de un nuevo Perón y lo llevaban a dar conferencias sobre la programática anaeliana en el cordón industrial del Gran Buenos Aires y en distintas provincias argentinas, donde nadie había escuchado su nombre.
El plan de liberación de Anael estaba detallado en El Tercer Mundo en acción. Allí Urien predecía que la moral de la humanidad iba a evolucionar en la medida en que se desarrollaran los tres vértices magnéticos del triángulo de la Triple A.
López Rega se mostró curioso ante esta afirmación. Le preguntó qué significaba. Urien se remitió a los orígenes.
Le explicó que los Grandes Iniciados de la Antigüedad –Buda, Confucio, Krishna, Jesús y Mahoma, entre otros— habían vislumbrado a los pueblos de la Triple A -Asia, África y América- como una hermandad universal, pero que esa evolución había sido distorsionada algunos siglos después de la muerte de Cristo, cuando la Iglesia Católica dejó de ser nazarenista y se ocupó de defender el poder de los ricos.
Por eso, le explicó a López, los esenios se habían replegado hacia un lugar oculto de Asia luego de que Jerusalén cayera en manos de los romanos.
Urien agregó que, en el nuevo ciclo evolutivo de la historia, sobre los vértices del triángulo magnético de la Triple A se gestaría la liberación del Tercer Mundo, que vencería al capitalismo y el comunismo. Las masas escaparían de las garras de los poderes mundiales del dinero y crearían una sociedad nueva.
La formación intelectual de Urien era más completa que la de López Rega, y aunque los dos se habían especializado en las ciencias ocultas y veían al hombre como parte de la totalidad cósmica, el primero le había dado al esoterismo un enfoque político que López había desdeñado hasta ese momento; enfoque que, a partir de las palabras del juez, se presentó ante sus ojos como otra revelación.
Lopez Rega indagó un poco más sobre la Triple A. Urien le explicó que el primer vértice ya estaba consolidado en Asia con la China de Mao, que se había liberado de las fuerzas del Kuomintang dirigidas por Chiang Kai Shek, aliadas del imperialismo anglosajón.
-Con su ideología y su cultura propias -predijo Urien-, China se separará de Rusia y será la avanzada de la liberación mundial. Su influencia llegará hasta África. El segundo vértice magnético se está constituyendo en Argelia. Será el motor del mundo árabe. Los pueblos afroasiáticos en lucha contra el imperialismo. Y la misión que le compete a Anael es hacer evolucionar el tercer vértice magnético de la Triple A: América Latina.
Al llegar a ese punto, Urien pidió permiso para tomar un papel de su escritorio y trazó una línea imaginaria que conformaba una "L" inclinada apoyada en tres puntos: San Pablo, Buenos Aires y Lima.
-Sobre esos tres puntos se proyectará la revolución continental -dijo-. De ahora en adelante, todos los hombres que se sientan átomos de liberación deben ayudar a construir el tercer vértice. Tiempo y espacio definen los acontecimientos.
-¿Por qué eligió esos tres puntos? -se interesó López Rega.
-No es una elección -respondió el juez-. Son puntos de irradiación cósmica. Lima, por el socialismo incaico. Su eco revolucionará a todos los pueblos de las cumbres andinas. Buenos Aires, por la vibración justicialista. Perón no fue derrocado. Su retiro fue una decisión de alta estrategia político-social para salvar uno de los vértices de la Triple A. Este vértice volverá a evolucionar porque la conciencia justicialista ya quedó impregnada en las masas. Por último, San Pablo es el vértice del cristianismo revolucionario. El referente actual es el gobernador Adhemar Barros. En un futuro, la Argentina y el Brasil eliminarán sus fronteras y tendrán un único patrón monetario. Conformarán un bloque antiimperialista sudamericano. El cooperativismo será el soporte de la nueva civilización.
“Todos los hombres que se sientan átomos de liberación deben ayudar a construir el tercer vértice”, le dijo Urien a López Rega
López le preguntó cómo se produciría la relación entre la liberación de los pueblos y el cosmos. Ese punto no le había quedado claro.
-Lo que pasa arriba se traslada abajo -simplificó el juez-. El cosmos y la historia de la humanidad están regidos por la ley de la evolución. Cuanto más iluminado se ve un astro, más evolucionado está. A su vez, cuanto mayor grado de concientización tiene un pueblo, más liberado se encuentra.
La educación de López Rega y de Urien también había sido diferente. Urien se había criado en una familia patricia de San Isidro. De joven jugó al rugby en el CASI, y ahora, en 1965, al borde de los 50 años, cuando conoció a López Rega, conservaba el hábito de cruzar a nado el Río de la Plata.
Urien era juez civil y comercial y difundía el credo de la revolución maoísta en su despacho de la calle Callao 635, mientras que, en la oficina de enfrente, el juez César Arias propagaba entre sus allegados las bondades del marxismo ortodoxo y la revolución soviética.
El doctor Urien era el jefe de la Anael, pero no su creador. Esto siempre lo aclaraba. Se había puesto a la cabeza de la logia debido a la muerte repentina de Héctor Caviglia, su impulsor en la Argentina.
Según Caviglia le dijo a Urien cuando Perón alzaba los brazos en el balcón de la Casa Rosada frente a sus fieles, sus manos vueltas hacia el cielo funcionaban como radares para recibir las vibraciones de las esferas superiores, que luego bajaban al pueblo a través de su persona.
Caviglia elaboró la doctrina de Perón como Conductor Cósmico de las masas y mantuvo diálogo con el General durante su segunda presidencia.
López Rega, que se preciaba de conocer las potencialidades ocultas del Universo y la influencia del Cristo Cósmico, jamás había escuchado una historia así.
Era la siguiente:
Caviglia, martillero -socio número 797 de la Corporación de Rematadores-, había tomado contacto con asesores del presidente Getulio Vargas, quienes conformaban un gobierno invisible que había adoptado la esotérica denominación de Anael.
Perón y Vargas no llegaron a conocerse, pero siempre mantuvieron latente la posibilidad de relanzar el proyecto de unidad económica entre la Argentina, el Brasil y Chile (ABC), tomando como punto de referencia la geopolítica sanmartiniana del siglo XIX.
Durante su estadía en el Brasil, Caviglia se ofreció como enlace de la logia entre los dos países y Perón lo recibió en la Casa Rosada. El contacto entre ambos continuó incluso después de que el presidente Vargas, sometido a intensas presiones, se pegara un tiro en 1954.
Por entonces Caviglia ya estaba convencido de que la misión de Perón era ser el Conductor Cósmico de la Argentina.
Suscribía la teoría de que Perón recibía y emitía vibraciones directas del Universo tanto a sus colaboradores directos como a las masas, a las que esclarecía y dirigía.
Esto explicaría -según Caviglia le dijo a Urien- por qué Perón alzaba los brazos en el balcón de la Casa Rosada frente a sus fieles: sus manos vueltas hacia el cielo funcionaban como radares para recibir las vibraciones de las esferas superiores, que luego bajaban al pueblo a través de su persona.
Poco antes de morir de un infarto, Caviglia delegó al juez Urien la conducción secreta de la logia, pero con su desaparición repentina también se perdieron los vínculos con Brasil y, lo peor de todo, los anaelistas quedaron sin sostén económico.
"Yo tenía un amigo –recordó Urien en la primera de las entrevistas del bar de Callao y Juncal- que tenía buen pasar y siempre nos ayudaba económicamente. Era Vicente Apolonio. Tenía una gran mueblería en la calle Sarmiento. Pero siempre la estábamos peleando, no teníamos fondos, vivíamos apretados".
El juez, de todos modos, continuó con su prédica y transformó la denominación Anael en siglas: Asociaciones Nacionales Americanas en Liberación.
Juan Domingo Perón y José López Rega
El encuentro entre López Rega y Urien en Suministros Gráficos resultó fructífero para ambas partes.
López Rega pidió integrarse a la logia e invitó a Urien a una cena en Suministros Gráficos -invitación que hizo extensiva a los miembros de Anael- para festejar la edición del libro El Tercer Mundo en acción.
Esa noche de noviembre de 1965, los anaelistas fueron llegando a la imprenta. Eran más de 20 hombres de entre 40 y 50 años. Cada uno de ellos cargaba una historia trágica, de heroísmo, bombas y resistencia: el capitán Jorge Morganti, que se escondió en el cementerio de la Recoleta para evitar ser asesinado en 1956 y luego escapó a Bolivia a pie; el suboficial de policía Julio Troxler, que había sido dado por muerto por los fusiladores en el basural de José León Suárez; el mayor de Ejército y ex edecán de Perón, Bernardo Alberte, que había protegido al Presidente de las bombas en 1955; el abogado Rubén Sosa, que se había entrevistado con el Che Guevara en Cuba por orden del General; el suboficial Héctor Sampayo, que el 4 de julio de 1943, el día que los oficiales del GOU marchaban a tomar el poder y fueron emboscados a los tiros por oficiales de la Marina, vio morir a quince de sus camaradas (esa tarde Perón entraría a la Escuela de Mecánica de la Armada a punta de pistola y se convertiría en el caudillo de los oficiales); el suboficial Juan Carlos Galardi, que tras su retiro obligado del Ejército había instalado una agencia de turismo. Y también el nacionalista Jorge Farías Gómez, el diputado Roberto Prosac, el óptico Ernesto Dufur, el mueblero Vicente Apolonio y, por supuesto, el líder de la logia, el doctor Julio César Urien.
Era una reunión de camaradería, pero cargada de un alto tono político.
Urien, en su discurso, esa noche en Suministros, afirmó que los dirigentes del Movimiento Justicialista peleaban por puestos públicos y candidaturas electorales, favorecidos por los gobiernos de turno. Perón no podría contar con ellos: representaban un impedimento para la liberación de los pueblos.
El discurso fue ganando emotividad hasta que Urien hizo el anuncio esperado:
-¡Perón volverá a la Argentina de la mano de Anael!
Anticipó que él mismo u otro miembro de la logia viajaría a Madrid para reunirse con el General y establecer el momento del regreso.
-De la fuerza anaeliana -prosiguió Urien- saldrán hombres nuevos que, junto a Perón, consolidarán el tercer vértice de la liberación mundial.
Los asistentes rompieron en aplausos.
Antes de dar por concluido el ágape, el Gordo Vanni propuso un brindis. Con la copa en alto, Urien anunció que había convenido un té para conversar sobre la programática anaeliana con la señora del General, Isabel Perón, que acababa de llegar al país.
López Rega se quedó en silencio, impresionado por lo que escuchaba.
(Mañana se publicará la segunda parte de esta historia)
https://www.infobae.com/historia-argentina/2019/01/30/los-origenes-ocultos-de-la-triple-a-y-la-traicion-de-lopez-rega-a-la-logia-anael/
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Traiciones, amenazas y la proyección de Isabel: cómo López Rega cortó los vínculos de Perón con la logia Anael
Esta es la segunda parte de la nota publicada ayer, en que se revelaron los orígenes ocultos de la Triple A y la traición de López Rega a la logia Aanel. El rol de Isabel, el manejo de "El Brujo" para alejar al general de los anaelistas y las amenazas de la Triple A contra el grupo esotérico político
Por Marcelo Larraquy
31 Ene, 2019 04:01 a.m. AR
Isabel Perón y una de las tarjetas que enviaba a los miembros del Conasub (Consejo Nacional de Suboficiales)
Isabel Perón concurrió a la casa del mayor Alberte en Yerbal 81, en el barrio de Caballito. La acompañaba el joven médico Pedro Eladio Vázquez, dirigente justicialista y también un estudioso de las ciencias ocultas. En la casa, Isabel conoció al jefe de la logia Anael, el doctor Julio César Urien.
"'Al fin conozco al famoso doctor Urien –me dijo Isabel, recuerda Urien-. Perón me habló bien de usted'. Y luego me dijo: 'Doctor Urien, quiero pedirle que asuma la Secretaría del Partido Justicialista'. Yo le dije que no. No tenía la ambición de ser secretario. ¿Como secretario cuánto podía durar? Tres o cuatro meses. Yo tenía otra misión. Mi idea era trabajar por la unidad de América Latina, esperar la vuelta de Perón y hacer un gran movimiento nacional. Y que Perón volviera como Líder de Latinoamérica. Sería una suerte de Mao Tse-Tung, un Gran Timonel, un filósofo, un consejero, un viejo sabio, y que el gobierno lo manejáramos nosotros desde acá", explica Urien.
Pasado el atardecer, la reunión estaba llegando a su fin y la presencia de José López Rega en la casa de Alberte había pasado inadvertida. Hasta que reclamó un minuto de atención para decir unas palabras. Se presentó como un ser espiritual, alejado de los avatares de la política, pero dijo que tenía una visión y quería transmitirla en público.
-El regreso del General es una misión eminentemente espiritual que resplandece bajo una fase política. Debemos vencer a las fuerzas que lo están dejando postrado en el exilio, como también fueron abandonados Rosas y San Martín. Nuestra única misión es traer a Perón a la Argentina, para reivindicar su figura junto a la de Evita. Su regreso será nuestro triunfo espiritual –dijo López Rega.
Pocos días después, la logia Anael le alquiló un departamento a Isabel en la calle Córdoba 1111. Era de un matrimonio polaco que partía de viaje. Galardi y Alberte solventaron los gastos y entregaron la escritura de una propiedad en garantía. Allí se instaló Isabel. El capitán Morganti se ocupó de llevar un televisor. Fue precisamente a él a quien Isabel le comentó que le gustaría conversar unas palabras en privado con Daniel. Durante unos segundos, Morganti buscó en todos los archivos de su memoria y finalmente respondió que no conocía a nadie de la logia de ese nombre.
-Ese petisito de ojos claros… -insistió Isabel
-¿López Rega? –preguntó Morganti.
Isabel Perón en la residencia del empresario Jorge Antonio, en una visita a Asunción del Paraguay el 25 de mayo de 1965
La audiencia entre López Rega e Isabel se concretó en la casa de Alberte. Isabel le agradeció por revelar su visión en la reunión anterior. Sus palabras le habían hecho recordar al profeta Daniel, que con su sabiduría había logrado salvar a una mujer, casada como ella, de ser lapidada por culpa de las calumnias.
Esa tarde, Isabel le pidió a López Rega que la protegiera de los males de la política que la acechaban. Quería que fuese su secretario privado. El impresor de Suministros Gráficos se sintió reconfortado, aunque después, cuando relató el encuentro a sus amigos Vanni y Villone, prolongó el suspenso sobre cuál sería su decisión.
-Si acepto, cambia todo. Acá se bifurcan los caminos que emprendimos hasta ahora. Pero ahora estoy viendo el final de este camino.
-¿Cuál es? -preguntó Vanni.
-Perón vuelve –dijo López Rega, solemne.
Y luego agregó: "Este show lo vamos a ganar nosotros".
El Gordo Vanni soltó una carcajada.
En forma simultáneas a mis entrevistas con el doctor Urien, contacté a otro miembro de Anael y del Conasub, el suboficial Héctor Sampayo, que había participado del encuentro de Isabel con la logia en la casa del mayor Alberte. Me indicó que lo pasara a buscar por su taller mecánico de Barracas y fuimos almorzar a un bodegón en una esquina del barrio.
Por curiosidad, le pregunté cómo había conocido a Urien. Me dijo que había sido por intermedio del suboficial Juan Carlos Galardi, que a su vez había conocido al juez en una playa del sur de Mar del Plata, por los años '50.
A partir de entonces, Galardi, Sampayo y otros suboficiales peronistas comenzaron a visitar a Urien en su despacho de la calle Callao.
"Coincidíamos, digamos, en la idea de refundar nuevamente la Argentina. Nosotros –los suboficiales del Conasub- veíamos a Urien como el sucesor de Perón, un hombre capaz. Lo llevamos en una oportunidad a Córdoba, a Bahía Blanca, a La Plata, que era la parte más fuerte que nosotros teníamos. Lo hicimos andar para que conociera al verdadero pueblo argentino".
La noticia de la visita de Isabel Perón en 1965
Después de casi ocho meses de gira por el país, en la que contó con la asistencia de López Rega, y poco antes de regresar a Puerta de Hierro, Isabel le ofreció a Urien la posibilidad de que un miembro de la logia trabajara junto a su marido en Madrid.
El primer ofrecimiento, por cortesía, se lo ofreció al propio Urien, quien se negó. Urien delegó la distinción en la persona del suboficial mayor Rafael Munárriz. Pero esta vez la que se opuso al viaje fue la esposa de Munárriz.
Entonces Isabel preguntó por qué no enviaban a Daniel.
Los miembros de la logia aceptaron con cierta resignación. López había sido el último en llegar.
"La idea era que López Rega fuera por tres meses, hacer el enganche, venir acá e ir a la segunda fase de la planificación, que era la toma del poder –dice Sampayo-. Cuando la señora (Isabel) se dispone a viajar a Madrid, López Rega dice que necesita ropa, porque él no tenía. Entonces "Tito" Apolonio (mueblero) me dice, 'andá a acompañalo a Tabera', una sastrería que estaba en la calle Tucumán o Viamonte. López nos pidió la ropa a nosotros porque no tenía. Y después que encargó un traje pidió otro traje, y después dijo 'como ya entra octubre va a ser frío, necesito un sobretodo'. Y Apolonio aceptó y le pagó todo."
Como presidente del directorio de Suministros Gráficos, López pidió licencia por seis meses para irse a España, pero los problemas de la empresa continuaron en su ausencia. El 17 de febrero de 1967 se decretó la quiebra fraudulenta.
Según el contrato que firmó con el Estado, la empresa debía pagar doce millones de pesos en diez años por el valor de las maquinarias y los insumos. Esa suma nunca fue cubierta y las deudas se acumularon. La papelera Hermida pidió la quiebra por un pagaré incumplido de 50.000 pesos que tenía las firmas de Vanni y Carlos Villone, hermano de López Rega de la casa de la Madre Espiritual Victoria Montero.
También reclamaron sus pagos varios obreros de Suministros Gráficos. El inmueble fue devuelto a Ferrocarriles Argentinos.
Cuando el juez Francisco Bosch procesó a Vanni y a Villone por la quiebra fraudulenta, los dos ya habían desaparecido del mapa.
Después de su paso por Suministros, mientras López Rega estaba concentrado en su misión en Madrid, Vanni y Villone sobrevivieron como pudieron.
Aprovecharon la oficina que les prestó un abogado para refugiarse y crearon una agencia de contactos matrimoniales para señoras. Entre los dos se repartieron las tareas gerenciales. A veces Carlos Villone entrevistaba a las interesadas para evaluar el perfil del candidato que más se adecuara a sus pretensiones, y su elección recaía sobre el Gordo Vanni. Y en otras ocasiones, Vanni las recibía en la oficina y era Villone quien oficiaba de gentil caballero.
Los integrantes de la logia Anael le habían perdido la confianza a José López Rega. Apenas se fue, tuvieron la convicción de que el ex director de Suministros Gráficos los había utilizado como plataforma de acceso a Perón
Vanni y Villone representaron un importante, sino el único, sostén de López Rega en Buenos Aires, y quienes más creyeron en el sentido de su viaje a Madrid. Estaban a sus órdenes, ya fuese para encontrar algún producto de exportación o para buscar contactos dentro del peronismo que pudieran proporcionarle algún dinero.
En forma irregular, también continuaron sus relaciones con los miembros de la logia Anael. El dúo aprovechaba cada encuentro para recoger sus impresiones de la actualidad política con el argumento de transmitírselas a Perón.
Sin embargo, a ojos de los anaelistas, todas sus explicaciones eran argucias esgrimidas para ganarse un almuerzo o un dinero para salvar la semana.
Pero ni Vanni ni Villone daban información clara respecto de los resultados de la misión de López Rega, que había excedido largamente su promesa de retornar tres o cuatro meses después de su partida.
Los integrantes de la logia Anael le habían perdido la confianza. Apenas se fue, tuvieron la convicción de que el ex director de Suministros Gráficos los había utilizado como plataforma de acceso a Perón, y que había decidido emprender su propio camino.
Los había traicionado.
"López Rega manda cartas para mí –afirma Sampayo-. Me decía siempre que después de leerlas las quemara. En una de ellas, que la tengo grabada a fuego, me dice que de Perón no ha quedado nada y que lo único que va a quedar es Isabelita. 'Ustedes deberán convertirse en mosqueteros de la reina'. Eso fue un trago amargo para mí. No me lo olvido jamás. Creo que cuando logró su objetivo no precisaba a nadie más".
Hacia octubre de 1971, la logia Anael decidió enviar a Sampayo a Madrid para contactarse en forma directa con el General Perón.
"Se hace una reunión de todo el equipo y se decide enviarme a mí para ver qué pasaba. Se preparó de un día para el otro. El contacto con Perón se había perdido. Sólo venían cartas de López Rega. El absorbió todo allá. Mi objetivo era verlo a Perón".
Para entonces, López Rega ya había montado una barrera muy difícil de franquear para los que deseaban entrevistarse con el General.
El suboficial Héctor Sampayo llevaba varias cartas guardadas en los bolsillos de su saco. Una de ellas contenía un informe de Urien. El juez había elaborado un esquema de gobierno que ponía a disposición del Líder para la reconstrucción, dignificación y perfección del hombre. En otra carta precisaba un plan de operaciones para tomar el poder.
La logia había juntado unos pocos pesos argentinos para que el enviado cumpliera su misión.
Sampayo se alojó en una pensión cerca de la avenida José Antonio. "Era un hotelito en una calle angosta, que se hablaban de balcón a balcón", recuerda
Cuando llamó a Puerta de Hierro, una mucama derivó el teléfono a López Rega.
El secretario de Perón le reprochó que hubiese llegado a Madrid sin avisarle. Sampayo le explicó la urgencia: se estaba gestando un golpe de Estado contra Lanusse. Dos generales habían alzado a las tropas de los regimientos de Azul y Olavarría. Ninguno de ellos era peronista.
López Rega le preguntó si traía algún mensaje de Urien. Sampayo le aseguró que no.
Entonces le pidió que viera a Vanni, quien, tras varios años de incertidumbre en Buenos Aires, estaba acomodándose en Madrid.
Vanni se había hospedado en un hotel de cuatro estrellas. Sampayo lo encontró en bata, recostado en una cama de dos plazas y con el almuerzo servido en la bandeja. Enseguida sonó el teléfono. Era López Rega. Le dijo a Vanni que llevara a Sampayo a un hotel cercano a la residencia, sobre la calle Navalmanzano, a las seis de la tarde. Lo atendería en el lobby. Era el lugar donde se reunía con los que pretendían ver a Perón.
Vanni empezó a preguntarle a Sampayo sobre los motivos del viaje y dónde estaba alojado. Sampayo le dio el nombre de la pensión y volvió a su preocupación: la inminencia del golpe de Estado. Antes de despedirse, le pidió al Gordo que le recomendara un buen museo. Era la primera vez que viajaba a Europa.
Horas más tarde, de regreso a su pensión, Sampayo tuvo la impresión de que las cosas no estaban dispuestas como él las había dejado. La tapa del bolsillo derecho de su saco estaba metida adentro. Jamás la dejaba así. Sospechó una intrusión furtiva, algo raro.
Pasó a buscar al Gordo Vanni por su hotel y marcharon hacia el encuentro con López Rega.
El secretario de Perón estaba exultante:
-Pidan lo que quieran -invitó-. Yo tomo un cognac. Te dejo entrar a la casa sólo para demostrarte quién manda ahí adentro –le aclaró a Sampayo-.
Después se puso de pie y les dijo que los esperaba en veinte minutos en la residencia. Cuando el guardia lo autorizó a entrar, Sampayo vio a Perón parado en el último peldaño de la escalera del porche. Sonreía. A su lado, también sonreía López Rega.
Mientras avanzaba hacia su encuentro, Sampayo imaginó el abrazo que le daría el General. Le habían advertido que le estrujaría los huesos. Sampayo era peronista desde 1943 y era la primera vez que lo veía en persona. Llevaba casi treinta años siguiendo a ese hombre.
—Acá está Sampayito. Éste es mi muchacho —le comentó López Rega, orgulloso.
La sonrisa de Perón se apagó de golpe. Le dio la mano a Sampayo con frialdad y lo invitó a pasar al estudio de la planta baja. López Rega se sentó en una banqueta al costado izquierdo del General y a su lado se ubicó Vanni. Pero López Rega lo cambió de lugar y lo hizo sentar enfrente, al lado de Sampayo, para cortar la cadena de fluidos malignos, según dijo.
—¿Qué lo trae por acá? —preguntó Perón, seco.
—Esto —afirmó Sampayo.
Sacó un sobre del bolsillo de su saco y se lo entregó. El General lo abrió, contó las páginas —eran cuatro— y comenzó a leerlas. López Rega se acercó y leyó en el membrete el nombre "Julio César Urien". Se enfureció.
—¡¿De Urien?! ¡Qué carajo tiene que decir ese pelotudo! —dijo el secretario, y fulminó a Vanni con la mirada.
El Gordo, sorprendido, alzó los hombros y bajó la cabeza. López Rega siguió descalificando a Urien. Perón le pidió por favor que parara porque sus gritos le dificultaban la lectura. Leyó dos veces la carta. El silencio en el estudio era sepulcral. Sólo lo interrumpía algún bramido de López Rega, que oscilaba entre espiar el texto y estudiar la cara de Sampayo.
El hombre de Anael se mostraba imperturbable.
—¿Qué más tiene? —preguntó Perón.
Sampayo le dio la otra carta de Urien. El plan de operaciones para la toma del poder. El General volvió a leer dos veces. López Rega se ofreció a llevar las dos cartas de Urien al escritorio del primer piso. Perón dijo que no, y subió las escaleras con la agilidad de un gato.
—Vos creés que me cagaste, ¿no? —le dijo el secretario a Sampayo, cuando volvieron a estar solos—. Pero ahora vas a ver quién es el jefe de todo esto.
Cuando el General volvió de su escritorio, López Rega y Vanni se fueron.
Sampayo imaginó que podría hablar a solas con Perón. Debía contarle los planes de Anael y la manera en que López Rega había engañado a la logia para llegar a Puerta de Hierro. Pronto se dio cuenta de que sería imposible. Perón no escuchaba. Empezó a hablar sobre la penetración imperialista y la tragedia del dólar. Sampayo sabía que su discurso iba a durar cuarenta o cuarenta y cinco minutos, no más.
Un mes atrás, por intermedio de Américo Orts —piloto de Aerolíneas Argentinas y uno de los conductos secretos del General—, había recibido la copia de una cinta grabada de Perón y la había escuchado en su casa dos o tres veces.
La recordaba de memoria.
Perón en Madrid con sus caniches (Apic/Getty Images)
En un momento los caniches entraron a juguetear al estudio, pero el General continuó con su discurso, sin modificar una línea. Sampayo admiraba a Perón.
De joven había sido cautivado por sus ojos brillantes, penetrantes como dos puñales. Pero ahora la luz del General estaba apagada. El rostro sombrío, la boca blanca. Cada tanto se limpiaba la baba que crecía, tímida, en la comisura de sus labios.
En un momento, el eco vivo de la cinta empezó a fallar. Perón preguntó de qué estaban hablando. Sampayo se lo recordó y, en una pirueta verbal, Perón se recompuso y concluyó el discurso acerca del dólar con referencias a Nixon, y de allí pasó a relatar anécdotas graciosas sobre los sindicalistas que se sentaban ante su escritorio.
Sampayo empezó a notarlo más sereno, con el semblante compuesto, cuando desde afuera se escuchó un grito de López Rega.
—¡General! ¡Ya está la comida! ¡Van a ser las diez!
Perón le preguntó a Sampayo si le apetecía quedarse a comer un churrasco. Pero antes de que pudiera contestar lo interrumpió el secretario.
—No, no, no General. Sólo hay comida para nosotros.
En ese momento apareció Isabel. Entre delicada y molesta, saludó a Sampayo y le preguntó por qué había llegado a Madrid así de sorpresa.
Perón sacó al suboficial del escritorio y lo hizo salir hacia el parque para acompañarlo hasta la calle. Lo llevaba del hombro. "Valor y adelante", le dijo.
Sampayo sintió que, en el fondo, seguía siendo un militar. López Rega y Vanni los seguían algunos pasos atrás.
—Deles un abrazo a todos los compañeros y no me vaya a movimentar un solo suboficial si no es por orden expresa mía. Usted ya conoce el conducto —le advirtió Perón, con voz grave. Luego, cambiando de tono, le dijo que no tropezara con la banda de hierro del portón de entrada, y cuando lo abrazó para despedirlo, le susurró al oído.
—Hijo, cambie de hotel.
Vanni se ofreció a acompañarlo a pie hasta la ruta. A esa hora ya no había más taxis. Sampayo lo mandó al diablo y se fue. Mientras iba por la calle insultando a viva voz a López Rega, se cruzó con Juanita Larrauri, dirigente de la rama femenina, que iba de regreso al hotel donde se hospedaba. Larrauri lo dejó pasar y luego le preguntó al secretario quién era ese loco que estaba gritando en la otra cuadra.
—Es Sampayito, un amigo mío —comentó López, mirándolo irse—. Yo lo dirijo y lo protejo desde aquí.
"Pagué el hotel y me mandé a mudar –recuerda Sampayo-. No podía cambiar los pesos argentinos y no tenía nada de plata. Sólo el pasaje de vuelta. Al día siguiente estaba otra vez en Buenos Aires. A los dos meses viene el coronel Osinde a mi negocio de Bernardo de Irigoyen 1350 para que ofrecerme un lugar en la custodia, porque Isabel iba a venir en diciembre. Y me muestra una tarjeta de López, dirigida a él, que decía 'te pido que movilices a los amigos y prepares la custodia'. Pero yo me negué a participar. Y a partir de ahí comenzó la clave PEPSI".
-¿Qué significaba?
-"Perón Estará Pronto Según Isabelita".
Pocos años después, algunos de los miembros de Anael, que estudiaron y difundieron el poder de los vértices magnéticos del triángulo de la Triple A en la evolución del hombre y la sociedad, fueron amenazados y perseguidos por la Triple A, la organización terrorista paraestatal enquistada en los sótanos del gobierno peronista.
Rubén Sosa escapó a México, un día antes que un comando armado irrumpiera en su casa de Mar del Plata, donde se había refugiado. Sampayo debió escaparse a Mar del Plata por un tiempo. Lo hizo cuando el ex suboficial del Conasub Marcelino Sánchez, contratado para la custodia en Olivos y la Casa Rosada, le avisó que encontró su nombre en una larga lista guardada en una carpeta del Área de Seguridad e Inteligencia de la Casa de Gobierno. Presumía que "era gente para liquidar".
De regreso a Buenos Aires, Sampayo supo que dos hombres habían ido a buscarlo a su casa. Julio Troxler, sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez en 1956, y luego profesor de la división Criminalística de la Facultad de Derecho, fue secuestrado justamente en la Facultad, apenas bajó del colectivo, y lo fusilaron en un paredón de Barracas. El mayor Alberte fue amenazado por la Triple A, aunque luego lo tiró por la ventana un grupo militar que irrumpió en su departamento en la madrugada del 24 de marzo de 1976.
Recuerdo la tristeza que todavía mantenía el doctor Julio César Urien en el bar de Callao y Juncal, sobre el destino que López Rega le había dado a la evolución de los tres vértices magnéticos para la liberación del hombre, los vértices de la Triple A, y que luego convirtiera en las siglas de una organización de terror.
-López Rega era un traidor . Traicionó a todo nuestro movimiento. Eso está claro. Cuando volvió al país –en 1973- me mandó un mensaje y me dijo que me quedara quieto. No me pasó nada. Pero traicionó todo el proceso. Nos arruinó todo un trabajo de 20 años –dijo Urien.
Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA).
Su último libro publicado es "López, el peronismo y la Triple A". Ed. Sudamericana. @mlarraquy
https://www.infobae.com/historia-argentina/2019/01/31/traiciones-amenazas-y-la-proyeccion-de-isabel-como-lopez-rega-corto-los-vinculos-de-peron-con-la-logia-anael/
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