26 junio, 2014

Despolitización gradual de la sociedad

La consigna de las fuerzas anti populares es acabar con la política.
Acabarla en la gente en su ideología, en sus deseos, acabar con la idea de discutir sus derechos y con el pensamiento que en definitiva es libertario en tanto que disidente.

A despolitizar!

Hay consenso en los poderosos y en sus intermediarios, seguidores y representantes. A través de sus voceros masivos repiten estos principios como un mantra, una y otra vez en todo ámbito posible. Por tratarse de los más poderosos de la tierra y de una trama que se viene desarrollando desde hace décadas, disponen de poderosísimas redes para difundir hasta el hartazgo lo insustancial de su propuesta.
Es simple: vaciar de contenido, de ideas y de educación a los más es despolitizarlos, amansarlos y viceversa.
El pensamiento es necesariamente tomar postura, es disenso y en última instancia disputa por los espacios de participación, de opinión, de poder.
Al faltar educación y teñir la política de un halo maligno se conforma lentamente el sentido común de que no hay otra alternativa a lo dado que estamos predestinados a esto que nos toca "La zorra rica al rosal, la zorra pobre al portal...". En este orden de cosas escucharemos decir de cualquier opinión que es mala por politizada como si la refrenda o la misma descalificación no estuvieran también politizadas! Se dirá que es malo adscribir a una ideología o partido como si rechazarlos no fuera también una toma de posición y como alternativa se ofrece la nada misma o lo que es mejor: la alegría. La promesa de felicidad en el limbo nihilista de la abstinencia ideológica.
La diversión, la fiesta, los colores, las buenas ondas y la vida sana se contraponen entonces a las ideologías. Lo bello no puede sino ser inocuo y la sociedad ya no será tal, ni pueblo, ni nada que proponga unión, confluencia, sino todo lo contrario, se impone el individuo, el ciudadano. Entidades individualistas con derechos en tanto que como prestadores de servicios pueden exigir una contraparte, ni más ni menos, intercambio social, mercantilización de nuestros deberes y derechos. Todo deviene entonces una mera transacción, así surgirá el ser transaccional, que toma y que da. Que tiene un valor de intercambio.
Se propondrá entonces alegría allí donde puede haber conflicto. La paz y la concordancia como llamados al cese de "hostilidades" que así pasan a ser catalogadas las disputas sindicales, estudiantiles, comunitarias y sociales en general.

Por estos días la publicidad de un mercado propone al ciudadano consumidor dedicarse a las cosas importantes de su vida que seguramente serán más preocupantes que los precios que nos ofrece por sus productos. El ciudadano ideal se paseará por las góndolas y por la ciudad con alegría, llenando su carrito de compras maravillosas, seleccionadas para nosotros por el alma superior mercado.
Así, vaciarnos de dilemas, de complicaciones es hacernos la vida mejor. Dejemos en sus manos, en las manos del poder de turno las decisiones que para eso son los dueños de todo, de los bienes y de nuestro tiempo, de nuestros deseos y de nuestros conflictos.

Despreocupémonos!

IXX-jun2014



ADDENDA.

Casi casualmente se publicó esta semana una recomendación del Papa Francisco sobre un texto de la Iglesia Francesa que sorprende por la nueva postura aconsejada frente a la política.
IXX-2014


PAPA FRANCISCO
SÁBADO 14 DE JUNIO 2014

Qué dice sobre la política el "texto precioso" recomendado por Francisco


Por: Claudia Peiró cpeiro@infobae.com
http://www.infobae.com/2014/06/14/1572781-que-dice-la-politica-el-texto-precioso-recomendado-francisco

Crédito: AFP En la entrevista concedida al periodista israelí Henrique Cymerman, el papa Francisco elogió un documento (ver texto completo adjunto) de la Comisión Social del Episcopado de Francia, cuyo título es Rehabilitar la política. "Es un texto precioso que hace darte cuenta de todas estas cosas", dijo el Papa, aludiendo a que "la política es una de las formas más elevadas del amor, de la caridad, (porque) lleva al bien común, y una persona que, pudiendo hacerlo, no se involucra en política por el bien común, es egoísmo; o que use la política para el bien propio, es corrupción".
El texto de los obispos franceses tiene unos quince años, fue redactado en febrero de 1999, en pleno avance triunfal de la globalización, cuando en todos los países y sectores se sentía la necesidad de formular nuevas respuestas frente a la realidad cambiante. La Iglesia no era ajena a ese desafío. "Solidarios con el género humano, los cristianos no pueden hacer caso omiso de las realidades de este mundo envuelto en una mutación rápida y sin precedentes en todos los ámbitos", dice el documento elogiado por Francisco.

"La política es una obra colectiva, permanente, una gran aventura humana" "La política es una obra colectiva, permanente, una gran aventura humana", escriben los obispos en esta carta pastoral que reivindica esta práctica, llama a los cristianos a participar de ella y reflexiona en torno a los cambios que trae la mundialización, que no deben ser vistos como "una fatalidad".

El texto empieza por un diagnóstico que da cuenta de la devaluación de la política, un fenómeno que no es exclusivo de Francia, desde ya: "La opinión pública tiene la sensación de que los gobernantes sucesivos son incapaces de resolver los grandes problemas actuales y diseñar un futuro". Problemas como la "criminalidad" y las "desigualdades sociales" afectan los vínculos y la "cohesión" de la sociedad. Las decisiones políticas son adoptadas "a corto plazo" y frecuentemente con "perspectiva electoralista".

Pero no todo es culpa de los políticos. "Es posible que (los ciudadanos) esperen demasiado de la acción política", de "una labor cada vez más intrincada debido a la complejidad creciente de los problemas, de su interdependencia", advierten los obispos.

"Los centros de decisión parecen alejarse y perderse en el anonimato" y "a menudo (los políticos) se sienten tentados a acudir a expertos, a ceder ante los grupos de presión o la opinión de la calle", lo que "aumenta el abismo entre la oferta institucional y la demanda ciudadana", agregan.

También los casos corrupción contribuyen a esta desvalorización, "minan la confianza".

Este debilitamiento de la política preocupa a la Iglesia porque "abriría el camino al renacimiento de ideologías extremistas".

Frente a este cuadro, el camino es reafirmar la auténtica finalidad de la política. "...afirmamos que la política es esencial: una sociedad que la menosprecie se pone en peligro. Resulta urgente rehabilitarla y replantearse en todos los ámbitos (...) una relación activa entre la política y la vida cotidiana de los ciudadanos".

Una de las funciones atribuidas por los obispos a la política es la construcción de la convivencia. "Un reto excepcional: tender hacia una sociedad en la que cada ser humano reconozca a su hermano en cualquier otro ser humano tender hacia una sociedad en la que cada ser humano reconozca a su hermano en cualquier otro ser humano y lo trate como tal".

Alcanzar el bien común es otra de las finalidades señaladas: "La organización política existe por y para el bien común, que es algo más que la suma de intereses particulares". Se trata de la búsqueda de "aquello que sea útil para la mayor cantidad de gente", que mejore "la situación de los menos favorecidos" y que contemple el interés de las generaciones actuales pero también de las futuras.

Controlar la violencia

Es otro de los fines de la política, según la carta pastoral. "Con el objeto de salir de la animalidad de la violencia brutal, se reserva al Estado el monopolio de la coacción física legítima y controlada. Se intenta sustituir esta violencia por el derecho y la palabra. Se instauran instituciones y procedimientos de mediación..."; describen los obispos. "De esta forma, y bajo la garantía de la seguridad, podrán vivir juntos y reconocerse como seres iguales y diferentes" todos los ciudadanos.

"La política es en cierto modo el 'mayor englobador' de los diferentes sectores de la vida en sociedad", afirman.

Llaman en consecuencia a "valorar la labor política" y a no dejar que los "abusos" sean el árbol "que tape el bosque (de) aquellos que, animados por la preocupación de la justicia y de la solidaridad, se desviven por el bien común y conciben su actividad como un servicio y no como un medio de satisfacer su ambición personal".

"La fe cristiana es uno de los principales componentes de la historia y la cultura europeas", reivindican. Y ella "propone un sentido capaz de orientar toda la existencia personal y colectiva".

Los cristianos deben trabajar por la convivencia para hacer de la Tierra un sitio habitable para todos.

El documento incluye referencias bíblicas que sustentan que el poder debe ser servicio -"Sea el que dirige como el que sirve" (Lucas 22,26); el respeto al adversario –"Amad a vuestros enemigos..." (Mateo 5: 44)-, la apertura al universalismo –"Dios no hace distinciones entre los hombres..." (Hechos 10, 34); el reparto y el destino universal de los bienes –"Si alguien que disfruta de las riquezas del mundo ve a su hermano en la necesidad y le cierra sus entrañas, ¿cómo conservará en él el amor de Dios?" (1ªJuan 3,17).

Sobre la democracia

La carta pastoral sostiene que la democracia es el "modelo más humanizante" de organización política, "aunque sea necesario regenerarlo constantemente".

Su diagnóstico es que está "amenazada de anemia", pese a su triunfo en casi todo el mundo y a que ya casi no se la discute.

Entre las razones, se señala que "muchos ciudadanos se convierten en consumidores que cada vez reclaman más derechos garantizados, aceptando siempre menos deberes compartidos" "consumidores que cada vez reclaman más derechos garantizados, aceptando siempre menos deberes compartidos"; pero "la causa principal de la fragilidad de nuestras democracias reside en esta invasión del individualismo extremo" y de un "imaginario social" que, ante la ausencia de proyecto futuro y global, deja a los franceses [pero bien podría hablarse de los hombres en general], "prisioneros del instante y de la emoción", y los lleva a aferrarse a sus ventajas", a pedir "al Estado-providencia que les tranquilice y les aporte resultados inmediatos".

Los obispos subrayan también la "urgencia" de comprender que "los derechos de cada uno constituyen los deberes de todos". La ciudadanía no se reduce al control electoral a intervalos regulares de los representantes votados. Es necesario "pasar del estado de ciudadano-consumidor al de ciudadano-actor" porque "la política es obra de todos".

Para que haya democracia, dicen los obispos franceses, debe haber comportamientos democráticos. Y ejemplifican: "...fomentar el debate en vez de la lucha; desarrollar el diálogo y el sentido del compromiso; hacer prevalecer la razón sobre la pasión; prohibir el uso de la violencia y de la mentira" "...fomentar el debate en vez de la lucha; prohibir el uso de la violencia y de la mentira".

La democracia es también aprendizaje, dicen. "Una sociedad de asistencia puede desembocar en la irresponsabilidad, así como en la degradación", advierten. La solución es una educación permanente, que se inicia en la familia, continúa en la escuela y debe privilegiarse en la etapa de la juventud.

El documento rescata el valor de la vida asociativa y pide a los medios de comunicación, que por su "enorme influencia (...) modelan comportamientos y valores" que se autorregulen y respeten un "código deontológico".

"La mundialización da miedo", porque se la ve "como una especie de fatalidad que se nos impondrá". Y en efecto, agregan, "la mundialización económica, financiera y mediática que barre fronteras y culturas, se presenta como un desafío terrible para la democracia y el futuro de la humanidad". Y cita otra vez la ya famosa advertencia de Juan Pablo II: "Si la mundialización se rige exclusivamente de conformidad con las leyes de mercado aplicadas en beneficio de los más poderosos, las consecuencias sólo pueden ser negativas".

Pero los obispos franceses son optimistas: "La mundialización no tiene la fatalidad ni la omnipresencia que algunos le atribuyen: será lo que los grupos humanos y sus representantes hagan de ella. En lugar de dotarla de un carácter diabólico, mejor sería intentar humanizarla, reforzando la solidaridad entre los pueblos y entre los grupos, moralizando el mercado y reconociendo la dignidad inalienable de todas las personas".

"Es preciso analizar la economía mundializada a la vista de los principios de la justicia social, respetando la opción preferente de los pobres", dicen, en coincidencia con el pensamiento de Jorge Bergoglio.

Gobierno mundial

También citan a Juan XXIII, sobre la necesidad de que la humanidad tome las riendas de su destino: "En la actualidad, el bien común universal plantea problemas de dimensiones mundiales que sólo puede resolver una autoridad pública cuyo poder, organización y forma de acción tenga también una dimensión mundial, y que pueda ejercer su acción en toda la extensión de la tierra" "El bien común universal plantea problemas de dimensión mundial que sólo puede resolver una autoridad pública que tenga también dimensión mundial".

Como aspecto positivo de la mundialización destacan que ésta "puede propagar el progreso de las ciencias, de la sanidad y de la educación", favorecer "los intercambios, los encuentros, aumentar las opciones".

Evocando visiones catastrofistas de los "choques culturales" y los "conflictos de civilización", se preguntan: "¿Qué tipo de aberración llevaría a los pueblos a destrozarse mutuamente en nombre de sus respectivas culturas?".

"La Iglesia no se aleja mucho de su misión cuando toma la palabra en el terreno político", dicen los obispos y preguntan citando a Pío XI: "¿Acaso no es el terreno de la política (...) el de la mayor caridad?"

"Actuando por el bien común, al servicio de todos y sin ambiciones de poder, los cristianos se sienten a gusto en una sociedad democrática y laica. Aportan su contribución sin aceptar que su fe quede relegada al 'ámbito de lo privado'. Esta fe tiene una dimensión humana y social. Para permanecer viva, la democracia ha de tener en cuenta sus referencias religiosas y filosóficas en el debate político", señalan.

"La Iglesia no tiene ni competencia técnica propia ni poder institucional a efectos políticos, pero posee la vocación para estimular las energías espirituales, para recordar el rol fundador de los valores de trascendencia y espiritualidad para construir un mundo más digno de los hombres, hijos de Dios", concluye el documento, llamando a la participación de los cristianos en la política.

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