09 enero, 2016

Filosofía borgeana, el libro de Palo Cillo

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Novedades editoriales

El Indio Solari que habita en Borges: ¿Será así mi ceguera?

Diciembre 6, 2015 |

‘Filosofía borgeana, un juego ricotero’ es el nuevo libro de Pablo Cillo. En diálogo con ANDigital, el autor habla del peculiar análisis realizado a las respectivas obras y de las similitudes entre los artistas. “Quieren que nos enamoremos de las palabras; quieren interpelarnos a que interpretemos y seamos libres en esa interpretación”, dice.
Escrito por Marcelo Zilla

Publicado por Del Nuevo Extremo.

CAPITAL FEDERAL (ANDigital) El Indio Solari y Jorge Luis Borges puestos como singularidades que subvierten el orden impuesto en sus campos discursivos.

Pablo Cillo, el autor de Filosofía ricotera, elige “El Sur”, un cuento del Nobel sin corona sobre las caídas y los duelos, para hablar de filosofía y de las letras del exlíder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, y como un alquimista eximio demuestra que se pueden mezclar el agua y el aceite.

Lo hace en Filosofía borgeana, un juego rictorero, publicado por Del Nuevo Extremo. Allí, estos universos llegan a las fronteras del sentido donde colapsan los opuestos: lo nacional y lo foráneo, la alta cultura y la cultura popular. Solari juega con los escombros de un mundo que alguna vez tuvo un orden, Borges llega prematuramente al filo por donde ese orden comenzó a desmoronarse.

ANDigital: ¿De dónde proviene esta idea de cruzar las obras de estos artistas? Justamente de los más interpretados y analizados; no contento con uno, te metiste con los dos…

Pablo Cillo: Yo no era de escuchar los Redondos cuando era pibe, era más bien del rock norteamericano y en esa época un profesor de Lengua y Literatura de 4º año nos enseñó a leer y sacarle el jugo a los textos de Borges. Esta experiencia de analizar pormenorizadamente y buscar relaciones entre distintos textos me llevó a utilizar esa misma idea para analizar las letras de las bandas que escuchaba, pero las bandas que escuchaba en ese momento me parecían chatas.

Buscando esa profundidad, autóctona y profunda, me metí con los Redondos y puedo decir que me llevó Borges. Cuando llego a la Universidad, obviamente no podía decir nada de analizar su obra, lo dije una vez y un profesor casi me saca a trompadas. Supuestamente ya todo estaba dicho sobre el escritor.

Pero la idea de este estudio siempre la tuve presente. Como vi que la mano venía por el lado de chupar medias para poder hacerlo en el ámbito académico, me dediqué a trabajar y recién luego lo pude plasmar. Tenía la necesidad psicológica y biológica de escribir, la escritura es terapéutica para mí. Estuve ocho años quemándome las pestañas en la UBA y dije que no iba a quedarme con si me dejan investigar un párrafo de Platón… quería hacer otra cosa y escribir sobre lo que deseaba.

Hice muchas monografías de Borges con las que me fue muy bien. Y fui de las bandas norteamericanas a Borges; de Borges a los Redondos; de los Redondos a Borges de nuevo y de Borges a los Redondos de regreso. Fue natural la comparación, me interesan ambos y tienen muchos puntos en común, más allá de lo que se pueda creer.

Parecieran opuestos al extremo, un conservador tildado de elitista versus un artista formado con ideas de izquierda y que llegó a la masividad…

Borges es conservador en un contexto donde a él le había sido más difícil con el Gobierno supuestamente progresista (Juan Domingo Perón lo sacó de una biblioteca y lo mandó a ser inspector de aves) y cuando él te habla de ser conservador te habla de ser un liberal, hasta la Presidenta dijo ser liberal de izquierda.

En tanto, el Indio ha sido de una izquierda tan particular como el ser conservador de Borges. No es un tirabombas, diferenciándose de la izquierda más revolucionaria de la Argentina, yo lo cito con sus declaraciones que dice que la gente de izquierda lo ha tildado de vendido, burgués, que vive encerrado en su parque. Hay cierta ambivalencia porque es millonario, vive en una fortaleza, pero el arte que hace no es reggaetón, es un producto artístico con pretensiones de ser popular y a su vez profundo y complejo.

Son tipos que han tratado de ser originales y romper con las reglas de los campos a los que pertenecían: el Indio y los Redondos con ciertas cuestiones del rock, yendo por el lado de la autogestión y Borges también en la literatura.

Con el agregado que -al menos en el caso de Solari- no se dirige a un solo estrato, en sus recitales se ve público de todo tipo y de diferentes clases sociales.

Sí, claro, mientras que en Borges eso es más recortado y no tan popular como el Indio, pero ha logrado llevar problemáticas propias de la filosofía a un público más amplio. No es ni Discépolo, ni Gardel, Ni Arlt o un escritor que te hable con lenguaje de la calle. Tampoco el Indio lo hace, si bien utiliza la jerga callejera lo hace en casos puntuales, su lenguaje es muy fino y prolijo.

Se le ha achacado permanentemente ese lenguaje encriptado y una de las artistas más populares del país, Mercedes Sosa, dijo que era “intendendible”…

Sí, dijo que era una especie de logia que no se entendía nada; pero si te ponés a escuchar y si tenés en claro una serie de referencias; si entendés que las metáforas apuntan a determinadas cuestiones se te empiezan a abrir los sentidos, obviamente tenés que meterte en esa discursiva.


Lo mismo pasa con Borges, agarrás un cuento sin haber leído a este autor en tu vida, puede ser hermético u oscuro, es lo que me pasa cuando vemos un partido de fútbol americano, que no entendemos nada. Es no compartir el código, pero te vas metiendo y vas entrando.

¿Por qué se cae en tratar de ver linealmente qué quisieron decir con tal o cual texto?

Yo no trato de descifrar lo que el Indio quiso decir. Primero, yo no puedo estar en su cabeza; segundo él tampoco puede estar en su cabeza cuando compuso ese tema hace 20 ó 30 años, la gente cambia y nosotros también con las interpretaciones de nuestros propios trabajos.

Muchas veces se piensa que interpretar consiste en captar lo que supuestamente el artista quiso decir o estaba pensando cuando compuso el tema. “No porque el Indio en ‘Tarea fina’, en esa parte de las piernas más bonitas, habla de Karina Rabolini’. Quizás sea así, es un dato anecdótico, no digo que sea inválida; ahora, reducir la poesía y la lírica solo a esa variable, la empobrece.

Dijiste que llegaste a Borges por un profesor de la secundaria, ¿cómo fue tu ingreso al mundo de los Redondos?

Un día en la casa de una exnovia, tenía esas viejas torres de CD y veo el canto deLuzbelito, me llamó la atención el color, lo saqué, lo vi y me impactó, como un amor a primera vista. Me lo llevé porque pensé que lo tenía que escuchar. Y me rompió la cabeza. Lo sigo pensando hoy como el más profundamente filosófico y conceptual, creo que es como una reescritura de Oktubre, su lado B, se cierra lo que se habló entonces y el tema es la libertad, apuntando a la juventud.


Una vez que lo escuché mucho, empecé por el resto de la discografía, uno por uno, tema por tema, una y otra y otra vez. Diez años después escribí el libro.

Filosofía Ricotera lo cortás en Luzbelito. Tenías dos discos más para seguir y justamente con dos trabajos marcadamente disruptivos con la trayectoria de la banda ¿Fue por esto último o simple casualidad?

En realidad arrancaba otro año y empecé a trabajar como director de escuela. No tenía mucho más tiempo para escribir; pero como decís, hay una especie de corte. Después de Luzbelito, hay otra evolución, ya es otra época. No digo que no me gusten, me encantan, pero hay una definición histórica que hago: los primeros dos discos (Gulp y Oktubre) son la “antigüedad clásica”, el periodo germinal; Un Baión para el ojo idiota y ¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado son una suerte de “edad media”.


La mosca y la sopa es un quiebre porque es donde se vuelven rotundamente masivos y comienzan a interpelar mucho más al público, a meterse mucho más con el sujeto, cuando en los anteriores era el sistema lo que estaba en la superficie, lo que se agudiza con Lobo suelto, cordero atado. El clímax llega con Luzbelito, la posmodernidad.

¿Por qué la elección como hilo conductor de “El Sur”?

Es un cuento que está bueno y eso es lo principal. Me gusta cómo está escrito, me llama la atención, hay algo subjetivo. Borges dice que es el que más le gusta, si nos gusta tanto es porque es un cuento que de algún modo es magistral, logra referir a muchas cosas con pocas palabras. Es un cuento que habla de nosotros como argentinos, nuestro país, ser nacional, también de cómo somos las personas en el punto que una persona va por una pendiente, se estrella y cambia. También de la libertad, ciertos valores como el coraje, tradiciones en pugna y me parece que son todas cuestiones que están muy presentes en los Redondos.

Está la omnipresencia de la muerte y del sueño. No sabés si el personaje se murió o no se murió… Da a entender que va al muere, pero si el personaje muere o no, está en manos del lector. Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene.

Es un cuento que se abre a la interpretación de cada uno y se puede relacionar con el modo en el que Solari concibe sus letras. Muchas veces le hacen afirmar cosas que no afirma. Me encanta cuando dicen “el único código para entenderlo es la merca”. Agarrá todas las letras de la historia universal y cierran también. Tendemos a relacionarlo con lo que creemos, de modo análogo. La cuestión está en cómo lo tratamos, en cómo hablamos de los mismos viejos temas, de otro modo, abrir el juego y no cerrarlo.

Abrir el juego, estallar el sentido, quieren que nos enamoremos de las palabras; quieren interpelarnos a que interpretemos y seamos libres en esa interpretación, porque en esa crítica se hace una sociedad libre.

Adenda Jagger

El que es muy fanático de Borges es Mick Jagger. Contó alguna vez María Kodamaque estando juntos en un hotel de Madrid se acerca un tipo, se arrodilla y le dice “Soy un gran admirador suyo, soy un cantante de una banda que no conoce”. Y Borges contesta: “Mire usted, ¿qué banda?”. “Los Rolling Stones”; “Sí, claro. María pone sus discos, me gusta, son entretenidos”.

En la película Performance (1970), Jagger aparece leyendo un libro, es Ficciones y el cuento es “El Sur” y justamente en un momento cúlmine…

En ese punto algo imprevisible ocurrió. Desde un rincón el viejo gaucho estático le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Dahlmann se inclinó para recogerla y pensó dos cosas.

El autor
Pablo Cillo nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1982 y se crió en el barrio porteño de Constitución. En 2008 se recibió de profesor de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y a partir del 2009 comenzó a dar clases en distintos colegios secundarios.
En 2011 fue designado como director en Palermo Sounder, el primer colegio con una especialización en música rock & pop. Publicó Filosofía ricotera, en 2013, también en la editorial Del Nuevo Extremo. (ANDigital)

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