12 agosto, 2016

Brasil: Huellas de Estados Unidos en el golpe contra Dilma en Brasil

BRASIL. Anatomía del golpe en curso y analogías con Argentina (con video)
Juan José Salinas12/08/2016Latinoamérica, Política internacional, Política nacionalBrasil, CIA, Dilma Rousseff, Golpes blandos, Lava Jato, NSA, Petrobras, Petróleo
El descubrimiento de enormes reservas de petróleo en la plataforma continental fue decisivo. Las escuchas de la NSA reveladas por Snowden (iniciadas para ver como revertir la decisión del gobierno del PT de reservar ese bien para la nación y las futuras generaciones de brasileños) permitieron a Washington descubrir la trama corrupta en Petrobras que fue manipulada para embestir contra Dilma… por quienes estaban involucrados hasta las cejas. Los lectores podrán descubrir por si mismos las muchas analogías en como tratan los medios de aquí y allá el tema de la corrupción, que enmascara la total entrega de los ricos recursos de nuestros países a la voracidad del capital financiero global. Lo explica muy bien el viejo Abel Reynoso, un peronista de ley en un video que me parece excelente para iniciar un debate fructífero entre compañeros. Ideal para gustarlo y masticarlo el fin de semana. JS

Brasil: Huellas de Estados Unidos en el
golpe contra Dilma en Brasil


POR TERESA CRUVINEL

Huellas de EEUU en el GOLPE contra Dilma en Brasil

La autora es periodista, ex presidenta de Empresa Brasil Comunicación (EBC) y ex columnista de O Globo.

“El golpe en curso en Brasil es una sofisticada operación político-financiera-jurídico-mediática , como si fuera una guerra híbrida”, afirma el periodista Pepe Escobar. Una guerra compleja en la medida en que surgen contradicciones entre sus propios artífices. La avalancha de conversaciones que Sergio Machado, ex presidente de la filial de Petrobras Transpetro y uno de los operadores del llamado “Petrolao”, tuvo y grabó con cardenales del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), induce a la ilusoria percepción de que el impeachment de la presidente Dilma Rousseff fue apenas un golpe armado por la elite política nativa para detener la Operación Lava Jato y obtener impunidad.

El procedimiento “legal” que garantizó el cambio de Dilma por Temer fue parte de una operación mayor y más poderosa desencadenada en el 2013 en respuesta a intereses internos e internacionales. Y en ella quedaron las huellas de maniobras estadounidenses.

Intereses internos: remover a Dilma, penalizar al PT, inviabilizar a Lula como candidato en el 2018 e implantar una política económica ultraliberal, cerrando el ciclo inclusivo y distributivista.

Intereses externos: cambiar las reglas de explotación del petróleo en el presal (la plataforma marítima continental. N. del E.) e invertir la política externa multilateral que fructificó en la creación de los BRICS, la integración sudamericana y en otros alineamientos Sur-Sur.

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Las grabaciones de Machado desmoralizan a los agentes de este proceso y complican la evolución del gobierno de Temer, pero no por eso el entero tenor de la trama puede ser reducido a la confesión del senador Romero Jucá acerca de que líderes del PMDB, el PSDB, el DEM y partidos conservadores menores, en encuentros nocturnos, decidieron que era momento de sacar del poder a Dilma para salvarse. Y que ahí acordaron la votación del 17 de abril en la Cámara de Diputados, la farsa de la comisión especial y la votación del 11 de mayo en el Senado.

Un largo camino fue recorrido antes de que estos actos “legales” fueran consumados. Contribuyeron el Lava Jato y sus estrellas, la entidad empresarial Fiesp con su soporte a grupos pro-impeachment y el reclutamiento de diputados, el mercado con sus juegos especulativos en la bolsa y en el mercado cambiario para agudizar la crisis, Eduardo Cunha y sus maniobras con las “agendas bomba” en la Cámara baja.

Y también las oscuras pero perceptibles acciones de la NSA, la Agencia Nacional de Segurdidad de Estados Unidos, y de la CIA, en la pavimentación del camino y en la fermentación del clima propicio para el desenlace.  Las escuchas a Dilma, a otras autoridades y a Petrobras, las protestas contra el gobierno, la crisis económica y la disolución de la base de apoyo en el Congreso, todo se entrecruzó entre 2013 y 2016.

Si los que aparecen ahora en las conversaciones grabadas buscaron poder, impunidad y un retroceso al país de pocos y para pocos, los agentes externos minaron el proyecto de soberanía nacional y el control de recursos estratégicos, en particular el petróleo del presal.

No por casualidad, la aprobación del proyecto de ley del senador José Serra, que suprime la participación mínima obligatoria de Petrobras, en un 30 por ciento en la explotación de todos los campos licitados, entró en la agenda de prioridades legislativas del nuevo gobierno.

Mucho se habló de la coincidente llegada a Brasil, en el 2013, de Liliana Ayalde como embajadora de Estados Unidos. Ayalde había servido en Paraguay entre 2008 y 2011, y salidos poco después del golpe parlamentario contra Fernando Lugo.

En un telegrama al Departamento de Estado, en 2009, filtrado por Wikileaks, Ayalde dijo: “Hemos sido cuidadosos en expresar nuestro apoyo público a las instituciones democráticas de Paraguay – no a Lugo personalmente”. En otro, más tarde: “nuestra influencia aquí es mucho mayor que nuestras huellas”.

Lo que nunca se dijo es que fue la presidente Dilma, tomando conocimiento de los encuentros que Ayalde venía teniendo con exponentes de la oposición en el Congreso, mandó un emisario a avisarle de su preocupación por tales movimientos. Que cesaron, al menos ostensiblemente.

Ayalde había llegado poco antes de que el Lava Jato tomara fuerza, en el curso de la crisis diplomática entre Brasil y Estados Unidos detonada por la denuncia de Wikleaks de que la NSA había espiado a Dilma, Petrobras y otros. Según Edward Snowden, el ex-agente de la NSA que denunció el espionaje, “en el 2013, Brasil fue el país más espiado del mundo”. Así fue: en Brasilia funcionó una de las 16 bases americanas de recolección de información, una de las mayores.

Las normas de explotación del presal y la participación de Brasil en los BRICS (grupo formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), especialmente tras la creación de su banco de desarrollo con capital inicial de 100.000 millones de dólares, encabezaron las contrariedades americanas con el gobierno de Dilma.



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Retrocedamos un poco.

En diciembre del 2012, las periodistas Cátia Seabra y Juliana Rocha publicaron en Folha de S.Paulo un telegrama diplomático filtrado por Wikileaks en el que se describía la promesa del candidato José Serra a una ejecutiva de Chevron de que una vez electo cambiaría el modelo de reparto de la explotación del presal fijado por el gobierno Lula: Petrobras como explotadora única, la participación obligatoria de 30% en cada campo de extracción y el contenido nacional de los equipos de extracción.

Las petroleras estadounidenses nunca aceptaron estas reglas. Querían un campo libre como el Irak post Saddam. Folha tuvo acceso a seis telegramas relatando el inconformismo de las empresas con el modelo y hasta quejándose de “la falta de sentido de urgencia del PSDB”.

Serra perdió con Dilma en el 2010 pero como senador electo en 2014, presentó el proyecto ahora respaldado por el gobierno de Temer.

En su primer mandato, Dilma tenía altos índices de popularidad altos. Hasta que, de repente, con el pretexto de un aumento de 0,20 reales en las tarifas de transporte público de Sao Paulo, explotaron las manifestaciones del 2013.

Iniciadas por un grupo con actuación legítima, el movimiento Pase Libre, tuvieron adhesión espontánea de la clase media (que el gobierno no entendió bien) y pasaron a ser dominadas por grupos de derecha que, por primera vez, mostraban su rostro, algunos, usando máscaras, otros, practicando el vandalismo. Muchos idiotas útiles entraron en el juego. Más tarde se supo que al menos uno de los grupos, el MBL, era financiado por una organización de derecha estadounidense de la familia Koch. Y más recientemente un audio reveló que el grupo MBL recibió recursos de partidos como el PMDB, PSDB, DEM y SD.

Parecía que la herida hecha a Dilma era pequeña, pero el pequeño hilo de sangre estimuló a los tiburones. Y comenzó la carrera para devorarla.

La popularidad de Dilma se derrumbó, la situación económica empeoró, vino la campaña del 2014 y todo lo que siguió.

Pero a esta altura ya había ocurrido el espionaje de la NSA, que quizá había tenido como motivación inicial la guerra del presal. Pero escuchando y grabando encontraron otra cosa, el esquema de la corrupción.

Las informaciones recolectadas por la NSA fueron decisivas para que el Lava Jato levantara vuelo. Fue después de junio del 2013 que las investigaciones avanzaron. A partir de la detención del cambista Alberto Yousseff, en una operación que no tenía conexión con Petrobras, el juez federal Sergio Moro consiguió llevar a su jurisdicción, en Curitiba, las investigaciones sobre corrupción en la empresa con sede en Río de Janeiro, dónde debía tener su juez natural.

Moro había participado, en el 2009, según un informe diplomático también filtrado por Wikileaks, de un seminario de cooperación promovido por el Departamento de Estado, el Proyecto Puentes, destinado a entrenar jueces, fiscales y policías federales en el combate al lavado de dinero y el contraterrorismo. Participaron también funcionarios de México, Costa Rica, Panamá, Argentina, Uruguay y Paraguay. Moro tenía muchas conexiones con fiscales estadounidenses.

Con la detención de Yousseff, el Lava Jato levanta vuelo como un cohete. Los primeros detenidos  se toparon con un grupo de tares de fiscales que ya tenían muchísima información sobre el esquema de corrupción en Petrobras. Ejecutivos y socios de constructoras se rendían en serie ante las ofertas de delación premiada al resultarles evidente que negar su participación era inútil y sólo agravaría sus penas.

La espectacularidad de las operaciones y una exitosa táctica de comunicación de los fiscales y comisarios de la Policía Federal produjo indignación popular. Filtraciones selectivas estimularon el odio al PT como “cerebro” del esquema.

Las cosas fueron caminando juntas, en el Lava Jato, en la economía y en la política. A partir del inicio del segundo mandato de Dilma, ganaron una sincronía fina.

En la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha masacraba al gobierno y en cada derrota el mercado reaccionaba negativamente. El Lava Jato, con la ayuda de los medios, envenenaba corazones y mentes contra el gobierno.

Los movimientos de derecha y proimpeachment ganaban recursos y músculos para organizar las manifestaciones que culminaron en la del 15 de marzo.

La Federación de las Industrias del Estado de Sao Paulo (FIESP) entró de lleno en la conspiración y el Lava Jato perdió todo el pudor en exhibir su cara política con la persecución a Lula, la coerción para que declarase en el aeropuerto de Congonhas y finalmente, cuando fue nombrado ministro, destruyeron la última chance que Dilma tenía para rearticular su coalición filtrando una conversación telefónica entre ambos.

En el camino, Dilma y el PT cometieron muchos errores, que no hubieran sido fatales para otro gobierno que no hubiera sido condenado a muerte de antemano. Pero no vale la pena abordar este tema ahora, en esta revisión en busca de la anatomía del golpe.

En marzo, la ingerencia externa ya había hecho su parte dejando algunas huellas. Pero el trabajo ya estaba hecho: El gobierno no conseguía respirar.

Pero, por la ley de las contradicciones, el Lava Jato continuó asustando a la clase política, que sabe que podría “tocarle a todo el mundo”. Y cuando los caciques se reunieron, como contó el senador Romero Jucá, decidieron que ya era momento de sacar a Dilma “para frenar la sangría”.

Revelar el engranaje que juega con el destino de Brasil desde 2013 es una tarea frustrante. Siempre faltan algunas piezas en el ajedrez. Pero, aún incompleta, la narrativa del golpe no es producto de mentes paranoicas. En el futuro, los historiadores van a contar la historia entera del golpe de 2016, como ya contaron casi todo sobre el golpe de 1964.

fuente: http://pajarorojo.com.ar/?p=26921

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