Estampas - Muerte del cacique Painé por Santiago Avendaño

Muerte del cacique PAINÉ *por Santiago Avendaño


Inmediatamente de morir Painé, su hijo primogénito Calvaiû sucedió a su padre (Chu): Ordenó colocasen el cadáver como es de costumbre en su lecho de muerte, que le vistiesen todas sus prendas, y mandó chasques á todos los caciques. Se dirigió á Pichuiû expresándole su sentimiento y pidiéndole fuerza armada para reunir en una junta general todas las mujeres de sus departamentos, á fin de hacer un ejemplar con las brujas que se habían ensañado tan luego con el cacique de más nombradía. Suponían que es por el poder de estas que aconteció la muerte del gefe indio.

Pichuiû mostró su pesar hasta donde pudo y condescendió con la requisición de mandar gente armada de lanza y bola. Mientras tanto en el lugar del suceso había una locura feroz.

Al día siguiente después del velorio de uso, mandó Calvaiû que le llevasen todas las mujeres que hallasen en los toldos. Evacuada esta operación, reunieron las que estaban allí con las recién traídas, les formaron cerco hombres de á caballo con lanza. Vino Calvaiû y determinó que todo hombre que en aquella reunión de mujeres tuviese dos, dejaría matar una, el que tuviese tres dejaría matar dos, y el que tuviese una, la perdería. Se ejecutó esta bárbara disposición sin que nadie dijera una palabra, por que además que era una necesidad, se decía, dar un golpe á las brujas, era un deber cumplir con la ley del caso. Una multitud de infelices tán alegres y llenas de vida el día antes ahora se desgarraban sus vestidos desesperadas por eludir el ser nombradas en la sentencia. Apiñadas todas y circuladas, no se veían más que semblantes llenos de angustia; cada una miraba a la muchedumbre que las guardaban con una sonrisa llena de amargura como implorando compasión. Todas lloraban, todas llamaban, pero nadie las oía, una decía en el colmo de la desesperación “para que nos tienen así, nosotras no somos brujas”. Otra repetía “yo estoy criando, mi criatura es pequeña”. Más allá decía alguna: “mis hijos son chicos y van á quedar chicoiû, huérfanos, pobres mis hijos. ¡El padre ni siquiera me defiende!”.

En medio de este caos se presenta Calvaiû con su escolta, ordena que de estación en estación se vayan entre sacando de la multitud y las vayan matando, hasta llegar á una loma donde había dos algarrobos y donde se había mandado cavar la sepultura. Las más ó menos muertes dependía de las más ó menos estaciones que se hicieran.

La sepultura distaba del toldo como unas seis cuadras, y este trayecto debía tener en distancia un montón de brujas asesinadas. Toda la vía quedó marcada con los cadáveres, bárbara y salvaje expiación á las manos del cacique.

Ya hemos visto que la mujer más querida de Painé era la vieja que él mismo la había separado de las otras tres que tenía consigo, sólo esta mereció el respeto de sus hijos y de los demás ardientes adictos a la matanza. Nadie osó incomodarla ni decirla una palabra, las tres recién viudas hacían parte de aquél rebaño de ovejas que se oprimían entre sí, revolviéndose para no ser designadas como cuando se entra á elegir una res en una majada, que todas se atropellan topándose unas sobre las otras, cayendo algunas para no levantarse sinó todas pisoteadas y contusas. Ni más ni menos tal era el aspecto de aquél espantoso drama con todos sus horrores.

Painé era casado con dos hijas del cacique Caibuñaim (Alcon-Azul, hermanas de padre y madre), jóvenes aun, especialmente la menor, y una cautiva llamada María, natural de Córdoba. Esta señora que tenía ya sus 40 años, tampoco se la hizo partícipe de la ignominia de sus colegas.

Por fin cuando fue tiempo de hacer la primera ejecución, se presentó Cailbuiñ (padre y abuelo político de Calvaiû) pidiendo se le concediese salvar sus dos hijas, aquél padre venía con el dolor escrito en su semblante. Calvaiû en atención al respeto debido á este anciano por sus méritos, hizo lugar á la petición concediéndole la menor, dejando la otra para cumplir con la ley y haciéndola seguir á su marido al Alhué mapú o tierra de la eternidad.

Entró Cailbuiñ al rebaño de infelices, extendió la mano hácia su hija que ya no veía por las lágrimas, se asió de la mano de su padre y al salir muchas se prendieron de ella creyendo salvarse; pero Cailbuiñ les dijo que no podía sinó librar a su hija. En esto vé la otra que sacaban á su hermana y la dejaban á ella, y le grita en medio de aquél bullicio:”padre mío, ¿no soy también su hija, por qué me deja? No sabe que tengo un puñín chiquito?” El padre hizo un movimiento desesperado con la mano, como quien dice paciencia y no pudo hablar.

Calvaiû ordenó la primer ejecución designando una á una las que debían morir, y en el acto las sacaron de la masa de mujeres arrastrándolas, asiéndose estas pobres de aquellas que quedaban a su lado, metiéndose otras entre las piernas de las que no eran nombradas, creyendo evadirse. Más de ciento veinte esperaban esa suerte. Allí en medio de las súplicas las más conmovedoras, en medio de los gritos, de los llantos, mezclado todo con los relinchos de los caballos, se mataron ocho desgraciadas. La procesión se movió con el cadáver y el arreo de brujas por detrás con su correspondiente seguridad; á poco andar se hizo alto, era para repetir la matanza; se designaron otras ocho brujas ó no brujas, y luego fueron sacadas como las primeras y muertas á bolazos y á puñaladas, y la que se disparaba buscando salvarse, la lanceaban.

En esta vez aun no nombró Calvaiû la viuda de su padre y mandó seguir el cortejo fúnebre. En la marcha pausada que llevaban era mayor la angustia de tantas víctimas. Fue preciso hacer una tercera parada, y en ella designó Calvaiû otras ocho que fueron tomadas con la misma crueldad que las anteriores y muertas en el acto, quedando sus cadáveres palpitantes como para señalar aquella via de dolor y de sangre. Continuó todo el acompañamiento en el mayor orden y gravedad. Se oía de cuando en cuando gemir ya á un marido cuya mujer la había visto matar ó marchaba á la muerte, ya á un hermano, á un padre y por fin parientes ó deudos inmediatos de las que habían muerto ó estaban para morir.

Llegóse por último al pié de los dos algarrobos donde estaba ya la fosa para guardar la venerable reliquia de Painé. Allí se pararon todos, cadáver, acompañamiento, brujas, todo; se presentó Calvaiû y designó otras ocho mujeres que también fueron víctimas de aquél fanatismo feroz. Entonces se introdujo en la fosa el cuerpo de Painé vestido con lo mejor, puestas sus espuelas de plata, su montura bien envuelta llevando en ella sus estribos de plata, su llochocon ó chapeado, etc.etc. 

Mandó Calvaiû traer la criatura que criaba de pechos la mujer de Painé y que iba allí, y luego que la trajeron se la hizo entregar á la madre diciéndola “dale de mamar por última vez al niñito”. Ella desconcertada de esta voz le dijo, “¡Y qué!, ¿ni de estar criando me vale siquiera para que no me maten?” Calvaiû replicó: “Es preciso que sea así, no porque seas bruja, si lo fueras no irías acompañando á mi padre dentro de la fosa, bien sabes que su primer ó principal mujer tiene que ir con él”. Lanzó un grito de horror la china y llorando y en voz alta le dijo: “Yo no soy la primer mujer del muerto ó la principal, en ese caso tu madre es la que debe acompañar hasta en su vejez á su marido, no yo que soy nueva para él”. “Mi madre”, replicó él, “ya no era parte de las mujeres de mi padre porque para él ya no vivía, puesto que la separó por la vejez, si hubiera estado viviendo con él hasta ayer, entonces sería ella”. Durante este diálogo, la criatura llena de alegría lactaba del pecho y lo soltaba jugueteando con él. La china con sus hermosas trenzas de pelo sueltas sobre sus espaldas y el rostro en señal de pesadumbre, no hacía mención a las muchas monadas de la criatura porque su corazón ya no era de madre sinó de una mujer en agonía.

Llegó la hora, quítanle la criatura del seno, tómanla á ella y de un solo bolazo en el cráneo en la parte superior, fue lo suficiente para que dejase de existir, colocándola al lado izquierdo de su marido, cerraron con gruesos palos la boca de la sepultura; luego encima le pusieron paja y tierra de todo un terraplén. Ahorcaron cinco de sus caballos de pelea al pié de su sepulcro y le mataron un número crecido de ovejas. Concluido esto se retiraron todos.

Calvaiû llamó a la cautiva María que había sido mujer de su padre muchos años y le entregó la criatura huérfana para que la criase con todo cuidado. La pobre María lloraba tal vez de miedo y no por la muerte de su marido. Este fue el fin de ponderado guerrero Ranqueilche Paineguor, y el principio del gobierno de su hijo y sucesor Calvaiû que también tuvo su fin trájico tirando al blanco con una pistola sentado sobre unos cajones de cartuchos de cañón y muy cerca de un montón de cuñetes de pólvora. Tiró y por fortuna acertó á uno de esos cuñetes, la explosión del primero ocasionó la de todos y voló él junto con los cajones, acompañado de 25 indios. Estos cuñetes fueron dejados en la expedición al norte del señor don Emilio Mitre, diciembre de 1857, cuando se perdieron, murieron muchos de sed y se volvieron llenos de desaliento.

Escribo como testigo ocular, Santiago Avendaño
La Revista de Buenos Aires, Tomo XV, enero de 1868.-

Nota: En el Tomo XVI, bajo el título “La fuga de un cautivo de los indios”, Santiago Avendaño cuenta en otra interesantísima narración de cómo fugó de las tolderías, y los avatares del cruce del desierto hasta llegar sano y salvo a las poblaciones de San Luis.


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Muerte de Painé




Inmediatamente de morir Painé su hijo primogénito Calvaiñ sucedió á
su padre (chau195), ordenó disponer el cadaver como es de costumbre en su lecho de muerte, que le vistiesen todas su prendas, y mandó chasq.{es}
á todos los Casiques se dirigio á Pichuiñ encareciendo todo el sentimiento
pocible y pidiendole fuerza armada para ha [sic] haser una junta general
de todas las mugeres de sus departamentos para haser un exemplar196 con
las brujas que se habian ensañado tan luego con el casique de mas nom-
bradia. Pichuiñ mostro su pesar hasta donde pudo y condecendió con la
requisicion de mandar gente armada de lanza y bola. Mientras tanto en el
teatro del suceso todo era un laverinto, un frenecí, una locura feros.
Al dia siguiente despues del velorio de costumbre mando Calvaiñ que
le llevasen todas las mugeres que hallasen en los toldos. evacuada esta
operación, reunieron las que ya estavan alli, con las recíen traidas, les for-
maron serco hombres de á caballo con lanza. Vino Calvaiñ y determinó
que todo hombre que en aquella reunion de mugeres tubiese dos, deja-
ria matar una, el que tubiese tres dejaria matar dos y el que tubiese una,
la perderia. Se ejecutó esta barbara despocision sin que nadie dijera una
palabra, porque ademas que era una nesecidad dar un golpe a las brujas,
era un deber cumplir con la ley del caso. Una multitud de infelices tan
alegres y llenas de vida el dia antes, quien creyera verlas desgarrandose
sus vestidos por eludir el ser nombradas en el sentencia. Apiñadas to-
das y sirculadas, no se veia mas q.e
semblantes llenos de angustia, cada
una miraba á la muchedumbre que las guardava con una sonrisa llena de
amargura como suplicando un poco de compacion. Todas lloraban, todas
llamaban pero nadie las oía, una decía en el colmo de la desesperacion
“para que nos tienen así, nosotras no somos brujas” otra decia, yo estoy
criando mi criatura es pequeña – otra decia, mis hijos son chicos y van á
quedar chicoiñ197, huerfanos {po}bres mis hijos el padre ni siquiera hase
por mi198........................
En medio de este caos se presenta Cailvaiñ con su escolta, ordena que
de estacion en estacion se vayan entresacando de la multitud y las vayan
matando, hasta llegar á una loma donde habian dos algarrobos y donde se
habia mandado cabarle sepultura. las mas ó menos muertas dependia de las mas u menos estaciones
que se isieran. La sepultura distaba del toldo como unas seís cuadras y este
trayecto debia de ves en cuando {tener} un monton de brujas asecinadas.
Ya hemos visto199 que la muger mas querida de Paine era la vieja que él
mismo la habia separado de las otras tres que tenia consigo, solo ésta me-
reció el respeto de sus hijos y de los demas ardientes adictos a la matanza.
Nadie osó incomodarla ni decirle una palabra, las tres recien viudas hacian
parte de aquel rebaño de ovejas que se oprimian entre sí rebolviendo para
no ser designadas, como cuando uno entra á elegir una res en una majada,
que todas atropellan trepandose unas sobre otras, cayendo algunas para no
levantarse sino todas pisoteadas y contusas. Ni mas ni menos, tal era el as-
pecto de aquel drama con todos sus horrores. Painé era casado con dos hijas
del Casique Cailbuñam200. [Ag] (Alcon Azul) hermanas de padre y madre,
jobenes aun especialmente la menor, y una Cautiva llamada Maria natural
de Cordova esta señora rayaba yá en sus 40 años que tampoco se le hiso
participe de la ignominia de sus colegas.
Por fin cuando fue tiempo de haser la primer ejecucion, se presentó Cail-
buiñ201 (padre u abuelo politico de Calvaiñ202) pidiendo se le consediese sal-
var sus dos hijas, aquel padre venia con el dolor escrito en su sem[p]blante,
Cailvaiñ en atencion al respeto devido á este anciano por sus meritos hiso
lugar á la peticion consediendole la menor, dejando la otra para cumplir
con la ley haciendola acompañar a su marido al Alhué mapú203 u tierra de
la eternidad.
Entró Cailbuiñ al rebaño de infelices, estendió la mano a su hija que ya no veia por las lagrimas, se asió de la mano de su padre y al salir muchas se
prendieron de ella creyendo salvar péro Cailbuiñ les dijo que no podia sino
solo librar a su hija. A esto vé la otra hija que sacaba á una y dejaba a ella y
le grita en medio de aquel bullicio, “mi padre, yo no soy su hija entonces,
que me deja? No sabe que tengo un puñiñ204 chiquito? El padre hiso un
movimiento desesperado con la mano como quien dice “paciencia” y no
pudo hablar. Calvaiñ ordenó la primer ejecucion designando una á una las
que debian morir, y en el acto las sacaron dela masa de mugeres á la rastra
asiendose estas pobres de aquellas que estaban a su lado, metiendose otras
entre las piernas de las que no eran nombradas
creyendo evadirse. Facil es concebir el alboroto que causarian las ocho de-
cignadas á morir, entre mas de ciento veinte que no esperaban mejor suerte.
Alli en medio de las suplicas las {mas} conmovedoras, en {me}dio de los
gritos, de los llantos mesclado todo con los relinchos de los caballos, se ma-
taron ocho seres con la semejanza de nuestro redentor205.
La procesion se movió con el cadaver y el arreo de brujas por detrás
con su correspondiente seguridad, á poco andar se hiso alto, era p.a
repetir
la matanza; se designaron otras ocho brujas o no brujas, y luego fueron
sacadas como las primeras y muertas á balazos y á puñaladas – la que se
disparaba[n] buscando salvarse, la lanseaban.
En esta aun no nombró Cailbaiñ la viuda de su padre y mando seguir el
cortejo funebre, en la marcha pausada que llevaban era mayor la angustia
de tantas victimas. Fue presiso haser una segunda parada, y en ella disgnó
Calvaiñ otras ocho q.e
fueron tomadas con la misma crueldad que las ante-
riores y muertas en el acto quedando sus cadaveres palpitantes como para
perpetuar aquella via de dolor y de sangre. Continuó todo el acompaña-
miento en el mayor orden y armonia. Se veia de cuando en cuando gemir ya á un marido cuya muger la abia visto matar u aun iva viva á morir – ya
á un hermano – a un padre y por fin parientes ó deudos inmediatos de las
que habian muerto ú estaban para morir. Otros comprimian su pesar se les
inundaban los ojos de lagrimas pero no decían una palabra. Hera nesesario
porque era una costumbre. Llegase por ultimo al pie de los dos algarrobos
donde estaba ya la fosa para guardar la venerable reliquia de Painé, alli se
pararon todos, cadaver acompañamiento brujas todo, se presento Calvaiñ
y decignó otras ocho mugeres que tambien fueron víctimas de aquel fana-
tismo feros. Entonces se introdujo en la fosa el cuerpo de Paine vestido con
lo mejor, puestas sus espuelas de plata, su montura bien enbuelta llevando
{en} ella sus estribos de plata su llochocon206 u chapeado etc etc.
Mando Calvain traer la criatura que criaba de pechos la muger de Painé
y que iva alli, y luego que la trageron se la hiso entregar a la madre dicien-
dola “Dale de mamar por ultima vez al niñito.” Ella desconcertada de esta
ves le dijo y que ni el estar criando me vale siquiera para que no me maten?
Calvaiñ replicó – es presiso que sea
así, no por que seas bruja, si lo fueras, no irías acompañando a mi padre
dentro de la fosa, bien sabes que su primer {y principal} muger tiene que ir
con él. Lanzó un grito de horror la china y llorando y {en} vos alta le dijo.
“Yo no soy la primer muger del muerto u la principal, en ese caso tu ma-
dre es la que debe acompañar hasta en su vejes a su marido no yo que soy
[nn] nueba para él.” Mi madre ya no era parte de las mugeres de mi padre
porque p.a
él ya no vivía puesto que la separó por la vejes, si hubiese estado
viviendo con él hasta ayer, entonces seria ella” contesto Calvaiñ Mientras
este diálogo, la criatura llena de alegría chupaba el pecho y lo soltaba ju[l]
gueteando con él, engreida y contenta lo que se veia en el regaso maternal
para no volver jamas á el. La china con sus hermosas trenzas de pelo sueltas
sobre sus espaldas y el rostro en señal de pesadumbre, no hacia mencion á
las muchas monadas de la criatura porque su corazon ya no era de madre
sino de una muger en agonia.
Llego la hora quitanle la criatura del seno, tomanla á ella y de un solo
bolaso en el craneo en la parte superior, fue lo suficiente para que dejase de
existir colocandola al lado izquierdo de su marido, serraron con gruesos
palos la boca de la sepultura luego encima le pucieron paja y tierra, haciendo todo un terraplen. Ahorcaron cinco de sus caballos de pelea al pie de
su sepulcro – le mataron un numero crecido de ovejas. Concluido esto se
retiraron todos. Calvaiñ llamo á la cautiva maria que habia sido muger de
su padre {muchos años} y le entregó la criatura huerfana p.a
que la criase
con todo cuidado, la pobre maria lloraba tal ves de miedo y [p] no por la
muerte de su marido. Este fue el fin del ponderado Guerrero Ranquilche
Painegûor, y el principio del Gobierno de su hijo y sucesor Calvaiñ que tam-
bien tubo su fin tragico tirando al blanco con una pistola sentado sobre unos
cajones de cartuchos de cañon y muy serca de un monton de cuñetes dela
polvora, tiró y por fortuna asertó á uno de esos cuñetes, la esplocion del
primero ocacionó la de todos y volo él junto con los cajones acompañados
de 23 indios. D.bre del 57 en la atinada espedicion del Sor Emilio Mitre207 al
norte cuando se perdieron se murieron muchos de sed y se volvieron llenos
de deshonrra mas peor de lo que fueron208.

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195. “CHAU. s. Padre” (Erize, 1960, p. 109).
196. Se refiere a un “castigo ejemplar”.
197. No encontramos este vocablo en los diccionarios mapuches con que contamos.
Tampoco parece haberlo hallado Hux, quien agrega en su edición otro vocablo con ese
significado: “chicoiñ o cuñifal (huérfanos)” (Avendaño, 2004, p. 96). “CUÑIVAL”. adj.
Pobre, infeliz, desgraciado, desdichado, húerfano” (Erize, 1960, p. 88).
198. En lugar de “hase por mi” se transcribe “me defiende!” en La Revista de Buenos
Aires (Avendaño, 1868, p. 70).
199. Esta referencia a la parte introductoria presente en el manuscrito original es omi-
tida en la edición de la LRBA puesto que carece allí de sentido porque no hay mención
previa de la viuda principal de Painé, que está en las primeras páginas omitidas en la
transcripción.
200. De “CALLVÜ. adj. Azul (color)” (Erize, 1960, p. 69) y “ÑAMCU. s. Aguilucho o
águila menor de pecho blanco, de espaldas pardas” (Erize, 1960, p. 299).
201. Hux transcribe la ‘b’ de Avendaño por ‘f’ en general en los nombres y vocablos
de los indios. Así, “Cailbuiñ” lo transcribe como “Calfuiñ” (Avendaño, 2004, p. 97).
202. Se transcribe como “Calvaiú” en La Revista de Buenos Aires (Avendaño, 1868,
p. 71).
203. De “ALHUE. m. S. Espíritu, alma sombra del muerto” (Erize, 1960, p. 49) y
MAPU; “ALHUEMAPU.s. expr. de los misioneros para designar el Infierno” (Erize,
1960, p. 50).
204 “PÙÑEÑ. s. Niñito, nenito, chiquillo (de ambos sexos) || Hijo o hija respec-
to a la madre. Llama así la mujer a sus hijos, a los de su hermana, a los del hermano de
su marido y hasta a sus propios primos de ambos sexos, hijos de su tía paterna” (Erize,
1960, p. 343).
205 En lugar de “se mataron ocho seres con la semejanza de nuestro redentor”,
como figura en el MS de Avendaño, en La Revista de Buenos Aires (Avendaño, 1868,
p. 72) se trascribe “se mataron ocho desgraciadas”; esta modificación tiene la clara
intención de borrar la asimilación que el excautivo realiza del mundo indígena con el
cristiano.
206. De “LLOCHOCON. Adj. Acolchado” (Erize, 1960, p. 237).
207. Avendaño da esta referencia porque la pólvora y los cajones eran restos dejados
allí por la expedición fallida de Mitre.
208. En La Revista de Buenos Aires dice “desaliento” en lugar de “deshonra” y censura
el final irónico y crítico de la frase para dejarla así: “murieron muchos de sed y se vol-
vieron llenos de desaliento”. Por último, agrega la frase “Escribo como testigo ocular”
para darle mayor veracidad al relato, así se cierra la transcripción en esta edición del
framento titulado “Muerte del Cacique Painé” (Avendaño, 1868, p. 74).
Como ya se dijo, este mismo fragmento aparece en una publicación un poco anterior,
pero del mismo año que La Revista de Buenos Aires, titulada, editada y censurada de
idéntica manera, en el diario La Capital (Avendaño, 1868, n.° 113) de Rosario, Santa
Fe. No pudimos dar con el origen o la causa de esta publicación, pero parece ser una
filtración del material que se hallaba en preparación para ser editado en Buenos Aires.








***




BIO


 

Painé Guor, Paine Gnerr, Painé Gnerrë, Painegner, Payne. Iniciador de la Dinastía de los Zorros en la pampas.

Nació hacia 1780 en Huada, laguna situada cerca de Leuvucó. En 1836 sucedió a su tío Yanquetruz "El Grande" como cacique ranquel. Padre de Calvaiú (Galván), Panguitruz Gnerr (Mariano Rosas) y Epumer quienes lo sucederían en el poder; amigo y protector de Manuel Baigorria, militar unitario que se refugió de los federales en las tolderías ranqueles.

Painé consolida la tarea de Yanquetruz. Durante su cacicazgo los ranqueles alcanzan su máximo poderío y disputan a Calfucurá el liderazgo del conjunto de las bandas indígenas. Lanzó malones contra las provincias de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. En Leuvucó ocupaba con su toldo y cinco más que albergaban a sus mujeres y personal de servicio, la orilla de la laguna que era más profunda y el agua más clara.

Se lo ha descrito como más alto que el común de los indígenas, robusto, imponente, de cara ancha, grande y aplastada, fuerte vozarrón y mirada penetrante. Sus órdenes no se discutían ni en la guerra ni en la paz. Mandaba unos 1000 lanceros.

En 1834, el cacique ranquel Yanguelen, que por diferencias con Yanquetruz se había colocado al amparo del gobierno de Buenos Aires recibiendo tierras, tomó prisionero y entregó a Juan Manuel de Rosas a su hijo Panguitruz. Este recibió buen trato en la Estancia del Pino, fue bautizado con el apellido de su padrino, Mariano Rosas, recibió estudios y aprendió tareas rurales. Hacia 1840 se fugaría de la estancia y volvería a la las tolderías.

A fines de 1838 Painé reunió un parlamento ranquel en Leuvucó que decidió expedicionar contra el cacique Yanguelen, quien fue capturado, juzgado y ejecutado.

Respetaba profundamente a Manuel Baigorria, que se había convertido en cacique por méritos propios ya que había enseñado a los ranqueles a cultivar la tierra comenzaron a sembrar trigo, maíz, zapallos, sandías, melones, cebada, y los había perfeccionado en el arte militar. Por simpatizar con los unitarios, o por el hecho de retener Rosas a su hijo mayor, en sus toldos se albergaban muchos que eran perseguidos por los federales.

Painé se recluye en sus toldos por casi cinco años, cuidándose de no encabezar las campañas de sus indios en la frontera por temor a represalias contra su hijo secuestrado. En varias oportunidades Rosas le propuso cambiar a Baigorria por su hijo (Mariano Rosas) pero Painé, fiel a la promesa hecha al unitario nunca lo entregó.

Painé tampoco tenia confianza en Calfucurá, dado que el cacique de Salinas pretendió en varias oportunidades enseñorearse del ulmanato ranquel cosa que no había podido realizar en vida de Yanquetruz. Para reforzar el statu quo existente, Painé logró casar al hijo de uno de sus caciques con una sobrina de Calfucurá. No obstante esta alianza reforzó militarmente la frontera entre ambos cacicazgos.

En el conflicto entre unitarios y federales, actuó siempre contra las tropas de Juan Manuel de Rosas.

De un ataque cardíaco murió en Leuvucó el 15 de septiembre de 1844, lo sucedió su hijo mayor Calvaiú Guor ("Zorro cazador de garbanzos"), también conocido como Cacique Galván quien fallecería en 1858 al manipular armamentos que abandonara Mitre en un frustrado intento de invasión. Lo continuaría en el cargo su hermano Panguitruz Guor ("Zorro Cazador de Leones"), bautizado como Mariano Rosas.

https://pueblosoriginarios.com/biografias/paine.html




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