RLM#02 - Libro Magnetizado

 “La única expectativa que tengo, la única deuda trascendental, es ser una persona. Yo fui una cucaracha. Después un monstruo. Y después un preso. Me gustaría ser una persona. O sea, no ocultar lo que fui, pero … ser una persona común. Cuanto más pueda desaparecer entre la gente, mejor.”





Magnetizado es el segundo libro del chaqueño Carlos Busqued. Un texto de no ficción raro, hipnótico, quizá inclasificable, que está construido a partir de grabaciones de entrevistas con Ricardo Melogno, un asesino de taxistas que en 1982 mató a cuatro choferes en una semana. Un periplo con paradas en la locura, el crimen, el encierro y la psicología forense.

RLM#02 - Libro Magnetizado

Taxi, cuatro crímenes y un encuentro

Por Nicolás G. Recoaro
21 de Junio de 2018

Es septiembre de 1982. Ricardo Melogno, un joven de 20 años recién salido del servicio militar obligatorio, comete en pocos días cuatro asesinatos de taxistas. Tres en el barrio de Mataderos y uno en el Conurbano. Sin causa aparente, todos los crímenes tuvieron la misma mecánica. El asesino no dejó ni un solo rastro. Por varias semanas, el caso tuvo en vilo a la policía y a los medios masivos hasta que el propio padre de Melogno lo entregó a la justicia. Fue encarcelado bajo diferentes diagnósticos psiquiátricos: personalidad anómala, trastorno esquizotípico de la personalidad, trastorno de personalidad antisocial con núcleos esquizoides, cuadro delirante crónico, psicópata esquizo, perverso histérico, autista, entre otros.

Treinta y cinco años después, Melogno sigue preso. Por discrepancias entre los psiquiatras forenses porteños y bonaerenses no pudo recuperar jamás la libertad. Pasó por una docena de presidios e instituciones de encierro. Fue obligado a ingerir toneladas de psicofármacos y sometido a muy diversos tratamientos. Y sufrimientos. En la actualidad, más que un serial killer, Melogno, un hombre ya mayor, luce casi como “un empleado público”.

En Magnetizado, segundo libro del escritor chaqueño Carlos Busqued, se reconstruye el caso a partir de más de 90 horas de entrevistas, recortes de diarios de época, documentos forenses y testimonios de psiquiatras. Un texto de no ficción minucioso, raro, hipnótico, quizá inclasificable. Un breve periplo con paradas obligadas en la enajenación, el crimen, el encierro y la gris y fascinante psicología forense.

Busqued lleva más allá las fronteras de lo literario, borra su subjetividad y poco más que desaparece del relato. En realidad, el autor se hace cuerpo en la edición y el montaje de las entrevistas. Un recurso heredero de la literatura non fiction de Rodolfo Walsh, también, por qué no, de la mexicana Elena Poniatowska.

En su trabajo, Busqued evita la interpretación y el juicio, deja espacio para lo único que puede acercarnos a comprender la naturaleza de los crímenes: la magnética voz de su protagonista. Un preso, casi un fantasma, que al final del libro confiesa: “La única expectativa que tengo, la única deuda trascendental, es ser una persona. Yo fui una cucaracha. Después un monstruo. Y después un preso. Me gustaría ser una persona. O sea, no ocultar lo que fui, pero … ser una persona común. Cuanto más pueda desaparecer entre la gente, mejor.”

https://www.tiempoar.com.ar/nota/taxi-cuatro-crimenes-y-un-encuentro

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Magnetizado, de Carlos Busqued: La semana eléctrica

ABRIL 17, 2018|IN LITERATURA|BY SONÁMBULA
Por Juan Rapacioli

Juan Rapacioli leyó Magnetizado, de Carlos Busqued, y, como le había sucedido con la primera novela del escritor chaqueño (la tremenda Bajo este sol tremendo) quedó imantado a sus páginas y hoy la comenta para Sonámbula. “Si bien hay una curiosidad por entender el funcionamiento de esa mente extraña que no encaja con lo criminal pero sí reconoce sus crímenes, la operación que Busqued realiza con maestría es la de volverse invisible: no hay juicios de valor, no hay consideraciones, no hay ningún tipo de hipótesis”.

Recuerdo la escena: sentado en el sillón de mi casa, mirando por la ventana y buscando motivos para salir del bajón que me generaba estar con la pierna quebrada un enero en Buenos Aires. Lecturas, series, redes sociales, música, algo para fumar y, sobre todo, calor insoportable. El aburrimiento inevitable, la irritación de la inmovilidad, la transpiración constante. La pesadumbre de las horas que no pasan y la sensación de estar así para siempre. Hasta que abrí el libro. Fue un golpe preciso: el famoso cross a la mandíbula. También fue una revelación de sentido, electricidad en el cuerpo, como esas drogas de rápido efecto. Fue correr por las páginas hasta terminar en una noche “Bajo este sol tremendo” y darme cuenta que me había olvidado de todo lo demás: estaba magnetizado. Esa novela, publicada en 2009, obtuvo un éxito tan inesperado como rotundo: finalista del premio Herralde, traducida a varios idiomas, llevada al cine por Adrián Caetano. Su autor, Carlos Busqued -hasta ese momento un desconocido ingeniero chaqueño sin demasiada vida social- había dado en el blanco de la narrativa contemporánea con un oscuro relato que cifra la brutalidad, la depresión y la sordidez de nuestra época, escrito desde un opresivo trabajo con el adormecimiento emocional. Una historia violenta que, sin levantar la voz, corta la respiración con ritmo contenido y preciso.

Ahora, nueve años después de aquel acontecimiento editorial que puso al escritor en el centro de la escena pero no lo sacó de su lugar de outsider -y con el peso de haber escrito un primer buen libro-, Busqued vuelve a la carga con un giro que descoloca desde el comienzo: “Magnetizado”, que condensa más de noventa horas de conversación con Ricardo Melogno, el hombre que en los años 80 tuvo un breve salto a la fama por haber asesinado, con 19 años, a cuatro taxistas de forma idéntica en el lapso de una semana en Mataderos. Encerrado hace más de 30 años y habiendo pasado por casi todas las formas de aislamiento, tortura y medicación, Melogno es entrevistado por Busqued en el complejo penitenciario de Ezeiza y, gracias a un riguroso trabajo de edición, logra contar su propia historia en un libro que no es una novela ni una crónica ni un perfil ni un testimonio sino una obra escrita desde la incomodidad de los géneros. Una suerte de collage de materiales -recortes periodísticos, voces de psiquiatras, informes policiales- que se corren de la fascinación típica por la imagen del serial killer tan explotada en la cultura popular. Porque si bien hay una curiosidad por entender el funcionamiento de esa mente extraña que no encaja con lo criminal pero sí reconoce sus crímenes, la operación que Busqued realiza con maestría es la de volverse invisible: no hay juicios de valor, no hay consideraciones, no hay ningún tipo de hipótesis.

Con preguntas cortas y puntuales, Busqued deja que Melogno cuente su vida: una infancia marcada por la violencia religiosa encarnada en la figura de su madre (“Mi madre usaba la religión como arma: me recagaba a palos pero me decía que no me pegaba ella, era que Dios me castigaba a través de ella”); la falta de contacto con la realidad (“Había una total falta de atención a lo que pasaba alrededor. No vivía en el mundo”); el paso por el servicio militar (“Un mundo armado que mal o bien es un sistema que te encajona y te mantiene”); la vida en la calle (“Dormía en el parque Alberdi, que está en Mataderos, frente a la comisaría que después más me estuvo buscando”); la reflexión sobre sus asesinatos (“La muerte es cruzar una puerta. Una puerta de enseñanza social”) y la cadena perpetua: penal de Devoto por dos años; Unidad 20 del Hospital Borda por 24 años; complejo penitenciario de Ezeiza hasta la actualidad por decisión de un juzgado civil que lo considera potencialmente peligroso habiendo ya cumplido su condena. Sobre esa decisión, Melogno reflexiona: “Bueno, entonces soy el predador más pelotudo del mundo, porque qué pasó que no maté a nadie en treinta años de cárcel”.

El libro publicado por Anagrama, que me duró un viaje en colectivo a Mar del Plata, va mucho más allá de la indagación de un cerebro criminal disociado del mundo. Si bien se trata de una historia marcada por la violencia, la soledad y las presencias sobrenaturales que habitan una psiquis indescifrable, lo que sorprende, en el relato de Melogno, es la conciencia, la memoria y la reflexión sobre su propia existencia. Reflexión que llega por momentos al humor: “En Capital soy inimputable, no comprendo mi actos. En Provincia comprendo y, en consecuencia, soy responsable de mis actos. Premio Nobel de psiquiatría para la justicia de Provincia, que tiene el remedio para la locura: la avenida General Paz”. Borderline, psicópata, psicótico, esquizofrénico, autista, parafrénico son algunos de los diagnósticos que han recaído sobre Melogno y, en ese sentido, su relato pone en jaque la trivialidad de la psiquiatría moderna, la brutalidad de las instituciones y las contradicciones de la Justicia. Es la voz del loco que, desde adentro, desenmascara la locura de la sociedad: el loco de Foucault. Lejos de la semana eléctrica de los asesinatos, Melogno es hoy un hombre grande, sorprendentemente conservado para tantos años de encierro, que parece estar buscando su dimensión humana: ser una persona. Desde distintos lugares, los libros que conforman la obra de Busqued están imantados a un mismo universo, como los cubiertos a las manos de Melogno después de matar: el universo insondable del ser antisocial que no se adapta a las reglas de este mundo tremendo.

https://sonambula.com.ar/magnetizado-de-carlos-busqued-la-semana-electrica/

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Sube al primer taxi y mata

La cosa fue así: en la primavera de 1982, en Buenos Aires, aparecieron, en una zona determinada de la ciudad, los cadáveres de cuatro taxistas que habían sido asesinados según el mismo modus operandi (un disparo en la cabeza desde el asiento de atrás) y sin un motivo evidente: nada había sido robado, salvo las carteras de los taxistas. Los hechos, que tuvieron en jaque a la Policía en aquellos tiempos de finales de la dictadura en un país que acababa de perder hacía pocos meses la Guerra de las Islas...

D. Gándara.
09 de marzo de 2018. 08:54h

Sube al primer taxi y mata
Título: Magnetizado
Autor: Carlos Busqued
Editorial: ANAGRAMA
Nº de páginas: 152 Páginas

La cosa fue así: en la primavera de 1982, en Buenos Aires, aparecieron, en una zona determinada de la ciudad, los cadáveres de cuatro taxistas que habían sido asesinados según el mismo modus operandi (un disparo en la cabeza desde el asiento de atrás) y sin un motivo evidente: nada había sido robado, salvo las carteras de los taxistas. Los hechos, que tuvieron en jaque a la Policía en aquellos tiempos de finales de la dictadura en un país que acababa de perder hacía pocos meses la Guerra de las Islas Malvinas, fue finalmente resuelto cuando los investigadores dieron con el autor: Ricardo Melogno, un joven de poco más de 20 años que, en un rapto de locura, había sentido una voz interior, una presencia, que le había dicho lo que tenía que hacer: subir al primer taxi que pasara y asesinar al conductor.

«Magnetizado», segunda obra de Carlos Busqued tras la excelente novela «Bajo este sol tremendo» (finalista del Premio Herralde en 2008) reconstruye aquellos crímenes y lo hace de una manera especial, novedosa: a través de una extensa conversación con Melogno, preso desde entonces y a quien el sistema judicial prefiere, más allá de que ha dado muestras de arrepentimiento y señales de buena conducta, seguir manteniendo entre las rejas porque lo considera, aún hoy, un peligro público, potencial, para la sociedad.

Aunque no se trata de una novela, «Magnetizado» atrapa al lector como un imán desde las primeras páginas. No tanto por el morbo que puede producir meterse en el corazón de un asesino, sino porque, mediante las conversaciones con él, Busqued delinea el perfil de un personaje que, más que siniestro, parece por momentos un síntoma incómodo de la sociedad y del sistema penitenciario argentino, que lo condenó a años de encierro en cárceles y psiquiátricos y a copiosas ingestas de drogas legales como el Rivotril o el Halopidol.

Un hombre normal...

Melogno, así, aparece como un hombre normal cuya vida fue, sin embargo, anormal. Alguien que vivió con una madre obsesionada con la religión, que lo maltrataba, que le zurraba sin piedad y que le obligó a tener una juventud errante, solitaria, de la que se refugió pasando horas en el cine viendo la misma película y escuchando esas voces, esas presencias que le decían, como si se tratara de espectros reales, lo que tenía que hacer: asesinar al primer taxista que pasara. La cárcel, las drogas, los abogados, los jueces, los psiquiatras, no obstante, no supieron qué hacer con él y, a falta de un diagnóstico certero (¿personalidad anómala?, ¿psicótico?, ¿esquizofrénico?, ¿parafrenia?), prefirieron dejarlo encerrado.

Sobre el autor
Residente en Buenos Aires,
colaboró en la revista «El ojo con dientes» y ha publicado «Bajo este sol tremendo»

Ideal para...
conocer cómo piensa un asesino y descubrir cómo funcionan los sistemas de castigo

Un defecto
El lector se queda con ganas de saber más

Una virtud
El estilo directo, sin fisuras, del protagonista

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