LA PAMPA. Siendo el gaucho (como decíamos ayer) un hombre de silencio, de suyo taciturno, su natural mudez semi-india crecía en aquel vasto océano, verde y sin ondas, en que se pasaba la vida. Paja y cielo, y cielo y paja, y más cielo y más paja todavía; el campo se extendía desde los pajonales en la margen occidental del Paraná, hasta los pedregosos llanos de Uspallata, á trescientas leguas de distancia. Saliendo de San Luis de la Punta, seguía hasta Bahía Blanca, y volviendo á atravesar el Uruguay, cubría todo el suelo de esa República, la mitad por lo menos de Río Grande y, con un rodeo, encerraba las misiones, tanto del Paraná como del Paraguay. En todo este océano de altas yerbas , verdes en la primavera, amarillentas después, y hacia el otoño pardas como el cuero de un zapato viejo, los rasgos distintivos y característicos, eran unos mismos. En todas partes soplaba un viento incesante, estremeciendo y rizando las yerbas ondulantes. Esmaltaban las incontabl...