Estampas - Las chinas
“(...) en una pulpería del Yí, cerca de Bahía Blanca…” (1)
"El propietario de la pulpería en el Yi era un tal Eduardo Peña, una especie de cruce entre gaucho y burgués; usaba chaqueta y chaleco, y no llevaba cuello en la camisa. Llevaba bombachas muy sueltas, recogidas en las cañas de sus altas botas de montar que tenían
topes de charol marcados con un águila bordada en hilo rojo. Era alto y atlético. El bulto que podía verse por entre su chaqueta cerca del codo derecho, indicaba en dónde llevaba la pistola. En política todos sabían que era blanco, aunque generalmente no sacaba á relucir sus
opiniones, siendo, como él mismo lo decía, "una especie de guitarra en que todos tocan."
Jamás se le había visto poseer un buen caballo, cosa que él explicaba diciendo que era medio marino, por ser el propietario de la balsa del paso.
Manejaban la balsa, que era un puente flotante, unos hombres que tiraban de una cuerda; la arrastraban la corriente à través del río. El hecho de ser propietario de la barca le daba á Eduardo Peña una posición de importancia, una dignidad entre estanciero y comer-
ciante de la ciudad. Aunque había un vado en tiempo normal, tres ó cuatrocientas varas arriba del puente flotante, muy pocos lo usaban, por ser hondo y peligroso, y tener el fondo lleno de hoyos. Después de unas horas de lluvia, se ponía impasable.
Haraganeando à la orilla del río estaban siempre los balseros, por lo general correntinos, raza de hombres anfibios, tan á su amaño en una canoa, como sobre el lomo de un caballo, altos, cenceños y aindiados, y que hablaban un dialecto hispano muy salpicado de guaraní.
A eso de cien varas de la orilla se veía un amontonamiento de chozas, pajizas unas, otras cubiertas con latas viejas. Allí vivían las chinas, que realizaban un próspero tráfico de amor entre los transeúntes.
Algunas de ellas, como la "Botón de Oro," la “Molinillo de Café," y sobre todo una mestiza llamada generalmente "La Lancha" casi eran dignas de ocupar un puesto en la historia, si se tiene en cuenta el largo tiempo que vivieron en aquella localidad y sus cualidades de resistencia.
Todas ellas sabían manejar el cuchillo llegado el caso, y temerario hubiera sido el hombre que quisiera ganarles de mano al "monte," à la "taba" ó á cualesquiera otros juegos de los llamados de azar, á que se dedicaban los visitantes del paso.
Bien cierto es que los extremos se tocan en todo el orbe; era curioso observar las costumbres de los griegos en aquellos ranchos, próximos á la balsa del Yí. Si alguna de las chinas estaba ocupada en lo que, por falta de vocablos más explícitos, pudiéramos llamar l'ouvrage de dames, dejaba caer el cuero de yegua, que hacía veces de puerta en su rancho, y nadie se atrevía á molestarla, así como en la antigua Hélade, las señoras de la misma profesión solían cerrar sus puertas en casos análogos. Toda la noche tintineaban las guitarras en los ranchos; durante el día, por lo general, sus habitantes reposaban, recuperando las fuerzas hasta que llegaba la noche, hora en que salían y se sentaban afuera aguardando parroquianos; de aquí que se las llamara generalmente las murciélagas. Aunque el río solo distaba unas cien varas de los ranchos, nadie había visto jamás que las murciélagas se bañaran ó que tomaran más de un cantarillo de agua de la corriente.
Si se les hubiera preguntado, lo probable es que contestaran : "Solo los indios se lavan. Nosotras somos cristianas y limpias," ó cosa por el estilo. De esta suerte el orgullo de raza ciega á la gente á su propio bienestar y le roba los sentidos, inclusive el del olfato.
Día tras día aguardaban caballos y ganados cerca del paso. Sus amos llamaban la balsa que, con seguridad, estaba siempre del otro lado, y esperaban sentados á caballo con una pierna cruzada sobre la cabeza de la silla, fumando sus cigarrillos.
Un ténue polvillo verduzco de todos los estiércoles concebibles, flotaba en el aire en los días serenos, y como no había árboles á media legua á la redonda, el calor era insoportable y las pocas enramadas vecinas que pudieran brindar abrigo, estaban siempre ocupadas."
(El Rio de la Plata: el gaucho, la pampa, los indios Robert Cunninghame Graham)
No hay un río Yi cerca de Bahía Blanca sino en la actual provincia de Corrientes, ¿un error de referencia, de transcripción? Se debe tener en cuenta que la publicación se efectuó cuatro décadas después de su viaje al territorio. Es curioso también que menciona en el texto que muchos hablan guarany (¿En Bahía Blanca o en el Río Uruguay?).
ROBERT CUNNINGHAME GRAHAM en el Plata «Cuando esas comarcas tenían todavía el encanto de la vida primitiva. Conoció Buenos Aires (...), cuando el viandante a pie era detenido en las calles por el pordiosero que le estiraba la mano desde los lomos de su cabalgadura (.). Conoció al gaucho, conoció al argentino cuyas costumbres no habían recibido el contagio de las finanzas europeas», según B. Sanín Cano. En este libro describe-la primera edición se publicó en 1914 en Londres- cómo era la Buenos Aires de antaño, es decir, en 1870 cuando él tenía 17 años, y cómo eran los Indios, La Pampa, El Gaucho, El Rodeo, El Tango... Nos habla de sentimientos rudos, de generosidad, de energía indomable, de lealtad y de odios. ROBERT CUNNINGHAME GRAHAM nació en Londres en 1852. Su padre era un militar escocés y su madre había nacido en un barco junto a la costa de Venezuela, hija a su vez de un almirante inglés y de una dama española. Este origen donde se mezclaban las mejores tradiciones británicas y españolas influyó seguramente en su destino viajero. A los 17 años viajó por primera vez a la Argentina, para meterse en el negocio ganadero, sin el éxito esperado. Sus andanzas y su convivencia con el gaucho le convirtieron en un apasionado conocedor de La Pampa. Vestía como los gauchos, domaba potros, manejaba el lazo y las boleadoras. Más de una vez estuvo a punto de perder la vida en esa tierra salvaje a merced de los indios insumisos y de las fieras. En Paraguay cultivó yerba mate, en Uruguay se dedicó a criar ganado y a la compra de caballos que vendía en Brasil. En 1872 volvió a su patria, viajó a Francia y España y se instaló en Texas (Estados Unidos) en una hacienda devastada por los indios mientras estaba en México. En 1886 es elegido miembro del parlamento inglés, convirtiéndose en paladín de ideas socialistas: sufragio universal, jomada de 8 horas, abolición de la Cámara de los Lores, oposición a la pena de muerte... En 1892 pierde su escaño y se dedica a su otra gran pasión además de los viajes: escribe las biografías de Hernando de Soto, Pedro de Valvidia y José Antonio Páez, Mogreb-El-Aksa, Los llanos de Venezuela, Un Mistico Brasileño, El viaje a caballo de Tschiffely y Los caballos de la conquista, además de numerosos artículos. En 1932, a los 80 años, realiza su último viaje a Buenos Aires, y muere el mismo año. ***
R. B. CUNNINGHAME GRAHAM.
EL RIO DE LA PLATA
LONDRES
ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO DE WERTHEIMER, LEA Y CIA.
CLIFTON HOUSE, WORSHIP STREET, KO
1914.
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