Primera incursión al oeste del virreinato - Aníbal Montes
Un viaje de incursión a territorios desconocidos a principio de la conquista. El capitán Francisco Cesar se adentró en territorio que más adelantes sería Argentina. Un relato breve y sorprendente.
Ixx, 2025
Chili et Patagonum Regio SXVI
Los lejanos tiempos de la conquista.
Aníbal Montes en su trabajo "Fantasía y realidad en la Leyenda de los Césares" da cuenta de lo siguiente: "Acababa de fundar Sebastián Gaboto la fortaleza Sancti Spiritus en la desembocadura del Río Carcarañá, cuando despachó la comisión exploradora que, al mando del Capitán Francisco César [designado "gentilhombre" por Gaboto], remontó dicho Río Carcarañá hacia el interior del territorio argentino, cruzó las sierras de Córdoba y fue a pedir hospitalidad al poderoso cacique Jungulo en las sierras llamadas de San Luis y entonces Pina Camche, o sea, Sierras del Poniente". El autor define que, en 1529, este pequeño grupo de expedicionarios se convirtieron en "... los primeros españoles que se internaron en territorio argentino". Según las conclusiones de Montes será "... en los dominios de aquellos pacíficos agricultores Sauletas y en el pueblo de Malancha, desde donde el Gran Curaca Jungulo gobernaba numerosos pueblos, vivieron estos españoles algún tiempo y se enteraron, más al norte, del gran Imperio de los Incas y de sus fabulosas riquezas".
Cuando, a principios de abril de 1526, Sebastián Gaboto partió del puerto español de Sanlucar de Barrameda su interés único era reproducir el viaje que Hernando de Magallanes había realizado unos pocos años antes. El motivante era el de alcanzar las Islas Molucas y regresar con los navíos colmados de oro, plata, especias de todo tipo y sedas. Los planes mutaron cuando la expedición, una vez desembarcados en las costas del sur de Brasil, se encontraron con Enrique Montes y Melchor Ramírez, dos náufragos sobrevivientes de la expedición de 1516 de Juan Díaz de Solís quien, luego de descubrir el Río de la Plata (nombre asociado a las supuestas riquezas en este metal que había en la zona), tuvo un final trágico en manos de los naturales del lugar junto a buena parte de su tripulación.
Los relatos pletóricos de riquezas incalculables llevaron al navegante a cambiar los planes comprometidos con la realeza española de Carlos V y poner rumbo al Río de la Plata para luego, remontar el actual Río Paraná.
El cosmógrafo Alonso de Santa Cruz que acompañaba a Gaboto describe que "... entran en este río [se refiere al de la Plata] muchos otros y entre ellos uno muy grande dicho Uruguay el cual tiene muchas islas auque deshabitadas y pequeñas porque el río principal que los indios llaman Parana ... tiene islas mucho mayores ... algunas tienen nombres de los mayorales y de los indios que siembran en ellas".
Al ingresar al delta, en una de sus islas toman contacto con otro sobreviviente de la expedición de Solís; se trataba de Francisco del Puerto quien les relata que por haber aprendido el idioma de los naturales tenía, de ellos, la información de la existencia de fabulosos tesoros hacia el interior de los territorios.
Obligados por el hambre y las enfermedades que los acuciaban, a la altura de la confluencia del Río Carcarañá con el Coronda optan por establecerse en el lugar. Gaboto decide elegir dicho sitio por ser "... ques donde aquel Francisco del Puerto le había dicho que descendía de las sierras donde comenzaban las minas de oro y plata".
Luego de una etapa de pacífica convivencia con los naturales del lugar que incluían a guaraníes, querandíes y timbúes los que les aportaban el necesario acceso a los alimentos, se ingresó en un período donde la ambición dejaba paso a la desenfrenada impaciencia por no encontrar las riquezas de las que tanto se hablaba.
Aquellos primeros tiempos de interrelación en concordia se sustentó en el sistema conocido como "rescate". Sergio H. Latini en su trabajo "Primeros contactos e interacción en las costas del plata a principios del siglo XVI" explica que éste era una "... práctica habitual durante todo el período colonial, en la cual los españoles intercambiaban productos con los indígenas. En el período que estamos estudiando, solían ser elementos de hierro como anzuelos o cuchillos de parte de la población hispana a cambio de alimentos que les daban los indios; luego, con el paso del tiempo, los productos intercambiados se fueron diversificando. Los utensilios de hierro fueron rápidamente adoptados por las poblaciones indígenas, ya que posibilitaban mejorar el armamento, facilitaban el laboreo del cuero y la madera y mejoraban la práctica de la agricultura por los grupos horticultores tropicales, al ahorrar tiempo y esfuerzo en el desmonte y sembrado de las tierras".
Con el objetivo de almacenar las riquezas en caso de hallarse, Gaboto decidió la construcción de una fortaleza a la que se denominó Sancti Spiritus. De la misma, sin contar con suficiente documentación esclarecedora, se la intuye cuadrada con foso y terraplenes en las esquinas a modo de baluartes con un necesario armamento defensivo y una estructura interior basada en adobe y paja. La obra se realiza con la ayuda de los indios caracarás que habitaban sobre las márgenes del río que desembocaba sobre el actual Paraná y que, por asociación con la comunidad natural, se le asigna el nombre de Carcarañá. En la confluencia de ambos ríos el fuerte cobra forma concluyéndose en 1527. El deterioro de las relaciones con los aborígenes y la llegada de nuevos expedicionarios con los mismos ambiciosos fines de los precedentes provocaron todo tipo de agresiones y matanzas recíprocas que terminaron años después, en 1529, con el incendio y saqueo del fuerte con el consiguiente desbande y huida de los pocos sobrevivientes.
A lo largo de los dos años de estancia en el lugar, numerosas fueron las expediciones enviadas a la búsqueda de la quimera de la plata y todo tipo de riquezas.
Eduardo Apolinaire y Laura Bastourre en su trabajo de investigación "Los documentos históricos de los primeros momentos de la conquista del Río de la Plata (Siglos XVI y XVII: una síntesis etnohistórica comparativa" dan cuenta del interrogatorio que realiza Sebastián Gaboto a varios testigos luego de la destrucción del fuerte y previa a su retorno a Sevilla; de resultas de los mismos se extrae que “... tuvimos relación de muchos indios .… que en la tierra donde estábamos había mucho metal de oro é plata é vimos algunas muestras della é decían los indios que dicho metal estaba en una sierra que podía estar del pueblo de Santi Spiritus ocho ó diez jornadas”.
El geógrafo alemán Hans Steffen vuelca en su trabajo de investigación que Gaboto aseguraba que los indios querandíes les habían informando que "... los yacimientos de oro y plata se encontraban la tierra adentro a setenta u ochenta leguas de donde ficieron la casa [se refiere a la distancia a partir del fuerte Sancti Spiritus]".
Antonio Serrano en su "Esbozo para una Historia del Descubrimiento y Conquista de Córdoba" se referencia en Pedro Lozano cuando consigna que los timbúes del Paraná le informaban a los españoles sobre un ciudad que, ubicada al suroeste, estaba colmada de oro y plata y que era "... una nación no muy distante, cuya habitación era muy diferente de las que usan otras gentes, pues vivían debajo de la tierra, como fieras [hábitat típico de los comechingones]".
De los quince hombres que partieron al mando del Capitán César, retornaron siete algunas semanas después portando piezas de oro además de un bagaje de historias donde aseguraban haber visto ciudades colmadas de metales preciosos y datos de otras más lejanas también pletóricas de tesoros indescriptibles. Juan Valdivieso, uno de dichos expedicionarios, declara en Sevilla en 1530 que él "... de modo personal había visto las riquezas en oro, plata y piedras preciosas".
Por ser estos relatos los contados tanto por el jefe como por quienes habían acompañado al Capitán César hicieron que los mismos se unificaron como: "Historias de los Césares", para luego devenir en lo que se debía buscar, la "Ciudad de los Césares".
El Padre Pablo Lozano le da credibilidad al origen de los valiosos bienes traídos por las manos de Francisco César y sus seguidores ya que el Valle de Conlara contaba con recursos auríferos y seguramente el Cacique Jungulo sabría donde encontrarlos, como extraerlos y se podría concluir que, tal vez, tuvo la voluntad de compartirlo.
Reconstruyendo el camino transitado por la expedición es más que válido asumir que, partiendo del fuerte Sancti Spiritus, remontaron el Carcarañá para luego continuar por el Río Tercero hacia el interior de las sierras cordobesas; tras sortear éstas, ingresaron al Valle de Conlara (San Luis). Dando por cierto este derrotero, concluímos que sus pasos transitaron, con seguridad, por los territorios donde, actualmente, se levanta la ciudad de Cruz Alta.
Los relatos se expandieron velozmente diversificándose en numerosas versiones; la transmisión oral hacía que los tesoros fuesen cada vez más y más inconmensurables y que las ciudades cubiertas en oro se multiplicasen. Tantas historias así contadas adolecían de un significativo y vital faltante: la ubicación.
Es así que el mito de la Ciudad de los Césares propició su búsqueda a lo largo de un territorio que se extendía desde lo que sería la posterior Gobernación del Tucumán hasta el extremo sur continental y desde el Río de la Plata hasta la costa del Pacífico.
Las expediciones, primero como grupos pequeños y aislados y luego como proyectos de pronunciado costo tanto en número de hombres como en infraestructura operacional, intentaron lo que terminó siendo una infructuosa búsqueda.
Algunas de estas otras expediciones también transitaron las costas del Río Tercero y del Carcarañá; por ende, también fueron quienes, desde aquel siglo XVI, recorrieron los territorios de Cruz Alta; la más significativa y planificada es la que emprende el Capitán Diego de Rojas en 1543.
Con la autorización del Gobernador del Perú, Cristóbal Vaca de Castro, el primer grupo, al mando de Diego de Rojas e integrado por unos 60 hombres, parte en mayo de 1543; tiempo después y por separado, iniciarán la marcha los otros dos grupos conducidos por Felipe Gutiérrez, segundo de Diego de Rojas y Nicolás de Heredia como Maestre de Campo. En la región de Tucman o Tucma, provincia propia del imperio incaico y habitada por los naturales juríes, se unifican los grupos de Rojas con el de Gutiérrez para luego, afianzarse en Salavina (actual Santiago del Estero). Será aquí donde, tras una de tantas escaramuzas con los aborígenes, Rojas es herido en una pierna con una flecha envenenada y muere. Rompiendo los pactos previos con Gutiérrez y Heredia, el mando lo asume Francisco de Mendoza que hace arrestar a Gutiérrez y su esposa a quienes devuelve al Cuzco y continúa la marcha hacia el sur con el refuerzo del grupo de Nicolás Heredia que lo alcanza más tarde y se le suma.
Patrick Pedulla en su trabajo "Las expediciones en busca de la Ciudad de los Césares y la expansión hispanocriolla (1543-1622)" recupera lo narrado por Rui Díaz de Guzmán dando cuenta que los expedicionarios habiendo llegado a "... los Comechingones, que son unos indios ... que viven bajo de tierra en cuevas, que apenas aparecen sus casas por afuera. Y trabando amistad con ellos, se informaron de lo que había en la tierra, y tomando relación de como a la parte del Sur había una provincia muy rica de plata y oro, a quien llamaban Yungulo, que se entiende ser la misma noticia que en el Río de la Plata llaman los Césares, tomado del nombre de quien la descubrió”.
Según Stella Maris Molina Carlotti de Muñoz en su trabajo de investigación concluye que los expedicionarios, "... llagados y sufrientes, vinieron a dar con tierra de los comechingones, donde levantarían por agosto de 1545 el real que luego se llamó de la Malaventura".
Numerosos estudios han intentado ubicar al Fuerte de Malaventura concluyéndose que es probable que sea el que se identificaba originariamente con el nombre de Fuerte de Escobasacat o Escoba Sacat.
Anibal Montes en su conferencia "Fantasía y realidad en la Leyenda de los Césares" reconstruye el camino recorrido por la expedición asegurando que luego del ingreso por el norte de la actual Córdoba corrigen el rumbo hacia el suroeste llegando hasta los territorios de la actual Panaholma "... donde le dieron noticias que Jungulo quedaba más al sur. Pero allí cruzaron la Sierra de Achala para llegar a Calamochita, desde donde costearon el río que más abajo se llama Carcarañá y así llegaron al río Paraná, desde donde regresaron".
Las disidencias entre Mendoza y Heredia concluyen con el asesinato de Mendoza y el regreso de Heredia al Cuzco con el resto de sus hombres quienes lo habían asumido como nuevo jefe.
Tras estas experiencias narradas, la presencia de los conquistadores por las costas del Tercero y el Carcarañá se volvería usual de resultas de asumirse a esta ruta como derrotero obligado entre el lejano norte y el Río de la Plata.
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